El hombre sale de la clínica con una gran sonrisa mientras habla con dos mujeres que llevan las mismas pijamas de médico que usa Sophía. Lo espero recostado en su auto y, cuando me ve de lejos, su mal genio es evidente. Hace un gesto exagerado con las manos y se despide apresuradamente de sus acompañantes para llegar hasta mí.—¿Tienes idea de cuánto vale el auto en el que estás recostado? Si llega a tener una sola abolladura, me las pagarás. Sonrío ante las tontas preocupaciones que tiene el sujeto.—Tenemos una conversación pendiente, doctor Ferrer. El sujeto sigue examinando su vehículo, aunque ya me aparté de él. Así que, para captar su atención, rompo una de las luces frontales.—¡Hey! Llamaré a las autoridades —dice, tomando su celular mientras le hace señas a uno de los guardias en la puerta de la clínica—. Tendré que poner vigilancia aquí, y no solo cámaras. —Tocaste a una mujer sin su consentimiento hace unos días, y para tu mala fortuna, esa mujer es mi pareja —me mira ext
Me estiro en la silla antes de levantarme y tomar la chaqueta que dejé en el respaldo. La factura de la farola no llegó, así que sonrío: ese asunto sigue pendiente, y disfrutaré cerrar el capítulo cuando llegue el momento. Las oficinas están casi vacías normalmente a esta hora, por lo que me sorprendo cuando Cloe sube al ascensor unos pisos más abajo. —Buenas noches, jefe —me dice con su radiante sonrisa.—Buenas noches, Cloe. No deberías quedarte hasta tan tarde; no es seguro —comento, recordando cuánto se esfuerza por demostrar que puede con todo. —No se preocupe, hoy vienen a recogerme —dice, algo tímida, un gesto poco habitual en ella.—Sabía que no tardarías en encontrar pretendiente en la empresa —bromeo, curioso—. ¿Puedo saber quién es el afortunado? Quizá lo conozca. Cloe acomoda su bolso y se pasa un mechón de cabello tras la oreja.—Estoy segura de que sí. Gracias a usted lo conocí —me dice, mirándome a los ojos—. Es Fausto. La puerta del ascensor se abre en el primer pis
—Pero se supone que ya no debemos preocuparnos por estas cosas —dice Alexander la tarde siguiente, cuando le muestro la lista.— ¿Prefieres confiarte? Yo no me arriesgaré. No te pido que te encargues en persona, pero sí que estés al tanto de todo y entiendas por qué sucede cada cosa.Alexander me observa con una mezcla de sorpresa y preocupación, y eso me complace. No quiero que pierda su sensibilidad, solo que sea consciente de lo que hay a su alrededor y que pocas cosas lo sorprendan. Más tarde, organizo un recorrido por nuestra historia familiar e invito a mi abuelo y mi padre. No deseo que Alexander aprenda sobre traiciones y engaños por cuenta propia; Por eso, tendrá una lección de historia como ningún libro podría ofrecerle.—No creí que el origen de la fortuna de la familia fuera así —dice esa noche, mientras compartimos unos tragos en su bar de confianza.—Y eso que apenas comienzas con las lecciones. Te esperan muchas anécdotas más. El abuelo y papá se encargarán de enseñarte
Sophia observa absorta por la ventanilla del jet el extenso paisaje verde que rodea el lugar al que vamos.—Nos dirigimos hacia aquella casa —me acerco para señalarle la hacienda.Le daré un par de días, si veo que no le agrada, indagaré a dónde le gustaría ir y allí iremos.—El lugar es hermoso —dice mientras camina con un gran bolso.Cargo sus dos maletas, pues yo no tengo necesidad de traer equipaje a este sitio.—Y eso que aún no has visto nada —digo pensando en el hermoso anochecer con una cerveza para el calor o el amanecer con una taza de café en la mano.—No me hables de café por favor —dice mirándome con reproche, pues debido al embarazo no debe consumirlo.—Perdón lo olvidaba —digo recordándome que ella está en momento de muchos cambios —te muestro el sitio y luego nos damos un baño para descansar —digo sabiendo que ella ahora no rechaza un buen arrunchis.Dejo las maletas en nuestra habitación e iniciamos con el recorrido externo antes de mostrarle la casa. Comienzo con ens
—¿Un viñedo? —dice Sophía maravillada mientras caminamos por los grandes cultivos.—Sí, aunque sé que no puedes beber, espero que la calma del lugar y el hermoso paisaje lo compensen.Después de unos días en la hacienda, pensé que no sería justo quedarnos solo allí, además de que tampoco es bueno estar incomunicado tanto tiempo.—Es hermoso salir de la ciudad. El aire fresco, sin el ruido de carros, accidentes o peleas.Es verdad; con su trabajo siempre agitado, este lugar debe ser un sueño para ella.—Esta tarde vendrá una persona, y quiero que la escuchemos para que me ayudes a decidir si es buena o mala idea invertir en su proyecto —me mira sorprendida.—No sé nada de inversiones, Sebastián. Pero claro que estaré a tu lado si ahí me quieres.—Claro que quiero que estés a mi lado. No te preocupes por no saber, yo tampoco sé de arte. La persona que vendrá se llama Lorena Rajoy Meritano. La conocí hace unos días debido a una de las tantas tretas del abuelo para conseguirme mujer, y es
Cuando mencioné que quería ir al juego de los Gigantes, en mi mente estábamos solo Sebastián y yo, no toda su familia. Sabía que no es muy fanático de los lugares concurridos, así que pensé que aprovecharía mi embarazo como una excusa perfecta para quedarnos en casa. Pero, para mi sorpresa, no solo aceptó ir, sino que alquiló todo un palco e invitó a todos. Bueno, a todos excepto a Noah, que por obvias razones no pudo venir al igual que sus padres.—Solo la uso porque tú me la regalaste —dice Sebastián, señalando su nueva camiseta de los Gigantes.—Claro, y porque te encanta el fútbol americano —bromeo, tomando su mano mientras caminamos desde el estacionamiento hacia el estadio—. Además, te queda tan bien que dan ganas de quitártela.Él sonríe, esa sonrisa que me hace sentir como si el mundo entero desapareciera.—Normalmente lo veo en la tele, y si el ambiente está animado, hasta organizo una barbacoa con unas cervezas —dice con una media sonrisa.Creo que está preparándome para el f
Casi le da un infarto al abuelo cuando se enteró de que iba a ser bisabuelo nuevamente, ¡y esta vez de gemelos! Claro que, después de asimilar la noticia, su emoción se transformó en un enojo furioso conmigo, pero no me importa. Lo volvería a hacer.Todos guardaron el secreto hasta que los bebés estuvieron lo suficientemente grandes como para revelar su sexo. No fue fácil: a papá casi se le escapaba la noticia un par de veces, e Isabella era aún peor. Su emoción por sus primeros sobrinos era incontenible, y en cualquier momento iba a reventar de alegría.La conversación con mi suegra no fue tan teatral como la sorpresa que organicé para mi familia, pero eso fue decisión de Sophia. Al día siguiente del partido, mi esposa la llamó y, sin rodeos, le anunció que estaba enamorada y embarazada. Aún me cuesta creer que le diera la noticia de esa manera, pero entiendo que ellas dos tienen su propia historia, como la tengo yo con el abuelo, así que decidí no intervenir. Solo me preparé para ir
El sujeto no tiene nada más que decirme. Es sincero. Creo en su palabra y en la transferencia bancaria generosa que acaba de realizarnos. Mi misión inicial era cobrar el dinero que nos adeudaba por el servicio prestado, pero obviamente tenía que pedir un poco más. Llamemos a eso gastos de cobranzas; todas las entidades lo hacen, ¿verdad?El hombre se aleja de la computadora con la cual acaba de hacer la transferencia, y le entrego una toalla húmeda para que pueda limpiarse la sangre que ya empieza a secarse en su cuerpo. Este cuarto sujeto fue mucho más cooperativo que el resto. No llegué siquiera a amenazarlo con lastimar a un ser querido, y los golpes que le di fueron mínimos.Es una lástima. Me habría gustado divertirme más y quizás ver qué se hacía encima. Hago que le vendan los ojos y lo saquen de aquí. Subo las escaleras a paso lento y llego a las caballerizas, cuidando, como siempre, de dejar tapada la entrada con grandes cubos de heno.Acaricio la crin de un caballo azabache y