Su rostro muestra sorpresa y sus labios se abren, aparentemente para replicar, pero en el último momento los vuelve a cerrar. A pesar del gran parecido físico que tiene con su hermana menor, Sophia no irradia esa aura de inocencia que caracteriza a Isabella. Los oficiales se acercan para ayudar con el hombre que tengo aprisionado bajo mi peso, así que me hago a un lado. No estoy seguro, pero creo que esta mujer sabe que no nos conviene hablar delante de las autoridades.—Es algo muy peligroso lo que acaba de hacer, señor —dice uno de los oficiales al llegar hasta nosotros—, aun así, fue muy valiente.—Gracias —respondo educadamente al uniformado.La verdad es que esperaba que el sujeto presentara más resistencia para aliviar un poco mi carga, pero ni modo. Al levantarme, le ofrezco la mano a Sophia para que pueda hacerlo más fácilmente también.—Señores oficiales, por favor, déjenlo sobre esa camilla. Lo atenderé rápidamente para que ustedes puedan proseguir con su trabajo.Observo cu
Últimamente, he tenido muchos días difíciles, y las cosas parecen no mejorar. En días como hoy, siento que todos mis problemas se acumulan y pesan más de lo habitual en mi mente: mi deuda estudiantil, un matrimonio fallido, un trabajo extremadamente pesado y exigente, y saber que mis compañeros hombres ganan más que yo solo por ser hombres, mientras esquivo las insinuaciones del pedante de Dylan. Creía que ese era mi límite, pero desde hace unos días debo sumar un problema más, que me obliga a redefinirlo: estoy frustrada sexualmente.Sebastián sale del área de urgencias, y ni siquiera tengo tiempo para darme un banquete visual con él. Es injusto. No puedo ni mirarlo, y el hombre me encanta desde que lo vi por primera vez y noté esos hombros anchos y esa mirada que parece gritar: "No juegues conmigo porque te arrepentirás". Sin embargo, él parece no notarme. No es que sea una mujer clásica ni nada por el estilo; soy perfectamente capaz de dar el primer paso, pero lo mínimo que necesit
—Espérame, voy por mis cosas y me despido de Isabella —dice Sophia, y desaparece rápidamente por el pasillo.Claro, está saliendo de turno, es mujer, así que mínimo tomará su bolso. Parece que tiene razón; ya no estoy pensando con claridad. Necesito descansar para evitar cometer errores que pueda lamentar. Para mi sorpresa, no lleva un bolso delicado, sino un morral que parece pesar toneladas. Apenas se acerca, lo tomo.—Yo puedo —protesta por mi ayuda.—Lo sé, pero me sentiría mal caminando con las manos vacías mientras tú cargas tanto peso.—¡Oh! Entonces no lo haces por mí, sino por ti —responde, haciéndome mirarla de reojo. No puedo evitar sonreír ante su comentario—. Sabes sonreír.Ella también sonríe, y continuamos nuestro camino hasta el estacionamiento. Desactivo el seguro y le abro la puerta del vehículo, aunque, para mi mala suerte, la vista de hoy no es tan espléndida como la de la última vez. Hoy lleva puesta una pijama azul de médico, así que está en pantalones.—¿Qué qui
Hace solo unas horas no habría imaginado que estaría esta noche en mi apartamento con Sebastián, mucho menos que pasaría la gran vergüenza gracias al idiota de Terry. ¿Por qué no puede simplemente aceptar que todo terminó?—Espérame un momento, traigo el botiquín —digo, descargando las llaves en un mueble y dejando el morral sobre una silla.—Realmente no es necesario, esto no es nada —dice, tocando su rostro.—No te hagas el fuerte, Sebastián. Ya te dije que es por mí, no por ti. Además, agarrarte a golpes con él tampoco era necesario. Ya te había dicho que yo sola podía.Tomo rumbo a mi habitación para cambiarme la ropa por algo más cómodo y traer el botiquín. No demoro mucho ahí, pero esos cinco minutos son más que suficientes para analizar un poco las cosas. Tengo en mi sala a un hombre que físicamente es como me gusta: grande, ejercitado, valiente, con un rostro apuesto que parece gritar peligro. Es rico, soltero y sin hijos; debe tener unos treinta o treinta y pocos años. Es ext
Estuve a punto de transgredir una norma: besarla y hacerle quién sabe cuántas cosas que, indudablemente, habría disfrutado. No es que me preocupe la advertencia de Alexander de no meterme con ella; es más por el hecho de que, al ser la hermana de Isabella, podría ser incómodo para todos nosotros si solo la tomo como amante por un rato y luego me la encuentro en todas las reuniones familiares. Todo sería diferente si fuera ella quien propiciara las cosas, quien creara el momento. Pero, hasta ahora, su lenguaje verbal y no verbal no me ha dado indicios de que yo le guste.Cuando volvió de su habitación con un atuendo tan pequeño, creí que eso podría ser un indicio, pero su comportamiento seguía sin mostrar signos de coquetería o malicia. Así que debí aferrarme a ese libro para contenerme y no bajar las delgadas tiras de esa camisa, sentir la suavidad de su pecho en mis manos y capturar uno de sus pezones en mi boca. Sabía que tenía hermosas piernas, pero ni el vestido de la otra noche n
Todo empeora. El maldito interrogatorio fue un éxito rotundo... bueno, casi. Mientras "ganaban mi confianza", mi nivel de estrés bajó considerablemente, pero cuando por fin llegó el momento de la verdad y la información me llegó de forma confiable, todo se fue al carajo. Fue como si me cayera un baldado de agua fría. Yo fui quien generó una falla de seguridad; soy una total vergüenza.Aquellos hombres me suministraron los datos completos para armar el rompecabezas de lo que está sucediendo aquí. Cada uno tenía una pieza. El conductor afirma que Yoshua, un traficante medio, fue quien lo contactó y le indicó qué hacer. Supuestamente, Yoshua tiene un contacto de alto rango en nuestro grupo, alguien con el poder suficiente para moverse por todos los lugares de la empresa sin despertar sospechas. Fue esa persona quien le indicó a Yoshua cómo proceder.Obviamente, el conductor no representa un problema para nosotros ahora, pero debía darle una lección. Era necesario que comprendiera que las
Le di vueltas y vueltas a la situación. Ekaterina debía pagar, pero tampoco me sentía cómodo con la idea de lastimarla. No quiere decir que no pueda lastimar mujeres; lo he hecho, pero no es algo que me guste o de lo cual me sienta orgulloso. Soy un experto en tortura, pero los gritos de las mujeres y los niños no tienen el mismo efecto en mí. Además, tampoco me agrada la idea de ajusticiar a una mujer que ha estado en mi cama y me ha dado tan buen sexo. Afortunadamente, la tortura no se limita a generar un dolor físico; el peor golpe es quizás el psicológico, y en este momento, ese es el que tendrá que enfrentar Ekaterina.La respuesta no demora mucho en llegar a mi celular.—Llego esta noche a tu apartamento —responde, y el celular me avisa que sigue en línea.—Necesito algo diferente, más que sexo. Vámonos primero a un bar; necesito licor —respondo.Su respuesta demora casi un minuto en llegar. Está pensándolo, pues nunca nos hemos encontrado en un lugar público. Responde que sí.—
En definitiva, le he perdido el gusto a esta mujer. El hombre que está por recibir una felación por parte de Ekaterina no es el Sebastián Pizano habitual, sino un Sebastián enojado que ha decidido sacarse esta noche el arpón que le clavó esta mujer y devolvérselo. Sus besos, ni la suavidad de su piel, logran generar en mí los resultados que necesito, así que he tenido que recurrir a mi imaginación para que mi amigo se digne a cooperar.La mujer se arrodilla en el suelo y, sin perder tiempo, sus labios teñidos de rojo me envuelven. Un pequeño resplandor se ve a lo lejos y pasa casi inadvertido para todos. Las nuevas tecnologías son una maravilla. Mi miembro está a media asta y debo poner algo más de imaginación en el asunto, pues hoy no es momento de quedar mal; al contrario, es cuando más debo lucirme. Cierro los ojos y echo la cabeza hacia atrás para ponerle rostro a mi fantasía.Sé que no debo usar el rostro de Sophía, aunque la tentación me consume, así que sigo buscando reemplazos