El sujeto no tiene nada más que decirme. Es sincero. Creo en su palabra y en la transferencia bancaria generosa que acaba de realizarnos. Mi misión inicial era cobrar el dinero que nos adeudaba por el servicio prestado, pero, obviamente, tenía que pedir un poco más. Llamémoslo "gastos de cobranza"; todas las entidades lo hacen, ¿verdad?
Se aleja de la computadora tras completar la transferencia, y le entrego una toalla húmeda para que limpie la sangre que empieza a secarse en su cuerpo. Este cuarto sujeto fue más cooperativo que los anteriores. Ni siquiera tuve que amenazarlo con lastimar a un ser querido, y los golpes que recibió fueron mínimos.
Es una lástima. Me habría gustado divertirme más, que fuera uno de esos tipos rudos que dan pelea, pero no. Así que hago que le cubran los ojos y lo saquen de aquí. Subo las escaleras lentamente, llegando a las caballerizas, donde me aseguro de tapar la entrada con grandes cubos de heno.
Acaricio la crin de un caballo azabache antes de dirigirme a mi habitación para darme un baño. La espuma que se forma al bañarme se tiñe ligeramente de rosa por la sangre que me alcanzó a salpicar, pero desaparece rápidamente por el desagüe.
Debería regresar a la oficina, pero me merezco un par de horas de descanso. Camino hasta la cocina tal como vine al mundo, saco una lata de cerveza del refrigerador y me acomodo en la hamaca. Mis hombres saben que no me gusta que estén tan cerca, así que no entran a la casa principal a menos que se los pida.
De todas las propiedades de la familia, esta es mi favorita: la hacienda. Rara vez la familia viene, así que casi siempre estoy solo. Podría decirse que este es mi refugio. Por eso diseñé aquí un espacio especial, oculto bajo la caballeriza, que me permite trabajar y luego despejar mi mente antes de regresar al acartonado y bullicioso mundo.
No me gustan los lugares concurridos y mucho menos las personas ruidosas, pero no tengo escapatoria. Ese fue mi compromiso con el abuelo para mantener a Noah seguro. Estoy condenado a prestar mi eterno servicio a la seguridad de la familia.
No sé cuánto tiempo he descansado, pero sé que fue suficiente. Observo el gran ventanal y el extenso paisaje verde, despidiéndome de ellos con la promesa de volver tan pronto como el trabajo me lo permita.
No sé cuánto tiempo he descansado, pero sé que ha sido suficiente. A través del gran ventanal, mi mirada se pierde en el vasto paisaje verde que se extiende más allá de la hacienda. Me despido en silencio, prometiéndome regresar tan pronto como el trabajo me lo permita.
Me visto con calma y deslizo el celular en mi bolsillo, consciente de que en cuanto alcance una zona con señal, las notificaciones caerán como una tormenta, arrastrándome de nuevo a las responsabilidades que, inevitablemente, me mantendrán ocupado hasta altas horas de la noche. Una vez aparece el esperado diluvio digital, realizo mi primera llamada obligatoria.
—Hola, abuelo, ya volví.
Del otro lado de la línea responde el legendario hombre de negocios, Juan Armando Pizanno, fundador del imperio PICAZZA y, por desgracia, mi abuelo.
—Me alegra, hijo. ¿Fue complicado? ¿Qué descubriste?
Sonrío. Sabe perfectamente que no voy a darle respuestas concretas, pero aun así insiste.
—Confórmate con saber que Alexander está manejando bien la situación y le estoy cubriendo la espalda. Tranquilo. Yo cumplo mi parte del trato, asegúrate de cumplir la tuya.
Un sonido de disgusto apenas perceptible se cuela a través de la línea, pero lo ignoro deliberadamente.
No pienso darle más información de la necesaria. Mi distanciamiento actual con Alexander no implica, en absoluto, una traición. Si él decide quedarse atrapado en este trabajo infernal porque cree que lo hace feliz, es su problema. Yo, en cambio, no tengo elección.
—Bien —dice mi abuelo con voz grave—. Solo cuídalo y, si necesitan que intervenga, no esperen hasta que sea demasiado tarde.
—Así será.
Cuelgo antes de que decida agregar algo más. Expulso un largo suspiro, deseando de verdad no necesitar su intervención. Confío en las habilidades de Alexander; es tan inteligente como Noah. Sin embargo, el constante influjo del abuelo ha moldeado a Alexander en alguien incapaz de soñar por sí mismo. Solo sabe seguir el camino que el viejo trazó para él.
Reviso el celular y veo siete llamadas perdidas de Alexander y un mensaje de voz. No puedo evitar reír al escuchar su tono casi meloso. Alguien que no nos conozca podría pensar que somos una familia unida.
Le devuelvo la llamada apenas termino de escuchar su mensaje.
—Hola, primo. Me alegra saber que ya estás aquí. Mañana iré a saludar al abuelo y, obviamente, a conocer a tu esposa misteriosa.
—Bien, mañana nos vemos entonces.
La conversación es breve, como siempre. Ambos sabemos que el trabajo nos consume. Es tarde, así que decido regresar a casa y trabajar desde allí. Tenemos pequeños faltantes en las "mercancías especiales exportadas", y necesito encontrar rápidamente a la rata interna que los está causando. Respondo unos cuantos correos y firmo documentos electrónicos para destrabar la aduana, pero un correo en particular me hace maldecir.
Noah ha vuelto al país.
¿Por qué regresó? Se suponía que tenía una buena vida lejos de todo esto. El problema no es su regreso en sí, sino que la información ya debe estar en manos del abuelo. Lo más seguro es que Roberto, con su lealtad ciega, le haya informado. Mi trabajo era impedir que eso ocurriera, pero el maldito momento coincidió con mi estancia en la hacienda.
Roberto es como una piedra en mi zapato. Es eficiente, lo admito, pero no tiene el sentido común de proteger a Alexander también del abuelo. Ahora es inevitable: el viejo irá tras Noah, y eso significará el fin de su preciada independencia.
Abro el cajón del escritorio y saco uno de los celulares desechables que siempre tengo a la mano. Marco el número de Noah y escucho los pitidos del aparato. Solo hasta el tercer intento, mi querido primito decide contestar.
—Hola, Noah.
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Adiós a mi capacidad de concentración por esta noche. El breve intercambio de palabras con Noah ha sido suficiente para hacerme cerrar el ordenador y servirme un buen trago. El timbre de mi apartamento interrumpe el silencio, y una sonrisa se dibuja en mis labios. A esta hora, solo una persona sería capaz de llegar hasta aquí, y mis hombres saben perfectamente que deben dejarla pasar. Quizás ella sea justo lo que necesito esta noche.
Abro la puerta y allí está, recostada contra el marco, con una sonrisa que podría desarmar a cualquiera. Sus dedos se deslizan con deliberada lentitud, desatando el nudo que mantiene cerrado su abrigo.
—Dijiste que te gustaba la lencería de encaje, ¿verdad?
Sus palabras, cargadas de intención, hacen que una corriente cálida recorra mi cuerpo. Mis ojos recorren su figura con descaro, deteniéndose en la piel ligeramente bronceada que el abrigo comienza a revelar. Las curvas perfectas que pronto estarán a mi merced se dibujan frente a mí como una promesa tentadora.
—Eres una experta en cumplir fantasías —murmuro, relamiéndome los labios mientras doy un paso hacia ella.
Ella suelta el abrigo, que cae al suelo con la suavidad de un suspiro. Mis pensamientos se desvanecen, y todo lo que queda es el momento, cargado de deseo y anticipación.
HOLA QUERIDO LECTOR
Gracias por apoyar esta historia, la cual se desarrolla de manera simultánea a ADICTA A SUS BESOS (la historia de Alexader, primo de Sebastián nuestro nuevo protagonista).
Es recomendable más no obligatorio, leer mínimo los primeros cuarenta capítulos de ADICTA A SUS BESOS para entender la trama de fondo de esta historia, pues esa trama de fondo, es el argumento principal de ADICTA A SUS BESOS.
Aquí no hay espacio para nada más que sexo: caliente, lascivo, intenso. La frustración que me ha carcomido todo el día está a punto de disiparse, y todo gracias a la mujer que ahora se encuentra frente a mí. Ekaterina Smirnov, o Katya, como insiste en que la llame, está de pie en mi sala con su abrigo apenas sujeto por un nudo flojo, ocultando una lencería que promete más de lo que cualquier palabra podría describir.—Dijiste que te gustaba el encaje, ¿verdad? —susurra, deshaciendo el lazo y dejando que el abrigo caiga al suelo como una declaración.No necesito más invitación. Me acerco a ella, tomo su rostro con una mano y la beso con urgencia, un choque de bocas que quema tanto como alimenta. Katya no es una mujer para sutilezas, ni yo tampoco. Nos entendemos bien, casi demasiado bien para lo que somos: amantes ocasionales. Su mano ya desciende sin preámbulos, desabrochando mi pantalón y acariciando mi dureza a través del bóxer. La pego contra la pared con un movimiento rápido, cerra
Despierto temprano, como todas las mañanas, y me pongo a entrenar. Mi apartamento tiene espacio de sobra, así que transformé una de las habitaciones en un gimnasio personal. Ahí puedo desahogarme a mi antojo, ya sea en las primeras horas del día o cuando siento que el mundo está a punto de colapsar sobre mí. Supongo que mi saco de boxeo ha evitado que más de una persona termine en urgencias.Tengo un temperamento complicado. A menudo, mi instinto es golpear primero y preguntar después, pero aprendí por las malas, gracias al abuelo, que ese enfoque no siempre funciona. No para los negocios, al menos. Después del ejercicio, prefiero desayunar en casa. No confío en los restaurantes, ni en las caras nuevas que sirven el café. Preparar mi comida me da control, y eso es algo que valoro. Salgo temprano, con el tiempo justo para llegar a la oficina antes que nadie. Sin tráfico, sin charlas incómodas. Solo el sonido del motor y la promesa de un día productivo.El trabajo se acumula, interminabl
—En nuestra defensa, no sabíamos que esa cosa tardaría tanto en desaparecer —dice Alexander en voz alta, anunciando nuestra llegada mientras toma a su mujer por la cintura.—Creo recordar que esa fue la época en que más golpeé a chicos en el instituto —digo, tratando de restarle seriedad a la anécdota—. Te citaron tantas veces en la dirección ese año que fue mi récord —añado, mirando a mi padre. Todos reímos, menos él.—Sí, tu madre me culpó de todo, ahora que lo recuerdo —dice, poniendo cara de drama—. Me mandó a la habitación de huéspedes hasta que solucioné ese problema.El abuelo interviene entonces con el tipo de presentación que se está volviendo habitual en él.—Isabella, este es mi nieto Sebastián, y tu misión será ayudarle a conseguir una novia bonita, como la muchacha que te visitó hace un rato —parece que a la chica le hace gracia, pero yo no puedo reír; sé que, si me descuido, él podría tomar el control de mi vida—. Ya es hora de que llenen esta casa de niños.—Gusto en co
Al día siguiente estoy tan ocupado que no tengo tiempo para volver a hablar con el abuelo, pero no puedo dejar pasar más el tiempo, así que lo hago la siguiente noche. Entramos directo al despacho para evitar ser interrumpidos.—Te traje con el pensamiento —dice el abuelo ofreciéndome una bebida.Por un breve momento creí en la seriedad del hombre, pero luego pierdo interés totalmente en sus palabras.—La hermana de Isabella está aquí de visita, es una chica muy linda, es médico y está soltera.Lo interrumpo, no queriendo perder el tiempo en cosas sin sentido.—Quiero hablar de Noah —a la mención de ese nombre, el rostro del abuelo toma seriedad.—Así que ya sabes que volvió al país —se sienta frente a mí—. No estoy incumpliendo nuestro trato solo por intentar hablar con mi nieto y conocer a su señora y a mi primera bisnieta, ¿verdad?—¿Sólo harás eso? ¿No tratarás de hacerlo volver? —pregunto recostando mi espalda en la silla y mirándolo fijamente.Mira hacia un lado y sé que no quie
Han pasado unos días desde la reunión familiar, y estoy abrumado de trabajo. No solo por las tareas habituales, sino también por la investigación conjunta que estamos realizando con Alexander. ¿Cómo desapareció la carga? Es un misterio que no puedo ignorar. He seguido exhaustivamente la ruta y decidido investigar, en especial, las paradas realizadas durante el recorrido.Los tiempos de parada han sido los normales: una pausa para comer algo o simplemente usar el baño, lo que me obliga a ser creativo en la búsqueda de opciones. Alexander me aseguró que en las bodegas de entrada y recepción de la mercancía no se efectuaron robos, así que solo nos queda analizar el trayecto. He conseguido los videos de seguridad de la mayoría de las paradas y, hasta ahora, no he visto nada fuera de lo común.Estoy concentrado en los videos cuando suena el teléfono fijo de la oficina. Al levantar el auricular, escucho la voz de Lissa, mi asistente, informándome que una nueva persona se ha integrado a nues
Le devuelvo el celular a la preocupada chica que no me quita los ojos de encima y me sigue con la mirada mientras tomo mi teléfono para llamar a Arturo.—Necesito confirmar ya dónde está Alexander. Prende los rastreadores; voy bajando.Ignoro a la chica al pasar por su lado, pero la muy osada me intercepta y habla.—¿Qué le digo a Isabella? Ella está desesperada, ¿qué hago? No puedo simplemente imaginar que nada pasó.—Trata de calmarla —le digo, y luego la aparto para proseguir.—¿De verdad piensa ir a buscarlo? ¿No llamará a las autoridades? ¿Se cree Superman o qué?No sé qué le acabo de decir con la mirada, pero, por la expresión que pone, parece que no fue nada bueno. Retrocede un poco y agacha la cabeza antes de volver a hablar.—Perdón, estoy nerviosa y preocupada por mi amiga. No fue mi intención faltarle al respeto.Parece que la preocupación por su amiga es real y, aunque es inteligente, es tan poco sensata que seguramente sería capaz de seguirme y sermonearme hasta que suba
Su rostro muestra sorpresa y sus labios se abren, aparentemente para replicar, pero en el último momento los vuelve a cerrar. A pesar del gran parecido físico que tiene con su hermana menor, Sophia no irradia esa aura de inocencia que caracteriza a Isabella. Los oficiales se acercan para ayudar con el hombre que tengo aprisionado bajo mi peso, así que me hago a un lado. No estoy seguro, pero creo que esta mujer sabe que no nos conviene hablar delante de las autoridades.—Es algo muy peligroso lo que acaba de hacer, señor —dice uno de los oficiales al llegar hasta nosotros—, aun así, fue muy valiente.—Gracias —respondo educadamente al uniformado.La verdad es que esperaba que el sujeto presentara más resistencia para aliviar un poco mi carga, pero ni modo. Al levantarme, le ofrezco la mano a Sophia para que pueda hacerlo más fácilmente también.—Señores oficiales, por favor, déjenlo sobre esa camilla. Lo atenderé rápidamente para que ustedes puedan proseguir con su trabajo.Observo cu
Últimamente, he tenido muchos días difíciles, y las cosas parecen no mejorar. En días como hoy, siento que todos mis problemas se acumulan y pesan más de lo habitual en mi mente: mi deuda estudiantil, un matrimonio fallido, un trabajo extremadamente pesado y exigente, y saber que mis compañeros hombres ganan más que yo solo por ser hombres, mientras esquivo las insinuaciones del pedante de Dylan. Creía que ese era mi límite, pero desde hace unos días debo sumar un problema más, que me obliga a redefinirlo: estoy frustrada sexualmente.Sebastián sale del área de urgencias, y ni siquiera tengo tiempo para darme un banquete visual con él. Es injusto. No puedo ni mirarlo, y el hombre me encanta desde que lo vi por primera vez y noté esos hombros anchos y esa mirada que parece gritar: "No juegues conmigo porque te arrepentirás". Sin embargo, él parece no notarme. No es que sea una mujer clásica ni nada por el estilo; soy perfectamente capaz de dar el primer paso, pero lo mínimo que necesit