—En nuestra defensa, no sabíamos que esa cosa tardaría tanto en desaparecer —dice Alexander en voz alta, anunciando nuestra llegada mientras toma a su mujer por la cintura.
—Creo recordar que esa fue la época en que más golpeé a chicos en el instituto —digo, tratando de restarle seriedad a la anécdota—. Te citaron tantas veces en la dirección ese año que fue mi récord —añado, mirando a mi padre. Todos reímos, menos él.
—Sí, tu madre me culpó de todo, ahora que lo recuerdo —dice, poniendo cara de drama—. Me mandó a la habitación de huéspedes hasta que solucioné ese problema.
El abuelo interviene entonces con el tipo de presentación que se está volviendo habitual en él.
—Isabella, este es mi nieto Sebastián, y tu misión será ayudarle a conseguir una novia bonita, como la muchacha que te visitó hace un rato —parece que a la chica le hace gracia, pero yo no puedo reír; sé que, si me descuido, él podría tomar el control de mi vida—. Ya es hora de que llenen esta casa de niños.
—Gusto en conocerte, Isabella. Sí, soy su nieto Sebastián, pero no tienes que ayudarme a conseguir mujer —luego miro al abuelo—. Ya hemos hablado de esto.
—¿Dónde está mamá? —pregunto, mirando a mi alrededor.
—Fue por servilletas a la cocina y no sé qué más —responde mi padre, acercándose al asador para girar la carne.
—Parece que ustedes eran terribles —dice Isabella, girando entre los brazos de Alexander para besarlo.
Se ven unidos, ¿se ven enamorados? Observo con algo de sorpresa y, quizás, envidia esa interacción. Todos hacemos mofa del derroche de dulzura que están demostrando.
—Ignóralos, eso es envidia —dice Alexander, volviendo a besarla.
—Voy por mamá; seguro no trae cerveza —digo, yendo hacia el interior de la casa.
Mamá está ordenando fruta y otros alimentos más suaves en pequeñas bandejas en uno de los mesones de la cocina, así que me siento en una de las butacas a su lado.
—Hola, má —deja de inmediato lo que está haciendo para abrazarme y besar mi mejilla.
—Hola, bebé, te demoraste —me llama bebé, aunque le llevo más de una cabeza de ventaja. Sonrío, pues ya no pienso corregirla; esa batalla la perdí hace años.
—¿Te ayudo a llevar algo? —pregunto, viendo la cantidad de bandejas y tomando por fin un six-pack de cervezas del refrigerador.
—Lleva esta —me dice, señalando un pequeño recipiente con quesos y zanahorias en tiras.
—¿Qué opinas de la mujer de Alexander? —pregunto de manera casual, pero valorando mucho su opinión.
Mamá es muy buena evaluando a las personas, casi como si tuviera un radar para detectar malas intenciones. Fue ella quien encendió mis alarmas con la modelito.
—Parece una buena chica, es agradable y le está haciendo mucho bien a Alexander —mamá sonríe—. Casi parece otro.
Es cierto; nunca lo había visto tan entregado a una mujer, y eso que nunca le faltaron. Quizás las tuvo en exceso. Observo de vez en cuando a la pareja, y tal como dice mamá, esa chica no parece estar fingiendo cariño ni parece ser una trepadora o mala persona.
Trato de integrarme a la familia, pero hoy me están haciendo la vida especialmente imposible; parece que, como Alexander ya se casó, soy el siguiente blanco.
—¿Qué les pasa hoy? Se están comportando como unos desquiciados.
Después de hora y media de intentar compartir, mi nivel de tolerancia ha llegado a su límite, así que tomo mi plato y me alejo hacia una de las mesas de hierro junto a la piscina. La noche es calurosa, pero de vez en cuando corre algo de brisa, y eso ayuda un poco. Se puede observar alguna que otra nube en el cielo que, esporádicamente, oculta la luna. Miro el cielo, tratando de mitigar mi ofuscación pensando en otras cosas. No puedo evitar pensar que, si estuviera en la hacienda, el panorama sería mucho más hermoso. En la ciudad casi no se pueden ver las estrellas, pero en la hacienda eso es todo un espectáculo. Sí, definitivamente la hacienda es mi lugar feliz.
Isabella se acerca e inicia la conversación.
—Recuerdo que mi hermana pasó por una situación parecida hace algún tiempo —la miro aún con rastros de enojo, aunque sé que no es su culpa—. ¿Puedo sentarme? No tengo mucho que opinar en esa conversación —señala con la cabeza hacia los mayores del grupo.
—Como quieras —respondo—. No sabía que tenías sobrinos.
Su informe decía que tenía hermanos, pero no sobrinos.
—Y no los tengo. Mi hermana peleó con mamá y se fue de la casa. Mamá no le pedía un nieto, solo que se casara —la mueca en su cara se altera y parece que está recordando una mala escena.
—Se ve que la quieres mucho.
Comento al ver el evidente cariño hacia su familia. Aunque la pelea no era suya, es claro que la pasó mal.
—Supongo que debe ser bonito tener hermanos.
—Pero tú tienes primos, y por lo que escuché hace un rato, eran casi hermanos los tres.
Supongo que en algún momento fue así, se sintió así.
—Lo siento, no debí preguntar —dice.
Ella es detallista y empática, así que se me escapa una sonrisa algo triste.
—No hay problema, lo único que pasó fue la vida; crecimos y tuvimos que afrontarla, solo eso.
Me levanto al ver a Alexander acercarse.
—Fue un gusto conocerte, Isabella. Antes no tuve la oportunidad de felicitarte, felicitarlos —me corrijo ahora, mirando a Alexander, quien se para detrás de ella, poniendo las manos en sus hombros—. Ya me voy, pero les estoy debiendo un regalo apropiado.
Camino hasta Alexander y le digo en voz baja:
—Definitivamente, ella sí es una buena elección.
Me despido de todos y salgo. Hoy no es posible hablar con el abuelo a solas, así que no hay razón para quedarme más tiempo. Mamá me acompaña hasta la puerta y aprovecha para suavizar las cosas.
—No te enojes —dice, pegada a mi brazo—, pero si soy sincera, antes que nietos, lo que quiero es verte tan enamorado como se ve Alexander en este momento.
La abrazo y beso la punta de su cabeza, pareciéndome muy propio de ella ese pensamiento. Mamá es una mujer de buen corazón; papá debió haber hecho algo muy bueno en otra vida para poder tenerla a su lado, pues creo que en esta vida, no fue.
—Lo que pasa es que aún no encuentro una mujer tan buena y tenaz como tú; pusiste el estándar muy alto —la escucho reír por mis palabras.
—Ahí afuera, en algún lado, está la mujer que te hará perder la cabeza y no podrás hacer nada para evitarlo —toma mi rostro entre sus manos como si fuera un niño—. Es hora de que pienses en ti, en tu felicidad.
Por más que no quiera pensar en eso, la verdad es que sí me siento solo. No necesito mucha gente a mi alrededor, no quiero mucha gente a mi alrededor, pero sí desearía poder llegar a casa y tener lo que papá tiene con mamá: confianza y apoyo incondicional. No es que esté cerrado a dejar entrar a alguien en mi vida, es solo que mi mundo es complicado y no puedo dejarlo así sin más, sin que eso afecte a las personas que amo, así como tampoco puedo esperar que la vida no me cobre mis pecados.
Me pregunto si realmente existirá esa persona que no solo pueda amarme, sino que también comprenda mi mundo.
NOTA DE AUTOR
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Al día siguiente estoy tan ocupado que no tengo tiempo para volver a hablar con el abuelo, pero no puedo dejar pasar más el tiempo, así que lo hago la siguiente noche. Entramos directo al despacho para evitar ser interrumpidos.—Te traje con el pensamiento —dice el abuelo ofreciéndome una bebida.Por un breve momento creí en la seriedad del hombre, pero luego pierdo interés totalmente en sus palabras.—La hermana de Isabella está aquí de visita, es una chica muy linda, es médico y está soltera.Lo interrumpo, no queriendo perder el tiempo en cosas sin sentido.—Quiero hablar de Noah —a la mención de ese nombre, el rostro del abuelo toma seriedad.—Así que ya sabes que volvió al país —se sienta frente a mí—. No estoy incumpliendo nuestro trato solo por intentar hablar con mi nieto y conocer a su señora y a mi primera bisnieta, ¿verdad?—¿Sólo harás eso? ¿No tratarás de hacerlo volver? —pregunto recostando mi espalda en la silla y mirándolo fijamente.Mira hacia un lado y sé que no quie
Han pasado unos días desde la reunión familiar, y estoy abrumado de trabajo. No solo por las tareas habituales, sino también por la investigación conjunta que estamos realizando con Alexander. ¿Cómo desapareció la carga? Es un misterio que no puedo ignorar. He seguido exhaustivamente la ruta y decidido investigar, en especial, las paradas realizadas durante el recorrido.Los tiempos de parada han sido los normales: una pausa para comer algo o simplemente usar el baño, lo que me obliga a ser creativo en la búsqueda de opciones. Alexander me aseguró que en las bodegas de entrada y recepción de la mercancía no se efectuaron robos, así que solo nos queda analizar el trayecto. He conseguido los videos de seguridad de la mayoría de las paradas y, hasta ahora, no he visto nada fuera de lo común.Estoy concentrado en los videos cuando suena el teléfono fijo de la oficina. Al levantar el auricular, escucho la voz de Lissa, mi asistente, informándome que una nueva persona se ha integrado a nues
Le devuelvo el celular a la preocupada chica que no me quita los ojos de encima y me sigue con la mirada mientras tomo mi teléfono para llamar a Arturo.—Necesito confirmar ya dónde está Alexander. Prende los rastreadores; voy bajando.Ignoro a la chica al pasar por su lado, pero la muy osada me intercepta y habla.—¿Qué le digo a Isabella? Ella está desesperada, ¿qué hago? No puedo simplemente imaginar que nada pasó.—Trata de calmarla —le digo, y luego la aparto para proseguir.—¿De verdad piensa ir a buscarlo? ¿No llamará a las autoridades? ¿Se cree Superman o qué?No sé qué le acabo de decir con la mirada, pero, por la expresión que pone, parece que no fue nada bueno. Retrocede un poco y agacha la cabeza antes de volver a hablar.—Perdón, estoy nerviosa y preocupada por mi amiga. No fue mi intención faltarle al respeto.Parece que la preocupación por su amiga es real y, aunque es inteligente, es tan poco sensata que seguramente sería capaz de seguirme y sermonearme hasta que suba
Su rostro muestra sorpresa y sus labios se abren, aparentemente para replicar, pero en el último momento los vuelve a cerrar. A pesar del gran parecido físico que tiene con su hermana menor, Sophia no irradia esa aura de inocencia que caracteriza a Isabella. Los oficiales se acercan para ayudar con el hombre que tengo aprisionado bajo mi peso, así que me hago a un lado. No estoy seguro, pero creo que esta mujer sabe que no nos conviene hablar delante de las autoridades.—Es algo muy peligroso lo que acaba de hacer, señor —dice uno de los oficiales al llegar hasta nosotros—, aun así, fue muy valiente.—Gracias —respondo educadamente al uniformado.La verdad es que esperaba que el sujeto presentara más resistencia para aliviar un poco mi carga, pero ni modo. Al levantarme, le ofrezco la mano a Sophia para que pueda hacerlo más fácilmente también.—Señores oficiales, por favor, déjenlo sobre esa camilla. Lo atenderé rápidamente para que ustedes puedan proseguir con su trabajo.Observo cu
Últimamente, he tenido muchos días difíciles, y las cosas parecen no mejorar. En días como hoy, siento que todos mis problemas se acumulan y pesan más de lo habitual en mi mente: mi deuda estudiantil, un matrimonio fallido, un trabajo extremadamente pesado y exigente, y saber que mis compañeros hombres ganan más que yo solo por ser hombres, mientras esquivo las insinuaciones del pedante de Dylan. Creía que ese era mi límite, pero desde hace unos días debo sumar un problema más, que me obliga a redefinirlo: estoy frustrada sexualmente.Sebastián sale del área de urgencias, y ni siquiera tengo tiempo para darme un banquete visual con él. Es injusto. No puedo ni mirarlo, y el hombre me encanta desde que lo vi por primera vez y noté esos hombros anchos y esa mirada que parece gritar: "No juegues conmigo porque te arrepentirás". Sin embargo, él parece no notarme. No es que sea una mujer clásica ni nada por el estilo; soy perfectamente capaz de dar el primer paso, pero lo mínimo que necesit
—Espérame, voy por mis cosas y me despido de Isabella —dice Sophia, y desaparece rápidamente por el pasillo.Claro, está saliendo de turno, es mujer, así que mínimo tomará su bolso. Parece que tiene razón; ya no estoy pensando con claridad. Necesito descansar para evitar cometer errores que pueda lamentar. Para mi sorpresa, no lleva un bolso delicado, sino un morral que parece pesar toneladas. Apenas se acerca, lo tomo.—Yo puedo —protesta por mi ayuda.—Lo sé, pero me sentiría mal caminando con las manos vacías mientras tú cargas tanto peso.—¡Oh! Entonces no lo haces por mí, sino por ti —responde, haciéndome mirarla de reojo. No puedo evitar sonreír ante su comentario—. Sabes sonreír.Ella también sonríe, y continuamos nuestro camino hasta el estacionamiento. Desactivo el seguro y le abro la puerta del vehículo, aunque, para mi mala suerte, la vista de hoy no es tan espléndida como la de la última vez. Hoy lleva puesta una pijama azul de médico, así que está en pantalones.—¿Qué qui
Hace solo unas horas no habría imaginado que estaría esta noche en mi apartamento con Sebastián, mucho menos que pasaría la gran vergüenza gracias al idiota de Terry. ¿Por qué no puede simplemente aceptar que todo terminó?—Espérame un momento, traigo el botiquín —digo, descargando las llaves en un mueble y dejando el morral sobre una silla.—Realmente no es necesario, esto no es nada —dice, tocando su rostro.—No te hagas el fuerte, Sebastián. Ya te dije que es por mí, no por ti. Además, agarrarte a golpes con él tampoco era necesario. Ya te había dicho que yo sola podía.Tomo rumbo a mi habitación para cambiarme la ropa por algo más cómodo y traer el botiquín. No demoro mucho ahí, pero esos cinco minutos son más que suficientes para analizar un poco las cosas. Tengo en mi sala a un hombre que físicamente es como me gusta: grande, ejercitado, valiente, con un rostro apuesto que parece gritar peligro. Es rico, soltero y sin hijos; debe tener unos treinta o treinta y pocos años. Es ext
Estuve a punto de transgredir una norma: besarla y hacerle quién sabe cuántas cosas que, indudablemente, habría disfrutado. No es que me preocupe la advertencia de Alexander de no meterme con ella; es más por el hecho de que, al ser la hermana de Isabella, podría ser incómodo para todos nosotros si solo la tomo como amante por un rato y luego me la encuentro en todas las reuniones familiares. Todo sería diferente si fuera ella quien propiciara las cosas, quien creara el momento. Pero, hasta ahora, su lenguaje verbal y no verbal no me ha dado indicios de que yo le guste.Cuando volvió de su habitación con un atuendo tan pequeño, creí que eso podría ser un indicio, pero su comportamiento seguía sin mostrar signos de coquetería o malicia. Así que debí aferrarme a ese libro para contenerme y no bajar las delgadas tiras de esa camisa, sentir la suavidad de su pecho en mis manos y capturar uno de sus pezones en mi boca. Sabía que tenía hermosas piernas, pero ni el vestido de la otra noche n