Capítulo 2

Si, bienvenido al infierno de Sandra…

—Vienes tarde—acusa con seriedad viendo el reloj que adorna su muñeca.

—Es una larga historia—pongo mi mejor carita de niño bueno y ella odia eso, motivo por el cual lo hago

—Si no estuviste apunto de matar a alguien, no me interesa—abro la boca para decirle que así fue, pero me detiene poniendo su mano enfrente—dije que no me interesa—me extiende unas carpetas mientras da la vuelta para guiarme hasta mi nuevo cubículo—son las facturas del mes pasado, debes subirlas al sistema y enviar las que estén pendientes a contabilidad, separarlas por código y Anton—da la vuelta con rapidez, haciendo que me pare en seco—lo quiero para ayer—sentencia, dándose paso  hasta su oficina lejos de los plebeyos.

La veo perderse, miro el cubículo que es más pequeño de lo que pensaba, el que estaba anteriormente debió ser un puerco, al parecer lo prepararon especialmente para mí, el personal de limpieza no se dignó a sacar la basura.

Desalojo de todo lo que hay sobre el escritorio, y lo meto en una bolsa negra que solicité a la señora encargada de limpiar el lugar, apenada me susurro un “me dieron ordenes de no limpiar el lugar”, le sonreí como respuesta es lo que imaginaba.

Aproveché para llevar un limpiador de superficies y ambientador de lavanda, uno de mis favoritos.

Con la mirada de todos los curiosos sobre mi lugar, me siento en un espacio y seguro, saco las herramientas que utilizare y me percato de que tengo el folder de la chica que casi mató en la mañana, con lo tarde que llegué no recordaba que lo tenía.

—Me gusta lo que hiciste con el lugar—se acerca por sobre el cubículo una pelirroja, quien me regala una bonita sonrisa.

—Es un don, estoy acostumbrado a sacar la basura—sonríe con amplitud, y cuando digo eso lo digo de manera general, incluye desechos y personas.

—Bienvenido Antón—alarga su mano y acepto el saludo, aprieto su mano con delicadeza, como no conocerme si soy el recepcionista mas guapo de todo este mundo.

—Seré tu nuevo vecino Grethel, ¿qué te parece?

—Es algo inusual, pasar de recepcionista a purchasing, es un gran logro, antes eras, parking, no importa es un logro excepcional, espero te sientas en casa.

—Estoy seguro de que así será—por supuesto, allá también me tratan como una m****a.

Se acerca mientras arrastra la silla del cubículo de al lado se coloca muy cerca.

—Seré tu maestra, todo lo que harás es sencillo, organiza las facturas por código, separa las que tengan este sello—señala donde esta uno de esos—y las que no la pones en aparte, abres este icono de aquí—toma el mouse y yo estoy atengo a sus movimientos—que es el sistema y cuando abra pones este usuario y esta contraseña…

Sigue explicando paso a paso de manera rápida, lo que hago es anotar cada paso, no es diferente al sistema que usan en recepción, pero si más complejo y delicado.

Después de unos veinte minutos aproximadamente, se levanta y se va, no sin antes dejar claro que lo que sea que necesite, está a mi disposición.

Creo que esa lamida de labios me indicaba que sea lo que sea, podría dármelo si se lo pido.

Lo tendré en cuenta, Grethel.

Sin mediar palabras con nadie más, me dispongo a hacer tal cual me enseñó mi compañera de trabajo. Sumido por completo en la jungla de facturas, veo a los demás levantarse, doy un vistazo al reloj, y veo que son las diez de la mañana.

Hora de un aperitivo, pero como no quiero encontrarme con nadie desagradable, le pido a Grethel que sea ella quien me traiga algo de la cafetería. El café de la oficina ayudara para pasar el rato hasta el almuerzo, así que antes de levantar mi trasero de la silla para servirme un poco, saco de la caja que me dio con “amabilidad” me regresó Stela, la taza de ¡el mejor tío del mundo mundial! Y sonrío al recordar que fue el primer y único regalo que recibí de mi sobrina Dagna.

Distraído viendo como tonto la taza, choco con alguien que no solo me hace soltar a mi precioso regalo, sino que escucho su quejido por el golpe contra mi costado, con mis reflejos a mil, sostengo su pequeño cuerpo entre mis manos mientras maldigo por la destrucción completa de mi precioso.

Vuelvo la mirada hacia la persona causante de mi desgracia y abro la boca y los ojos sorprendido de tan mala casualidad.

La chica a la que casi mato en la mañana… puedes por favor, aclamo a algún ser divino ¿ser un poco más amable conmigo? No te basta con la familia que me diste. De verdad que no te basta.

—¿Tu? —decimos al unisonó aun teniendo su cuerpo pegado al mío la veo arrugar el entrecejo

—¡Deberías soltarme! —arremete cambiando el semblante de sorprendida a molesta, en un nano segundo.

Hago lo que pide y doy la vuelta para recoger los pedazos de mi podre taza—gracias por esto—respondo molesto y dolido.

—¡Es solo una taza! —sintiendo mi pecho arder enojado y dando gracias al cielo que no hay nadie más que nosotros en el sitio respondo.

—Vale más que tu vida, te lo aseguro.

—Y ¿es por esa razón que intentaste matarme hoy? —reprocha, la veo apretar el folder sobre su pecho y me siento in imbécil por haberla tratado así, seguro recuerda lo sucedido y le afecta, igual que a mí.

—Yo, lo lamento, no fue mi inten…—dejo la frase en el aire al escuchar las puertas del ascensor abrirse, todos vienen de regreso y Grethel se acerca a nosotros.

—Tu vienes a la entrevista ¿cierto? —la chica asiente—estábamos en la hora de break, ven conmigo y te anunciaré. Y Antón, aquí esta tu encargo—me extiende una cajita y le sonrío como agradecimiento—siéntate por acá—la lleva al cubículo que tengo al lado y le indica que espere.

Me siento para seguir trabajando el apetito se desapareció de mi sistema, así que, con duda, meto la taza en una cajita y la tiro al basurero.

—Por cierto, esto se te cayó por la mañana—extiendo la carpeta y en cuanto la toma, me largo hacia el baño sin esperar alguna respuesta.

Después de vaciar mi vejiga, lavo mis manos y mi rostro, me quedo un rato meditando en todo lo sucedido e intento no quebrarme y mandar todo al carajo.

“Lindo día el que estas teniendo Antón”, digo viendo el reflejo.

Doy un par de respiraciones antes de salir y el lugar donde esta antes la chica, está vacío, el alivio llega a mí al no tener cerca su presencia. Me siento para seguir laborando ya que sin taza no puedo tomar café y no me gusta tomar las que está ahí, son pequeñas y no me gustan.

Tomo el celular y tecleo con rapidez un mensaje de texto

Yo: Lamento infórmate que la taza se me cayó, y se hizo añicos

Dagna: ¿cómo es posible ese suceso?

Yo: deja de imitar las frases de esos “influenser” de pacotilla, no me siento bien por lo que le sucedió a mi regalo.

Dagna: no dejaras de ser el mejor tío del mundo mundial, solo porque ya no está completa tu taza. Relájate tío. La reparas y la dejas de adorno y listo.

Es cierto, así que después de reflexionar en la frase “completa” me voy hacia el cesto de la basura para reparar mi adorado regalo.

Pero mis ánimos se bajan hasta el suelo, cuando veo que la cajita ya no está, ¿es enserio? cuando vine, el lugar parecía un basurero municipal, ahora resulta que lo quieren ver limpio.

¡Maldita, m*****a sea! Respira Antón, respira maldición.

Si sigo así me dará un infarto, así que resignado a que, en mi vida siempre pasaran infortunios, sigo trabajando hasta que es hora del almuerzo.

Bajo a la cafetería siendo arrastrado por Grethel, quien, obligado, me ha sumado a pequeño grupo.

Los conozco a todos, siento recepcionista por casi seis meses también soy conocido, demasiado, era el que los recibía, con los buenos días, de pie hasta que el ultimo llegaba, también el que les hacia sus recados, recibía y enviaba sus paquetes, entre otras cosas. Y cuando hacían sus reuniones, debía prepara la sala grande para los ejecutivos, sus clientes y proveedores dependiendo de la ocasión.

Si creían que ser recepcionista era estas esperando llamadas y pasar mensajitos, están lejos de la verdad.

Si, era la sirvienta con mala paga de todo estos, miro alrededor y sorprendidos, sonríen a boca cerrada sin poder creer que un valet parking o car valet como quieran llamarlo, que entró hace un año a la compañía ahora este en el departamento de compras.

Al final de la fila cuando obtengo lo que necesito para comer, tecleo la cantidad de dinero que me han pasado por medio de un baucher y paso la tarjeta y que nos dan como empleados y esta envía error de pago con el lindo color rojo que a todos nos aterra.

—No puede ser! —la limpio como un completo imbécil y paso de nuevo por el escáner, nada, error en pago y la luz roja, resignado pongo la bandeja a un lado para que la retiren.

Resulta que no se paga en efectivo, se paga con la m*****a tarjeta sí o sí.

—No señorito, ven acá—Grethel pasa su tarjeta y paga mis alimentos tecleando la cantidad de dinero.

—No era necesario, no tiendo como se quedó sin saldo si casi no la utilizo

—Luego hacemos cuentas, ahora a comer tranquilos.

Le sonrío con gratitud, nadie me había tratado tan bien en mucho tiempo, me siento con ellos quienes comienzan una platica casual, algo tan simple como el clima se transforma en sonrisas y el ambiente se siente tan calmado, lo que agradezco y así al fin, puedo comer tranquilo.

En el fondo temo que esta pequeña y agradable paz se convierta en una tormenta y haga estragos en mi vida.

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