28. HABLANDO CON SOPHÍA

No logro comprender cómo Sophía pudo elegir una profesión tan deprimente como la medicina. Desde antes de cruzar la puerta de urgencias, ya se ven rostros angustiados, y al entrar en la sala de espera, la situación empeora. Niños llorando, personas dobladas por el dolor y heridas leves componen el sombrío abanico de realidades que saltan a la vista. Este no es el tipo de ambiente que me gustaría para ninguna mujer, mucho menos para ella.

Es irónico que me desagrade este entorno, considerando que cuando trabajo de cobrador disfruto de la sangre y el llanto. Pero en mi defensa, no es la violencia lo que me satisface, sino la certeza de que el sufrimiento que infrinjo, ya sea físico o psicológico, dejará una marca en mis víctimas. Les obligará a reconsiderar las consecuencias de sus decisiones.

Nos dirigimos hacia la recepción de enfermería, conscientes de la mirada curiosa de la mujer tras el mostrador, quien evidentemente nota que no venimos por asistencia médica. Alexander toma la ini
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