Capítulo 0004

Salomé estaba en la habitación que compartía con su hija, observándola con tristeza, por fin se había quedado dormida, había pasado horas llorando, se le partía el corazón de verla así, todos los días era la misma rutina, porque se había acostumbrado a dormir en el pecho de su padre, y ahora, a su pequeña le habían sacudido su mundo y se lo habían puesto de cabeza.

Se sumergió en sus pensamientos, con el teléfono en la mano, observando las fotos llenas de recuerdos de momentos felices junto a su esposo, Joaquín.

En las imágenes se mostraban sonrientes, abrazados, disfrutando de la vida juntos. Sin embargo, ahora esos recuerdos parecían lejanos y dolorosos, nadie se hubiera imaginado que tan solo unos días después, las cosas hubieran cambiado de manera tan drástica.

Mientras acariciaba una fotografía en la que estaban en la playa, Salomé suspiró y se preguntó en voz alta,

—¿Por qué todo salió mal? Éramos tan felices, teníamos sueños y planes juntos. ¿Qué sucedió? ¿Por qué no confiaste en mí?

De pronto unos golpes en la puerta se escucharon, ella se levantó y allí estaba su amiga, aunque se limpió las lágrimas para que esta no las viera, ella se dio cuenta.

—Te traje una taza de café, pero creo que necesitas algo más fuerte… quiero que te animes, que vivas, que te des cuenta de que Joaquín no es el único hombre en la vida. Salomé, a veces las cosas simplemente no salen como esperamos. La vida puede ser impredecible y a veces nos encontramos con obstáculos, los cuales debemos superar —respondió con voz suave y comprensiva.

Salomé asintió, agradecida por las palabras reconfortantes de su amiga. 

—Sé que la vida no siempre es justa, pero es difícil aceptar que todo haya cambiado tan abruptamente. Nuestro amor era fuerte, o eso creía.

—A veces, las personas cambian, Salomé. No podemos controlar las decisiones o las circunstancias de los demás. Es doloroso, lo sé, pero debes recordar que no eres responsable de lo que sucedió. Mira, tengo una idea, para animarte, llamé a una niñera para que se quede con nuestras hijas, mientras nosotras salimos, creo que te vendría bien distraerte un poco, hay una cena por el aniversario de la empresa, quizás allí podemos relajarnos y disfrutar de un buen ambiente.

Salomé se quedó pensativa por un momento, aunque no quería salir, agradecía la buena intención de su amiga.

—¿Es de confianza la niñera? Yo nunca he dejado a Fabiana sola, me da miedo que le pueda pasar algo.

—Es la vecina, ella siempre cuida a Patricia, es una mujer dulce y amorosa, la cuidará bien, no busques excusas.

Salomé vaciló por un momento, pero luego asintió con timidez. 

—Está bien, supongo que no me vendría mal cambiar de aires por un rato, aunque espero regresar pronto, temo que Fabiana se levante y no me vea y comience a llorar.

Julia la animó con entusiasmo y juntas se arreglaron y se dirigieron al restaurante del hotel donde se celebraría la cena. 

El lugar estaba lleno de gente, los empleados de la empresa y sus acompañantes.

La música vibraba en el aire y el ambiente era animado y acogedor. Se sentaron en la mesa que correspondía a la gerencia de administración, todos la recibieron de manera amable y el mesonero no tardó en darle una bebida.

Mientras Salomé daba pequeños sorbos a su cóctel, su amiga con los demás compañeros la invitaron a bailar.

—Salomé, ¿qué tal si vamos a la pista de baile y nos divertimos un poco? —sugirió Julia, sabiendo que su amiga necesitaba distraerse y dejar de lado sus preocupaciones.

—No te preocupes, ve tú, yo me quedó aquí —la amiga no siguió insistiendo y todos se pararon en la mesa para ir a bailar dejándola sola.

Los minutos fueron pasando, Salomé seguía sola, tomando trago tras trago, más de los que había tomado en toda su vida.

De pronto su mirada se cruzó con la de un hombre que estaba en otra mesa, se supuso que se trataba de algún ejecutivo de la empresa, tenía una expresión de tristeza en sus ojos, mientras tomaba su trago, por un momento sus miradas se encontraron y ambos sintieron una extraña conexión.

Cuando lo vio caminando hacia ella se asustó y se levantó de la mesa, se sintió mareada e iba a ir al baño, pero se detuvo y sintió el alcohol, abandonaba su cuerpo cuando vio a Joaquín en una mesa cercana, acompañado de una mujer, él la vio le dirigió una mirada de desprecio y besó a la mujer en los labios.

Salomé no estaba dispuesta a sufrir ninguna humillación, por eso al girarse vio al hombre que estaba detrás de ella, le levantó el mentón y lo besó en los labios.

Al principio, lo había hecho como una forma de darle celos a Joaquín, pero cuando probó los carnosos y dulces labios del hombre, se sumergió en su sabor.

El hombre había estado sentado en su mesa tratando de ahogar los recuerdos de su difunta esposa, cuando vio a la mujer que se había colado en la cena, iba dispuesto a echarla cuando lo besó de manera sorpresiva.

Su primera impresión fue empujarla y alejarla de él, pero cuando la sintió profundizar su beso, se sintió en la mismísima gloria, su sabor fue demasiado adictivo, ella era una mujer hechizante.

Salomé, por su parte, se sintió como en una nube, al sentir la dureza del cuerpo del hombre haciéndola vibrar, sentirse viva y deseada.

Tenía la impresión de que una especie de fuego la recorría en su interior, era como si su cuerpo entero estuviera ardiendo por el deseo, se le olvidó el resto del mundo, e incluso las razones que había besado el extraño para darle celos a Joaquín.

Entretanto, el hombre seguía sorprendido por la mujer que tenía frente a él, nunca había conocido a alguien tan atrevido y seductor.

Sus manos acariciaron el cuerpo de la mujer de manera involuntaria a través de la ropa, su lengua jugó con la suya y sus cuerpos se rozaron con intensidad

Se dejó llevar por un par de segundos por la pasión hasta que recordó el lugar donde estaba y la apartó sosteniéndola con fuerza.

Salomé se separó de él, con la respiración agitada, su pecho subiendo y bajando, los labios hinchados por la pasión y los ojos abiertos de par en par.

—¡¿Qué diablos está haciendo?! —preguntó en tono hostil.

—Lo siento, no sé qué me pasó —dijo Salomé con voz entrecortada, sorprendida ante su propio atrevimiento.

—No solo se cuela a un evento privado de una empresa, sino que también pretende seducirme a mí.

Salomé se quedó sorprendida ante el ataque del hombre.

—Yo no me colé en esta cena, yo… 

—No trate de engañarme, la vi asustada y cuando me vio venir intentó huir y como no escapó a tiempo ahora intenta seducirme, pero yo estoy curado de mujeres como usted, aprovechadas, y que solo andan en búsqueda de ejecutivos para vivir de ellos.

—Usted no es nadie para hablarme así… —comenzó a decir.

—No, solo soy el presidente de la empresa y socio mayoritario de este hotel —pronunció con ironía—, y ¡usted es una atrevida! Hágame el favor de salir de aquí si no quiere que la mande a echar. 

—Pero… —comenzó a decir, sin embargo, él no la escuchó, la tomó del brazo y la mandó a sacar del lugar mientras ella lo miraba con incredulidad.

—¡Váyase y no vuelva a entrar aquí! Porque de lo contrario tendrá que atenerse a la consecuencia —ordenó en tono grave, sin ningún rastro de consideración en su voz.

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