31. ESTA NOCHE TODO PUEDE PASAR

Después de dejar a Alexander en la casa del abuelo, me obliga a mantener la mirada fija en la ventana. Sé que mirar a Sebastián sería un error, y no necesito más distracciones. He estado tensa estos últimos días, y solo hay una cosa que podría aliviar esa tensión. Una sola mirada hacia él, y mi mente se llenaría de pensamientos que no deberían estar ahí. Jonathan tenía razón: Sebastián es un verdadero monumento de hombre.

Cierro los ojos por un momento, pero las imágenes de ese sueño húmedo con él vuelven a invadir mi mente. No, ahora más que nunca, debo evitar mirarlo.

¿Tendrá algún tatuaje escondido? ¿Y si lo tiene, dónde estará? ¿Marcará su piel alguna cicatriz que cuente la historia de un cuerpo tan perfectamente esculpido? La idea de que haya pasado por algo similar a lo de su primo me inquieta, pero aunque la curiosidad me arde por dentro, no me atrevo a preguntarle.

El tráfico fluye inusualmente rápido, pero no tan rápido como la ola de calor que se enciende entre mis piernas a
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