467. LA VIDA ES MUY CORTA

 Puede que estemos tan acostumbrados a lo que nos rodea: personas, animales, cosas, que no les damos la importancia que merecen. Y solo nos damos cuenta de su verdadero valor cuando las perdemos. 

 Camelia caminó despacio por la habitación, envuelta en el silencio que allí reinaba. La pequeña lámpara iluminaba su pálido rostro, y en ese instante, lo comprendió: se había ido para siempre. Su abuelita había amanecido muerta, había partido al cielo sin previo aviso, como un ángel en pleno sueño. 

 La vida es tan frágil, reflexionó mientras acariciaba la mejilla de la difunta, y a menudo pasamos por alto las cosas y las personas que nos rodean, olvidando que solo somos aves de paso en este mundo.

—Abuela… —susurró, pero las palabras se atragantaron en su garganta mientras sus ojos se inundaban de lágrimas. A su mente a
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