Capítulo 3

Y como no todo lo que pasa por mi vida es color de rosa…

—¿Qué hace el gerente general por estos lares? —Karen, una de las chicas del departamento, interroga, al escuchar decir eso, intento no atragantarme con un pedazo de carne, demasiado tarde, toso cuando siento pasar el pedazo sin estar bien masticado, tomo agua de inmediato para evitar mi muerte, sus miradas se detienen en nosotros incluidas las del señor “camino sin desear pisar el suelo por donde paso”.

No levanto la mirada, agradezco las palmaditas de Karen en mi espalda, siento el tiempo detenerse cuando el gerente se para en seco al escuchar el pequeño alboroto de mi presunto ahogamiento, levanto la mirada que choca con la suya, proponente, altanero, sin una pisca de humildad.

Mira de soslayo como es su costumbre por ser una deidad inalcanzable, claro, todo eso está en su pequeña mente mortal.

El aire se torna pesado cuando sin querer, le sostengo la mirada con mi mejor cara de culo, inexpresivo como solo yo puedo serlo, y sin parpadear, lo fulmino con la mirada, lo que hace que se desconecte y siga con su recorrido.

Sigo con lo mío que es comer, sin dejar que me termine de arruinar mi día.

—¿Qué demonios fue eso? —cuestiona Grethel, a lo cual ignoro—¡guerras de miradas! Nadie se atreve a hacer eso al gerente.

—Debe ser tu imaginación—dicto serio, y termino de comer en silencio.

Regresamos de nuestro descanso, aprovecho a entrar al baño para cepillar mis dientes y refrescar el rostro, acomodo la corbata y veo que mi camisa no haya sufrido algún accidente con la comida.

Cuando veo todo en orden, salgo para seguir con los pendientes. El día es totalmente ajetreado, ruego por un descanso, pero no llega hasta las cinco en punto de la tarde, y feliz por haber culminado mi día, tomo mis cosas para ser libre cuando recibo una llamada en mi celular mientras camino al ascensor.

—Dime—respondo después de debatir si responder o no

Ven a mi oficina ¡ahora!—ordena y cuelga, tan maleducado como siempre

—Como su majestad ordene—susurro asqueado, se abren las puertas del aparado y me subo indico a Jaime el piso que debo ir y sin chistar obedece.

Al salir ruego al ser divino que me trajo con vida hasta aquí que por favor acabe con mi calvario, sin embargo, al parecer es sordo.

Toco la puerta de la oficina del “supremo” y entro después de darme permiso.

Me quedo de pies cerca de su escritorio y lo veo con cara de malos amigos porque sencillamente no me agrada, tampoco me gusta que interrumpa el momento de descanso que pronto tendría si no me hubiese llamado para seguramente nada importante.

Sigue tecleando no sé qué diablos en su laptop ignorándome.

—Me llamaste para que te viera trabajar o me dirás que necesitas.

—No te atrevas a faltarme al respeto! —recrimina viéndome de pies a cabeza

—Perdón su majestad, olvidaba esto—y como si me valiera la vida, me inclino como si fuese de la realeza lo que lo hace enfadar más. — me atrevo por que se me da la gana, Manfrid—menciono su nombre con tanto desdén que lo hace arder de ira, esta tan rojo que podría freír un huevo en su cara.

—Soy el gerente general de la compañía, ¿quieres acaso enfrentarte a mi abuelo por tu falta de respeto a su heredero?

—¿Sabes lo que escucho cada vez que hablas? esto, bla, bla, bla y si, mas bla. Dime de una buena vez lo que quieres o me largo a descansar.

—No quiero que me vuelvas a retar delante de los empleados como lo hiciste hoy—sentencia

—No te aparezcas donde no te llaman, dime ¿qué hacías en la cafetería de los plebeyos? Querías verme y retarme, —afirmo serio— sabias que reaccionaria, así que, no provoques lo que después te hará llorar, porque no te vi saludar a nadie, llegaste y me viste querías que lo hiciera, deja de ser un cobarde y déjame en paz, así como para ti no es grata mi presencia, mucho menos lo es para mí la tuya, no tientes a la suerte Manfrid.

Lo dejo con la palabra en la boca, y salgo dando un portazo, estoy cansado de todo ellos los malditos Fisher, yo no pedí estar aquí, ni siquiera deseo estar rodeado de ellos.

Salgo de edificio sintiendo la sangre arder, cada vez que mi vida da un giro de paz mental, viene alguno de ellos y la destruye.

Conduzco con cuidado, los recuerdos de lo que pasó por la mañana todavía me afectan, en silencio me dirijo a mi casa, al menos lo es.

Y para sorpresa del destino, la chica que, por poco atropello, llegó a la oficina, no me paré a pensar ¿qué hacía ahí? con tantas cosas malas que me pasaron, no pude saberlo, ni siquiera tuve la oportunidad de disculparme, su mala actitud no ayudó mucho que digamos.

Debo admitir que fue mi culpa, pero debería de darme oportunidad para perdonarme el susto que nos hice pasar.

Ahora que lo pienso, mi memoria me recuerda cuando evite que cayera al chocar conmigo y que soltara mi taza favorita, rodee su cintura con mis brazos y la pegue a mi pecho, es tan pequeña, y frágil, pero con un carácter jodido.

Llego a casa, meto el auto en el garaje y cierro, entro a casa y no puedo detenerme a pensar más, camino directo a mi habitación para darme una ducha caliente, relajarme de esa manera es lo que me gusta, después de bañarme y ponerme cómodo, entro la cocina para tomar algo, las ganas de cenar se fueron por el caño con la discusión con Manfrid, me pregunto ¿hasta cuándo dejara de molestarme? no gana nada con ello. Tiene la gerencia, es suya y pronto seguramente y sin dudarlo, la presidencia. Heredará todo cuando posee el viejo cascarrabias de Edel Fisher.

Sobo la sien por el dolor de cabeza que tengo, necesito relajarme, así que salgo de mi casa para caminar un poco, aún es temprano, donde vivo es muy seguro, es un residencial en el cual me puedo dar el lujo de pagar, al final de todo, la casa será mía en cuanto pague la última cuota, llevo años pagándola, y me siento orgulloso de ello.

Salgo con ropa casual, o ropa de vagabundo como le llamaría Dagna, es la ropa más cómoda la cual deseara llevar siempre.

Como en todo lugar, hay un parque con quioscos, como dije antes, no es un residencial para millonarios, es un lugar cómodo y seguro.

Arrugo el entrecejo al percatarme que muchas familias tuvieron la misma idea, los negocios están abiertos y las luces están encendidas. No pasan de las siete de la noche, camino cerca de los puestos de comidas y mi estómago gruñe, al sentir el aroma, sin refunfuñar, compro algo que llaman salchi-papa mixta, y como su nombre lo indica, tocino y papas, con queso crema y carne deshilachada y otro tipo de queso que no sé qué es, pero sabe al cielo.

Me acerco al circuito de patinaje y me siento para ver a los chicos divertirse.

—Eso quedaría bien con una de estas—veo con sorpresa a la chica que se me acerca sosteniendo un par de sodas, como no digo nada, parece incomoda, pasa su peso de una pierna a otra—bueno, este, debo irme…

—¡Espera! —la detengo de inmediato—sí, si por favor—la tomo y me sonríe aliviada—gracias, puedes sentarte si gustas—hago un espacio en la banca para que acomode—esto es mucho para mi ¿te gustaría un poco? —le ofrezco un poco de la comida chatarra y la acepta.

—Casi no transitas por aquí—toma un poco de comida y luego yo hago lo mismo

—Trabajo mucho—es la única excusa que tengo sinceramente no salía desde hacía mucho tiempo.

—Yo también trabajo y no me esclavizo tanto—ambos sonreímos—sabes… Antón

—Sabes mi nombre—me sorprendo un poco

—Casi todos lo sabemos, el hombre cuya vida es bastante solitaria.

—Tengo mis razones—le guiño y sonríe de regreso—me gusta estar entre sombras, como a Batman

—¿A quién? —interroga, de verdad no sabe quién es mi súper héroe favorito. La traición, la decepción.

Subo y bajo los hombros y me relajo…. Comenzamos a conversar, y me invitó a patinar, la rechacé, no necesito hacer el ridículo, ni raspones en el cuerpo.

Su hermano llegó por ella, me dio una mirada de enemigos a muerte, se nota que es el mayor, yo soy un poco cuidados con mi sobrina así que imagino que, para él, es mucho más difícil ver como su hermana crece y se le acercan como abejas al panal.

Me quedo solo de nuevo cosa que no me incomoda, y pienso en que la mayoría de las personas de este lugar en donde todo se conocen, me ven como un extraño hombre solitario que no sale de su casa nada más para trabajar.

Y es que cuando mamá, vivíamos aquí teníamos un año de habernos mudado, solo que, pasaba el tiempo en casa o fuera cuando mi padre o el padre de él lo requería.

Ocultos todo el tiempo como si hubiéramos cometido algún delito y es que lo único que ella hizo fue amar a mi padre y el haberla amado.

Camino hasta la casa sintiendo que no he tenido una vida fuera de aquí y el trabajo y la familia de mi padre.

Me siento cansado de eso, no voy a permitir que siga así, voy a salir y a hacer amigos, ni siquiera sé qué es eso.

Voy a socializar y empezare por el trabajo, empezar a conocer a las personas, comenzar a vivir como yo lo considere y no como la familia de mi padre lo desee, ¿Quién dice que árbol genealógico no se puede recortar?.

Es lo que deberian hacer todas las familias que no se llevan bien, principalemte aquellas que quieren controlar tu simple existencia, ya mi madre no esta asi que, no hay quien me detenga para al fin ser libre.

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