Mientras el senador Camilo Hidalgo estaba desde muy temprano en su despacho hablando con el fiscal general, interesado en saber qué significaba el contenido de un fax que le había enviado la noche anterior.—¿No está claro? Significa exactamente eso que dice ahí —aseguró el fiscal—. Ariel Rhys nunca estuvo casado, porque esa boda que asegura esa señora que hizo no es válida. Mailen estaba casada cuando lo hizo; ella fue la que cometió bigamia. Así que el matrimonio de esos chicos es válido. Ya está asentado y todo, mi amigo Rhys se aseguró de hacerlo anoche mismo.—¿Anoche? Rhys me dijo que no había recibido la notificación tuya —dijo Camilo, apretando los puños.El fiscal le asegura que es cierto lo que dijera el señor Rhys. Él no había mandado la notificación porque, cuando habló con el juez general para solicitarla, le había contado toda la verdad. Marlon e Ismael Rhys habían estado allí personalmente, con las pruebas de que Ariel nunca firmó en esa boda. Mailen es una mujer muy pe
Manuel golpeó la pared con furia, recordando el pasado. Debido a la desconfianza de Nadia, él no intentó acercarse más a ellas. Sin embargo, continuó detrás de Camelia, que no se percataba de nada; incluso subía a cada rato cuando sabía que Nadia salía y ella dormía, para mirarla y fotografiarla. Camelia dormía tan profundamente que hasta se había acostado a su lado en la cama y no se había despertado.Muchas veces planeó raptarla, pero debía preparar bien el lugar. Se compró un apartamento en las afueras, al cual le hizo una habitación en el sótano, lugar al que planeaba llevarla. Para su desespero, en ese tiempo Nadia no salía y la puerta del balcón permanecía cerrada por las noches. Luego, Ricardo pasaba todo el tiempo en la casa y tampoco pudo hacerlo a otra hora, pues durante el día eran inseparables. Camelia jamás andaba sola. Y para su mala suerte, Leandro, a quien le había hecho unos trabajos, vio las fotografías que tenía un día y se enamoró de ella.Por ello, se puso a traba
Mailen asintió, volviendo a mirar hacia la entrada de las celdas. La puerta continuaba cerrada, por lo que siguió hablando con tranquilidad.—Sí, lo hicieron. La caja fuerte estaba atestada de dinero y joyas valiosas —continúa contando—. No sé cómo, el caso es que la señora Lirio les dio permiso a casi todos los trabajadores ese día; creo que fueron a una fiesta. Su esposo no estaba, se había ido en el helicóptero y debía regresar, pero no lo hizo. Esa noche les robaron todo, ayudados por otros, y lo dividieron entre ellos. Mis padres pagaron todo lo que debían y nos fuimos a la parte mejor de la capital y compramos un negocio. Pero en realidad, era una tapadera para esconder a las mujeres embarazadas en el sótano. Creo que ahí estaban las mujeres que tenían los hijos de los ricos.—¿Ellos también cayeron en esa trampa? ¿No d
Mailen hace otro tanto, ambos a cada lado de las rejas que los separan. Había escuchado que a Camelia toda su vida la familia la maltrató. Ella estaba falta de alguien que la cuidara y amara. Opina que si hubiera insistido en acercarse a ella desde que la conoció y la hubiera tratado bien, Nadia habría bajado sus defensas y ayudado a que su amiga le correspondiera. Los hombres son realmente tontos, culmina con una extraña sonrisa y un suspiro pesado.—¿Me puedes dar la dirección de ese ginecólogo? —preguntó pensativo Manuel—. Creo que puedo, a través de él, vender todos los hijos que tenga con Camelia y vivir muy bien, ¿qué opinas?—¿Y dices que no eres igual que yo? ¡Eres peor! —exclamó Mailen, ahora mirándolo con desprecio—. ¡Dale anticonceptivos y disfruta todo lo que quieras si lo logras, que lo dudo! ¡Ari
Pedro se puso de pie, maldiciendo. Tenía la ilusión de que si lograban decirle dónde estaba su hijo, podrían salir de allí, al menos regresar a la cárcel. Mariela comenzó a llorar, diciendo que debieron vender a Camelia cuando aquel tipo le ofreció mucho dinero. Pedro se había puesto a regatear y el hombre se echó para atrás. Ahora estaban metidos en todo ese lío por culpa de ella.—Es que el otro, el italiano, me ofreció más dinero por ella, pero pasó todo lo de Rigoberto; ya sabes, no podía dejar que me echara a perder el negocio y me negué —le recuerda Pedro, sentándose a su lado—. Le ofrecí al italiano a Marilyn, que tampoco me salió de mucha ayuda, pero estaba encaprichado con la tonta de Camelia; no sé qué le ven. Rigoberto tampoco quería a Marilyn.—Te fallé en eso, no pude dar
Marlon Rhys ha llegado bien temprano, como siempre, a su empresa. Después de haber hablado con el detective Rubén Compostela el día anterior, había aceptado que investigara sobre el tema que le había mostrado. Ahora lo espera impaciente; para su alivio, lo ve llegar al fin y sentarse. Luego saca un pequeño cuaderno verde de su carpeta y se lo entrega.—Me costó mucho dinero, pero al final logré que me dieran las cosas que habían robado del doctor —explica con impaciencia, viendo cómo Marlon revisa lo que le entregó—. Ahora solo hay que descifrar lo que escribió ahí; está muy enredado.—Tengo un amigo doctor que sabe de esto, déjamelo a mí —dijo Marlon, guardando todo en su portafolio—. ¿Averiguó si es cierto eso que me enseñó ayer?—Todavía no, pero estoy cerca. No quiero darle fals
Ambos se apresuraron a buscarlo; estaba haciéndose los rayos X. Esperaron pacientemente a que terminara, y Félix aprovechó para ver lo que tenía. Para su desconsuelo, vio que su primer diagnóstico era correcto: tenía dos costillas quebradas y había que operarlo de urgencia porque tenía una pequeña hemorragia interna.—Vamos a hablar con él; quién sabe si acepta donar un pedacito de su hígado. No es tan serio lo suyo y es muy saludable —dice Félix, sin dejar de mirar las tomografías en sus manos.Aunque Ariel ya ha perdido todas las esperanzas por lo serio del caso del joven, lo acompaña. El joven se encontraba bien despierto y conversaba amablemente con el camillero. Al verlos llegar, hace intención de sentarse, pero el doctor Félix se apresura a impedirlo.—Gracias, señor, por la ayuda; no tenía que quedarse &mda
Ariel le explica la condición en que se encuentra la señora Gisela. El joven guarda silencio por un rato. Luego le pide un favor, al percatarse de que era amigo del doctor que lo atendía, pero que iba a ser un secreto entre ellos.—Estoy en deuda contigo —dice Ariel de inmediato—. Pide el favor que quieras y lo haré, te lo aseguro.—Acérquese, no quiero que nadie más lo escuche —pide Gerardo con seriedad.Ariel lo hace y Gerardo le dice algo al oído. Se levanta y lo mira incrédulo, para luego asentir. La voz de Camelia, que llega corriendo y lo abraza llena de felicidad, lo hace prestarle atención.—¡Encontraron a un donante, Ariel! Ya se la llevaron para el salón de operaciones; mi abuela va a estar bien! —dice Camelia, rebosando de alegría sin percatarse de su alrededor.Le devuelve el abrazo mientras sonríe. Ella tira de &eac