220. DESTINADOS A ENCONTRARSE

Ariel reía feliz mientras Camelia lo seguía contemplando con recelo. Estaba claro que no le creía nada de lo que le decía. Él seguía asintiendo con la cabeza mientras ella trataba de encontrar en él al niño que tenía en su mente.

—No te creo, no te pareces en nada a ese niño que recuerdo —dijo al fin—. A ver, si es verdad, dime cuántas conchas hay.

—Cien —respondió Ariel con seguridad.

—¡Ja! ¿Cien? ¡No eres tú! —exclamó Camelia.

—No, espera… —dijo Ariel de inmediato—. No son cien, sino… ¡noventa y nueve! Me quedé con una que me había regalado papá antes de darte el pomo. La única que me trajo de una playa en África.

Camelia dejó de reírse y burlarse de Ariel al escuchar aquello. Era cierto, su colección de con
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