Le di vueltas y vueltas a la situación. Ekaterina debía pagar, pero tampoco me sentía cómodo con la idea de lastimarla. No quiere decir que no pueda lastimar mujeres; lo he hecho, pero no es algo que me guste o de lo cual me sienta orgulloso. Soy un experto en tortura, pero los gritos de las mujeres y los niños no tienen el mismo efecto en mí. Además, tampoco me agrada la idea de ajusticiar a una mujer que ha estado en mi cama y me ha dado tan buen sexo. Afortunadamente, la tortura no se limita a generar un dolor físico; el peor golpe es quizás el psicológico, y en este momento, ese es el que tendrá que enfrentar Ekaterina.La respuesta no demora mucho en llegar a mi celular.—Llego esta noche a tu apartamento —responde, y el celular me avisa que sigue en línea.—Necesito algo diferente, más que sexo. Vámonos primero a un bar; necesito licor —respondo.Su respuesta demora casi un minuto en llegar. Está pensándolo, pues nunca nos hemos encontrado en un lugar público. Responde que sí.—
En definitiva, le he perdido el gusto a esta mujer. El hombre que está por recibir una felación por parte de Ekaterina no es el Sebastián Pizano habitual, sino un Sebastián enojado que ha decidido sacarse esta noche el arpón que le clavó esta mujer y devolvérselo. Sus besos, ni la suavidad de su piel, logran generar en mí los resultados que necesito, así que he tenido que recurrir a mi imaginación para que mi amigo se digne a cooperar.La mujer se arrodilla en el suelo y, sin perder tiempo, sus labios teñidos de rojo me envuelven. Un pequeño resplandor se ve a lo lejos y pasa casi inadvertido para todos. Las nuevas tecnologías son una maravilla. Mi miembro está a media asta y debo poner algo más de imaginación en el asunto, pues hoy no es momento de quedar mal; al contrario, es cuando más debo lucirme. Cierro los ojos y echo la cabeza hacia atrás para ponerle rostro a mi fantasía.Sé que no debo usar el rostro de Sophía, aunque la tentación me consume, así que sigo buscando reemplazos
Pese al cansancio del día, no pude tener un sueño tranquilo y desperté tan temprano como siempre. El sol aún no ha salido, pero son casi las cinco de la mañana. Me siento al borde de la cama y paso las manos por mi rostro, tratando de despejarme. Enciendo la luz y el celular sobre mi mesa de noche llama poderosamente mi atención. Sonrío al saber que es hora de iniciar la verdadera venganza.Tomo el aparato en mis manos y me envío el primer mensaje como si fuera Ekaterina: "Anoche fue una gran noche, ya tengo ganas de volver a verte, amor". Envío el mensaje. Me responderé en un rato y tendré que mantener esa absurda dinámica por unos días, asegurándome de borrar la notificación. Con solo cuatro días que logre mantener esta farsa, será suficiente; entonces citaré a Ekaterina y nuestro encuentro no tendrá nada que ver con el anterior.Pongo algo de música antes de iniciar mi rutina de ejercicio y quemar algo de energía. Comienzo con un trote suave en la máquina y, poco a poco, aumento la
—No deberías pensar eso —dice Sophia.La abraza de manera protectora, y de pronto pienso no solo en que es una escena bonita, sino en cómo ella hace lo mismo que yo siempre he tratado de hacer con mis primos: protegerlos. A su manera, eso es lo que hace al mirarme de forma severa. No entiendo del todo lo que piensa. Sé que no me tiene miedo; hemos estado solos y, a pesar de que no he podido evitar mostrarle pequeños apartes de mi verdadera personalidad, ella no me teme. Pero cuando se trata de su hermana, de pronto evalúa mis actitudes con otro estándar. Me ve peligroso, igual que a Alexander.—No es tu culpa. No tenías motivo para pensar que eso era una amenaza y no una felicitación, menos después de la pérdida de tu celular. Era lógico pensar que era la felicitación de un amigo —continúa Sophia.Tomo nota mental de lo que acabo de escuchar. No sabía que la línea telefónica y el celular de Isabella eran nuevos. Con esa información, puedo suponer que ella perdió algunos contactos, así
Nuevamente tiene puesta su pijama de médico, pero hoy es azul oscuro, no verde como sus ojos. La miro disimuladamente y me alegra que eso sea lo que use, pues esas prendas anchas disimulan su buena figura y hacen que llame menos la atención. Ella, sin necesidad de mostrar su cuerpo, llama suficiente la atención.Sé que no soy el único atraído por ese carácter fuerte. A mi mente llega la imagen de su compañero hablándole con familiaridad y tocando su hombro. Definitivamente, él tiene un interés romántico en ella; fue evidente en su mirada.Me adelanto y abro la puerta del vehículo para que ingrese. Pongo el motor en marcha y tomo rumbo a su apartamento.—Agradezco tus buenas intenciones, pero no es necesario que me lleves a casa cada vez que nos encontremos —dice, sosteniendo una bolsa blanca en sus piernas—. Se te va a dañar esto.Volteo a ver rápidamente de qué me está hablando, y entonces caigo en cuenta de que esa bolsa blanca contiene el recipiente con la ensalada de frutas que me
¿Por qué tiene que ser gay? Es tan injusto.Eso pienso mientras subo la escalera con mi pesado morral. Cierro la puerta del apartamento tras de mí y me recuesto en ella, recordando la tontería que acabo de hacer. Mi espalda se desliza por la puerta hasta que quedo sentada contra ella, con el morral en el suelo.¡Qué vergüenza! Debe pensar que soy una especie de loca y que todas las mujeres son así. Debe estar contento al imaginar todos los dramas de los que se ha salvado al ser gay. Pero, en mi defensa, me gusta tanto que olvido que lo es y entro en pánico. No quiero volver a sufrir, no quiero volver a ser la tonta de la relación, esa que cede a todo por mi afán de apoyar siempre, y al final, volver a perderlo todo, hasta a mí misma. Ahora soy solo una triste sombra de lo que alguna vez fui.Cuando conocí a Terry, todo fue genial. Ocurrió en la sala de urgencias de la clínica en la que trabajaba, y la conexión fue inmediata. Su lesión fue menor y se recuperó pronto. Me gustó saber que
El apartamento de ese tal Terry está a oscuras. Es un lugar de clase baja, en el cual tanto mis ropas como mi vehículo llaman la atención. No me importa; sé cómo comportarme en este entorno. Salgo del vehículo, desabotono los puños de mi camisa para poder doblarlos un par de veces y me recuesto contra el auto, esperando al fulano.Mientras, tomo el celular y miro la foto de perfil de Sophía. Está abrazando a una mujer mayor; supongo que es su madre. ¿Ya habrá guardado mi contacto? Quiero asegurarme de que lo haga, así que decido enviarle un mensaje.Su respuesta llega unos minutos después: "Guardado. Espero que puedas comer algo antes de tu cita". Comer... si ella supiera lo que se me antoja comer, no habría enviado esa respuesta. Esta noche me merezco una medalla; ha sido muy difícil no subir con ella y cumplir alguna de mis fantasías. He tratado de frenarlas, pero unas tantas se han filtrado, cortesía de las novelas gráficas que tiene en su biblioteca...Soy un hombre adulto y disci
Hoy decido llegar antes de lo usual a la oficina. Algunos temas que maneja Alexander están cayendo en mis manos, y eso hace que los correos y las juntas se acumulen como nunca. El portero abre la puerta y me saluda formalmente, como cada mañana. Me sorprende encontrar a alguien más aquí; normalmente, a esta hora, solo veo a las empleadas de servicios generales.Sin embargo, el uniforme a lo lejos es el de una administrativa. La administrativa habla animadamente con la persona que está limpiando el ascensor.—Buen día, jefe —me saluda la mujer que limpia el ascensor—. Ya estoy terminando.—Buen día, Evelyn —le respondo. Ella es la única con quien me cruzo a esta hora—. No hay problema, yo espero.—Buen día, jefe —dice Cloe con una sonrisa.Frunzo el ceño al darme cuenta de que Cloe está aquí. Faltan tres horas para que comience su jornada laboral. ¿Qué hace aquí?—Buen día, señorita Cloe —la saludo—. ¿Tiene un horario especial?Por primera vez, su sonrisa se borra, haciéndome entender