CAPÍTULO 2

GINA.

Entro a mi departamento molesta, cerrando la puerta de golpe, yendo directo a la encimera de mi cocina, apoyando mis codos en ella, para ocultar mi rostro lleno de frustración al no poder conseguir un p*t* empleo que me ayude a seguir con mi independencia, y más aún cuando me encuentro en una ciudad alejada de mis familiares, acompañada solo por una amiga que me recibió hace un mes en su departamento, y ya han pasado dos meses desde que comencé a vivir sola prestando dinero a varias personas para poder solventar los gastos de comida.

— ¿Qué hago? —susurro, y le marco a mi amiga Jenny, buscando ayuda de su parte.

— Hola, mi chica —saluda animada con su voz un poco distorsionada por la música que se escucha de fondo—. ¿Celebramos hoy tu nuevo empleo? 

Camino hacia la nevera abriendo el refrigerador sacando mi pote de helado.

— Malas noticias… —le respondo buscando un envase, y seguido de servir una porción grande de helado en una taza, coloco el celular en voz alta para poder comer tranquila—. Al parecer me maldijo el CEO —bromeo desanimada—. Desde que me rechazaron mi primera oportunidad laboral, todos los demás me han botado como un saco de patatas.

— Debes ir a su casa e incendiarla para acabar con la maldi… —se ríe sin terminar de hablar, escuchando cómo conversa con otra persona.

— ¿Hablamos luego? —le pregunto yendo a mi habitación, con mi porción de helado.

—¡Espera, espera! —me detiene—. Puedo ofrecerte un empleo, que puede salvarte.

— ¡Me lo hubieras dicho antes! —comento animada, sentándome en la cama.

— Dame un minuto...

La escucho conversar con algunas personas, hasta que el ruido a su alrededor desaparece.

— ¿Sigues ahí? —dice mi amiga.

— ¡Sí! Dime, por favor —respondo emocionada, dejando mi taza a un lado para no desparramar mi helado en la cama.

— Sabes que para mí tampoco fue fácil surgir en esta ciudad… 

— ¡Al punto, Jenny! —digo desesperada.

— Ya, ya, ya… —continúa—. Te ofrezco empleo como dama de compañía.

— ¿Cómo? —pregunto, aunque le haya entendido, y mi sonrisa desaparezca.

— Sí, es algo súper fácil, nosotros nos encargamos de todo y tú solamente…

—Lo sé, lo sé... yo lo siento, Jenny… No es lo mío —comento agarrando mi envase y tomando una gran cucharada llevándola a mi boca. 

— Solo piénsalo.

— No…

— Piénsalo —dice, y me cuelga.

— Estoy perdida —cierro mis ojos angustiosa.

Me acurruco en la cama, cubriéndome con la cobija, colocando en mi celular una serie de drama para darle más a mi desastrosa vida.

JHARED

Mi secretaria, Laura, desliza sus dedos por mis hombros realizando masajes tratando de quitar la tensión de mis hombros. Luego sus manos descienden a mi camisa desabotonando el primer botón, y levanto mi mano deteniéndola.

— No.

— Pero Jhared… —ella se cruza de brazos molesta. 

— No digas mi nombre como si fuéramos amigos —le comento molesto.

— Disculpe, Señor —ella se aparta, y en ese momento tocan la puerta, haciendo que ella se aleje para recibir a nuestro invitado.

Observo mi laptop, sin prestarle atención, pues Laura solo es alguien que quiere meterse en mi cama, buscando algo más que sexo. Es algo que me beneficia, pero es mejor no atraer más problemas. 

— ¡Mi sugar! 

Escucho la voz de mi amigo, y suspiro levantando mi mirada aburrido, viendo cómo se acerca con dos vasos de café. 

— ¿Qué le hiciste a mi pequeña Laura? —pregunta dejando un vaso frente a mí— no quiso darse unos besos en el baño.

— ¿Qué sucede? —pregunto ignorando su pregunta sin importancia. 

— No te interesan los sentimientos de tu amigo, solo me usas, perro —dice colocando una mano en su pecho, fingiendo dolor, y al ver mi cara sin emoción continúa—. Sabes, te recomendaré una agencia de finales felices para que te quiten esa cara que tienes. 

— Tengo muchas cosas que hacer. Luego conversamos de banalidades —le respondo concentrándome en mi trabajo.

— No traje mi uniforme, pero tengo buenas noticias…

Lo miro exaltado, sintiendo mi pecho aliviarse al escuchar sus palabras. 

— ¿La encontraron? —pregunto tragando un nudo en mi garganta.

— Eh… —sonríe incómodo— no, pero encontramos rastros de más objetos río abajo… lo siento.

— Está bien —me levanto acomodando mi corbata— ¿Vamos por unos tragos? 

— Está claro que solo me usas… —broma de nuevo mientras salimos de mi despacho.

— ¿Cuánto tiempo piensas mantenerlo sin asistente? —bromea Joe riendo junto a Laura, quienes al percatarse de nosotros se tensan mirando asombrados.

— Sr. Rogers…

— Laura —comienzo a hablar molesto— estás… 

— ¡No! No es lo que piensa —se acerca rápido hacia nosotros sonriendo nerviosa—, ninguna de las chicas que ha venido tiene la experiencia adecuada. ¿¡Recuerda aquella chica del vestido negro!? —se ríe nerviosa— Nada de experiencia laboral, y solo me preguntaba por su vida amorosa… 

Frunzo mi ceño buscando en mi memoria, y rápidamente encuentro esos enormes ojos marrones que me miraron asombrados con sus mejillas sonrosadas. 

— No vuelvas a tomar decisiones por mí. 

— ¿Quiere que vuelva a llamar a las personas…? 

— No. Descartalas.

Ella asiente tratando de ocultar su sonrisa, y presiono el botón del ascensor para girarme de nuevo hacia ellos.

— Consigue una asistente, antes de que acabe la semana, y otra que ocupe tu puesto. Tienes un mes para marcharte. 

Termino de hablar, entrando al ascensor ignorando cualquier queja de su parte, y Bram me mira asombrado. 

— ¿No crees que te sobrepasaste? —pregunta al cerrarse las puertas del ascensor.

— Le di un mes, ¿qué más compasivo puedo ser? —le respondo mientras salimos del elevador.

— Pero…

— ¿Si un policía te oculta una evidencia? ¿Qué harías? —le pregunto, deteniendome, viendo cómo mi amigo se queda callado— eso pensé. 

GINA.

— M****a, m****a, m****a… —miro el mensaje de mi amiga en el celular sobre el contrato de ser una chica de compañía. Me encuentro en una posición tan desesperada que, por conseguir algo de dinero, me he vestido hace unas horas intentando aceptar la proposición de Jenny.

Hoy se vence otra fecha de alquiler, y aún no consigo ningún empleo, por lo cual me encuentro con la cabeza quemada tratando de buscar alguna solución.

Como si la invocara, mi amiga empieza a llamarme y dejo que repique por algunos segundos mientras camino de un lado al otro de la habitación, hasta tomar rápido el celular y contestar.

— ¡Acepto!

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