KIERAN:
Me quedé observando a Claris; tenía tanto miedo que casi podía saborearlo, y aun así, esta insignificante humana se atrevía a desafiarme. Ya le había dado mi palabra de que cuidaría de su hermana, ¿y ahora tenía la osadía de exigirme un contrato escrito?
Mi Alfa rugió furioso ante semejante insolencia. ¿Quién se creía que era? Era solo una humana, un vientre que necesitaba para mis cachorros, nada más. Y, sin embargo, ahí estaba, con esos ojos verdes llenos de lágrimas, atreviéndose a poner condiciones. La bestia dentro de mí exigía someterla, doblegarla, mostrarle su lugar. Ningún ser, y menos una simple mortal, tenía derecho a exigirme nada. Mi palabra debería ser suficiente, más que suficiente. El hecho de que siguiera de pie, temblando pero firme en suCLARIS:El frío que de pronto me atrapó me hizo abrir los ojos para darme cuenta de que estaba sola en la inmensa cama de mi jefe. Me incorporé lentamente, sorprendida al notar que las náuseas y mareos habían desaparecido por completo. Era extraño; recordaba haberme dormido llorando, agotada después de que él no respondiera a mi petición del contrato. Miré alrededor de la habitación, intimidada por su tamaño y elegancia. Todo aquí gritaba poder y riqueza, recordándome lo pequeña e insignificante que era en este mundo de lobos. Un mundo al que había sido arrastrada sin mi consentimiento, todo por culpa de ese loco doctor. Me levanté decidida. Si el Alfa…, todavía me costaba llamarlo así. No quería darme garantías por escrito; tendría que asegurarme por mis propios medios el futuro de mi familia. Trabajaría tanto como este embarazo me lo permitiera. Corrí al baño y me duché rápidamente, vistiéndome con un conjunto formal de pantalón y abrigo. Estaba a punto de abrir la puerta
La forma en que mi jefe me sacó de la cocina fue casi violenta. Sus dedos se clavaban en mi brazo con tanta fuerza que tuve que morderme el labio para no quejarme. El aire a nuestro alrededor se sentía pesado, cargado de una tensión que me dificultaba respirar. —Señor Kieran... —susurré, intentando mantener su paso acelerado—. Me está lastimando. Se detuvo en seco, soltándome como si mi piel le quemara. Su mirada, normalmente gris, ahora brillaba con el intenso dorado de su lobo, y un gruñido bajo y amenazante brotó de su pecho. Fue entonces cuando a mi mente vino el recuerdo de ese nombre: "Selene". Lo había escuchado el día del ataque de los lobos del norte. ¿Sería su Luna? ¿Ella era la madre de los cachorros que yo cargaba? Mi corazón se aceleró ante ese pensamiento y sentí náuseas que nada tenían que ver con el embarazo. Los cachorros se removieron inquietos en mi vientre, como si percibieran mi angustia. —No —respondió el señor Kieran con voz cortante, como si hubiera l
CLARIS: Me hundí en mi silla, intentando hacerme lo más pequeña posible. Cada vez que hablaban de mí como si fuera un objeto a resguardar, el peso de mi realidad caía sobre mis hombros. Era una humana dentro de lobos, forzada a llevar los cachorros nada menos que de un Alfa poderoso, viviendo bajo sus reglas y su control. Mis dedos temblaban sobre el teclado mientras fingía trabajar. El miedo constante se había vuelto mi compañero desde que me enteré. No importaba cuánto intentara convencerme de que todo estaría bien si seguía las reglas, sabía que mi vida pendía de un hilo. —Los cachorros... —susurró Fenris, y mi estómago se revolvió ante la mención—. ¿Vas a hablar con Gael para saber lo que tú no sabes? Levanté mi cabeza con preocupación. ¿Qué era lo que no sabía de sus cachorros el Alfa? Su mirada se cruzó con la mía y un gruñido salió de su pecho. Luego cambió de tema, dejándome llena de inquietud. Recordé cuando le pregunté si los cachorros no tenían nada que ver conmig
KIERAN:No podía creer que esa loba siguiera retando mi paciencia. Primero invadiendo mi territorio en la cocina, luego intentando meterse en mi auto, y ahora esto. Mi paciencia tenía límites. Mi lobo Atka rugía dentro de mí, exigiendo que arrancara a Chandra Selene de la presencia de nuestra humana. Cada vez que esa loba se acercaba a Claris, sentía que mi control se desvanecía.El aroma artificial que Claris se había puesto me tranquilizaba extrañamente, sabiendo que ayudaría a ocultar el olor de mis cachorros de los demás lobos. Estos cachorros eran demasiado importantes, el único legado que había logrado en siglos de existencia.Observé cómo Chandra se acercaba a ella con esa sonrisa falsa que tanto detestaba. Mi mandíbula se tensó, conteniendo un gruñido territorial. Fenris y Rafe captaron mi estado de &aacu
CLARIS:Estaba tan feliz de que iba a volver, por fin, con mi mamá y mi hermana Clara que le salté al cuello a mi jefe, pero me rechazó. No le di importancia y, aunque intenté que aceptara mi oferta de realizar un contrato, por el modo en que reaccionó supe que no lo haría. Pero no se lo di a entender.Al salir de su despacho, sin esperarlo, me encontré de pronto frente al señor Aleph, quien se quedó observándome y hasta cambió el color de sus ojos para dejar a su lobo examinarme. Instintivamente, coloqué mi bolso delante de mi vientre. Aunque no creo que fuera eso lo que buscaba. Pude ver claramente cómo se acercaba despacio y me olfateaba con los ojos entrecerrados.—¿Desea algo, señor Aleph? —pregunté, retrocediendo hacia el interior del despacho. Por fortuna, mi jefe reaccionó y sentí cómo chocaba con su fuerte torso, e
CLARIS:Miré a mi madre sin saber qué decir; la abracé muy fuerte, tanto que casi no la dejaba respirar. Ella no respondió, se dedicó a acariciar mi cabello cuando se me escapó un sollozo que contuve enseguida al escuchar unos toques en la puerta que me salvaron de la explicación. Corrí a abrir solo para encontrarme con Fenris, que no me miraba a los ojos; solo me entregó unas bolsas.—Señorita Claris, si necesita algo, solo tiene que tocar el timbre; vendrá una enfermera a verla. No salga de aquí, el jefe le ha dado permiso para quedarse hasta mañana —titubeó un momento y bajó la voz—. En esa bolsa está su ropa de dormir; es importante que se la ponga, tiene el olor de...—Entendí, señor Fenris, y gracias por todo. No me moveré de aquí, y agradezca a mi jefe por lo que hace por mí —le dije a
KIERAN:Todo se había complicado con la amenaza de Chandra Selene y de su padre; debía hacer desaparecer a Claris. No se me escapó cómo la olfateaba el Alfa Aleph, mi enemigo de cientos de años. Y aunque habíamos acabado de firmar esa alianza, éramos unas bestias salvajes territoriales.No sabía si era el hecho de que mi humana llevara en su vientre mis cachorros lo que la hacía parecer atractiva a sus ojos, o si era su propia belleza. Porque eso era algo que no podía negar: Claris era una mujer de una belleza desconcertante, sobre todo sus carnosos labios rojos y los ojos que parecían dos radiantes esmeraldas. Tenía un cuerpo muy bien proporcionado y toda ella exudaba feminidad. Algo que a nosotros, los Alfas, nos atraía demasiado.Como su hijo Vorn, el Alfa Aleph pecaba del gusto por las féminas de esa raza inferior. Pero esta no podía conced&
KIERAN:La mano de Selene sobre mi entrepierna fue la chispa que encendió la furia de mi lobo Atka. Un gruñido profundo y amenazante emergió de mi garganta. Los colmillos asomaron a mi boca mientras mi rostro se transformaba en la imagen de mi lobo. Nunca él había luchado contra mí por el control. En toda nuestra larga existencia, el lobo se había subordinado al humano, como debe ser.Era tanto mi desconcierto por lo que me estaba sucediendo, que no atiné a reaccionar a tiempo, sintiendo que, aunque no me había anulado, Atka poseía el control. La sensación era aterradora. Yo, un Alfa dominante, experimentando esta pérdida de control sobre mi propia bestia.Las venas de mis brazos se marcaron por la tensión de la lucha contra Atka, pero era como si mi lobo hubiera encontrado una fuerza nueva, primitiva y salvaje que yo desconocía.