Hola a todos quienes me han acompañado a lo largo de esta historia. Este libro ha llegado a su fin, estoy agradecida de su apoyo, si les gustó no se olviden dejar los comentarios, y recomendar en las redes sociales. El día de mañana les estaré publicando el epílogo y a partir de mañana, también, comienzo a publicar la historia de Melquiades, que se llamará La dulce esposa del militar. También los invito a seguir,me en las redes sociales como Jeda Clavo, para que estén al tanto de mis otros libros y a leer otras historias que tengo Amada esposa ¡Perdóname!, Madre Correcta, que estpy segura les gustará. Gracias a todos por su apoyo, saludos y bendiciones. JEDA CLAVO
Conrado y Salomé llegaron a su habitación luego de acostar a las niñas, habían disfrutado de la fiesta de boda de sus amigos, ella se sentó en el espejo a desmaquillarse, cuando sintió las manos de su esposo masajear su cuello y hombros. Ella suspiró de placer y se recostó un poco hacia su esposo,
Conrado siguió acariciándola, mientras dos de sus dedos entraban y salían de su cuerpo, produciéndole una inmensa cantidad de placer. Ella tembló de deseo y las sensaciones se hicieron cada vez más intensas en ella. —¿Vas a parar? —preguntó Salomé entre jadeos, no sabía si podía aguantar mucho más
Dicho eso cortó la llamada. —¿Y este señor que se cree que va a venir a mandar en nosotros? Además, tenemos tres, pero yo solo le he hecho dar a luz a uno —dijo molesto por lo entrometido de Graymond, pero a decir verdad, él ya había pensado en esa posibilidad, no quería a su esposa sufriendo. De
—Jefe, lo siento, pudimos contactarlos, pero ellos se niegan a venir —declaró Kistong un poco nervioso, porque sabía que Graymond Ballmer, no aceptaba un no por respuesta. —Dame la dirección, porque me parece mal hecho de su parte, que no quieran conocer a la única hija de su hermana, la que lo dio
—¡Eso no puede ser! Nadie… me dijo nada —manifestó con una mezcla de sorpresa y de conmoción. —La respuesta que le dieron a mi asistente es que ni usted ni su hermana querían conocerlos. Michael negó con la cabeza. —Eso no es cierto, a mí nadie me preguntó. Voy a preguntarle a Cassy para ver si a
Salomé se rio al ver la reacción de sus hijas. —¡Líbreme Dios! Pobres novios y esposos con unas mujeres tan celosas como las hijas mías. Definitivamente, lo que se hereda no se hurta —pronunció con un suspiro. —Mamá, nuestro abuelo Graymond jamás tendrá a alguien más, porque si eso pasa —dijo Fabi
Salomé se encontraba en su acogedora casa jugando con su adorada bebé de dos años y su esposo, antes de irse al trabajo. La risa melodiosa de la niña llenaba la habitación mientras los tres se deleitaban en su mundo de juegos y ternura.Era un momento de tranquilidad y felicidad para ellos.—Me ten
Conrado se encontraba en la sala de espera de la clínica donde estaba su esposa, se pasaba la mano por la cabeza en un gesto desesperado, no sabe por qué ella se había negado todo ese tiempo a decirle la verdad, si él hubiera sabido antes de su enfermedad habría hecho lo imposible para salvarle la v