Narra la historia del aristócrata Osthar de la Casa Larg, general del vasto Imperio Anaki en la galaxia y su lucha por defender la gloria del Imperio al tiempo que deberá hacer sobrevivir su matrimonio arreglado sin dejar de lado su verdadero y primer amor. Además descubriremos el final de la historia de amor entre Richard Sevilla y Alara de Althar, la inusual pareja interespecie cuyo matrimonio ahora deberá sobrevivir los complejos manejos de la política interplanetaria y la amenaza de una gran guerra galáctica entre potencias estelares.
Leer másSector KazarSi Zammara Larg había tenido sus dudas en ejecutar las órdenes más crueles emanadas de la Corte Imperial, Korok Yorgos no tuvo ese problema, sino más bien las disfrutaba. Usó la nave que comandaba para jugar tiro al blanco con siete naves civiles que cargaban refugiados androides escapando de la guerra y había destruido cinco sin piedad alguna.—Señor, los capitanes de las naves que quedan continúan enviando mensajes de rendición —le informó su navegante.—Sigan disparando —ordenó Yorgos.Un agujero de gusano se formó en el espacio y de él emergió la nave confederada de La Libertad, comandada por Ta’u que le disparó inmediatamente. Ambas naves espaciales se enfrascaron así en una lucha encarnizada.—Capitán Ta’u —le dijo Cheng leyendo la informació
Nueva York, Planeta Tierra, Sistema Sol, Confederación Interestelar. Sede local de la Central General de Trabajadores, dos meses después.Una nutrida multitud de personas se congregó en la sala de conferencias de un gran edificio ubicado cerca del Edificio de las Naciones Unidas. Al menos un tercio de los presentes eran androides. La mayoría vestía distintos tipos de uniformes que denotaban sus labores obreras o técnicas.Richard se subió al podio principal y fue recibido por un caluroso aplauso. A sus espaldas un mural había sido pintado en honor a su padre, Armando Sevilla, quien estaba retratado en medio de los emblemas y símbolos de los trabajadores.—Para mí es un verdadero honor hablarles, mis amigos y compañeros —le dijo a la multitud— como todos saben que alguna vez mi padre fue presidente de la Central General de Trabajadores de la Confederació
Sector Kazar, Imperio AnakiLa nave Anaki que comandaba la capitana Zammara Larg, esposa de Osthar, llegó hasta la órbita de un planeta minero colonizado por androides.—Señora, hemos llegado a las coordenadas indicadas —le informó su navegante.—¿Condiciones?—Siete ciudades y asentamientos grandes —le respondió una oficial Anaki leyendo la información en las consolas— alrededor de 30 millones de personas, la mayoría androides.—¿Sus órdenes, Capitana? —preguntó el primer oficial. Zammara titubeó.—Disparen los cañones de plasma a la superficie del planeta —dijo finalmente, aunque parecía que cargaba con ello una gran culpa— que no quede nadie vivo.Sus subalternos obedecieron e iniciaron un brutal bombardeo con armas de destrucción masiva.—La
Richard esperó pacientemente en su celda, aunque atormentado en pensar en lo que debía estarle pasando a sus dos colaboradoras.—¡Hey! —gritó a su celador— ¡Hey! ¡Quiero hablar con alguien! ¿¡No me escuchan!?—¿Qué sucede? —preguntó el guardia que estaba custodiándolo.—Quiero hablar con mi embajador. Quiero saber por qué la nave que debía recogerme ha tardado tanto, maldita sea. Hace tiempos debí salir de esta pocilga.El guardia pidió autorización al asistente de Yorgos, quien se la concedió, tras lo cual llevó a Sevilla a la misma habitación que antes.—De nuevo, esta es una conversación privada —le dijo altivo al guardia— lárguese de aquí.El guardia obedeció y Richard ingresó el código de seguridad nuevamente
Planeta Xelunus , provincia del Imperio AnakiXelunus era un planeta enano, décimo desde su sol, ubicado en un sistema solar dominado por los Anaki. El planeta estaba cubierto por nieve y hielo por lo que parecía una gran y redonda bola de nieve en medio de la negrura del espacio. En torno de él había dos satélites, uno natural conformado por una pequeña luna esférica cubierta de hielo, y una estación espacial Anaki en donde residían las autoridades de la administración imperial, algo de personal y sus familias.Una nave aterrizó en el planeta clandestinamente, abriendo un agujero de gusano que extrajo el vehículo del hiperespacio desde el otro lado del planeta para no ser detectado por los sistemas de la estación. El transporte interestelar descansó sobre los inhóspitos parajes de Xelunus, rodeado de frígidas montañas nevadas. En esa &a
Luna Talos, capital de la Confederación Interestelar. —Gracias por cuida a Cuasar mientras no estemos —le decía Michael Sevilla a su amiga la niña Viraki de nombre Yar’lin. Ella le acariciaba el lomo al perro labrador que jadeaba complacido.—Un gusto. Disfruta las vacaciones.—No son vacaciones. Asistiremos a la boda de una prima de mi mamá en Xith.Mientras los dos niños hablaban los padres de Michael se veían muy ocupados cargando maletas y finalizando los últimos preparativos para el viaje. Una vez que Richard introdujo lo último del equipaje en el maletero del aerotaxi, llamó a su hijo.—Hora de irnos, Michael, o perderemos el vuelo. Adiós Yar’lin.Yar’lin se despidió con un beso en la mejilla de Michael y luego se alejó llevándose a Cuasar y diciendo:—¡Adiós se&n
Planeta Gárinor, provincia del Imperio Anaki, un año después.Osthar esperaba junto a otros soldados Anaki de un escuadrón entero en medio de la nieve en el sempiterno clima invernal del Planeta Gárinor; un mundo boscoso y montañoso siempre nevado. Sus belicosos habitantes nunca habían sido completamente sometidos por los Anaki y con frecuencia realizaban levantamientos o ataques a colonias, pero el planeta era muy rico en oricalcum y no podían abandonarlo.—Odio a estas criaturas —murmuró Osthar mientras la copiosa nieve le caía encima a él y a sus hombres. A sus espaldas estaba una colonia Anaki recién atacada como mostraban las humaredas que subían hacia el cielo.Los nativos de Gárinor se llamaban los Amarok y eran unos cánidos gigantescos mucho más altos que un Anaki, con un hocico alargado repleto de afilados colmillos, ojos
Orión , capital de Imperio Anaki, una semana después.—Según he podido enterarme de buena fuente —dijo Osthar en su mansión ante la mayoría de sus familiares que habían sido convocados para ese día— nuestros viejos enemigos los Durgas están fraguando una conspiración contra nosotros.—¡Esos malditos Durgas! —dijo un anciano sentado cómodamente en una gran silla acolchonada— cuando era joven maté a 3 con mis propias manos. ¡Deberíamos darles cacería y matarlos como sabandijas!—Abuelo —suspiró Osthar— cuando fuiste joven fue hace más de 200 años. Los tiempos han cambiado y por ello debemos ser más listos.—Hablaré con aquellos escuadrones de la Guardia Imperial que no son leales —le dijo Zammara, su esposa— y sondearé a algunos genera
Orión , capital del Imperio Anaki, 2160.—Y he aquí que me presento humildemente ante ti, Majestad —dijo Osthar de rodillas y con la cabeza agachada ante el trono del Emperador— pues he sido derrotado en batalla y como comandante cargo sobre mí enteramente la culpa de mi fallo y he traído vergüenza y deshonor a mi Casa. Sólo con mi muerte o tu perdón mi familia se librará de mi infamia. Así que a ti, oh poderoso Emperador, te ofrezco mi vida.Y diciendo esto desenvainó su espada ritual, una espada que sólo usaban los guerreros Anaki en ceremonias como aquella donde se quitaban su propia vida para limpiar un deshonor, y la colocó sobre su propio pecho.Aquella escena era vista con atención por toda la Corte Imperial. La vida de Osthar dependía ahora de lo que hiciera el Emperador en los próximos segundos. Entre los más interesad