¿Creen que la finca será del gusto de Sophía o terminaran en otro lado?
Sophia observa absorta por la ventanilla del jet el extenso paisaje verde que rodea el lugar al que vamos.—Nos dirigimos hacia aquella casa —me acerco para señalarle la hacienda.Le daré un par de días, si veo que no le agrada, indagaré a dónde le gustaría ir y allí iremos.—El lugar es hermoso —dice mientras camina con un gran bolso.Cargo sus dos maletas, pues yo no tengo necesidad de traer equipaje a este sitio.—Y eso que aún no has visto nada —digo pensando en el hermoso anochecer con una cerveza para el calor o el amanecer con una taza de café en la mano.—No me hables de café por favor —dice mirándome con reproche, pues debido al embarazo no debe consumirlo.—Perdón lo olvidaba —digo recordándome que ella está en momento de muchos cambios —te muestro el sitio y luego nos damos un baño para descansar —digo sabiendo que ella ahora no rechaza un buen arrunchis.Dejo las maletas en nuestra habitación e iniciamos con el recorrido externo antes de mostrarle la casa. Comienzo con ens
—¿Un viñedo? —dice Sophía maravillada mientras caminamos por los grandes cultivos.—Sí, aunque sé que no puedes beber, espero que la calma del lugar y el hermoso paisaje lo compensen.Después de unos días en la hacienda, pensé que no sería justo quedarnos solo allí, además de que tampoco es bueno estar incomunicado tanto tiempo.—Es hermoso salir de la ciudad. El aire fresco, sin el ruido de carros, accidentes o peleas.Es verdad; con su trabajo siempre agitado, este lugar debe ser un sueño para ella.—Esta tarde vendrá una persona, y quiero que la escuchemos para que me ayudes a decidir si es buena o mala idea invertir en su proyecto —me mira sorprendida.—No sé nada de inversiones, Sebastián. Pero claro que estaré a tu lado si ahí me quieres.—Claro que quiero que estés a mi lado. No te preocupes por no saber, yo tampoco sé de arte. La persona que vendrá se llama Lorena Rajoy Meritano. La conocí hace unos días debido a una de las tantas tretas del abuelo para conseguirme mujer, y es
Cuando mencioné que quería ir al juego de los Gigantes, en mi mente estábamos solo Sebastián y yo, no toda su familia. Sabía que no es muy fanático de los lugares concurridos, así que pensé que aprovecharía mi embarazo como una excusa perfecta para quedarnos en casa. Pero, para mi sorpresa, no solo aceptó ir, sino que alquiló todo un palco e invitó a todos. Bueno, a todos excepto a Noah, que por obvias razones no pudo venir al igual que sus padres.—Solo la uso porque tú me la regalaste —dice Sebastián, señalando su nueva camiseta de los Gigantes.—Claro, y porque te encanta el fútbol americano —bromeo, tomando su mano mientras caminamos desde el estacionamiento hacia el estadio—. Además, te queda tan bien que dan ganas de quitártela.Él sonríe, esa sonrisa que me hace sentir como si el mundo entero desapareciera.—Normalmente lo veo en la tele, y si el ambiente está animado, hasta organizo una barbacoa con unas cervezas —dice con una media sonrisa.Creo que está preparándome para el f
Casi le da un infarto al abuelo cuando se enteró de que iba a ser bisabuelo nuevamente, ¡y esta vez de gemelos! Claro que, después de asimilar la noticia, su emoción se transformó en un enojo furioso conmigo, pero no me importa. Lo volvería a hacer.Todos guardaron el secreto hasta que los bebés estuvieron lo suficientemente grandes como para revelar su sexo. No fue fácil: a papá casi se le escapaba la noticia un par de veces, e Isabella era aún peor. Su emoción por sus primeros sobrinos era incontenible, y en cualquier momento iba a reventar de alegría.La conversación con mi suegra no fue tan teatral como la sorpresa que organicé para mi familia, pero eso fue decisión de Sophia. Al día siguiente del partido, mi esposa la llamó y, sin rodeos, le anunció que estaba enamorada y embarazada. Aún me cuesta creer que le diera la noticia de esa manera, pero entiendo que ellas dos tienen su propia historia, como la tengo yo con el abuelo, así que decidí no intervenir. Solo me preparé para ir
El sujeto no tiene nada más que decirme. Es sincero. Creo en su palabra y en la transferencia bancaria generosa que acaba de realizarnos. Mi misión inicial era cobrar el dinero que nos adeudaba por el servicio prestado, pero obviamente tenía que pedir un poco más. Llamemos a eso gastos de cobranzas; todas las entidades lo hacen, ¿verdad?El hombre se aleja de la computadora con la cual acaba de hacer la transferencia, y le entrego una toalla húmeda para que pueda limpiarse la sangre que ya empieza a secarse en su cuerpo. Este cuarto sujeto fue mucho más cooperativo que el resto. No llegué siquiera a amenazarlo con lastimar a un ser querido, y los golpes que le di fueron mínimos.Es una lástima. Me habría gustado divertirme más y quizás ver qué se hacía encima. Hago que le vendan los ojos y lo saquen de aquí. Subo las escaleras a paso lento y llego a las caballerizas, cuidando, como siempre, de dejar tapada la entrada con grandes cubos de heno.Acaricio la crin de un caballo azabache y
Aquí lo único que hay es sexo, sexo caliente, lascivo y fuerte. Tan así es, que esta mujer no tuvo tapujo alguno en llegar a mi apartamento en ropa interior, cubriendo su cuerpo solo con un abrigo. Justo lo que estoy necesitando para descargar toda esta frustración. Me acerco a ella, tomo su rostro con una mano y la beso de forma brusca.Ekaterina Smirnov, o Katya, como insiste en que la llame, es la jefa de seguridad de los Wilson, una familia muy poderosa con varias generaciones de políticos de importancia para el país. La conocí durante un "proceso de exportación" que realicé para esa familia y, desde entonces, es mi amante regular.Ni la delicadeza ni la sutileza es su fuerte, menos el mío. Nuestras lenguas se rozan, invadiendo y exigiendo a nuestros cuerpos subir la temperatura de forma rápida. Muerdo su labio inferior con algo de presión, mientras una de sus manos ya está bajando mi bragueta para frotar mi miembro sobre el bóxer. Pego su espalda a la pared y cierro la puerta con
Despierto temprano como todas las mañanas y hago ejercicio. Tengo mucho espacio en mi apartamento, así que adecué una de las habitaciones como gimnasio y con eso puedo entrenar a gusto no solo en las mañanas, sino cuando siento que realmente necesito desquitarme. Supongo que podría decirse que mi saco de boxeo ha salvado de buenas palizas a muchas personas.Mi naturaleza es así: muchas veces preferiría golpear primero y preguntar después, pero eso no siempre es bueno para los negocios. Lo aprendí a las malas con el abuelo. No me gusta comer fuera si puedo evitarlo, así que preparo mi desayuno y salgo a trabajar, siendo casi siempre el primero en llegar. Lo bueno de ser uno de los primeros es que no me topo con tráfico pesado ni tengo que saludar a mucha gente en el camino a mi oficina. El teléfono suena menos y así el tiempo me rinde más.El papeleo se multiplica y se multiplica, pero debo hacerlo. Afortunadamente, tengo una asistente que es mi mano derecha y es sumamente lista; su no
—En nuestra defensa, no sabíamos que esa cosa tardaría tanto en desaparecer —dice Alexander en voz alta, anunciando nuestra llegada mientras toma a su mujer por la cintura.—Creo recordar que esa fue la época en que más golpeé a chicos en el instituto —digo, tratando de restarle seriedad a la anécdota—. Te citaron tantas veces en la dirección ese año que fue mi récord —añado, mirando a mi padre. Todos reímos, menos él.—Sí, tu madre me culpó de todo, ahora que lo recuerdo —dice, poniendo cara de drama—. Me mandó a la habitación de huéspedes hasta que solucioné ese problema.El abuelo interviene entonces con el tipo de presentación que se está volviendo habitual en él.—Isabella, este es mi nieto Sebastián, y tu misión será ayudarle a conseguir una novia bonita, como la muchacha que te visitó hace un rato —parece que a la chica le hace gracia, pero yo no puedo reír; sé que, si me descuido, él podría tomar el control de mi vida—. Ya es hora de que llenen esta casa de niños.—Gusto en co