Capítulo 3

GINA.

Mi amiga chilla emocionada, y aparto el celular por unos segundos para luego colocarlo de nuevo.

— Estoy nerviosa —le comento— yo no…

— Tranquila, este cliente que te he asignado, lo conozco. Confiable y guapo —me anima, y me quedo callada pensando en todas las cosas malas que pueden pasar.

— ¿Te has acostado…? —pregunto frunciendo el ceño al imaginar follarme a un chico que ha estado con mi amiga.

— No, para mi desgracia —dice actuando un falso llanto— inténtalo un día, sal de apuros, no creo que el señor Martín quiera esperar más tiempo por el dinero del alquiler.

Me quedo unos minutos en silencio, y luego suspiro asintiendo como una tonta, como si ella pudiera verme.

— Está bien, ¿dónde está la dirección?

— Uno de mis chicos te pasará buscando en unos cinco minutos. Él se encargará de ser transporte. —escucho la voz de mi amiga alegre por mi decisión.

— Buen servicio —rio nerviosa, caminando hacia la puerta de la entrada, y justo en ese momento tocan el timbre—. Te aviso cómo resulta todo…

— No te preocupes, te estarán cuidando ¡Disfrutalo!

—Gracias…

Abro la puerta de mi departamento, encontrándome de frente al señor Martín, quien me sonríe incómodo, apretando sus manos.

— ¿De fiesta? —pregunta al ver mi vestimenta, y niego sonriendo.

— Hola, buenas noches. Sr. Martín…

— Gina, tengo que hablar contigo sobre el alquiler —comenta mirando hacia un costado donde observa a su esposa en la entrada de su departamento mirándome enojada.

— Hoy le estaré cancelando todo, no se preocupe.

Salgo del departamento cerrando la puerta, para asegurarme de que no me boten, y miro a su esposa, quien se cruza de brazos.

— Si no lo cancelas hoy. Mañana a primera hora quiero tus cosas empacadas —comenta ella desapareciendo dentro de su domicilio.

Miro al señor Martín, quien me observa apenado.

— Confíe en mí. Conseguí trabajo.

— Te creo, pero ya sabes cómo son las reglas…

— No se preocupe, hoy le pagaré.

Minutos después, me encuentro dentro del auto que me conduce hacia la ubicación, y observo cómo el cielo se nubla, indicando que pronto caerá un aguacero. El auto se detiene de pronto en una enorme mansión, con una hermosa entrada con un arco de flores. El guardia nos deja pasar al dar el nombre de la agencia, lo cual parece ser algo común.

— Espero que no sea un viejo... —susurro bajando del auto y agradeciendo al hombre, quien me da algunas indicaciones para el viaje de regreso. — Gracias, lo estaré llamando —le sonrío nerviosa, camino directo a la entrada de la casa, sintiendo algunas gotas de lluvia golpear mi rostro.

Toco el timbre, esperando nerviosa por ver en qué me he metido, y luego de unos segundos la puerta se abre.

— ¡Hola! Buenas…

Me quedo callada al observar de nuevo a aquel hombre guapo, de cabello negro desaliñado, y piel pálida, observarme con un vaso de licor en su mano.

— ¿Qué quiere? —pregunta el hombre confundido, apoyándose en el marco de la puerta, dejando ver un poco de sus pectorales al tener unos botones sueltos.

— Solicitaron unos servicios para hacerle compañía... —me sonrojo al ver cómo sus ojos recorren mi cuerpo, y se aparta del marco de la puerta.

¿No podría haberme tocado otra persona? Aunque es mejor que un viejo.

— Esto sí que es una sorpresa, mald**o Bram —comenta con una sonrisa—. pasa. ¿Te sirvo un vaso? —pregunta apartándose, y entro observando su enorme sala lujosa.

— Eh… no, gracias —respondo acomodando mi vestido.

¿Se acordará de mí?

— ¿Cómo una chica tan guapa como tú trabaja en esto? —pregunta sentándose en el enorme sofá rojo, bebiendo más alcohol, notando que se encuentra más del otro lado de la inconsciencia.

— Creo que no es necesario hablar de mí... —le comento notando esta vez en su mesilla de noche una foto de una mujer rubia muy hermosa, y una pequeña sentada en sus brazos— ¿Es casado? —Suelto molesta sin percatarme de mis palabras.

— ¿Perdón? —pregunta, y frunce el ceño al ver que observo la foto en su mesita— es mi esposa e hija…

Se levanta un poco torpe, acercándose al portarretrato, y lo agarra observando la foto, transmitiendo en su rostro la tristeza de verlas.

— ¿No le da remordimiento serle infiel a su esposa? —Suelto sin contenerme, pensando que venir fue una mala idea.

Directo a la calle.

— Están muertas —me corta dejando la foto en la mesilla, y se voltea mirándome con cierto enojo— creo que no te contrataron para que vengas a darme lecciones de vida.

— Yo... perdón… —trago nerviosa, regañándome por ser tan entrometida, y más cuando me he equivocado al hablar de él.

— ¿Qué más da? —comenta mirándome de arriba a abajo— creo que eres de las pocas personas con las que podré hablar y no me juzgará.

— Yo, lo siento, no quise... —me muevo incómoda viendo cómo él no deja de observar de nuevo la foto.

— Mi esposa murió en un accidente, y mi hija murió por mi culpa... —bebe de golpe el resto del contenido del vaso.

— ¿Hace cuánto...? —pregunto intrigada por el dolor que transmiten sus palabras.

— Casi un año.

— Hace poco —respondo, y él se queda con la mirada fija en su vaso vacío.

— Parece como si hubiera sido ayer, y ¿sabes qué es lo peor de todo? —pregunta sin mirarme.

— ¿Qué?

— Que soy el peor hombre del mundo, y aquí estoy libre… —deja el vaso en la mesa con un golpe seco.

Me mira de arriba abajo, y da varios pasos acercándose a mí hasta colocar sus manos en mis caderas. Fija sus penetrantes ojos verdes en los míos, devorándome, y lamo mis labios mirando los suyos.

— No creo que seas tan mala persona como dices —comento tragando nerviosa al ver sus ojos tan cerca.

— Lo importante es que esto no es una cita, y tú no te enamorarás de mí.

Se aparta, y camina hacia el sofá, sentándose de una manera dominante, con las piernas abiertas y los brazos extendidos en el respaldo del sofá.

— ¿Sabes bailar? —pregunta estirándose por el control, y asiento quitando mi chaqueta, dejándola a un lado.

Él coloca música en los altavoces, y cierro mis ojos moviendo mis caderas al ritmo de la música, dejando que mi cuerpo se balancee de manera sensual, imaginando como si sus manos me tocaran.

¿Cómo puede gustarme tanto, después de todo lo que me ha contado?

De repente, unas manos agarran mis caderas atrayéndome hacia su fuerte pecho musculoso, y abro mis ojos encontrándome con su hipnotizante mirada.

— Eres demasiado hermosa —levanta una mano acariciando mi mejilla, para luego bajar poco a poco hasta mi escote, deslizando uno de los tiros de mi vestido hacia abajo, haciendo que me sienta nerviosa y deseosa como si fuera de nuevo mi primera vez. — ¿Cómo te llamas?

— Gina…

— Gina —repite mi nombre como una súplica haciendo mi cuerpo temblar— hazme olvidar…

Une sus labios con los míos, causando que suelte un gemido por el asombro. Disfruto del momento, levantando mis manos y enredándolas en su cabello, profundizando el beso, satisfaciendo sus deseos, pues suelta un gruñido, bajando sus manos a mi trasero, apretando mis nalgas y levantándome, enrollando mis piernas alrededor de sus caderas.

Nuestros labios se devoran mientras me carga hasta el sofá, sentándose conmigo a horcajadas sobre él. Sus manos viajan al dobladillo de mi vestido, sacándolo apresurado y tirándolo a un costado.

— Pruébame —me susurra al oído dándole un pequeño mordisco, y mi sonrojo, sintiendo mi centro humedecerse.

Me aparto dejando besos por su cuello, mientras que con mis manos desabotono su camisa, acariciando sus pectorales definidos, que me hacen babear y querer pasar mi lengua por su piel.

Llego hasta el botón de sus pantalones, quedando de rodillas frente a él, quien me devora con la mirada acariciando mi mejilla.

— Vamos, hermosa.

Él estira su mano agarrando mi cabello en un puño, y con su otra mano libre abre sus pantalones, sacando su miembro enorme, que me hace sentir más ganas de probarlo. Abro mi boca, recibiendo de golpe en ella a su bestia, y él suelta un gruñido, presionándome más hondo mientras lo pruebo.

— Julia… —susurra el nombre de otra mujer, y me tenso por unos segundos, apartándome incómoda para encontrarme con su mirada confundida.

— Perdón… —le comento rápido para seguir dándole placer, pero él me aparta levantándose alterado.

— Tienes que irte… —comenta alejándose de mí sin mirarme.

— Pero… necesito terminar…

— ¡Vete! —me grita molesto, y me levanto rápido buscando mi vestido—. Perdón —susurra casi inaudible, subiendo las escaleras, dejándome sola en la enorme sala mientras contengo las lágrimas, y mi cuerpo tembloroso por el miedo me hacen demorar.

Minutos después, al verme un poco presentable, camino a la entrada abriendo la puerta, siendo recibida por el terrible frío que emana la fuerte lluvia.

— Hola, buenas noches.

Giro mi rostro asustada, viendo a un chico moreno, vestido de policía, observándome con una gran sonrisa.

— Hola… ya me iba —le comento nerviosa, sacando mi celular de la chaqueta y repicando rápido al chofer.

— ¿Uh? —frunce el ceño— no es necesario que te marches, aparte está lloviendo muy fuerte.

— Le prometo que no hice nada malo, solo…

— Tranquila —se ríe a carcajadas—, sé que Jhared, no es una persona fácil, y no vengo para llevarte a la comisaría. Sé a lo que has venido... —comenta recorriendo con su mirada mi cuerpo, pero lo ignoro, concentrándome en quien ha despertado en mí un gran deseo.

— Jhared —susurro el nombre, y veo a lo lejos un auto negro hacer los cambios de luces— tengo que irme…

— No te preocupes, espero verte pronto —me guiña un ojo—. Soy Bram.

— Gina —comento sonriendo, y corro bajo la lluvia, alejándome rápido del lugar.

Al montarme en el auto, la culpa me carcome y le escribo un mensaje rápido a mi amiga, disculpándome por haber jodido esta oportunidad.

— ¿Y ahora qué haré? —oculto mis lágrimas con mis manos.

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