Hoy decido llegar antes de lo usual a la oficina. Algunos temas que maneja Alexander están cayendo en mis manos, y eso hace que los correos y las juntas se acumulen como nunca. El portero abre la puerta y me saluda formalmente, como cada mañana. Me sorprende encontrar a alguien más aquí; normalmente, a esta hora, solo veo a las empleadas de servicios generales.Sin embargo, el uniforme a lo lejos es el de una administrativa. La administrativa habla animadamente con la persona que está limpiando el ascensor.—Buen día, jefe —me saluda la mujer que limpia el ascensor—. Ya estoy terminando.—Buen día, Evelyn —le respondo. Ella es la única con quien me cruzo a esta hora—. No hay problema, yo espero.—Buen día, jefe —dice Cloe con una sonrisa.Frunzo el ceño al darme cuenta de que Cloe está aquí. Faltan tres horas para que comience su jornada laboral. ¿Qué hace aquí?—Buen día, señorita Cloe —la saludo—. ¿Tiene un horario especial?Por primera vez, su sonrisa se borra, haciéndome entender
Hoy comienza mi turno nocturno, pero decido llegar un poco antes para apoyar a mi hermana. Atravieso la recepción, dejo mis cosas en la sala de médicos y, cuando estoy por salir, veo a una de mis compañeras maquillándose.¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que me preocupé por mi aspecto? Me da algo de tristeza pensar en eso. Hace unos días, por alguna razón, me sentí incómoda estando en la misma habitación con Cloe y Sebastián. No pude evitar pensar en lo bien que sabe arreglarse Cloe, y que si él no fuera gay, posiblemente se fijaría en ella, no en mí. Sonrío también al recordar que fue evidente que a Cloe le gusta Sebastián. Vaya sorpresa la que se llevará esa chica.Es una tontería; no tengo motivo para arreglarme en este momento o para estar celosa. Si me arreglo ahora, posiblemente el doctor Dylan Moore pensará que lo hago por él, como respuesta a sus recientes galanteos, y nada podría estar más alejado de la realidad. Ese hombre está muy lejos de mis gustos. Tengo pref
Ahora entiendo la forma de ser de esta chica. Vive con su familia en un vecindario similar al de Sophía, pero con más personas en un apartamento del mismo tamaño, por lo que siempre hay alguien con quien hablar y mucho que hacer. Su madre nos recibe en la puerta y me agradece lo que ella considera un hermoso gesto.Saludo a la madre y a tres hermanos menores que me observan con curiosidad. Calculo que el chico tiene unos catorce años y las gemelas, seis o siete. Todo funciona como un reloj en esa casa: una de las niñas pone la mesa, al chico le toca lavar la loza hoy, y la otra niña tiene otra asignación relacionada con la ropa, según alcanzo a entender.La comida es simple, pero agradable. Cada uno cuenta sus experiencias del día, y hay una especie de retroalimentación que no observaba desde hace años. Cloe ríe de algún comentario tonto del chico, quien tampoco tiene pelos en la lengua para hablar.—¿Y qué nos cuenta usted, señor Sebastián? —pregunta la madre.Respondo lo que puedo p
Mientras Alexander se recupera, estoy a la cabeza de todo. La cantidad de reuniones y datos que hay que analizar me agobia, además de que eso hace que todo mi equipo esté sobrecargado de trabajo, sobre todo Lissa y Arturo. Sigo sin entender por qué Alexander peleó tanto por este cargo; es un fastidio total.A las diez de la mañana, llega a mi correo el informe completo de los estudios de seguridad. Hice revisar a todo el personal, incluyendo a los fallecidos en el atentado. Uno a uno voy descartando traidores y aumentando mi ansiedad, pues estoy dejando de último a mi sospechoso principal. Reviso muchas cosas: cuentas bancarias, propiedades, viajes extraños, su familia y, en algunos casos, sus GPS. Todos están limpios, menos, obviamente, los sicarios del otro bando, cuyas cuentas bancarias me confirman lo que ya sabía...Falta un solo clic. La carpeta se abre, dejándome ver alertas en todas las áreas posibles. Ingresos mensuales mucho más elevados de lo debido, una propiedad escondida
Es evidente el esmero que ha puesto en su arreglo hoy; luce despampanante con ese vestido negro que se ajusta a sus curvas como si estuviera hecho a medida. Debería sentir el deseo de demostrarle a ese cuerpo lo que el mío puede hacerle sentir de nuevo, pero no, el fuego se ha extinguido.Cierro la puerta y ella me mira con evidente deseo. Se sienta al borde de la cama y cruza las piernas de forma sugestiva.—Parece que hoy quieres jugar a los roles —desliza un dedo por sus labios y lo va bajando lentamente hasta su escote—. Te queda bien la fachada de hombre indiferente; será divertido romperla.—No es una fachada, así que detente.No me cree, así que enciendo el televisor y proyecto las imágenes que tenía preparadas. Su sonrisa se congela.—¿Qué es eso, Sebastián? —me mira con incredulidad—. ¿A qué estás jugando?El tono tentador desaparece de su voz y es reemplazado por uno ofendido.—Son las imágenes de una mujer completamente enamorada de un hombre —camino hacia ella y se levanta
—Su vida se está apagando, Sebastián, y no puedo hacer nada.Escuchar a Noah romperse fue desgarrador. Su voz temblaba, cargada de impotencia y miedo. No solo estaba perdiendo a la mujer que ama; También estaba asfixiándose con el temor de fallar como padre. La idea de no ser suficiente para su hija lo torturaba. Lo entiendo. Yo tampoco sabría qué hacer. ¿Qué sabemos nosotros de bebés, de ser padres, de convertir una casa en un hogar cálido? Hubiera mandado todo al carajo para estar a su lado, apoyándolo. Pero él no me quiere ahí, no todavía.—No puedes hacer nada para que Mía sana, mientras que en casa te necesito. No debes venir —detuvo mis intenciones con una frialdad que dolía.Tenía razón, pero eso no lo hacía más fácil. Noah es como un hermano para mí. Aunque la vida nos haya separado en algunos momentos, nunca hemos perdido contacto, nunca hemos dejado de apoyarnos. Me frustra no poder estar ahí. Y, claro, quiero conocer a su hija; todos queremos.Han pasado dos semanas desde q
Como siempre, Alexander pone mala cara en cuanto pongo mi música. Me resulta divertido molestarlo, debo admitir. Eso hace que disfrute aún más de mis canciones. Llevo días sumido en un mar de trabajo de oficina, y los openings de Naruto y el ejercicio me han mantenido a flote. Me llenan de energía, justo lo que necesito para no hundirme en la rutina.—No puedo creer que a un grandulón como tú le gusten esas cosas aún —dice con desdén, mientras me lanza una mirada burlona.Le devuelvo una mirada fulminante.—Ya te lo advertí: es mi auto, mi música. —Sonríe con arrogancia, así que decido molestarlo más—. No te imaginas lo inspirador que puede ser. La cantidad de ideas que me vienen viendo esos animes es increíble, facilitan mi tarea como cobrador.Su risa se apaga mientras me concentro en la carretera. El silencio cae sobre nosotros.—Ya casi llegamos. Déjame hablar a mí —rompo el mutismo con una voz firme.Estaciono frente al edificio de Duin, consciente de que las miradas de la gente
No logro comprender cómo Sophía pudo elegir una profesión tan deprimente como la medicina. Desde antes de cruzar la puerta de urgencias, ya se ven rostros angustiados, y al entrar en la sala de espera, la situación empeora. Niños llorando, personas dobladas por el dolor y heridas leves componen el sombrío abanico de realidades que saltan a la vista. Este no es el tipo de ambiente que me gustaría para ninguna mujer, mucho menos para ella.Es irónico que me desagrade este entorno, considerando que cuando trabajo de cobrador disfruto de la sangre y el llanto. Pero en mi defensa, no es la violencia lo que me satisface, sino la certeza de que el sufrimiento que infrinjo, ya sea físico o psicológico, dejará una marca en mis víctimas. Les obligará a reconsiderar las consecuencias de sus decisiones.Nos dirigimos hacia la recepción de enfermería, conscientes de la mirada curiosa de la mujer tras el mostrador, quien evidentemente nota que no venimos por asistencia médica. Alexander toma la ini