Capítulo 0005

Salomé regresó a la casa de su amiga furiosa con el hombre, no podía creer que fuera un arrogante y grosero, envió a la niñera y se quedó con las niñas, para su alivio estaban dormidas, y se acostó a un lado en silencio, mientras no dejaba de despotricar en su interior contra el hombre.

Cuando ya se estaba quedando dormida, el repique del teléfono de la casa la sobresaltó, se levantó corriendo para que el sonido no despertara a las niñas, cuando le preguntó por qué se fue, ella le contó lo ocurrido.

Julia estaba avergonzada con Salomé, pero igual ya no podía hacer nada, primero porque ya no estaba y segundo, porque nadie se atrevía a hablarle al imponente jefe por temor a ser despedido.

Dos meses después 

El esposo de Julia, quien trabajaba en otra ciudad, regresó de viaje una semana atrás y no le gustó la presencia de Salomé en la casa.

—No quiero a esa mujer en esta casa ¡Debe irse! —exclamó molesto el hombre.

—Es mi amiga Armando, no puedo echarla a la calle, ella me necesita, está juntando para perder, alquilar algo, solo un mes más y se irá —expresó Julia tratando de convencer a su esposo, pero este estaba reacio a escucharla.

—¡Ella es una zorra! Que le fue infiel a su marido, es un mal ejemplo y ningún hombre de esta ciudad le gustaría que su mujer y su familia se involucre con ella y si sigues protegiéndolo, entonces también tendrás que buscar a dónde irte.

Salomé, quien había llegado un momento antes sin que la pareja se diera cuenta, escuchó la discusión mientras estaba en la habitación, no pudo evitar ese sentimiento mezcla de miedo y desesperación, se pasó la mano por la cabeza sin poder contener la angustia.

—¿Qué voy a hacer? —se preguntó tratando de contener las lágrimas que luchaban por derramarse de sus ojos.

No sabía a dónde ir, la mayoría de la gente que conocía le había dado la espalda, la señalaban y le huían como a la peste.

Todos la despreciaban porque su exmarido se había encargado de dejar su reputación por el suelo, y como tenía una posición económica aventajada, la gente se congraciaba con él.

Sacó el dinero de donde lo tenía guardado, lo contó y no era suficiente para pagar un arriendo y comprar las cosas para poder irse a vivir sola, lo metió en la cartera.

Abrazó a su pequeña mientras no dejaba de pensar en una solución, debía encontrar la manera de conseguir dinero.

Toma el teléfono que le había regalado Julia y comienza a revisar y le salió un anuncio.

"¿Qué tipo de sangre eres?, en el Banco de sangre de la clínica Santa Catalina puedes donar y dependiendo de tu tipo de sangre puede ser remunerada".

Ella frunció el ceño y pensó "¿Será posible? Aunque eso me hace sentir como una persona miserable" se dijo, sintiéndose mal ante la idea de que una persona necesitara su sangre y ella se la vendiera, pero no podía hacer nada, necesitaba dinero porque si no ya se veía viviendo debajo de un puente y no podía someter a su pequeña a esa situación, meditó decidida.

*****

Conrado estaba en su oficina cuando lo llamaron de su casa.

"¡Oh, por Dios cuñado! Debes venir rápido al hospital, la niña ha tenido un accidente", dijo su cuñada al otro lado de la línea, con tono de voz angustiada.

Cuando el hombre escuchó eso sintió como si el mundo le hubiese caído encima, el miedo lo atenazó por dentro como si una gigante mano lo aplastara entre sus dedos. 

Sintió que su corazón latía con fuerza mientras trataba de mantener la compostura. Conrado trató de preguntar por más detalles, pero su cuñada estaba demasiado alterada como para proporcionarle información coherente. 

Conrado tomó las llaves del coche y comenzó a correr hacia la puerta. Sabía que tenía que llegar al hospital lo más rápido posible, aunque no sabía qué lo esperaba allí. Mientras conducía, su mente se llenó de imágenes de su pequeña hija herida en una cama de hospital. Sabía que tenía que mantenerse fuerte por su familia, pero el miedo se apoderaba cada vez más de él.

¿Qué le había ocurrido a la niña? ¿Estaba grave? El trayecto al hospital se le hizo eterno, su corazón latía desbocado mientras imaginaba los peores escenarios posibles.

Finalmente, llegó al hospital y corrió hacia la recepción. 

—Señorita, soy el padre de la niña que fue ingresada a emergencia —informó sin contener su desesperación.

Aunque generalmente era un hombre, frío y se tomaba todo con calma, su hija era su debilidad, lograba desarmarlo.

—Si señor Abad —respondió la mujer reconociéndolo—. Está en el ala de pediatría, la niña estaba siendo atendida en el área de emergencias y los médicos lo están atendiendo.

Caminó con pasos firmes hacia la sala de espera contigua a pediatría y allí estaba su cuñada, apenas lo vio, se abrazó a él aferrándose con fuerza de su cuerpo.

—Conrado —lo llamó tratando de ahogar un sollozo—, nuestra niña está muy mal… tengo mucho miedo, si le pasa algo… —pronunció con voz entrecortada.

El hombre le acarició con suavidad la espalda, consolándola.

—No digas eso, a ella no le pasará nada, es una niña fuerte —dijo el hombre, negándose a cualquier pensamiento que le indicara que su pequeña estaría en peligro— Dime ¿Qué fue lo que ocurrió?

—Fue un accidente mientras jugaba en el parque. Ella tropezó y se golpeó la cabeza. 

Conrado sintió un nudo en la garganta al escuchar las palabras de Ninibeth. El hecho de que su pequeña estuviera herida le rompió el corazón. 

El tiempo fue pasando, Conrado caminaba de un lado a otro, sin poder ocultar su mortificación, la tensión en su cuerpo iba aumentando, las mujeres desfilaban para observarlo, pero él ni cuenta se dio tan centrado que estaba en sus pensamientos.

Hasta que le pareció que había esperado lo suficiente y entró a pediatría, con su imponente presencia, nadie se atrevió a detenerlo, todo lo contrario, todos se apartaban de su lado al verlo, temiendo enojar a uno de los hombres más influyentes de la ciudad.

Cuando llegó hablo con firmeza.

—Creo que he esperado suficiente, dígame cómo está mi hija —expresó con firmeza.

—Por favor, señor Abad, espere un poco, los médicos están haciendo todo lo posible por ella… —comenzó a decir la enfermera, pero él la detuvo.

—No quiero que haga lo posible, eso puede hacerlo cualquiera, deseo que haga lo imposible, y de eso depende que siga ejerciendo, no voy a dejar que la vida de mi hija esté en riesgo, y el médico tiene cinco minutos para darme una respuesta.

El personal que estaba en la antesala, se puso nervioso, se miraban unos a otros, hasta que salió el médico y lo llevó apartado del resto del personal.

—Señor Abad, siento haberlo hecho esperar, pero quiero que entienda que la atención de un paciente no se mide por el tiempo.  Señor Conrado, la niña tiene una contusión en la cabeza, y una herida profunda en la pierna por la cual perdió mucha sangre, necesita una trasfusión urgente.

—¿Y qué espera para hacérsela? —interrogó el hombre.

—Necesitamos un donante de sangre para ella, pero es complicado.

—Yo puedo donarle.

—¿Cuál es su tipo de sangre? —inquirió el médico.

—El mío es AB+ —respondió Conrado y en ese momento entró Ninibeth, y se paró a un lado de Conrado.

—No es el mismo tipo de sangre de la niña, ella del tipo donante universal, pero solo puede recibir sangre de los 0- igual que ella, seguramente su madre puede donarle, debe ser de su mismo tipo de sangre —explicó el doctor.

—No doctor, mi esposa falleció, pero ella era… —antes de él poder decirlo lo dijo su cuñada.

—Ella también era AB+ igual que yo —dijo la mujer.

El médico lo miró extrañado.

—¿Usted es el padre adoptivo de la niña? —interrogó el doctor y él lo miró con el ceño fruncido.

—No doctor, soy su padre biológico —sentenció Conrado y el médico lo miró con sorpresa y lo negó.

—Es algo raro, que unos padres, ambos con tipo de sangre AB, tengan un hijo O —como vio la duda en la expresión del hombre le explicó—, los padres AB rara vez tienen un hijo O. Porque no tienen una O para transmitir —expresó el doctor tomándose la nuca con cuidado—. Para ser O, generalmente necesitas obtener una O ya sea de mamá o papá. Pero un padre AB generalmente tiene una versión A y B, no una O. Por lo tanto, no puede tener un hijo O.

—¿Qué quiere decir? ¿Qué mi hermana le fue infiel a mi cuñado? ¿Qué Grecia no es hija de Conrado? —inquirió la mujer llevándose la mano a la boca sorprendida.

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