El estrés que tengo, me lleva a desear ir directo hacia un barranco…Conduzco frustrado, los dos vehículos que antes me resguardaban, ahora me siguen hasta cierto punto.Llego a casa por la tarde, meto el coche en el garaje y me quedo dentro uno segundo más, salgo y la frustración me lleva a patear la llanta delantera, recostándome sobre la puerta.Niego ante el enojo, camino hasta la sala de estar, escucho golpecitos en la puerta principal, la abro y Liesel, está esperando. —¡Holis Meyer! —a pesar de la pesada noche que pasó, mantiene esa sonrisa en el rostro.—No estoy de humor Wagner—digo dando la vuelta, prosigue a caminar a tomar me del brazo—¡no fastidies!—Tienes tu típica cara de culo, pero, deprimido.—Cansado eso es todo, y deja ese vocabulario tan vulgar.Rueda los ojos ante la reprimenda, mientras entra cerrando la puerta tras de si—no sé qué pasó en tu dichosa fiesta familiar, se te nota que no fue agradable.—Vida privada…—Ya, ya, la mantengo privada—repite mi frase co
Debí imaginar su respuesta, no había conocido a nadie además de Manfrid, tan narciso, con Wagner, son dos. —Admite que te encantó, Meyer—Ni de broma, no puedes saber eso, tú eras quien gemía.—¿No lo puedo saber? Lo supe cuando dejaste que chupara tu lengua—me remuevo incomodo ante su desfachatez—y tu erección que debió ser muy incómoda, con lo ajustado de tus jeans—touche, ahora la odio más, sus palabras son ciertas, mas, ni al borde de la muerte admitiría tal cosa.—Lo único que sé, es que eres una descarada, tenias ese medio de transporte y me obligaste a llevarte al trabajo soportando tu nefasta compañía.—No voy a ir en motocicleta, es incómodo ¿que acaso no has visto mis faldas?—Prefiero no responder a eso, seria imprudente en este momento recordar tus faldas. Cambiemos de tema, ¿Cómo es que supiste que era de mi a quien se refería Greta?—Es que, yo fui a la mansión Fisher, fui quien maquilló a tu sobrina y bueno, antes de irme, te vi entrar, Greta nunca mencionó tu nombre,
De querer proceder con el suicidio, lo haría en este momento. —¡Manualidades, Meyer!— insiste Wagner, al revisar la lista de productos.Observo con detenimiento de nuevo y llamo a Karen, gracias a que nos dieron la propuesta para la recaudación, tenemos luz verde y nuestra queridísima jefa, la déspota Sandra, ablandó su corazón, y distribuyó, todo nuestro trabajo por dos semanas para que terminemos esto.—Lo que solicitaste—Karen llega con la lista del año pasado agradezco el gesto, se va mientras me regala un guiño.—Le gustas—susurra Wagner a mi lado, la ignoro, lo menos que necesito es que me distraiga—es linda, tiene bonitas piernas y buen trasero—insiste—Tú también lo tienes—indico sin verla directamente.—De verdad que no te interesan las mujeres—me quita los documentos y los revisa.—Es mi compañera de trabajo—dicto y le quito de nuevo los papeles que ya tenemos arrugados de tanto revisarlos, y marcados con marker de colores.—¡Aburrido!, un afer con alguna, ayuda para adrena
El marketing puede ser un dolor de cabeza cuando el tiempo es una desventaja. —¿Segura está quedando bien?— interrogo nervioso al ver al Wagner, diseñar la presentación para posteriormente enviarla a la editorial, esperamos que tengan un espacio de tiempo y logremos que entreguen a tiempo. Por tanto, llamo a cuanta imprenta este sin mucho trabajo.—Si, si, deja de molestar—toma mi rostro y empuja mi cabeza para apartar mi cercanía de la suya—me pones de nervios, no dejas que me concentre. ¿encontraste alguna imprenta?—Ninguna, Karen también me apoya en ello.—Karen ¿eh? —con su rostro lleno de picardía levanta las cejas, sugerente—le gustas.—Sigues con lo mismo, aunque sea verdad no saldría con ella.—¿Por qué no? —deja de diseñar, voltea hacia mi lado y se cruza de brazos—Wagner, no estoy para aventuras, para tener algo con alguien deber ser quien sepa de mi vida privada y como no soy una persona cruel, no quisiera que cargara con el peso de mi verdadero apellido.—Una aventura d
Si las miradas mataran, estaría hace mucho tiempo bajo tierra. —¡Por derecho me corresponde la presidencia! —detengo mi partida, vuelvo de nuevo la mirada hacia él y rio a carcajadas, me burlo con descaro de su frasecita gastada.—Me recuerdas por favor ¿Cuánta es la diferencia que tenemos de edades? —cuento con los dedos como si no lo recordara—cinco años mi queridito hermano menor. A diferencia de ti, nací dentro de una familia, mi padre y mi adorada madre, estaban casados y así fue hasta que pasó, lo que pasó, y tu—me acerco a él amenazante, paso por paso, mientras mantengo una sonrisa sarcástica en mi rostro—sigues siendo un bastardo.No lo había dicho antes, no lo había enfrentado de esa manera, cuando veo su rostro rojo de la ira, algo en mi interior se enciende, como si eso satisficiera el vacío que dejo mi madre al fallecer.—¡El bastardo eres tú! —grita mostrando su molestia.—Si, si, lo que digas—barro mi mano restando importancia, entonces, me inclino en reverencia, como s
El corazón del ser humano debería ser de piedra.No entiendo la razón de su llanto, estoy seguro de que luego me lo dirá, aunque no lo haga, se siente bien tenerla así, frágil, necesitando de mí, después de todo, ella también tiene días grises. —No es normal que tenga un viaje tan tranquilo —la molesto, sentado en el asiento del copiloto.—Estoy conduciendo, no molestes—da una rápida mira en donde estoy para después concentrarse en la carretera, todavía tiene la nariz y los ojos rojos por el llanto de hace poco tiempo.—No me dirás que pasó allá ¿Cierto?—No—sigue concentrada, es extraño que no lleve su energía al ciento por ciento, esta no es la fastidiosa Wagner que conocía.—No me gusta esta Liesel—confieso, la veo negar y apretar frustrada los puños sobre el volante.—No me gusta que me mientan, es todo…—No llorabas por eso, hay algo mas y no quieres decirme. Además…—Estoy conduciendo—me frena un tanto calmada.—De verdad, deseo sacarte de tus casillas—digo lo que siento porque
El decirlo, no lo hace realidad. Despierto sintiéndome adolorido, sonrío al recordar la razón, cuando me percato de que la causante de mi doloroso placer, se ha ido. Busco por toda la casa, y no hay rastro de ella. Se fue. Siendo domingo, el último domingo de cada mes, me toca la tortura de la reunión familiar. Inclino mi cabeza al cielo buscando armonía, y las imágenes de la noche con Liesel, aparecen una y otra vez. Y como recuerdo que ya no me siento obligado a asistir, o cruzarme con esa familia, decido quedarme en casa y relajarme. Lavo el auto, mientras echo miradas hacia a casa de Wagner, me atreví a llamarla, sin embargo, solo me recibió el contestador. Después de eso, es mejor entrar y apagar mi celular, así, nadie de los Fisher me molestara. Cuando es casi las seis de la tarde, escucho la puerta de mi casa, abro y me sorprende ver a Liesel. —¡Holis, señor Fredricksen! —saluda con su estúpido apodo. Le doy la bienvenida con mi mejor cara de culo—Hola, descarada—arre
La verdad no peca, pero incomoda. —¡Hola papá! —le doy un abrazo que corresponde de inmediato—¿Cómo estás? —Feliz de verte, pensé que no vendrías, estaba preocupado. —No me lo perdería por nada del mundo—el sarcasmo es evidente en la forma en la que lo expreso, provocando que mi adorada abuela gruña en evidente desagrado. —¿Cómo te va en el departamento de compras? —interroga el viejo, mientras hace una señal a sus empleados para que sirvan la cena. —Estoy bien—no entro en detalles, él tiene especial conocimiento de mis asuntos en la compañía. —Me enteré que les fue bien en la feria de recaudación, fueron el departamento que más recaudaciones obtuvo. —Y eso que, con solo dos semanas de preparación, imagina lo que hubiéramos hecho con los seis meses oficiales—acuso a mi hermanito, quien por poco se atraganta con la comida. —¿Dos semanas? Aunque recuerdo que su departamento no es elegido por todo el trabajo que deben hacer en la compañía—da un vistazo rápido hacia mi hermano, qui