EL DESEO DE AMARTE
EL DESEO DE AMARTE
Por: Loper
CAPÍTULO 1

Jhared

Agarro con fuerza mi cuero cabelludo, tratando de controlar el dolor que siento por los recuerdos que me invaden, que ni el alcohol puede borrar. 

Sollozo de repente desconsolado, tomando de golpe el contenido restante de mi botella de alcohol. Me levanto sintiendo mi cuerpo tambalearse, pero me apoyo de las paredes como puedo, arrastrándome a la habitación donde aún tengo todo desde aquel momento que las perdí. Ha pasado casi un año, pero el dolor aún no desaparece, es como si mi corazón estuviera rodeado de espinas.

Me tumbo en la cama, boca abajo, dejando que el sueño me consuma, dando paso solo a pesadillas. 

— ¡No, Jhared! —me grita Julia, desesperada empacando algunas prendas, y trato de detenerla agarrando su muñeca.

— Julia, no entiendo qué está pasando… solo conversemos —intervengo, y ella mira a un costado evitando mis ojos. 

— Ya no eres el mismo —suelta con fuerza su muñeca de mi agarre—, tú necesitas despejar la cabeza, al igual que yo —continúa empacando.

— Pero es una decisión de los dos, no puedes alejarte como si fuéramos una simple pareja de pocos meses, y te necesito…

— Jhared, entiende, quiero despejarme, relajarme, quiero estar lejos de ti y todo lo sucedido a Lucy —baja su maleta con fuerza, y comienza a alejarse hacia la entrada. 

— Yo también la perdí… —susurro— ¿Cuánto tiempo piensas irte? 

— ¿Esa es tu pregunta? —se ríe sarcástica. —Estás cegado, y no quieres entender que necesitas tiempo para ti. Solo piensas en Lucy, esto y aquello…

— ¡Está muerta nuestra hija! —levanto mi voz furioso.

— Exacto —abre la puerta de entrada, saliendo furiosa en dirección al auto, donde mete en la parte trasera su maleta de golpe.

— Julia, ¿aún me amas? —pregunto, y ella entra al auto sin mirarme.

— Es por tu bien —enciende el motor.

— Hablemos, no te vayas así—le comento tratando de calmarla, apoyando mi mano en su ventanilla.

— Lo siento, Jhared. Regresaré cuando te encuentres mejor. 

— ¡Julia! —grito levantándome de golpe, con la piel sudada y mi cabeza retumbando de dolor.

Agarro el celular en mi mesilla de noche, observando que tengo una hora para llegar a mi trabajo, pero antes de levantarme llamo a mi amigo Bram. 

— ¡Hey! —saluda animado haciendo que retumbe mi cabeza—, mi sugar Daddy —bromea riendo por varios segundos.

— ¿Has conseguido algo? —Lo interrumpo sin saludarlo, recibiendo unos segundos de silencio por su parte.

— ¿Pesadillas de nuevo? —pregunta de vuelta sin responder, y me quedo callado esperando que diga algo para aliviar mi tormento. —Jhared, si consigo cualquier pista, te avisaré, no dudes de ello. ¿Qué tal si vamos a tomar un café antes de que vayas a sacarle las canas a mi querida Laura? 

— Bram.

— Listo, en unos minutos paso por ti —responde colgando el celular, y suspiro, agarrando la cabeza entre mis manos.

— ¿Por qué te fuiste así, Julia? —susurro recordando retazos del sueño o, mejor dicho, recuerdo de aquel día. 

GINA.

Me arreglo emocionada y nerviosa al mismo tiempo al prepararme para mi primera cita en una de las empresas más importantes de publicidad. Me acerco al espejo completo de mi habitación, pasando las manos por mi cuerpo, quitando algunas arrugas y pelusas de mi vestido negro.

— Hoy es tu día, conseguirás ese empleo.

Me animo agarrando mi cartera de encima de la cama, y salgo de mi departamento para ir a tomar un taxi en la avenida.

En el trayecto, bromeo con el taxista practicando mi entrevista, de varias formas, para estar lista para cualquier escenario, causando un viaje muy divertido y una buena amistad.

— ¡Gracias! Deséame suerte —le comento bajando del auto, cerrando la puerta, y asomándome por la ventanilla, extendiendo el pago.

— No la necesitas, pero puedes darme tu número para salir algún día —comenta el señor guiñando un ojo, mientras toma el dinero acariciando mis dedos, los cuales aparto rápido.

— Gracias —le comento huyendo rápido antes de que me secuestre o algo peor. 

Viejo, verde.

Me detengo frente a la entrada del enorme edificio admirando su hermosa estructura, y aprieto mis manos en puño sonriendo emocionada.

— Rogers Visión, llegó mi momento. 

Entro siendo recibida por el terrible frío del lugar, maldiciendo por dentro al no traer un abrigo que me ayude a soportarlo y más aún conociendo mi vejiga sensible. Me acerco rápido a recepción, siendo recibida por un joven, muy guapetón, de cabello castaño, el cual me resulta muy agradable al ver su lazo púrpura en el cuello.

— Buenas tardes, hermosa dama. ¿En qué puedo ayudarle? —pregunta sonriendo, mostrando sus enormes dientes blancos impecables.

— Buenas tardes, un gusto, soy Gina, tengo una entrevista para el puesto de asistente del Sr. Rogers.

— Uh, déjame verificar unos segundos —lo observo teclear ágilmente, y luego me mira sonriendo— noveno piso, guapa.

— Listo, ¡Gracias! —le sonrio buscando el ascensor hasta conseguirlo, y camino rápido hacia él para no perder ni un segundo más. 

— ¡Buena suerte!

Levanto mi mano, despidiéndome mientras las puertas del elevador se cierran, y mis nervios aumentan. Realizo varias respiraciones agradeciendo que esté sola para que nadie note mi estado.

— Eres inteligente, guapa, amable… —comienzo a contar mis virtudes, y la puerta del ascensor se abre encontrándome de frente a un hombre atractivo, de cabello negro alborotado, piel pálida, con enormes ojeras que resaltan sus asombrosos ojos verdes y labios gruesos que me hacen lamer los míos con solo imaginar saborearlos.

¡Ahora tengo más ganas de trabajar aquí!

— Bu-buenas noches, días —corrijo rápido avergonzada.

El hombre me observa por unos segundos frunciendo el ceño, y entra al ascensor al mismo tiempo que yo salgo tropezando un poco al aspirar su seductor aroma.

Me río por mi torpeza mirando al atractivo hombre, que me ignora revisando su celular, mientras las puertas del ascensor se cierran. 

¿Qué tan mal me veo?

— Buenos días, ¿señorita Gina Fuentes? 

Volteo hacia la voz, viendo a una chica con su traje ejecutivo de pantalón, sonriendo de forma incómoda.

— Sí, soy yo —extiendo mi mano rápido— vengo para la entrevista… 

— No está contratada, lo siento.

— ¿Qué? —le pregunto dejando caer mi sonrisa poco a poco, al igual que mi mano—, pero el Sr. Rogers… ¿Cuál fue el problema? 

— Lo acaba de ver salir, no la recibirá hoy, y tampoco quiso que pospusiera su cita.

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