Planeta Orión , Sistema Orión Nexus, Constelación de Orión. Capital del Imperio Lothariano
La nave donde viajaba Osthar se materializó tras semana y media de viaje después a través del hiperespacio. Un pasadizo cósmico de brillante luz blanca se dibujó rompiendo la negrura del espacio y por ella emergió el vehículo interestelar.
El Sistema Orión Nexus era uno de los más concurridos de toda la Galaxia. Innumerable cantidad de naves espaciales tanto civiles como militares arribaban o partían incesantemente. Orión , capital de una de las mayores potencias galácticas, era el cuarto planeta de su sistema. Un planeta rocoso con una atmósfera oxigenada, grandes extensiones continentales (el 52% de la superficie del planeta era tierra y el 48% de agua) con todos los climas imaginables.
Rodeado por naves interestelares, millones de satélites artificiales, varias estaciones espaciales y dos lunas, el planeta había sido despojado de casi todas sus áreas verdes y desde el espacio se veía gris y urbanizado, como si fuera una enorme bola metálica. Los continentes habían sido en su mayor parte cubiertos por gigantescas ciudades que consumieron toda la naturaleza, excepto ciertas áreas especiales para el cultivo, y los océanos también habían sido recubiertos por enormes proyectos urbanísticos sobre plataformas marinas.
Osthar salió de la nave en una cápsula de transporte unipersonal con la cual penetró en el planeta. El cielo era nublado por un tráfico multitudinario de naves y aerotransportes. La ominosa Ciudad Capital, sede del gobierno, se alzaba titánica por kilómetros y kilómetros de infraestructura urbana. Osthar finalmente se aproximó a su destino; el Palacio Imperial.
Uno de los edificios más grandes de la Galaxia Conocida, el Palacio Imperial era una asombrosa estructura con miles de años de antigüedad, exuberantes jardines, fuentes maravillosas, un conjunto de mansiones intrincado con todos los lujos que podía querer la Familia Imperial.
En cuanto su vehículo ingresó al área restringida de vuelo que cercaba el Palacio una voz robótica dijo:
Identifíquese por favor.
Al decir esto, automáticamente la pantalla de su transporte se tornaba roja con letras en alfabeto siriano que reiteraban las palabras pronunciadas por el computador. Osthar colocó sus dedos en la pantalla táctil agregando su código personal. La pantalla se tornó verde y, tanto por escrito como con sonido, anunció:
Gracias, General Larg, bienvenido.
Descendió de su transporte en el hangar más cercano a su destino. Vestía un uniforme de gala, de larga capa, decorado con las medallas y condecoraciones que había recibido, y con una faja gris que recorría el pecho de su traje desde la cadera derecha hasta el hombro izquierdo. Las botas eran de color negro impecable y brillante, la barba estaba perfectamente bien recortada y el largo cabello amarrado en una ajustada cola y sin una sola hebra fuera de lugar.
Finalmente llegó hasta el Salón del Trono.
—Su Excelentísima Majestad Imperial —dijo el chambelán— ante su presencia, el general Osthar Larg.
Osthar se adentró ante su soberano con porte y marcha militares caminando por los pisos adoquinados en mármol y rodeados por columnas dóricas y sedosas cortinas. El Salón se encontraba engalanado con estatuas de los dioses y las fotografías enmarcadas de todos los emperadores desde el casi mítico Primer Emperador hasta el padre del actual. Una vez cerca del magnífico trono dorado donde se regodeaba el Emperador, hizo una pronunciada reverencia.
—A sus órdenes, Su Alteza Imperial —declaró. El Emperador era un sujeto de edad madura, delgado, un poco fornido a pesar de los excesos, ataviado con un uniforme militar de gala, perfectamente bien rasurado y rodeado por los concejeros y ministros de la Corte Imperial (todos hombres), bellísimas concubinas de su harén, algunos esclavos preparados para cumplir todas sus órdenes y satisfacer todos sus requerimientos y, sobre todo, una escolta de fornidos y silenciosos guardaespaldas con uniformes militares.
—Bienvenido, General —dijo el soberano con desdén. Uno de sus concejeros se aproximó y le recordó al oído la identidad del militar. —¡Ah, claro! —dijo y luego agregó— mis más sinceros agradecimientos por salvar a mi sobrina política.
—Cumplía con mi deber, Su Gracia.
—¿Está casado, Osthar?
—Sí, Su Alteza.
—¿Cuántas esposas tiene?
—Dos.
—¿Sólo dos? Son muy pocas. Oye tú —dijo a una atractiva esclava que sostenía una bandeja con alimento cercana al trono— ahora perteneces al General, haz lo que él te diga.
La muchacha reverenció y se acercó a Osthar sumisamente.
—Muchas gracias, Su Majestad —dijo Osthar— pero sinceramente no es eso lo que quiero.
—Bueno pues ¿Qué quieres? Tienes derecho a pedirme lo que desees.
Osthar lo pensó una última vez, aunque lo había repasado miles de veces en su cabeza.
—Deseo ser asignado a Sarconia.
—Una petición muy extraña —afirmó el Emperador— pero si es lo que quieres, así será. Espero verte en la cena que realizaré hoy en el Palacio.
—Allí estaré, Majestad —dijo— con su permiso —y reverenciando una vez más se retiró. Al salir del Salón del Trono se le aproximó una importante figura que Osthar conocía bien. Se trataba de un hombre fornido por el entrenamiento militar, de aspecto imponente y cabello corto bien peinado. Emitía una pulcritud increíble, tanto en el porte de su uniforme detalladamente ordenado, como en su higiene personal. Corrían rumores de que aquel hombre era algo excéntrico con la limpieza. Era el Comandante General del Ejército Imperial Anaki, uno de los hombres más poderosos del Imperio.
—Disculpe, general Larg, ¿puedo hacerle una pregunta?
—Por supuesto, mi Señor —respondió con sumo respeto.
—¿Por qué Sarconia, general Larg? Si no le molesta que le pregunte. Pudo haber pedido la asignación a servir aquí mismo en la Corte Imperial de haber querido. ¿Por qué escoger un planeta sumido en un violento conflicto?
—Talvez algún día tenga la cabeza y el estómago para soportar el ser un burócrata en las tediosas fiestas y reuniones del Palacio o que soporta las puñaladas tramperas, traiciones, manipulaciones e intrigas de la Corte Imperial, pero por ahora deseo acumular la gloria como un guerrero Anaki librando al Imperio de sus enemigos. Así, cuando tenga una posición bien ganada dentro del Gobierno será para siempre y no será un endeble y cambiante puesto administrativo.
—Gracias por su honesta respuesta, General, puede retirarse. —Osthar realizó un saludo militar y partió. El Comandante General pensó que no era nada tonto. Dispuesto a sacrificarse a corto plazo para tener mayores réditos a lo largo… incluso talvez era un hombre… peligroso…
Planeta Shaggath—Estoy preocupada por mi esposo, querida Nashara —le dijo la aristócrata Linnath a su esclava que en aquel momento se encontraba cuidando a las dos niñas pequeñas de su ama, a quienes prácticamente había criado como una madre.—¿Por qué, mi señora?—Siempre he sabido que ama más a Zammara que a mí. De no ser porque Zammara es estéril sin duda ni siquiera se abría casado conmigo. Lo nuestro fue un matrimonio por conveniencia.—Pero mi señora, la religión Anaki prohíbe expresamente que utilicemos métodos de fertilización artificial. La capitana Zammara no tiene forma de concebir un bebé si no es natural…—Lo sé. El problema es que yo, aunque soy fértil, no logro tener un hijo varón que sirva de heredero para
Tras hacer esto Linnath, sus hijas, su abultado equipaje y sus esclavos, embarcaron hacia Sarconia. El trayecto por el hiperespacio tomaría casi un mes y la aburrida Linnath debía encontrar cosas con que entretenerse, no siempre efectivas. Su esclava Nashara pasaba mucho tiempo con su esposo ya que dentro de la nave todo era automatizado y un esclavo tenía poco que hacer. Finalmente llegaron a Sarconia y de primera entrada el planeta le pareció harto desagradable.Para empezar, el mundo estaba en estado de sitio y la presencia militar era omnipresente. Además, el paisaje desolado le pareció lastimero. Dentro de las ciudades había dos grupos claramente diferenciados; los colonos Anaki y los esclavos Sarcones que eran obligados a trabajar en las minas de oricalcum y mantenidos con fuertes medidas de seguridad —como las cadenas— pero suspiró y aceptó su suerte.Osthar le dio una lac&oac
Planeta Sarconia, Imperio Anaki. 2159.El Cuartel General de la Guardia Imperial Anaki en Sarconia estaba equipado con todo lo necesario para fungir como sede de las fuerzas militares del Imperio en un planeta en guerra. Uno de los espacios más necesarios, al menos desde la lógica Anaki, eran los calabozos y las cámaras de tortura en donde se interrogaba a los prisioneros.La atmósfera estaba repleta de los gritos de prisioneros siendo atormentados. En medio del morboso espectáculo, una siniestra figura se removía complacida, como alimentándose dichosamente del dolor que provocaba. Era un Anaki alto, delgado, huesudo, narigón y con la cabeza totalmente calva. Caminó en medio de las máquinas de tortura, sonriente, hasta llegar al fondo, donde de un andamiaje metálico colgaba encadenado por las muñecas un hombre de especie Viraki, fornido y musculoso, con barba de candado.
—Hola… hola ¿me escuchas? —decía una voz de anciana a través de la pared. El sonido se filtraba por una grieta tan grande que el ojo de quien le hablaba se veía claramente. Ta’u despertó de su letargo.—Sí, la escucho.—Mucho gusto. Mi nombre es Arsala. Soy Sarc ¿y usted?—Ta’u —respondió él levantándose y sentándose con la espalda contra la pared— comandante del Ejército Confederado, señora.—Llámeme Arsala, después de todo somos compañeros de presidio. Debo agradecerle en nombre de mi pueblo por su ayuda. Usted es muy noble. No estaría aquí de no haber tratado de ayudarnos.—Es mi deber, Arsala. No es correcto lo que los Anaki les hacen. ¿Qué era usted antes de la invasión?—Filósofa, escritora, poetisa. Miembr
—Detectamos una flota masiva de naves Confederadas y Drosh dirigiéndose hacia acá —le informaba por videófono Osthar al Gobernador de Sarconia— He convocado a todas las naves militares del Imperio en las cercanías y habíamos movilizado la mayor parte de fuerzas disponibles a la región así que creo que tendremos suficiente poder bélico como para detenerlos.—Entonces la Confederación ya decidió iniciar la guerra abierta…—Así parece. Larg fuera —anunció y cortó la comunicación de súbito.—¿Sabes la historia de los Drosh, muchacha? —le preguntó girándose hacia la mujer con la que dormía desde hacía varias semanas. El político vestía sólo una bata en ese momento pues acababa de tener sexo y sostenía una copa de alcohol en la mano. La mujer
Planeta AlaDrosh, Sector Vega, capital del Régimen Drosh, 2159.AlaDrosh era un planeta totalmente urbanizado. Un interminable orbe de ciudad tecnológica se extendía hasta el horizonte donde quiera que estuviera el observador. El cielo casi siempre estaba nublado y llovía con frecuencia. Interminables aerotransportes sobrevolaban siempre el espacio circulando entre las torres y los rascacielos.Todos los Drosh vestían de negro y solían ser pálidos. Si bien sus uniformes variaban mucho según la casta a la que pertenecían.Astar Zelara, quien ahora ya no vestía ropa de esclava Anaki sino el uniforme negro típico de los agentes de inteligencia Drosh; una chaqueta de cuero, pantalones, votas y guantes, se había apersonado como le habían ordenado en las oficinas de la Secretaría de Inteligencia. Zelara era sin duda una mujer muy hermosa de piel tersa y un cabell
Pasaron tres días de viaje en el hiperespacio y por las ventanas de la nave ya no se veía la negrura estrellada del espacio sino un interminable túnel de luces brillantes.Ta’u meditaba en su habitación al frente de un altar a una deidad andrógina con cuatro brazos y cuatro piernas y un aspecto similar al de los Viraki.Llamaron a la puerta interrumpiendo su meditación.—Pase —dijo abriendo los ojos y levantándose del suelo. Xelara estaba afuera y penetró.—Disculpe que lo interrumpiera mientras rezaba, Capitán.—Estaba meditando en realidad. Y no se preocupe. Además llámeme Ta’u.—¿Es esa una de sus deidades? —preguntó Xelara mirando al altar.—Nuestra única deidad; Samyasa. La unión de los opuestos complementarios; hombre y mujer, activo y pasivo, luz y oscuridad. ¿Uste
Existía en el Imperio Anaki un sistema planetario binario, es decir, dos planetas de similar tamaño que se orbitaban uno al otro, situados en un sistema solar fronterizo. Aunque parte oficial del Imperio, gozaba de una inusitada autonomía y era en general considerado territorio neutral incluso en tiempos de guerra, debido a la naturaleza del negocio que se realizaba allí: la prostitución.Sin embargo no era cualquier tipo de prostitución, pues la totalidad de las mujeres o esclavas sexuales que trabajaban en Sadam y Gamara eran organismos artificiales; androides femeninos, o más precisamente, ginoides.Hombres muy poderosos y ricos de todas partes de la Galaxia y de muy variadas especies llegaban a ser atendidos por las legendarias ginoides de Sadam y Gamara. Los dos planetas eran administrados por un empresario particular llamado Arik Mashurg, pero la mitad de las ganancias (que eran muchas) iban directamente a las arca