El despertador se activa a las cuatro de la mañana en punto, me levanto tratando de desperezarme y tomo un conjunto deportivo, la noche de ayer estuvo estresante, lidiar con la “familia” es algo que me causa irritación.
Me levanto de mal humor, quizás correr unos cuantos kilómetros sea lo mejor para que la mente se despabile de una buena vez.
Hago calentamientos sobre la cera de la casa antes de comenzar, el vecindario es seguro, no es lujoso, es cómodo y de buen ver, parecido mucho a donde viví con mi madre.
Subo el volumen de mis airpods hasta el tope, coloco el celular en mi antebrazo, asegurando el soporte para que no se caiga y se haga m****a.
Ando muy irritable, desde que cumplí los catorce años siento que esta vida no es lo que deseara. Si, hay mucho dinero de por medio más, no siempre fue así.
Sonrío al ver una bella rubia, la conozco de algún lado, ¡oh si!, en su garaje hace un mes, pasé por ahí de casualidad y la vi batallar con una llanta pinchada. Bonita forma de agradecimiento que me dio, cuando le ayudé con su problema. La francesita besa muy bien y eso que no tocó mis labios, saben a qué me refiero.
Qué puedo decir, las mujeres me encantan, más si son de buen ver. Paso de largo diciendo adiós y ella me lanza un beso. Con ese mini short se ve espectacular, lista para sus ejercicios matutinos.
Saludo a algunos vecinos que también les gusta la rutina matinal, no me relaciono con ellos más allá del saludo, es preferible pasar desapercibido.
Sigo corriendo, la música animándome, despejando cada cosa desagradable que pasé en la cena.
Veo pasar un lindo trasero, nuevo, no lo había visto por estos lares, redondo y respingón, no dudo ni un segundo en seguirlo.
Me posiciona a su lado, mujer de baja estatura, con los airpods puestos y lo que supongo también los tiene a volumen alto.
No se percata de mi presencia por lo que, con dificultad, detallo cada parte de su pequeño cuerpo, su cabello negro en una coleta, pocos cabellos se le desplazan por su frente perlada por el sudor.
Necesito que se dé cuenta de mi presencia, por lo que sigo a su lado y ella como si yo no existiera, no vuelve su vista a los lados.
Casi a un kilómetro, se detiene en un parque para perros y hace una pausa para luego sentarse en una banca a ver el sol salir.
—¿Es común para ti seguir a las personas y acosarlas? —interroga sorprendiéndome, pero no me mira, su mirada está enfrente como si disfrutara de la vista.
—No es lo que piensas, corro por aquí todos los días—es obvio que estoy mintiendo, ni siquiera me detengo por este parque.
—Lo dudo, pero, si tú lo dices—coloca de nuevo sus airpods y se levanta para perderse por el camino.
¡Mierda! quedo como un maldito estúpido acusador.
Regreso a casa por donde siempre lo hago y no la vuelvo a encontrar.
Coloco mi celular sobre la cama y me meto al baño para darme una ducha, dejo que el agua caiga sobre mi cabeza, esperando que tranquilice un poco mis ideas.
¿Qué se le ocurrirá hoy a mi abuelo para seguir haciendo mi vida más difícil?
Me visto de traje para ir a la oficina, salgo de la residencia conduciendo un auto Honda Civic Sport Sedan, sé que no es el más caro, sin embargo, al menos no voy a viajar en autobús o el metro, aunque eso no me incomodaría.
Escucho a Imagine Dragon, tarareo cada canción de mi grupo favorito.
Oh, the misery
Everybody wants to be my enemy
Spare the sympathy
Everybody wants to be my enemy
(Look out for yourself)
My enemy (look, look, look, look)
(Look out for yourself)
But I'm ready
Saco mi frustración con el sonido invadiendo mis sentidos por medio de la música, el recuerdo de la cena regresa con pequeños fragmentos, los más desagradables de la noche, y golpeo el volante, meto el cambio a tercera y siento mi pie pesado al presionar el acelerador.
De forma repentina, freno en seco haciendo que las llantas rechinen, voy tan concentrado en mi pequeña tortura mental, la música y la velocidad, que no me percato de que el semáforo cambia a rojo.
La acción me impulsa hacia adelante y doy bocanadas de aire de la impresión, una chica abre los ojos como platos, ha quedado a centímetros del vehículo. En un instante su rostro palidece igual que el mío. La miro deslizarse de rodillas al suelo.
Parpadeo varias veces y con el temblor en todo el cuerpo y poniendo esfuerzo de mi parte, salgo del auto y camino hacia ella.
—¿Que mierdas pensabas? —sus ojos están rojos de lágrimas contenidas, el cuerpo le tiembla igual que el mío y aprieta los puños a los lados—por poco, por poco—muerde sus labios y se contiene, sacude su cabeza y mira hacia abajo, sigo sus movimientos, sin decir nada, mientras con premura, recoge su portafolios y algunas cosas que se han salido de este.
—Lo siento—digo intentando no mostrar el terror que siento al pensar en que si no hubiese frenado a tiempo hubiera ocurrido una desgracia, fui imprudente, me arrebata de las manos la carpeta amarilla que en un vano intento de ayuda tomo del asfalto.
—¡Imbécil! —se incorpora trastabillando un poco, pasa a mi lado empujando mi brazo, es tan pequeña que enojada se ve tierna, mi macho alfa en celo sale en circunstancias en las que no debería y eso está mal.
Cuando estoy a punto de subir al auto, noto que hay algo cerca de una de las ruedas, me inclino y tomo la agenda de color azul marino.
Algunos espectadores se quedan, no para brindar su ayuda, lo único para lo que son buenos es para sostener un celular y grabar, monos imbéciles y mente de cristal, obsesionados con redes sociales que solo incitan al odio y la vergüenza ajena.
Si, soy ese, un hombre que odia todo lo que tenga que ver con redes sociales
Con la escena de hace minutos rebotando de forma constante en mi cerebro y sintiendo nerviosismo, arranco el auto con suma precaución, sin retomar la música, conduzco al edificio en donde trabajo, una compañía dedicada a la fabricación de repuestos automotrices y desarrollo de los mismos.
Aparco el auto en el estacionamiento subterráneo, me quedo unos instantes dentro intentando que el temblor en las manos se calme un poco, hago respiraciones para controlarme.
Cuando al fin me siento listo para salir, abro el aparato, mientras tomo el maletín y camino erguido hacia el ascensor que me llevara a mi puesto de trabajo.
—Buenos días señor—saluda el encargado con una sonrisa amigable dibujada.
—Buenos días Jaime, por favor al primer piso—podría utilizar las escaleras, pero tengo dos razones para no hacerlo, la primera es que ya tengo el tiempo contado, y a la segunda no quiero sudar más de lo que ya lo hice con el susto de antes.
—Con gusto—presiona el botón y subimos, veo nuestro reflejo en el metal y arreglo mi cabello y corbata—¿seguirá en la recepción señorito?
—No lo sé Jaime, lo voy a averiguar en cuanto entre a ese piso.
El aparato se detiene y me despido del amable y carismático Jaime, al estar cerca de la caja de recepción, Stela, quien se hacía cargo de esta hace seis meses, una caja, saco un suspiro de resignación, lo que significa que ya no seré el recepcionista.
Así es que, si en sus cabecitas estaba el hecho de que era el dueño de tan enorme compañía, déjenme aclararles que no lo soy, mi abuelo es quien maneja todo esto.
Me regala una cara de pocos amigos, casi lanzándome la caja, escanea de pies a cabeza, hace una mueca de desagrado y da la vuelta moviendo su coleta alta y caderas de impacto.
Como si poniendo esa cara, me volveré a meter en su cama, no estoy tan loco como lo parezco, si lo hice por su insistencia y por qué tenía ganas de quitarme un poco el estrés que me produce estar metido aquí, claro está que ella jamás se imagina que soy el nieto del dueño, ese viejo cascarrabias, ni ella, ni nadie, sería una noticia que le llevaría oprobio a su elegante y refinado apellido.
Veo la nota de post-it naranja y leo: piso cuatro, departamento de compras con Sandra, personal a cargo, ella te dirá cual será tu trabajo.
Ni siquiera se digna a hablarme, antes de revolcarme con ella no dejaba de hacerlo.
Bajo mis hombros restando importancia a su actitud y a lo que leo en el pedazo de papel naranja, que horrible color, doy vuela de regreso al elevador, espero a que se detenga y me vuelvo a encontrar con Jaime quien me sonríe de regreso, elevo mis cejas con una sonrisa a boca cerrada y le indico con los dedos el número cuatro, lo escucho carcajearse de manera estruendosa.
—Mire el lado amable, saltó dos pisos de un solo tajo—eso me hace reír con ganas, este señor es más ocurrente de lo que pensaba.
Así con una sonrisa dibujada, salgo del ascensor y me adentro a la jungla del piso de purchasing, en donde seguro Sandra, me hará la vida un infierno, desde que veo su maléfica sonrisa que haría retroceder al mismísimo demonio.
—Bienvenido, Anton—y la forma en la que dice mi nombre parece que estoy recorriendo el corredor de la muerte hasta la silla eléctrica, doy un suspiro de resignación.
Sandra es una mujer que perfectamente puede enviarte al cielo con una sonrisa o al infierno con una mirada. Y no presisamente me lo dice resplandeciendo de felicidad por mi llegada, al contrario, me mira con fastidio como si tuviera un palo atorado en el trasero.
Lo siento Sandra, tendrás mi grata presencia no se por cuanto tiempo.
Si, bienvenido al infierno de Sandra…—Vienes tarde—acusa con seriedad viendo el reloj que adorna su muñeca.—Es una larga historia—pongo mi mejor carita de niño bueno y ella odia eso, motivo por el cual lo hago—Si no estuviste apunto de matar a alguien, no me interesa—abro la boca para decirle que así fue, pero me detiene poniendo su mano enfrente—dije que no me interesa—me extiende unas carpetas mientras da la vuelta para guiarme hasta mi nuevo cubículo—son las facturas del mes pasado, debes subirlas al sistema y enviar las que estén pendientes a contabilidad, separarlas por código y Anton—da la vuelta con rapidez, haciendo que me pare en seco—lo quiero para ayer—sentencia, dándose paso hasta su oficina lejos de los plebeyos.La veo perderse, miro el cubículo que es más pequeño de lo que pensaba, el que estaba anteriormente debió ser un puerco, al parecer lo prepararon especialmente para mí, el personal de limpieza no se dignó a sacar la basura.Desalojo de todo lo que hay sobre e
Y como no todo lo que pasa por mi vida es color de rosa…—¿Qué hace el gerente general por estos lares? —Karen, una de las chicas del departamento, interroga, al escuchar decir eso, intento no atragantarme con un pedazo de carne, demasiado tarde, toso cuando siento pasar el pedazo sin estar bien masticado, tomo agua de inmediato para evitar mi muerte, sus miradas se detienen en nosotros incluidas las del señor “camino sin desear pisar el suelo por donde paso”.No levanto la mirada, agradezco las palmaditas de Karen en mi espalda, siento el tiempo detenerse cuando el gerente se para en seco al escuchar el pequeño alboroto de mi presunto ahogamiento, levanto la mirada que choca con la suya, proponente, altanero, sin una pisca de humildad.Mira de soslayo como es su costumbre por ser una deidad inalcanzable, claro, todo eso está en su pequeña mente mortal.El aire se torna pesado cuando sin querer, le sostengo la mirada con mi mejor cara de culo, inexpresivo como solo yo puedo serlo, y s
Me visto con camisa gris y corbata negra a juego con el pantalón, peino mi cabello hacia atrás y afeito la barba de dos días. Decidí no ir a correr hoy, logré despertarme un poco más tarde, lo que cené ayer no hará meya en mi anatomía, no me preocupo mucho por eso. Salgo de la casa en mi automóvil, saludo al guarda de seguridad y agradezco el haber abierto antes de llegar al portón de salida. Pongo la radio a volumen moderado y me concentro en la carretera, no quiero que haya ningún inconveniente con nadie. Sano y salvo, llego a la compañía, aparco el auto y tomo el ascensor, solo espero que la rabieta de Manfrid, no haya afectado que siga en el departamento de compras. No me molesta ser un car parking, ni tampoco un conserje, mucho menos estar en recepción, solo quiero que dejen de fastidiarme. —¡Buenos días Meyer! —saluda efusiva Karen, sorbiendo de su café. —Buen día—coloco el portafolios en una de las gavetas y limpio el lugar, que gracias al cielo no está sucio como ayer. —
Mala idea haberme vestido de camisa manga larga, llevamos una hora aquí dentro y siento que estoy en la entrada del infierno. No entiendo cómo trabajan personas aquí dentro, mi corbata está perdida por algún lugar.—Para que esto sea más fácil podríamos hacerlo juntos—indica la malcriada tras de mi—¿te parece?—¡No! —doy la vuelta para seguir acomodando los productos.—Solo digo que si nos ayudamos vamos a terminar más rápido.—¡No! —es una respuesta rotunda, escucho que susurra un “está bien” y me hace sentir un idiota por tratarla tal cual me lo hacen a mí.Cierro lo ojos y con sumo esfuerzo de mi parte me vuelo a ella—Lo siento, todo esto es muy frustrante—señalo el caos en el lugar, lo peor de todo es que es por mi causa.—Si, bueno, es algo extraño que el sitio este como si aquí pasó un tornado y a todo esto ¿en qué compañía tienen a un ascensorista?—Aquí no es nada extraño, Jaime fue contratado hace un año para completar sus cuotas y así poder jubilarse, y de eso le faltan—miro
Los gritos de reproche de Manfrid, me tienen sin cuidado. Es el colmo que quiera arruinar el cumpleaños número quince de su propia hija, por el simple hecho de su odio hacia mi persona.Sabe perfectamente que Dagna me adora y que yo la quiero porque es mi sobrina adorada.Mi celular suena con una llamada entrante, justamente la persona que imaginaba—Señor Fisher, que placer el de su llamada—contesto para fastidiarlo.—Últimamente estas altanero ¿Qué pasó con ese niño que bajaba la cabeza por todo?—Siento informarte que, ya creció. Me dirás que desea señor, aunque imagino que es para informarme que no seré bienvenido es su casa para el cumpleaños de su vis nieta.—Al contrario, necesitamos hablar, así que nos vemos mañana, Antón Fisher.Y así cuelga la llamada, nauseas me provoca que diga eso, que diga mi nombre seguido de ese asqueroso apellido.Para colmo me encuentro a la malcriada en estacionamiento, está dando patadas a su auto furiosa, como no deseo cruzar palabras con ella, me
Estaciono el auto dando gracias a Dios el haber llegado, mientras Liesel, quita su cinturón y aprieta mi nariz sonriendo por mi expresión de tener un palo en el trasero, ya que pasó todo el trayecto cantando como si no hubiera un mañana. ¿De dónde saca tantas energías? ¿acaso no es capaz de mantener la boca cerrada? —Déjame en paz unos segundos—la miro y sigue sonriendo. —Gracias—no me inmuto, aprieto los dientes y cierro los ojos buscando tranquilidad y pensar que tengo que soportarla en el trabajo—vamos que se nos hace tarde cariñe—me guiña y sale cerrando la puerta. Saco mi portafolios de la parte de atrás y camino a paso lento, mientras ella, me espera para que suba con ella. —Resígnate, señor Fredricksen—al parecer es el apodo con el que me ha nombrado el señor de la película de UP, ruedo los ojos al escuchar por segunda vez el apodo—hoy es jue-viernes señor limón agrio, pronto el fin de semana y mañana será viernes y la cuerpa lo sabe—ese baile ridículo aparece de nuevo. —¿
Desde aquí la cosa se ve desde otro ángulo, no tengo idea de cómo un hombre como yo, serio, preventivo y tranquilo, se deja convencer de este tipo de locura, por una mujer como Wagner.—Debes sujetarte de una mano, mientras agitas la otra, eso te ayudará manteniendo el equilibrio, y ¡are caballito!, digo torito—su estruendosa risa hace que los demás espectadores le sigan con las suyas.—Pareces experta—miro donde puedo sujetarme y al final logro hacerlo, veo como ella comienza a recibir dinero y anotar algo—¿Qué haces?—Abro apuestas cielito—descarada, ríe victoriosa—si llegas al segundo ocho, habrás ganado—¡Dijiste que eran al diez!—No, ese es para superar el récord, ahora concéntrate, no me hagas perder dinero.El aparato empieza a moverse, primero de manera lenta, de un lago a otro, para después, acelerar el ritmo en menos de 3 segundos, esto es más complicado de lo que parece.En lo que siento una eternidad, caigo de bruces al suelo acolchonado y Liesel, está en lo suyo, da brin
Cargo a Liesel hasta el auto como un saco de papas, balbuce palabras que no logro entender, la meto al auto con cuidado de no golpear su cabeza, inclino el asiento para que este mas cómoda, y le coloco el cinturón de seguridad. Es más conveniente llevarla en el asiento del copiloto para vigilar que no se ahogue con su propio vomito. Lo sorprendente es, que se acomoda y no hay rastros de que desee sacar todo lo ingerido. Me quedo mirando lo cómoda que se está, unos mechones de cabello se deslizan sobre su cara, los aparto con delicadeza, lo que me permite detallar un poco mas su rostro, tiene un lunar en el labio superior al lado izquierdo, sonrío la recordar lo que mamá decía sobre tener lunares. Las personas que tienen lunares en la boca, es un ser humano bueno, noble y de carácter dócil, amigable, pero también significa que es ambicioso por ser mejor cada día. ¿Wagner, dócil? Bufo sin creerlo, es obvio que mamá sacó eso de la internet, arranco el vehículo y pongo el GPS para regr