De allí se fueron al salón donde se llevaría a cabo la fiesta, cuando entraron la celebración estaba en pleno apogeo, cuando entraron los novios, los invitados se acercó para felicitarlos y brindar por su amor. Dino, aunque era un poco tímido, decidió decir unas palabras a su esposa, y a Adriana,
Mientras bailaban no dejaban de sonreír, la felicidad era palpable, hasta que de pronto sintió que alguien lo tocaba por detrás y al ver se trataba de Adriana. —¿Quieres bailar con tu hija? —preguntó y tanto Julia y Dino se sorprendieron de las palabras de la niña, y como él no reaccionaba, la pequ
Conrado y Salomé llegaron a su habitación luego de acostar a las niñas, habían disfrutado de la fiesta de boda de sus amigos, ella se sentó en el espejo a desmaquillarse, cuando sintió las manos de su esposo masajear su cuello y hombros. Ella suspiró de placer y se recostó un poco hacia su esposo,
Conrado siguió acariciándola, mientras dos de sus dedos entraban y salían de su cuerpo, produciéndole una inmensa cantidad de placer. Ella tembló de deseo y las sensaciones se hicieron cada vez más intensas en ella. —¿Vas a parar? —preguntó Salomé entre jadeos, no sabía si podía aguantar mucho más
Dicho eso cortó la llamada. —¿Y este señor que se cree que va a venir a mandar en nosotros? Además, tenemos tres, pero yo solo le he hecho dar a luz a uno —dijo molesto por lo entrometido de Graymond, pero a decir verdad, él ya había pensado en esa posibilidad, no quería a su esposa sufriendo. De
—Jefe, lo siento, pudimos contactarlos, pero ellos se niegan a venir —declaró Kistong un poco nervioso, porque sabía que Graymond Ballmer, no aceptaba un no por respuesta. —Dame la dirección, porque me parece mal hecho de su parte, que no quieran conocer a la única hija de su hermana, la que lo dio
—¡Eso no puede ser! Nadie… me dijo nada —manifestó con una mezcla de sorpresa y de conmoción. —La respuesta que le dieron a mi asistente es que ni usted ni su hermana querían conocerlos. Michael negó con la cabeza. —Eso no es cierto, a mí nadie me preguntó. Voy a preguntarle a Cassy para ver si a
Salomé se rio al ver la reacción de sus hijas. —¡Líbreme Dios! Pobres novios y esposos con unas mujeres tan celosas como las hijas mías. Definitivamente, lo que se hereda no se hurta —pronunció con un suspiro. —Mamá, nuestro abuelo Graymond jamás tendrá a alguien más, porque si eso pasa —dijo Fabi