—Deberíamos poner algo de música —dice Alexander, esbozando una sonrisa tan amplia que lo fulmino con la mirada a través del espejo retrovisor.—Si es por mí, no se preocupen —responde Sophía sin apartar la vista de la ventana—. Esta noche tendré suficiente con soportar ruido y gente sudorosa a mi alrededor. No necesito más.Frunzo el ceño, sorprendido. Normalmente, yo tampoco soy fan de esos ambientes. Siempre necesito una excusa laboral o una motivación muy específica para ir a lugares concurridos. La miro de reojo, intrigado por su desgana. Ella está absorta mirando por la ventana, como si la ciudad fuera realmente algo interesante de mirar. Me pregunto si tal vez yo debería acompañarla esta noche. No es que disfrute de esos eventos, pero… Muero por verla arreglada.He estado trabajando tan duro que me merezco un premio, aunque sea uno visual.Dejamos a Alexander en casa del abuelo y seguimos rumbo al edificio de Sophía. El silencio en el auto me pesa, así que intento romperlo con
—Se nota que está muy interesado en ti —dice Mary, mientras ambas observamos a Dylan regresar a su consultorio—. Si yo fuera tú, ya habría aprovechado a ese bombón.Bombón. Si ella supiera que ya le quité el envoltorio y lo probé, no me estaría hablando como si fuera una puritana. Pero el problema con Dylan no es lo que pasa en la cama. Es cómo me siento con él cuando no estamos en ella.Hemos intentado pasar más tiempo juntos estos últimos días. Hemos compartido varios desayunos, y él ha sugerido un par de veces ir a mi apartamento o que yo vaya al suyo, pero algo en mí aún no está del todo cómodo con la idea. Me las he arreglado para evitar esos momentos, pero ya no puedo tratarlo como una aventura casual de una sola noche.—No estoy segura de lo que quiero con él todavía —respondo, sin apartar la vista de la radiografía que ahora reviso—. No voy a precipitarme.No sé qué expresión tiene Mary en la cara, pero puedo sentir sus ojos fijos en mí. De repente, suelta un grito que me sobr
Después de dejar a Alexander en la casa del abuelo, me obliga a mantener la mirada fija en la ventana. Sé que mirar a Sebastián sería un error, y no necesito más distracciones. He estado tensa estos últimos días, y solo hay una cosa que podría aliviar esa tensión. Una sola mirada hacia él, y mi mente se llenaría de pensamientos que no deberían estar ahí. Jonathan tenía razón: Sebastián es un verdadero monumento de hombre.Cierro los ojos por un momento, pero las imágenes de ese sueño húmedo con él vuelven a invadir mi mente. No, ahora más que nunca, debo evitar mirarlo.¿Tendrá algún tatuaje escondido? ¿Y si lo tiene, dónde estará? ¿Marcará su piel alguna cicatriz que cuente la historia de un cuerpo tan perfectamente esculpido? La idea de que haya pasado por algo similar a lo de su primo me inquieta, pero aunque la curiosidad me arde por dentro, no me atrevo a preguntarle.El tráfico fluye inusualmente rápido, pero no tan rápido como la ola de calor que se enciende entre mis piernas a
Se están besando. El movimiento de sus labios es suave y sensual, y cuando por fin se separan, sus labios entreabiertos parecen llamarme, como si pidieran que le enseñe lo que es un beso de verdad, los estragos que soy capaz de ocasionar en su cuerpo con solo eso. Todos los hombres creemos saber de estos asuntos, pero yo... sé que puedo llevarla a un estado que ni siquiera imagina. Puedo darle lo que necesita, lo que nunca ha experimentado, y más. Mucho más.Miro al sujeto, y mi primer pensamiento es que ella es demasiado mujer para él. Necesita a alguien fuerte a su lado, alguien que no solo la proteja del mundo, sino incluso de ella misma en ocasiones. Alguien que sepa cuándo debe dominarla y cuándo dejarse dominar. No tengo idea de qué es lo que voy a hacer, pero indudablemente algo haré, y tendrá que ser esta noche.Estoy de pie en este balcón, mis manos aprietan con fuerza la baranda, tanto que siento que, si pudiera, la rompería. La rabia y el deseo me consumen. Tomo el celular
¿Por qué siempre hay fila en el baño de mujeres? El líquido consumido esta noche ya pesa mucho en mi vejiga, y la situación se agrava mientras más me acerco a esa puerta.Afortunadamente, solo tardo dos segundos en subir mi vestido y bajar mis bragas para sentir esa sensación de alivio, casi placentera, que se genera mientras la urgencia desaparece. Ojalá todas mis urgencias se esfumaran así de fácil y rápido.Lo estoy intentando, en serio que sí. Inicialmente, jugué con los labios de Dylan, tratando de hacer que mi mente se centre en él. Al fin y al cabo, la atracción es algo mental, pero, aunque su beso es suave, húmedo, y su lengua juguetona, carece del poder demandante que necesito para sentir que pierdo el control y poder desahogar todas mis frustraciones con su cuerpo.Me organizo de nuevo el vestido y el cabello frente al espejo del baño, y mi reflejo me devuelve la mirada, como si me retara a mejorar la situación actual. "Eso trato", me respondo mentalmente, dispuesta a seguir
—Sebastián.La distancia entre nuestros cuerpos desaparece, y antes de que ella pueda reaccionar, tomo con voracidad esos labios a los cuales debo darles una lección. Toda la ira y frustración de esta noche las descargo en ese beso, que de manera inequívoca grita mis intenciones. Su cuerpo reacciona deliciosamente a mi toque, siguiendo mi ritmo, como si yo no fuera el único que anhelara esto.¿Será posible? No importa, mañana pienso... mañana pensaré. Aún tengo mucho que descargar y este beso, que nos roba el aliento, es solo el preludio.Nuestros labios se separan, y la mirada cargada de deseo que me lanza es tan intensa que no puedo más que sonreír, satisfecho, ahora con una urgencia física despertando en mí. Mis manos están inquietas, desesperadas por recorrer esas curvas que me robarán horas de sueño. Pero me sorprende al halarme bruscamente de la camisa, obligándome a volver a su nivel. Me besa con tal intensidad, con tanta demanda, que siento como si estuviera absorbiendo parte d
No creo que sea posible estar más excitada. Camino con el cuerpo de Sebastián apretado contra el mío, sintiendo con precisión la dureza que palpita bajo esos pantalones, y una oleada de orgullo me recorre. Saber que soy yo quien lo provoca de esa manera me hace sentir poderosa. Los pasos que se acercan desvían mi atención, y al principio solo distingo una gran figura. Palabra que solo quería desquitarme un poco, pero cuando reconozco ese rostro, el corazón me da un vuelco: es Víctor Cruz, el que alguna vez fue uno de los jugadores más irresistibles de la NFL. Lo siento, Sebastián, pero no puedes culparme por aprovechar esta oportunidad. Soy fanática de los Gigantes, y este hombre es leyenda viva.—¿Podemos tomarnos una foto contigo? —le pregunto, con la emoción vibrando en mi voz, mientras hurgo frenéticamente en mi bolso buscando el celular.Víctor me mira sorprendido antes de dirigir una mirada cómplice a Sebastián.—Por supuesto —responde con una sonrisa amplia, extendiendo su mano
Nunca había sido tan expresiva en el sexo, pero la intensidad de esa noche rompió cualquier barrera que hubiera imaginado. Sentía cómo nuestros cuerpos se movían en perfecta sincronía, como si los planetas se hubieran alineado solo para nosotros. Ese momento sería difícil de olvidar, y mucho menos de superar.Mis dedos se hundieron en su piel sin restricciones, acompañados de gemidos y susurros que le guiaban en cada segundo. Él, siempre atento, se adelantaba a mis deseos, superando cada una de mis expectativas con una pasión que me desbordaba.No creo que él tenga ninguna queja de mí. Mi entusiasmo era tal que no dudé en tomar el control, liderando el ritmo del exigente ejercicio en más de una ocasión. "Ejercicio" era la palabra perfecta. Nunca había exigido tanto de mi cuerpo, y aunque sé que en unas horas sentiré los músculos adoloridos, cada momento valió la pena. Las imágenes, ahora grabadas en mi memoria, se repiten una y otra vez, asegurándome que todo fue real.Cierro los ojos