Despierto temprano como todas las mañanas y hago ejercicio. Tengo mucho espacio en mi apartamento, así que adecué una de las habitaciones como gimnasio y con eso puedo entrenar a gusto no solo en las mañanas, sino cuando siento que realmente necesito desquitarme. Supongo que podría decirse que mi saco de boxeo ha salvado de buenas palizas a muchas personas.
Mi naturaleza es así: muchas veces preferiría golpear primero y preguntar después, pero eso no siempre es bueno para los negocios. Lo aprendí a las malas con el abuelo. No me gusta comer fuera si puedo evitarlo, así que preparo mi desayuno y salgo a trabajar, siendo casi siempre el primero en llegar. Lo bueno de ser uno de los primeros es que no me topo con tráfico pesado ni tengo que saludar a mucha gente en el camino a mi oficina. El teléfono suena menos y así el tiempo me rinde más.
El papeleo se multiplica y se multiplica, pero debo hacerlo. Afortunadamente, tengo una asistente que es mi mano derecha y es sumamente lista; su nombre es Lissa. Lissa toma mi lugar en algunas oportunidades cuando debo cumplir con mis otras actividades, así que cuando eso pasa la recompenso de forma generosa para mantenerla motivada y que no indague mucho en el motivo de mi retiro.
Este día pasa muy rápido y no me habría dado cuenta de que es tan tarde si Lissa no ingresara a mi oficina con algo de comer. La miro con extrañeza y ella solo dice:
—Son las cuatro de la tarde, señor, y usted no ha comido nada desde que llegó.
Miro mi reloj y corroboro que es cierto.
—Gracias por preocuparte —le digo al recibir el paquete, y ella vuelve a salir.
Esa mujer es un ángel con lentes. Destapo la bolsa y me encuentro con una hamburguesa gigante. Inmediatamente mi organismo se acuerda de que tiene hambre, pues suena de manera vergonzosa. Me levanto del escritorio, saco la gaseosa y la hamburguesa, y empiezo a comer mirando por el gran ventanal. Escucho golpes en la puerta y le hago señas a Arturo para que entre.
Arturo es mis ojos y en ocasiones mis puños fuera de la oficina.
—Efectivamente, el señor Juan Armando ya está al corriente con el regreso del señor Noah, pero aún no se ha filtrado lo de la enfermedad de la señora Mía.
—Bien, necesito que me informes si el abuelo va a salir de la ciudad —digo, dando por cerrado ese tema.
No puedo borrar esa información de su cabeza, así que ahora solo me queda hablar con el abuelo y tratar de hacerlo entrar en razón para que no intervenga. Si es necesario, lo amenazaré con irme, aunque si soy sincero, no estoy seguro de que le interese que yo me quede si con eso vuelve a tener a Noah.
—¿Tenemos más faltantes en la bodega? —pregunto y vuelvo a dar otro mordisco a mi hamburguesa.
—Temo que sí, señor. Es poco, pero ya con este es el tercer cargamento con faltante —estira la tablet y me deja ver los datos del material.
—Materiales muy específicos, cantidades mínimas y no tan costosos, casi como si no quisieran que detectáramos el faltante —digo más para mí que para Arturo—. Aprovechemos eso —digo por fin, con una idea en mente—. Simula un cargamento "especial" nuevo entre la mercancía que se despacha mañana, pon a alguien de confianza a poner cuidado e instala una cámara en el compartimento para que grabe todo.
—Sí, señor.
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Salgo a hacer una visita para negociar un traslado, así que por un buen rato dejo mi celular en silencio, pero al volver a tomarlo encuentro varias llamadas perdidas de Alexander. Sospecho lo que quiere, así que le marco.
—¿Nos estamos volviendo unidos? —comento al mirar la cantidad de llamadas—. Eres tan insistente como una novia celosa.
—Necesito que hablemos antes de llegar a la casa. No quiero que Isabella pueda escuchar temas tan delicados. —Eso quiere decir que la chica no tiene ni idea de nuestro otro negocio. No puedo creer que Alexander se casara sin contarle los riesgos.
Me ofusca, pero él ya es un hombre adulto.
—Bien, en el bar de Jimmy —digo por fin antes de colgar.
Tomo rumbo inmediatamente al bar; aun así, Alexander ya estaba ahí cuando llegué.
—Esperaba más resistencia —digo tras mostrarme la imagen de la transferencia en mi celular.
Toma el aparato y amplía la imagen mientras hago señas al encargado para que me traigan una bebida. Estos "extras" no pueden quedar registrados como ingresos para la empresa, así que lo que hacemos es usar la identidad de personas recién fallecidas cuyas cuentas bancarias siguen activas y retirar esos dineros.
—Algo no me gusta y no sé qué es —digo tras darle un gran sorbo a mi bebida—. El tipo simplemente esperaba que no le cobraran y las otras personas de la lista también. No eres el ser más intimidante, pero tampoco para esta reacción en cadena.
—¿Insinúas que alguien los puso de acuerdo para no pagar? —creo que es evidente, pero aún me faltan puntos para unir en ese mapa.
—Debo estar de acuerdo contigo en que esto debe ser manejado como familia. Alguien está corriendo la voz de que estamos perdiendo poder y tenemos el tiempo contado —eso es algo que nos toca el orgullo—. Aún no estoy seguro de quién, pero hay más nombres en la lista y alguno tiene que saber algo.
—No será que estás perdiendo tu toque —me dice en son de burla y no puedo evitar bufar como respuesta.
—No creo que ellos piensen eso. Los hubieras escuchado gritar y suplicar —recuerdo sus rostros y sonrío, sabiendo que me recordarán por el resto de sus miserables vidas—. Tal vez debas hablar de esto con el abuelo.
Por la cara que pone, parece que no le agrada mi idea. Ha madurado, pero le falta un poco, pues sigue queriendo impresionar al abuelo.
—Aún no quiero molestar al viejo, está demasiado contento ahora.
—Como quieras, pero ten presente que cada vez las medidas que estamos tomando de seguridad física para las empresas son más fuertes y eso podría terminar atrayendo demasiado la atención.
Alexander pide otra ronda y eso me extraña, pero luego me da los pormenores de un tema de mercancía faltante y acepto apoyarlo con esa investigación. Los materiales faltantes aquí se complementan a la perfección con los faltantes en el extranjero, así que no sería loco pensar en una conexión.
Mi celular suena y el nombre de mi padre brilla en la pantalla. Esa es una alerta de que ya nos están esperando en la casa del abuelo, así que partimos de una vez.
El castigo por ser los últimos en llegar está en proceso. Frunzo las cejas al escuchar la anécdota que están contando y agradezco de todo corazón que aún les quede algo de piedad y no hayan sacado el álbum de fotos en el que aparecemos los tres completamente azules. Esa foto fue utilizada para chantajearnos durante mucho tiempo y, para rematar, la tienen en degradé, ya que nos hicieron tomarnos la misma m*****a foto varias veces como parte del castigo para que se evidenciara lo lento que se desvanecía la tinta en nuestra piel.
—En nuestra defensa, no sabíamos que esa cosa tardaría tanto en desaparecer —dice Alexander en voz alta, anunciando nuestra llegada mientras toma a su mujer por la cintura.—Creo recordar que esa fue la época en que más golpeé a chicos en el instituto —digo, tratando de restarle seriedad a la anécdota—. Te citaron tantas veces en la dirección ese año que fue mi récord —añado, mirando a mi padre. Todos reímos, menos él.—Sí, tu madre me culpó de todo, ahora que lo recuerdo —dice, poniendo cara de drama—. Me mandó a la habitación de huéspedes hasta que solucioné ese problema.El abuelo interviene entonces con el tipo de presentación que se está volviendo habitual en él.—Isabella, este es mi nieto Sebastián, y tu misión será ayudarle a conseguir una novia bonita, como la muchacha que te visitó hace un rato —parece que a la chica le hace gracia, pero yo no puedo reír; sé que, si me descuido, él podría tomar el control de mi vida—. Ya es hora de que llenen esta casa de niños.—Gusto en co
Al día siguiente estoy tan ocupado que no tengo tiempo para volver a hablar con el abuelo, pero no puedo dejar pasar más el tiempo, así que lo hago la siguiente noche. Entramos directo al despacho para evitar ser interrumpidos.—Te traje con el pensamiento —dice el abuelo ofreciéndome una bebida.Por un breve momento creí en la seriedad del hombre, pero luego pierdo interés totalmente en sus palabras.—La hermana de Isabella está aquí de visita, es una chica muy linda, es médico y está soltera.Lo interrumpo, no queriendo perder el tiempo en cosas sin sentido.—Quiero hablar de Noah —a la mención de ese nombre, el rostro del abuelo toma seriedad.—Así que ya sabes que volvió al país —se sienta frente a mí—. No estoy incumpliendo nuestro trato solo por intentar hablar con mi nieto y conocer a su señora y a mi primera bisnieta, ¿verdad?—¿Sólo harás eso? ¿No tratarás de hacerlo volver? —pregunto recostando mi espalda en la silla y mirándolo fijamente.Mira hacia un lado y sé que no quie
Han pasado unos días desde la reunión familiar, y estoy abrumado de trabajo. No solo por las tareas habituales, sino también por la investigación conjunta que estamos realizando con Alexander. ¿Cómo desapareció la carga? Es un misterio que no puedo ignorar. He seguido exhaustivamente la ruta y decidido investigar, en especial, las paradas realizadas durante el recorrido.Los tiempos de parada han sido los normales: una pausa para comer algo o simplemente usar el baño, lo que me obliga a ser creativo en la búsqueda de opciones. Alexander me aseguró que en las bodegas de entrada y recepción de la mercancía no se efectuaron robos, así que solo nos queda analizar el trayecto. He conseguido los videos de seguridad de la mayoría de las paradas y, hasta ahora, no he visto nada fuera de lo común.Estoy concentrado en los videos cuando suena el teléfono fijo de la oficina. Al levantar el auricular, escucho la voz de Lissa, mi asistente, informándome que una nueva persona se ha integrado a nues
Le devuelvo el celular a la preocupada chica que no me quita los ojos de encima y me sigue con la mirada mientras tomo mi teléfono para llamar a Arturo.—Necesito confirmar ya dónde está Alexander. Prende los rastreadores; voy bajando.Ignoro a la chica al pasar por su lado, pero la muy osada me intercepta y habla.—¿Qué le digo a Isabella? Ella está desesperada, ¿qué hago? No puedo simplemente imaginar que nada pasó.—Trata de calmarla —le digo, y luego la aparto para proseguir.—¿De verdad piensa ir a buscarlo? ¿No llamará a las autoridades? ¿Se cree Superman o qué?No sé qué le acabo de decir con la mirada, pero, por la expresión que pone, parece que no fue nada bueno. Retrocede un poco y agacha la cabeza antes de volver a hablar.—Perdón, estoy nerviosa y preocupada por mi amiga. No fue mi intención faltarle al respeto.Parece que la preocupación por su amiga es real y, aunque es inteligente, es tan poco sensata que seguramente sería capaz de seguirme y sermonearme hasta que suba
Su rostro muestra sorpresa y sus labios se abren, aparentemente para replicar, pero en el último momento los vuelve a cerrar. A pesar del gran parecido físico que tiene con su hermana menor, Sophia no irradia esa aura de inocencia que caracteriza a Isabella. Los oficiales se acercan para ayudar con el hombre que tengo aprisionado bajo mi peso, así que me hago a un lado. No estoy seguro, pero creo que esta mujer sabe que no nos conviene hablar delante de las autoridades.—Es algo muy peligroso lo que acaba de hacer, señor —dice uno de los oficiales al llegar hasta nosotros—, aun así, fue muy valiente.—Gracias —respondo educadamente al uniformado.La verdad es que esperaba que el sujeto presentara más resistencia para aliviar un poco mi carga, pero ni modo. Al levantarme, le ofrezco la mano a Sophia para que pueda hacerlo más fácilmente también.—Señores oficiales, por favor, déjenlo sobre esa camilla. Lo atenderé rápidamente para que ustedes puedan proseguir con su trabajo.Observo cu
Últimamente, he tenido muchos días difíciles, y las cosas parecen no mejorar. En días como hoy, siento que todos mis problemas se acumulan y pesan más de lo habitual en mi mente: mi deuda estudiantil, un matrimonio fallido, un trabajo extremadamente pesado y exigente, y saber que mis compañeros hombres ganan más que yo solo por ser hombres, mientras esquivo las insinuaciones del pedante de Dylan. Creía que ese era mi límite, pero desde hace unos días debo sumar un problema más, que me obliga a redefinirlo: estoy frustrada sexualmente.Sebastián sale del área de urgencias, y ni siquiera tengo tiempo para darme un banquete visual con él. Es injusto. No puedo ni mirarlo, y el hombre me encanta desde que lo vi por primera vez y noté esos hombros anchos y esa mirada que parece gritar: "No juegues conmigo porque te arrepentirás". Sin embargo, él parece no notarme. No es que sea una mujer clásica ni nada por el estilo; soy perfectamente capaz de dar el primer paso, pero lo mínimo que necesit
—Espérame, voy por mis cosas y me despido de Isabella —dice Sophia, y desaparece rápidamente por el pasillo.Claro, está saliendo de turno, es mujer, así que mínimo tomará su bolso. Parece que tiene razón; ya no estoy pensando con claridad. Necesito descansar para evitar cometer errores que pueda lamentar. Para mi sorpresa, no lleva un bolso delicado, sino un morral que parece pesar toneladas. Apenas se acerca, lo tomo.—Yo puedo —protesta por mi ayuda.—Lo sé, pero me sentiría mal caminando con las manos vacías mientras tú cargas tanto peso.—¡Oh! Entonces no lo haces por mí, sino por ti —responde, haciéndome mirarla de reojo. No puedo evitar sonreír ante su comentario—. Sabes sonreír.Ella también sonríe, y continuamos nuestro camino hasta el estacionamiento. Desactivo el seguro y le abro la puerta del vehículo, aunque, para mi mala suerte, la vista de hoy no es tan espléndida como la de la última vez. Hoy lleva puesta una pijama azul de médico, así que está en pantalones.—¿Qué qui
Hace solo unas horas no habría imaginado que estaría esta noche en mi apartamento con Sebastián, mucho menos que pasaría la gran vergüenza gracias al idiota de Terry. ¿Por qué no puede simplemente aceptar que todo terminó?—Espérame un momento, traigo el botiquín —digo, descargando las llaves en un mueble y dejando el morral sobre una silla.—Realmente no es necesario, esto no es nada —dice, tocando su rostro.—No te hagas el fuerte, Sebastián. Ya te dije que es por mí, no por ti. Además, agarrarte a golpes con él tampoco era necesario. Ya te había dicho que yo sola podía.Tomo rumbo a mi habitación para cambiarme la ropa por algo más cómodo y traer el botiquín. No demoro mucho ahí, pero esos cinco minutos son más que suficientes para analizar un poco las cosas. Tengo en mi sala a un hombre que físicamente es como me gusta: grande, ejercitado, valiente, con un rostro apuesto que parece gritar peligro. Es rico, soltero y sin hijos; debe tener unos treinta o treinta y pocos años. Es ext