—Espérame, voy por mis cosas y me despido de Isabella —dice Sophia, y desaparece rápidamente por el pasillo.Claro, está saliendo de turno, es mujer, así que mínimo tomará su bolso. Parece que tiene razón; ya no estoy pensando con claridad. Necesito descansar para evitar cometer errores que pueda lamentar. Para mi sorpresa, no lleva un bolso delicado, sino un morral que parece pesar toneladas. Apenas se acerca, lo tomo.—Yo puedo —protesta por mi ayuda.—Lo sé, pero me sentiría mal caminando con las manos vacías mientras tú cargas tanto peso.—¡Oh! Entonces no lo haces por mí, sino por ti —responde, haciéndome mirarla de reojo. No puedo evitar sonreír ante su comentario—. Sabes sonreír.Ella también sonríe, y continuamos nuestro camino hasta el estacionamiento. Desactivo el seguro y le abro la puerta del vehículo, aunque, para mi mala suerte, la vista de hoy no es tan espléndida como la de la última vez. Hoy lleva puesta una pijama azul de médico, así que está en pantalones.—¿Qué qui
Hace solo unas horas no habría imaginado que estaría esta noche en mi apartamento con Sebastián, mucho menos que pasaría la gran vergüenza gracias al idiota de Terry. ¿Por qué no puede simplemente aceptar que todo terminó?—Espérame un momento, traigo el botiquín —digo, descargando las llaves en un mueble y dejando el morral sobre una silla.—Realmente no es necesario, esto no es nada —dice, tocando su rostro.—No te hagas el fuerte, Sebastián. Ya te dije que es por mí, no por ti. Además, agarrarte a golpes con él tampoco era necesario. Ya te había dicho que yo sola podía.Tomo rumbo a mi habitación para cambiarme la ropa por algo más cómodo y traer el botiquín. No demoro mucho ahí, pero esos cinco minutos son más que suficientes para analizar un poco las cosas. Tengo en mi sala a un hombre que físicamente es como me gusta: grande, ejercitado, valiente, con un rostro apuesto que parece gritar peligro. Es rico, soltero y sin hijos; debe tener unos treinta o treinta y pocos años. Es ext
Estuve a punto de transgredir una norma: besarla y hacerle quién sabe cuántas cosas que, indudablemente, habría disfrutado. No es que me preocupe la advertencia de Alexander de no meterme con ella; es más por el hecho de que, al ser la hermana de Isabella, podría ser incómodo para todos nosotros si solo la tomo como amante por un rato y luego me la encuentro en todas las reuniones familiares. Todo sería diferente si fuera ella quien propiciara las cosas, quien creara el momento. Pero, hasta ahora, su lenguaje verbal y no verbal no me ha dado indicios de que yo le guste.Cuando volvió de su habitación con un atuendo tan pequeño, creí que eso podría ser un indicio, pero su comportamiento seguía sin mostrar signos de coquetería o malicia. Así que debí aferrarme a ese libro para contenerme y no bajar las delgadas tiras de esa camisa, sentir la suavidad de su pecho en mis manos y capturar uno de sus pezones en mi boca. Sabía que tenía hermosas piernas, pero ni el vestido de la otra noche n
Todo empeora. El maldito interrogatorio fue un éxito rotundo... bueno, casi. Mientras "ganaban mi confianza", mi nivel de estrés bajó considerablemente, pero cuando por fin llegó el momento de la verdad y la información me llegó de forma confiable, todo se fue al carajo. Fue como si me cayera un baldado de agua fría. Yo fui quien generó una falla de seguridad; soy una total vergüenza.Aquellos hombres me suministraron los datos completos para armar el rompecabezas de lo que está sucediendo aquí. Cada uno tenía una pieza. El conductor afirma que Yoshua, un traficante medio, fue quien lo contactó y le indicó qué hacer. Supuestamente, Yoshua tiene un contacto de alto rango en nuestro grupo, alguien con el poder suficiente para moverse por todos los lugares de la empresa sin despertar sospechas. Fue esa persona quien le indicó a Yoshua cómo proceder.Obviamente, el conductor no representa un problema para nosotros ahora, pero debía darle una lección. Era necesario que comprendiera que las
Le di vueltas y vueltas a la situación. Ekaterina debía pagar, pero tampoco me sentía cómodo con la idea de lastimarla. No quiere decir que no pueda lastimar mujeres; lo he hecho, pero no es algo que me guste o de lo cual me sienta orgulloso. Soy un experto en tortura, pero los gritos de las mujeres y los niños no tienen el mismo efecto en mí. Además, tampoco me agrada la idea de ajusticiar a una mujer que ha estado en mi cama y me ha dado tan buen sexo. Afortunadamente, la tortura no se limita a generar un dolor físico; el peor golpe es quizás el psicológico, y en este momento, ese es el que tendrá que enfrentar Ekaterina.La respuesta no demora mucho en llegar a mi celular.—Llego esta noche a tu apartamento —responde, y el celular me avisa que sigue en línea.—Necesito algo diferente, más que sexo. Vámonos primero a un bar; necesito licor —respondo.Su respuesta demora casi un minuto en llegar. Está pensándolo, pues nunca nos hemos encontrado en un lugar público. Responde que sí.—
En definitiva, le he perdido el gusto a esta mujer. El hombre que está por recibir una felación por parte de Ekaterina no es el Sebastián Pizano habitual, sino un Sebastián enojado que ha decidido sacarse esta noche el arpón que le clavó esta mujer y devolvérselo. Sus besos, ni la suavidad de su piel, logran generar en mí los resultados que necesito, así que he tenido que recurrir a mi imaginación para que mi amigo se digne a cooperar.La mujer se arrodilla en el suelo y, sin perder tiempo, sus labios teñidos de rojo me envuelven. Un pequeño resplandor se ve a lo lejos y pasa casi inadvertido para todos. Las nuevas tecnologías son una maravilla. Mi miembro está a media asta y debo poner algo más de imaginación en el asunto, pues hoy no es momento de quedar mal; al contrario, es cuando más debo lucirme. Cierro los ojos y echo la cabeza hacia atrás para ponerle rostro a mi fantasía.Sé que no debo usar el rostro de Sophía, aunque la tentación me consume, así que sigo buscando reemplazos
Pese al cansancio del día, no pude tener un sueño tranquilo y desperté tan temprano como siempre. El sol aún no ha salido, pero son casi las cinco de la mañana. Me siento al borde de la cama y paso las manos por mi rostro, tratando de despejarme. Enciendo la luz y el celular sobre mi mesa de noche llama poderosamente mi atención. Sonrío al saber que es hora de iniciar la verdadera venganza.Tomo el aparato en mis manos y me envío el primer mensaje como si fuera Ekaterina: "Anoche fue una gran noche, ya tengo ganas de volver a verte, amor". Envío el mensaje. Me responderé en un rato y tendré que mantener esa absurda dinámica por unos días, asegurándome de borrar la notificación. Con solo cuatro días que logre mantener esta farsa, será suficiente; entonces citaré a Ekaterina y nuestro encuentro no tendrá nada que ver con el anterior.Pongo algo de música antes de iniciar mi rutina de ejercicio y quemar algo de energía. Comienzo con un trote suave en la máquina y, poco a poco, aumento la
—No deberías pensar eso —dice Sophia.La abraza de manera protectora, y de pronto pienso no solo en que es una escena bonita, sino en cómo ella hace lo mismo que yo siempre he tratado de hacer con mis primos: protegerlos. A su manera, eso es lo que hace al mirarme de forma severa. No entiendo del todo lo que piensa. Sé que no me tiene miedo; hemos estado solos y, a pesar de que no he podido evitar mostrarle pequeños apartes de mi verdadera personalidad, ella no me teme. Pero cuando se trata de su hermana, de pronto evalúa mis actitudes con otro estándar. Me ve peligroso, igual que a Alexander.—No es tu culpa. No tenías motivo para pensar que eso era una amenaza y no una felicitación, menos después de la pérdida de tu celular. Era lógico pensar que era la felicitación de un amigo —continúa Sophia.Tomo nota mental de lo que acabo de escuchar. No sabía que la línea telefónica y el celular de Isabella eran nuevos. Con esa información, puedo suponer que ella perdió algunos contactos, así