Necesito un momento para recomponerme. Sophia me lleva a lugares que ni siquiera sabía que existían dentro de mí. Siempre quiero más de ella, siempre me deja al borde, explorando límites desconocidos. En el estacionamiento, creí tener el control por un instante, pero cuando apareció Víctor, todo se desmoronó. Otra vez. No puedo culparlo por completo, pero verlo robarse su atención en segundos me quemó por dentro. ¿Solo porque es deportista? Saber que le gusta el fútbol americano me dejó un sabor amargo, especialmente porque me enteré así.Lo más irritante es que Víctor no es ningún tonto. Se las ingenio para quedarse cerca, invadiendo nuestro espacio y poniéndome a prueba. Cada gesto, cada palabra, era una provocación calculada para fastidiarme, como si supiera exactamente cómo tocar mis puntos débiles. Odié verlo acercarse tanto a Sophia para esa maldita foto, su mano en su cintura, rozando lo que es mío, mientras yo contenía la furia. Pero entonces Sophia, en lugar de alejarse, me s
Respiro hondo y lo sigo hasta la habitación. Me sorprende encontrar una pequeña mesa con el desayuno dispuesto sobre la cama: panqueques esponjosos, frutas frescas, todo impecable, como si lo hubiese preparado un chef profesional.—Creí que dormías, quería sorprenderte —dice al ver mi asombro.—Milagros que hace el aroma de un buen café —respondo, levantando la taza—. ¿Todo lo preparaste tú?—Te dije que prefiero cocinar —sonríe, orgulloso.Sí, lo había mencionado, pero nunca imaginé que realmente tuviera talento para ello. El café está exquisito, y los huevos, junto con los panqueques, se ven igual de prometedores.—No puedo dejarte escapar. Cásate conmigo —digo entre risas, pero cuando veo cómo su sonrisa se congela, un frío inesperado recorre mi espalda.Era una broma, una frase lanzada sin pensar. Pero el cambio en su expresión me advierte que esto no va a tener un buen final. No es que esté enamorada, o al menos no lo había pensado hasta ahora, pero creí que había algo más que s
¿De verdad esto es todo? El vacío en el pecho crece mientras observo la puerta por la que desapareció. No quería drama, ni que ella sufriera más de lo necesario, pero nunca imaginé que se iría sin decir siquiera una palabra. Ni un reproche. Sabía que estaba dolida; lo vi en su mirada cuando reaccioné de manera exagerada a su broma. Fue solo un segundo, pero ese destello de dolor me golpeó como un puñal. Luego, como si nada, su rostro se recompuso, ocultando cualquier rastro de debilidad.Se fue. Y estoy seguro de que no podré volver a acercarme a ella. Es orgullosa. Tanto que preferiría que la tierra se abriera y la tragara antes de dejarme ver con sus lágrimas o cuánto la lastimé. Tal vez sea mi ego herido hablando, porque con lo tenaz que es, sé que se recuperará pronto, quizá con otro, ese tal Dylan, me hace hervir la sangre. Habría deseado tener la certeza de que llorará, de que su alma estará de duelo por mí al menos por un tiempo, pero parece que no será así.Acelero todo lo que
Su atuendo es relajado, pero deja entrever la perfección de su abdomen, marcado y definido, gracias a una camisa corta, holgada y sin mangas en tonos claros. El contraste con sus pantalones negros de tiro alto y las sandalias de tacón elevadas hace resaltar aún más su figura. Debo admitir que esperaba encontrarla con una vestimenta más atrevida y provocativa, pero es una grata sorpresa para la vista."Esto podría funcionar", me digo mientras acaricio con la mirada ese cuerpo y tomo una primera foto. Ella me busca en el restaurante, y su rostro se ilumina al encontrarme, esperándola. No podía ser de otra manera. Nathaly está acostumbrada a los mejores lugares, su seguridad lo demuestra con cada paso que da.—Ha sido una gran cena, lo reconozco, pero tenía en mente otro tipo de... comida —susurra con picardía, mientras sus manos recorren lentamente mi brazo, su voz cargada de insinuaciones.Sonrío, complacido por lo fácil que todo fluye con esta mujer. Yoshua puede tratarla como a una n
Una vez vestida, le entrego el último paquete. Sus dedos tiemblan levemente mientras desata el nudo de la bolsa, y cuando finalmente lo abre, sus ojos se iluminan al extraer unas hermosas orejas naranjas de zorro, suaves al tacto, y una larga y esponjosa cola que casi parece vibrar en sus manos. El pelaje brilla bajo la luz tenue, cada fibra atrapando el resplandor como si estuviera hecho para acariciar. Los movimientos en las habitaciones adyacentes se detienen por un instante, las parejas curiosas dirigen sus miradas hacia ella, sus respiraciones pesadas continúan, pero ahora impregnadas de una nueva tensión, de deseo contenido.— ¿Cómo se supone que debo ponerme esta cola? —pregunta, aunque su voz tiene una matiz de nerviosismo. Ella sabe la respuesta, pero se niega a admitirla.La observa entre sus manos. Sonrío mientras noto cómo sus ojos intentan escapar de la respuesta evidente. A lo lejos, las ayudas visuales que el dúo ha comenzado a ofrecerle se vuelven irresistibles. Ella
Dormir no fue tan sencillo como había imaginado. A pesar del cansancio, di vueltas en la cama mientras el silencio me ensordecía y el frío parecía instalarse en cada rincón. Cuando por fin el sueño comenzó a envolverme, la llamada de Noah me arrancó la poca paz que había logrado reunir.Por diferentes razones, nunca se me facilitó hacer amistades; aun así, Noah siempre estuvo ahí. Él fue mi constante. Desde que mamá y papá se dieron un tiempo, pasando por mi primer desamor, hasta cuando apareció la enfermedad de papá. Estuvo a mi lado en mis primeras borracheras, en los momentos más oscuros de mi vida. Cuando el trabajo comenzó a destruirme por dentro, Noah fue quien me sostuvo. Ha sido mi refugio en las peores tormentas.Las cosas que no soy capaz de contarle a mamá, las sabe él. Por eso, siempre he tratado de estar ahí cuando me ha necesitado. Recuerdo que insistió mucho en que lo acompañara, en que este mundo tampoco era para mí. Él, muy soñador, dijo en su momento: “Nos vamos con
Estoy en piloto automático. Cada paso por las escaleras parece arrastrar el peso del mundo sobre mis hombros. Busco las llaves en mi diminuto bolso, con manos que se mueven por inercia, como si todo lo que hago no importara. Ingreso al apartamento y dejo los zapatos junto a la puerta. Luego, el bolso y el celular caen sobre la mesa del comedor con un sonido sordo que apenas registro. Camino hacia mi cuarto, sintiendo cada vez más la urgencia de desconectarme del dolor, y me desplomo pesadamente sobre la cama. El agotamiento me consume, pero es más emocional que físico. Quiero que la tierra me trague, quiero desaparecer. Fui una completa idiota.Sebastián no es gay, nunca lo fue. Simplemente... no soy la mujer para él. Esa verdad me perfora el pecho como una daga fría. Por un fugaz instante, cuando desperté esta mañana, imaginé un futuro distinto, uno en el que sus caricias significaban más que solo una noche. Por un segundo, lo creí. Nos vi juntos, riendo, compartiendo algo más profun
Debo buscar la forma de alejarme por un tiempo, pensar en otra cosa, descansar. Playa, la playa es linda. Tal vez simplemente haga mi maleta, llegue al aeropuerto y pregunte cuál es el vuelo más próximo con cupo, cuyo destino tenga mar. Mi vida afectiva y laboral es un caos; lo único que funciona decentemente en mi vida es mi familia.Una semana. Eso debería bastar para organizar mi mente. De repente, el asunto de Sebastián ha pasado a un segundo plano: mi futuro económico incierto y los problemas laborales son más urgentes. A veces, el mundo necesita recordarme que existen dolores más grandes que los del corazón.Es poco más de mediodía cuando vuelve a sonar el celular. Es Isabella, y me cuenta una desgarradora historia en la cual está involucrada una bebé que perderá a su madre. El corazón se me oprime al escuchar algo tan triste. Ya sabía de la existencia de Noah y, aunque no lo conozco, es imposible no sentir empatía por alguien que perderá a su esposa y quedará enfrentando la pat