CLARIS:
Me sentía atrapada en una red de emociones y preguntas sin respuestas. Mis mirada iba de un rostro a otro en busca de alguna señal, algún indicio de claridad en medio de ese caos. Mi Alfa, con su postura firme pero mirada cargado de incertidumbre, confiaba en Farel como si este anciano lobo fuera la llave para desentrañar aquello que nos estaba consumiendo. Y quizás lo era.
En ese momento, mi mente regresó sin avisar al instante en que Farel apareció en nuestra casa, herido y envenenado por aquella lanza de las brujas. Lo había curado casi de manera instintiva, dejándome llevar por algo profundo e inalcanzable, que ahora sé que era parte de mí. Había logrado sanarlo sin entender cómo, siguiendo únicamente ese impulso primigenio que brotaba de mis entrañas como un río indomable. Si aquel poder vivía en mí, si erSARAH:Me arrodillé al instante, aún retenida por las sombras que me habían traído aquí. No había forma de escapar, y lo sabía. —Fue un error... —dije, casi rogando—. No sabía que él lo sacaría, ni tampoco que los niños también lo poseían. Aquello no estaba previsto, te lo juro, mis hijos... —¿Hijos? ¿Qué hijos? Eres una simple loba de una herencia plebeya, y ese poder solo se hereda por los grandes alfas, por las familias con genes divinos, y tú... —se detuvo, tomando mi barbilla con sus uñas afiladas—. Tú eres todo menos eso. —Yo... yo solo quería atender a nuestros intereses comunes. Ustedes querían a la Loba Mística; ella estaba con Kieran, no les mentí en eso —me defendí, tratando de aferrarme a cualquier argumento—.
KIERAN:Observé a mi Luna y supe al instante lo que había cruzado por su mente; yo también lo había sentido. Nuestra conexión se percibía distinta. Quizás fuera porque Atka no estaba conmigo, o tal vez porque aún me embargaba la emoción de verla ser aceptada en el entrenamiento. Incluso podría deberse a que había conseguido eliminar el poder carmesí que amenazaba a mis hijos, quienes, con gran valentía, lograron defenderse y evitar ser capturados.Todo había convergido en ese momento, y sentí la necesidad de recompensar a mi Luna, amándola como humana, de la forma que ella prefería por haber sido criada de esa manera. La intensidad de la conexión y el placer que compartimos fue tan inmenso que sentimos haber alcanzado un nivel de unión más profundo que nunca. Pero no se debía únicamente a la marca; hab&iacut
KIERAN:La vi sonreír, y en esa sonrisa encontré algo que pocas veces he sabido explicar. Era amor en su forma más pura, una certeza que me envolvió como una llama cálida. Por mi parte, la observé largamente, dejando que el silencio hablara por nosotros, sellando heridas invisibles y alimentando algo más profundo que el miedo: la confianza en nuestra unión, en lo que éramos.La besé con pasión, sintiendo la intensidad que solo ella podía despertar en mí. Fue un beso sin reservas, sin titubeos, en el que deposité todo lo que no podía decir con palabras. Y ella me correspondió de igual manera, entregándose por completo, dejando atrás cualquier barrera. En ese instante, no existían jerarquías, medallas ni títulos; solo estábamos nosotros. La conexión que sentía no se parecía
KIERAN:Mis caninos surgieron como eco de ese reclamo, un instinto que respondía al primitivo desafío que Claris estaba lanzando con cada respiro quebrado, con cada arqueo de su cuerpo que rogaba rebelarse y someterse al mismo tiempo. No había control, solo puro instinto. Era salvaje como ella, como yo, como los lobos que rugían desde dentro, ansiosos por completar lo que había comenzado en el momento en que nuestras miradas se encontraron por primera vez. —Mi Alfa… ahora —repitió, con furia y devoción.Me impulsé con todas mis fuerzas mientras mis colmillos recorrían su clavícula, dejando un rastro de sangre. Nuestras almas se encendieron como un incendio voraz mientras los cuerpos chocaban como olas contra un acantilado, con una fuerza demoledora, implacables, imparables. No se trataba solo de deseo, aunque ese fuego nos consumía. Era much
VORN:Las palabras de Vikra seguían dando vueltas en mi cabeza como un eco imposible de esquivar. Cada frase, cada revelación, era como un golpe de martillo contra una pared que creía indestructible. ¿Lobas Lunares? Esa palabra flotaba en mi mente con una densidad sofocante, impregnando cada rincón de mis pensamientos. Elena, Clara y Claris. ¿Cómo podía ser verdad todo esto y, al mismo tiempo, tan absurdo como para querer rechazarlo de inmediato?Me aferré al respaldo del trono como si eso pudiera anclarme a algo sólido. Miré a Vikra; la desesperación en su rostro era palpable, casi tangible. Luego, mi mirada recayó en Chandra. Ella se mantenía como siempre, envuelta en esa calma pérfida que nunca había sido del todo honesta. Su sonrisa apenas asomaba, medio cómplice, medio venenosa. Sentía las tensiones cruzadas, las piezas sobre el tablero moviéndose sin que yo tuviera control alguno.—¿Lobas Lunares? —repetí en un susurro. Era como si necesitara probar el peso de esas palabras en
CLARIS: Mis dedos trazaron un círculo suave sobre mi vientre, sintiendo debajo esa vida que crecía día tras día. Mi pequeño. Mi hijo. Una nueva ola de temor cruzó mi pecho, mezclada con esperanza. Había sentido su fuerza incluso en medio del caos, pero temía por él, por esa vida que nada tenía que ver con el resto de las batallas que estábamos librando. Kieran, como si pudiera leer mis pensamientos, puso de inmediato su mano sobre la mía, en mi vientre. Sus ojos volvieron a anclarse a los míos, llenos de seguridad. Sentí cómo su energía se fundía con la mía, envolviendo al pequeño en un escudo que sabía que nada podría romper. —Él está bien —dijo con una convicción que me estremeció. Cerró los ojos un momento y con la otra mano acarició mi rostro, como si sus dedos quisieran tranquilizar mi agitada mente—. Lo sentí, Claris. Sus latidos son fuertes, como los de un Alfa. Será un Alfa poderoso. Sus palabras llenaron un espacio dentro de mí que ni siquiera sabía que estaba vacío.
CLARA:No entendía por qué Fenris estaba tan molesto conmigo. Mi vida siempre había sido limitada, inevitablemente encadenada a una fragilidad que no podía controlar ni evitar. Todo este tiempo había sobrevivido viviendo a través de Claris. Ella era la fuerte, la sana. La que salía, estudiaba, trabajaba y exploraba el mundo mientras yo aguardaba entre paredes grises, sintiendo cada emoción que ella me regalaba. Claris era mi ventana a una vida que nunca fue realmente mía. Y ahora, todo había cambiado. Pero ese cambio, que debería ser liberador, me tenía perdida, desorientada. Por fin podía existir más allá de las emociones que me prestaban y, sin embargo, no sabía cómo hacerlo. La casa de Fenris, tan imponente como acogedora, parecía más un lugar prestado que un hogar. Sus emociones, tan constantes y solemnes, eran difíc
KIERAN: Había caído en un sueño pesado, abrazado a Claris mientras su aroma envolvía mis sentidos como un ancla a la realidad que compartíamos. Su sugerencia seguía resonando en mi mente: los objetos de mis padres, aquel cúmulo de recuerdos que había rescatado y mantenido bajo llave. Nunca había encontrado la fuerza para enfrentarlos, nunca había tenido el valor de abrir esa caja que contenía fragmentos de una vida que siempre había querido proteger. Pero ahora, mientras los recuerdos se deslizaban en mi subconsciente, entendí que no tenía elección. Era como si mi memoria me arrastrara hacia atrás, hacia esos días en la manada que me vio nacer. Las imágenes eran vívidas, casi palpables. Me vi a mí mismo, un pequeño lobo imprudente trotando por los pasillos del palacio. Mi madre, alta y majestuosa, con su mirada siempre adornada de dulzura y autoridad, me observaba con esa paciencia infinita que parecía grabada en su figura. —Kieran, hijo, te he dicho que no entres con las pat