12. TORTURA

Estuve a punto de transgredir una norma: besarla y hacerle quién sabe cuántas cosas que, indudablemente, habría disfrutado. No es que me preocupe la advertencia de Alexander de no meterme con ella; es más por el hecho de que, al ser la hermana de Isabella, podría ser incómodo para todos nosotros si solo la tomo como amante por un rato y luego me la encuentro en todas las reuniones familiares. Todo sería diferente si fuera ella quien propiciara las cosas, quien creara el momento. Pero, hasta ahora, su lenguaje verbal y no verbal no me ha dado indicios de que yo le guste.

Cuando volvió de su habitación con un atuendo tan pequeño, creí que eso podría ser un indicio, pero su comportamiento seguía sin mostrar signos de coquetería o malicia. Así que debí aferrarme a ese libro para contenerme y no bajar las delgadas tiras de esa camisa, sentir la suavidad de su pecho en mis manos y capturar uno de sus pezones en mi boca. Sabía que tenía hermosas piernas, pero ni el vestido de la otra noche n
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