Jhared
Agarro con fuerza mi cuero cabelludo, tratando de controlar el dolor que siento por los recuerdos que me invaden, que ni el alcohol puede borrar. Sollozo de repente desconsolado, tomando de golpe el contenido restante de mi botella de alcohol. Me levanto sintiendo mi cuerpo tambalearse, pero me apoyo de las paredes como puedo, arrastrándome a la habitación donde aún tengo todo desde aquel momento que las perdí. Ha pasado casi un año, pero el dolor aún no desaparece, es como si mi corazón estuviera rodeado de espinas. Me tumbo en la cama, boca abajo, dejando que el sueño me consuma, dando paso solo a pesadillas. — ¡No, Jhared! —me grita Julia, desesperada empacando algunas prendas, y trato de detenerla agarrando su muñeca. — Julia, no entiendo qué está pasando… solo conversemos —intervengo, y ella mira a un costado evitando mis ojos. — Ya no eres el mismo —suelta con fuerza su muñeca de mi agarre—, tú necesitas despejar la cabeza, al igual que yo —continúa empacando. — Pero es una decisión de los dos, no puedes alejarte como si fuéramos una simple pareja de pocos meses, y te necesito… — Jhared, entiende, quiero despejarme, relajarme, quiero estar lejos de ti y todo lo sucedido a Lucy —baja su maleta con fuerza, y comienza a alejarse hacia la entrada. — Yo también la perdí… —susurro— ¿Cuánto tiempo piensas irte? — ¿Esa es tu pregunta? —se ríe sarcástica. —Estás cegado, y no quieres entender que necesitas tiempo para ti. Solo piensas en Lucy, esto y aquello… — ¡Está muerta nuestra hija! —levanto mi voz furioso. — Exacto —abre la puerta de entrada, saliendo furiosa en dirección al auto, donde mete en la parte trasera su maleta de golpe. — Julia, ¿aún me amas? —pregunto, y ella entra al auto sin mirarme. — Es por tu bien —enciende el motor. — Hablemos, no te vayas así—le comento tratando de calmarla, apoyando mi mano en su ventanilla. — Lo siento, Jhared. Regresaré cuando te encuentres mejor. — ¡Julia! —grito levantándome de golpe, con la piel sudada y mi cabeza retumbando de dolor. Agarro el celular en mi mesilla de noche, observando que tengo una hora para llegar a mi trabajo, pero antes de levantarme llamo a mi amigo Bram. — ¡Hey! —saluda animado haciendo que retumbe mi cabeza—, mi sugar Daddy —bromea riendo por varios segundos. — ¿Has conseguido algo? —Lo interrumpo sin saludarlo, recibiendo unos segundos de silencio por su parte. — ¿Pesadillas de nuevo? —pregunta de vuelta sin responder, y me quedo callado esperando que diga algo para aliviar mi tormento. —Jhared, si consigo cualquier pista, te avisaré, no dudes de ello. ¿Qué tal si vamos a tomar un café antes de que vayas a sacarle las canas a mi querida Laura? — Bram. — Listo, en unos minutos paso por ti —responde colgando el celular, y suspiro, agarrando la cabeza entre mis manos. — ¿Por qué te fuiste así, Julia? —susurro recordando retazos del sueño o, mejor dicho, recuerdo de aquel día. GINA. Me arreglo emocionada y nerviosa al mismo tiempo al prepararme para mi primera cita en una de las empresas más importantes de publicidad. Me acerco al espejo completo de mi habitación, pasando las manos por mi cuerpo, quitando algunas arrugas y pelusas de mi vestido negro. — Hoy es tu día, conseguirás ese empleo. Me animo agarrando mi cartera de encima de la cama, y salgo de mi departamento para ir a tomar un taxi en la avenida. En el trayecto, bromeo con el taxista practicando mi entrevista, de varias formas, para estar lista para cualquier escenario, causando un viaje muy divertido y una buena amistad. — ¡Gracias! Deséame suerte —le comento bajando del auto, cerrando la puerta, y asomándome por la ventanilla, extendiendo el pago. — No la necesitas, pero puedes darme tu número para salir algún día —comenta el señor guiñando un ojo, mientras toma el dinero acariciando mis dedos, los cuales aparto rápido. — Gracias —le comento huyendo rápido antes de que me secuestre o algo peor. Viejo, verde. Me detengo frente a la entrada del enorme edificio admirando su hermosa estructura, y aprieto mis manos en puño sonriendo emocionada. — Rogers Visión, llegó mi momento. Entro siendo recibida por el terrible frío del lugar, maldiciendo por dentro al no traer un abrigo que me ayude a soportarlo y más aún conociendo mi vejiga sensible. Me acerco rápido a recepción, siendo recibida por un joven, muy guapetón, de cabello castaño, el cual me resulta muy agradable al ver su lazo púrpura en el cuello. — Buenas tardes, hermosa dama. ¿En qué puedo ayudarle? —pregunta sonriendo, mostrando sus enormes dientes blancos impecables. — Buenas tardes, un gusto, soy Gina, tengo una entrevista para el puesto de asistente del Sr. Rogers. — Uh, déjame verificar unos segundos —lo observo teclear ágilmente, y luego me mira sonriendo— noveno piso, guapa. — Listo, ¡Gracias! —le sonrio buscando el ascensor hasta conseguirlo, y camino rápido hacia él para no perder ni un segundo más. — ¡Buena suerte! Levanto mi mano, despidiéndome mientras las puertas del elevador se cierran, y mis nervios aumentan. Realizo varias respiraciones agradeciendo que esté sola para que nadie note mi estado. — Eres inteligente, guapa, amable… —comienzo a contar mis virtudes, y la puerta del ascensor se abre encontrándome de frente a un hombre atractivo, de cabello negro alborotado, piel pálida, con enormes ojeras que resaltan sus asombrosos ojos verdes y labios gruesos que me hacen lamer los míos con solo imaginar saborearlos. ¡Ahora tengo más ganas de trabajar aquí! — Bu-buenas noches, días —corrijo rápido avergonzada. El hombre me observa por unos segundos frunciendo el ceño, y entra al ascensor al mismo tiempo que yo salgo tropezando un poco al aspirar su seductor aroma. Me río por mi torpeza mirando al atractivo hombre, que me ignora revisando su celular, mientras las puertas del ascensor se cierran. ¿Qué tan mal me veo? — Buenos días, ¿señorita Gina Fuentes? Volteo hacia la voz, viendo a una chica con su traje ejecutivo de pantalón, sonriendo de forma incómoda. — Sí, soy yo —extiendo mi mano rápido— vengo para la entrevista… — No está contratada, lo siento. — ¿Qué? —le pregunto dejando caer mi sonrisa poco a poco, al igual que mi mano—, pero el Sr. Rogers… ¿Cuál fue el problema? — Lo acaba de ver salir, no la recibirá hoy, y tampoco quiso que pospusiera su cita.GINA.Entro a mi departamento molesta, cerrando la puerta de golpe, yendo directo a la encimera de mi cocina, apoyando mis codos en ella, para ocultar mi rostro lleno de frustración al no poder conseguir un p*t* empleo que me ayude a seguir con mi independencia, y más aún cuando me encuentro en una ciudad alejada de mis familiares, acompañada solo por una amiga que me recibió hace un mes en su departamento, y ya han pasado dos meses desde que comencé a vivir sola prestando dinero a varias personas para poder solventar los gastos de comida.— ¿Qué hago? —susurro, y le marco a mi amiga Jenny, buscando ayuda de su parte.— Hola, mi chica —saluda animada con su voz un poco distorsionada por la música que se escucha de fondo—. ¿Celebramos hoy tu nuevo empleo? Camino hacia la nevera abriendo el refrigerador sacando mi pote de helado.— Malas noticias… —le respondo buscando un envase, y seguido de servir una porción grande de helado en una taza, coloco el celular en voz alta para poder come
GINA. Mi amiga chilla emocionada, y aparto el celular por unos segundos para luego colocarlo de nuevo. — Estoy nerviosa —le comento— yo no… — Tranquila, este cliente que te he asignado, lo conozco. Confiable y guapo —me anima, y me quedo callada pensando en todas las cosas malas que pueden pasar. — ¿Te has acostado…? —pregunto frunciendo el ceño al imaginar follarme a un chico que ha estado con mi amiga. — No, para mi desgracia —dice actuando un falso llanto— inténtalo un día, sal de apuros, no creo que el señor Martín quiera esperar más tiempo por el dinero del alquiler. Me quedo unos minutos en silencio, y luego suspiro asintiendo como una tonta, como si ella pudiera verme. — Está bien, ¿dónde está la dirección? — Uno de mis chicos te pasará buscando en unos cinco minutos. Él se encargará de ser transporte. —escucho la voz de mi amiga alegre por mi decisión. — Buen servicio —rio nerviosa, caminando hacia la puerta de la entrada, y justo en ese momento tocan el t
GINA.— ¿Cómo? —le pregunto a mi amiga Jenny mientras salgo con la toalla alrededor de mi torso y el celular en altavoz.— ¡Sí! No fue un desastre, lo hice pagar por la gran mamada que le diste —bromea, y la ignoro secando mi cabello con otra toalla, sintiendo mis mejillas arder al recordar a Jhared—, pero la otra buena noticia es… — No quiero más trabajos, iré a buscar más opciones de empleo —la corto sin darle tiempo de animarme a tomar otro cliente.— ¡Oh, vamos! El hombre está dispuesto a pagar el doble por tus servicios —interviene chillando, emocionada.— No quiero involucrarme con otra persona, esto no es lo mío —le comento buscando mi ropa interior.— ¡Pero es el mismo hombre de ayer! Si funcionó, no terminar tu trabajo —bromea de nuevo.— ¿Cómo? —me detengo agarrando el celular, quitando el altavoz, sintiendo mi corazón acelerarse—. ¿Te llamó de nuevo Jhared? —le pregunto, sentándome en la cama, mordiendo mi labio inferior, nerviosa al recordar a aquel hombre sin camisa, y s
GINA.Caemos desnudos en su cama con la respiración acelerada, al terminar una segunda ronda de buen sexo. Nunca me había sentido tan satisfecha con alguien. Su manera de mirarme y tocarme me hacen sentir la mujer más deseada del planeta. Su mano se mueve encima de mi vientre, erizando mi piel, y continúa su camino hasta mi rostro, acariciando mi labio inferior con su pulgar. Lo miro lamiendo mis labios, deseosa de volver a probar los suyos, y él se da cuenta, pues me sonríe con picardía.— Sé solo mía, Gina —vuelve a decir aquellas palabras en una súplica, y le sonrío como una tonta mordiendo mi labio inferior.— Jhared—susurro su nombre, feliz de que sienta las mismas emociones que siento al verlo, pero las dudas golpean mi cabeza al recordar cómo nos conocimos —pero... — Te pagaré por cada noche que nos encontremos para darnos placer. —Me corta, y al escuchar sus palabras, es como si recibiera un balde de agua fría. ¿Qué esperabas, Gina? ¿Qué te bajará la luna porque le abriste
JHARED Al pasar unos pocos días, me reúno con mi amigo Bram en la cafetería. Un lugar que se ha vuelto tradición, y más aún cuando me he dado cuenta de que hablar con él me ayuda a no sentirme tan ansioso al no encontrar solución del caso de mi esposa.— Bien, está bien —deja de beber su café soltando un suspiro—, mis hombres están realizando la última búsqueda río abajo...— Está bien, ¿qué han encontrado? —le pregunto ansioso, apretando un poco el vaso en mi mano. — Nada. Mi superior quiere dar el caso por per...— Prometiste que la encontrarías —le espeto furioso golpeando el vaso contra la mesa.— Jhared—me reprende, y aprieto los dientes tratando de controlar mi molestia, que es más dirigida hacia mí que a él.— Lo siento, yo... —suspiro pasando las manos por mi cabello— necesito...— Lo sé, hermano —palmea mi hombro—, sabes que trataré de hacer todo lo posible para encontrarla...Asiento, cerrando mis ojos por unos segundos, recordando otro de aquellos días antes de que las pe
GINA.Mi pecho se hincha de alegría al verlo, y mi rostro babea al notar su pecho descubierto como todo un dios griego. Atraída por su asombroso físico, me acerco un paso hacia él sin importarme nadie más, hasta que sale de su oficina una despampanante rubia, limpiando su labial rojo corrido por su barbilla, mientras se acerca con pasos seductores, levantando con pereza su otra mano intentando ocultar sus grandes atributos que sostiene su pequeño sujetador.— Y una mierda —suelto molesta, arrepintiéndome de haber venido.Vuelvo furiosa entrando al ascensor presionando el botón del primer piso, y giro para ver su rostro, fruncir el ceño, y seguir mi mirada hacia la chica que coloca su mano en su hombro diciéndole algunas palabras que no logro escuchar, y cuando va a mirarme de nuevo, las puertas se cierran.— Te odio, Jhared Rogers —lo maldigo, frustrada, pasando las manos por mi cabello, y a los segundos, las puertas del ascensor se abren, y me encuentro de frente a Bram, quien me obs
Jhared. Al llegar frente al hospital, luego de ser avisado por mi amigo. Me apoyo contra el capo de mi auto, cruzando los brazos sobre mi pecho sin apartar la mirada de la entrada, esperando que salgan y poder aclarar algunas cosas con Gina al verla salir tan enojada de la empresa. Al pasar varios minutos, por el rabillo del ojo noto a alguien acercarse a mí, y al mirar por completo, noto cómo mi amigo Bram se acerca con sus manos levantadas como si estuviera a punto de arrestarle.— Bram, ¿dónde está...? —le pregunto mirando detrás de él, levantándome, yendo a su encuentro esperando que aparezca, pero nadie más le sigue.— Tranquilo, amigo —me palmea el hombro, y seguido coloca sus manos dentro del bolsillo de sus pantalones, mirando a un lado, transmitiendo su incomodidad—. Ella no quiere verte.— ¿Qué? —frunzo mi ceño confundido. — Pero… ¿por qué? ¿Por los guardias? Quizás me pasé un poco, pero necesitaba hablar con ella… sabes qué de las discusiones… —me detengo al notar hacia d
GINA.— Bueno, y así fue como terminé de puta.Le suelto toda mi breve historia a Adam, el bartender, quien me observa asombrado mientras mi risa suena estruendosa, por el alcohol que está haciendo su asombroso efecto de la honestidad y la “personalidad oculta” frente a varias personas.— ¡Pero calma, calma! —levanto las manos, para aclarar algunos argumentos—. Solo he estado con uno, así que soy pésima hasta en este trabajo —vuelvo a reírme escuchando cómo mis nuevos amigos de tragos se ríen junto a mí.— Vamos, pero el tipo tiene mucha plata. Si no estuviera encabronada, le pediría empleo a tu amiga —comenta la chica rubia a mi costado junto a su pareja, un moreno superalto. — ¡No! —niego, bebiendo un trago de mi vaso—. No te lo recomiendo.— Pero, ¿te gustó o no? —se cruza de brazos, sintiendo la mirada de los demás a la espera de una respuesta.— Sí, él es... —muerdo mi labio recordando su cuerpo, y la forma de tocarme. — Ardiente —bromea su esposo.— Si lo es —asiento, colocand