—No deberías pensar eso —dice Sophia.La abraza de manera protectora, y de pronto pienso no solo en que es una escena bonita, sino en cómo ella hace lo mismo que yo siempre he tratado de hacer con mis primos: protegerlos. A su manera, eso es lo que hace al mirarme de forma severa. No entiendo del todo lo que piensa. Sé que no me tiene miedo; hemos estado solos y, a pesar de que no he podido evitar mostrarle pequeños apartes de mi verdadera personalidad, ella no me teme. Pero cuando se trata de su hermana, de pronto evalúa mis actitudes con otro estándar. Me ve peligroso, igual que a Alexander.—No es tu culpa. No tenías motivo para pensar que eso era una amenaza y no una felicitación, menos después de la pérdida de tu celular. Era lógico pensar que era la felicitación de un amigo —continúa Sophia.Tomo nota mental de lo que acabo de escuchar. No sabía que la línea telefónica y el celular de Isabella eran nuevos. Con esa información, puedo suponer que ella perdió algunos contactos, así
Nuevamente tiene puesta su pijama de médico, pero hoy es azul oscuro, no verde como sus ojos. La miro disimuladamente y me alegra que eso sea lo que use, pues esas prendas anchas disimulan su buena figura y hacen que llame menos la atención. Ella, sin necesidad de mostrar su cuerpo, llama suficiente la atención.Sé que no soy el único atraído por ese carácter fuerte. A mi mente llega la imagen de su compañero hablándole con familiaridad y tocando su hombro. Definitivamente, él tiene un interés romántico en ella; fue evidente en su mirada.Me adelanto y abro la puerta del vehículo para que ingrese. Pongo el motor en marcha y tomo rumbo a su apartamento.—Agradezco tus buenas intenciones, pero no es necesario que me lleves a casa cada vez que nos encontremos —dice, sosteniendo una bolsa blanca en sus piernas—. Se te va a dañar esto.Volteo a ver rápidamente de qué me está hablando, y entonces caigo en cuenta de que esa bolsa blanca contiene el recipiente con la ensalada de frutas que me
¿Por qué tiene que ser gay? Es tan injusto.Eso pienso mientras subo la escalera con mi pesado morral. Cierro la puerta del apartamento tras de mí y me recuesto en ella, recordando la tontería que acabo de hacer. Mi espalda se desliza por la puerta hasta que quedo sentada contra ella, con el morral en el suelo.¡Qué vergüenza! Debe pensar que soy una especie de loca y que todas las mujeres son así. Debe estar contento al imaginar todos los dramas de los que se ha salvado al ser gay. Pero, en mi defensa, me gusta tanto que olvido que lo es y entro en pánico. No quiero volver a sufrir, no quiero volver a ser la tonta de la relación, esa que cede a todo por mi afán de apoyar siempre, y al final, volver a perderlo todo, hasta a mí misma. Ahora soy solo una triste sombra de lo que alguna vez fui.Cuando conocí a Terry, todo fue genial. Ocurrió en la sala de urgencias de la clínica en la que trabajaba, y la conexión fue inmediata. Su lesión fue menor y se recuperó pronto. Me gustó saber que
El apartamento de ese tal Terry está a oscuras. Es un lugar de clase baja, en el cual tanto mis ropas como mi vehículo llaman la atención. No me importa; sé cómo comportarme en este entorno. Salgo del vehículo, desabotono los puños de mi camisa para poder doblarlos un par de veces y me recuesto contra el auto, esperando al fulano.Mientras, tomo el celular y miro la foto de perfil de Sophía. Está abrazando a una mujer mayor; supongo que es su madre. ¿Ya habrá guardado mi contacto? Quiero asegurarme de que lo haga, así que decido enviarle un mensaje.Su respuesta llega unos minutos después: "Guardado. Espero que puedas comer algo antes de tu cita". Comer... si ella supiera lo que se me antoja comer, no habría enviado esa respuesta. Esta noche me merezco una medalla; ha sido muy difícil no subir con ella y cumplir alguna de mis fantasías. He tratado de frenarlas, pero unas tantas se han filtrado, cortesía de las novelas gráficas que tiene en su biblioteca...Soy un hombre adulto y disci
Hoy decido llegar antes de lo usual a la oficina. Algunos temas que maneja Alexander están cayendo en mis manos, y eso hace que los correos y las juntas se acumulen como nunca. El portero abre la puerta y me saluda formalmente, como cada mañana. Me sorprende encontrar a alguien más aquí; normalmente, a esta hora, solo veo a las empleadas de servicios generales.Sin embargo, el uniforme a lo lejos es el de una administrativa. La administrativa habla animadamente con la persona que está limpiando el ascensor.—Buen día, jefe —me saluda la mujer que limpia el ascensor—. Ya estoy terminando.—Buen día, Evelyn —le respondo. Ella es la única con quien me cruzo a esta hora—. No hay problema, yo espero.—Buen día, jefe —dice Cloe con una sonrisa.Frunzo el ceño al darme cuenta de que Cloe está aquí. Faltan tres horas para que comience su jornada laboral. ¿Qué hace aquí?—Buen día, señorita Cloe —la saludo—. ¿Tiene un horario especial?Por primera vez, su sonrisa se borra, haciéndome entender
Hoy comienza mi turno nocturno, pero decido llegar un poco antes para apoyar a mi hermana. Atravieso la recepción, dejo mis cosas en la sala de médicos y, cuando estoy por salir, veo a una de mis compañeras maquillándose.¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que me preocupé por mi aspecto? Me da algo de tristeza pensar en eso. Hace unos días, por alguna razón, me sentí incómoda estando en la misma habitación con Cloe y Sebastián. No pude evitar pensar en lo bien que sabe arreglarse Cloe, y que si él no fuera gay, posiblemente se fijaría en ella, no en mí. Sonrío también al recordar que fue evidente que a Cloe le gusta Sebastián. Vaya sorpresa la que se llevará esa chica.Es una tontería; no tengo motivo para arreglarme en este momento o para estar celosa. Si me arreglo ahora, posiblemente el doctor Dylan Moore pensará que lo hago por él, como respuesta a sus recientes galanteos, y nada podría estar más alejado de la realidad. Ese hombre está muy lejos de mis gustos. Tengo pref
Ahora entiendo la forma de ser de esta chica. Vive con su familia en un vecindario similar al de Sophía, pero con más personas en un apartamento del mismo tamaño, por lo que siempre hay alguien con quien hablar y mucho que hacer. Su madre nos recibe en la puerta y me agradece lo que ella considera un hermoso gesto.Saludo a la madre y a tres hermanos menores que me observan con curiosidad. Calculo que el chico tiene unos catorce años y las gemelas, seis o siete. Todo funciona como un reloj en esa casa: una de las niñas pone la mesa, al chico le toca lavar la loza hoy, y la otra niña tiene otra asignación relacionada con la ropa, según alcanzo a entender.La comida es simple, pero agradable. Cada uno cuenta sus experiencias del día, y hay una especie de retroalimentación que no observaba desde hace años. Cloe ríe de algún comentario tonto del chico, quien tampoco tiene pelos en la lengua para hablar.—¿Y qué nos cuenta usted, señor Sebastián? —pregunta la madre.Respondo lo que puedo p
Mientras Alexander se recupera, estoy a la cabeza de todo. La cantidad de reuniones y datos que hay que analizar me agobia, además de que eso hace que todo mi equipo esté sobrecargado de trabajo, sobre todo Lissa y Arturo. Sigo sin entender por qué Alexander peleó tanto por este cargo; es un fastidio total.A las diez de la mañana, llega a mi correo el informe completo de los estudios de seguridad. Hice revisar a todo el personal, incluyendo a los fallecidos en el atentado. Uno a uno voy descartando traidores y aumentando mi ansiedad, pues estoy dejando de último a mi sospechoso principal. Reviso muchas cosas: cuentas bancarias, propiedades, viajes extraños, su familia y, en algunos casos, sus GPS. Todos están limpios, menos, obviamente, los sicarios del otro bando, cuyas cuentas bancarias me confirman lo que ya sabía...Falta un solo clic. La carpeta se abre, dejándome ver alertas en todas las áreas posibles. Ingresos mensuales mucho más elevados de lo debido, una propiedad escondida