¿De verdad esto es todo? El vacío en el pecho crece mientras observo la puerta por la que desapareció. No quería drama, ni que ella sufriera más de lo necesario, pero nunca imaginé que se iría sin decir siquiera una palabra. Ni un reproche. Sabía que estaba dolida; lo vi en su mirada cuando reaccioné de manera exagerada a su broma. Fue solo un segundo, pero ese destello de dolor me golpeó como un puñal. Luego, como si nada, su rostro se recompuso, ocultando cualquier rastro de debilidad.Se fue. Y estoy seguro de que no podré volver a acercarme a ella. Es orgullosa. Tanto que preferiría que la tierra se abriera y la tragara antes de dejarme ver con sus lágrimas o cuánto la lastimé. Tal vez sea mi ego herido hablando, porque con lo tenaz que es, sé que se recuperará pronto, quizá con otro, ese tal Dylan, me hace hervir la sangre. Habría deseado tener la certeza de que llorará, de que su alma estará de duelo por mí al menos por un tiempo, pero parece que no será así.Acelero todo lo que
Su atuendo es relajado, pero deja entrever la perfección de su abdomen, marcado y definido, gracias a una camisa corta, holgada y sin mangas en tonos claros. El contraste con sus pantalones negros de tiro alto y las sandalias de tacón elevadas hace resaltar aún más su figura. Debo admitir que esperaba encontrarla con una vestimenta más atrevida y provocativa, pero es una grata sorpresa para la vista."Esto podría funcionar", me digo mientras acaricio con la mirada ese cuerpo y tomo una primera foto. Ella me busca en el restaurante, y su rostro se ilumina al encontrarme, esperándola. No podía ser de otra manera. Nathaly está acostumbrada a los mejores lugares, su seguridad lo demuestra con cada paso que da.—Ha sido una gran cena, lo reconozco, pero tenía en mente otro tipo de... comida —susurra con picardía, mientras sus manos recorren lentamente mi brazo, su voz cargada de insinuaciones.Sonrío, complacido por lo fácil que todo fluye con esta mujer. Yoshua puede tratarla como a una n
Una vez vestida, le entrego el último paquete. Sus dedos tiemblan levemente mientras desata el nudo de la bolsa, y cuando finalmente lo abre, sus ojos se iluminan al extraer unas hermosas orejas naranjas de zorro, suaves al tacto, y una larga y esponjosa cola que casi parece vibrar en sus manos. El pelaje brilla bajo la luz tenue, cada fibra atrapando el resplandor como si estuviera hecho para acariciar. Los movimientos en las habitaciones adyacentes se detienen por un instante, las parejas curiosas dirigen sus miradas hacia ella, sus respiraciones pesadas continúan, pero ahora impregnadas de una nueva tensión, de deseo contenido.— ¿Cómo se supone que debo ponerme esta cola? —pregunta, aunque su voz tiene una matiz de nerviosismo. Ella sabe la respuesta, pero se niega a admitirla.La observa entre sus manos. Sonrío mientras noto cómo sus ojos intentan escapar de la respuesta evidente. A lo lejos, las ayudas visuales que el dúo ha comenzado a ofrecerle se vuelven irresistibles. Ella
Dormir no fue tan sencillo como había imaginado. A pesar del cansancio, di vueltas en la cama mientras el silencio me ensordecía y el frío parecía instalarse en cada rincón. Cuando por fin el sueño comenzó a envolverme, la llamada de Noah me arrancó la poca paz que había logrado reunir.Por diferentes razones, nunca se me facilitó hacer amistades; aun así, Noah siempre estuvo ahí. Él fue mi constante. Desde que mamá y papá se dieron un tiempo, pasando por mi primer desamor, hasta cuando apareció la enfermedad de papá. Estuvo a mi lado en mis primeras borracheras, en los momentos más oscuros de mi vida. Cuando el trabajo comenzó a destruirme por dentro, Noah fue quien me sostuvo. Ha sido mi refugio en las peores tormentas.Las cosas que no soy capaz de contarle a mamá, las sabe él. Por eso, siempre he tratado de estar ahí cuando me ha necesitado. Recuerdo que insistió mucho en que lo acompañara, en que este mundo tampoco era para mí. Él, muy soñador, dijo en su momento: “Nos vamos con
Estoy en piloto automático. Cada paso por las escaleras parece arrastrar el peso del mundo sobre mis hombros. Busco las llaves en mi diminuto bolso, con manos que se mueven por inercia, como si todo lo que hago no importara. Ingreso al apartamento y dejo los zapatos junto a la puerta. Luego, el bolso y el celular caen sobre la mesa del comedor con un sonido sordo que apenas registro. Camino hacia mi cuarto, sintiendo cada vez más la urgencia de desconectarme del dolor, y me desplomo pesadamente sobre la cama. El agotamiento me consume, pero es más emocional que físico. Quiero que la tierra me trague, quiero desaparecer. Fui una completa idiota.Sebastián no es gay, nunca lo fue. Simplemente... no soy la mujer para él. Esa verdad me perfora el pecho como una daga fría. Por un fugaz instante, cuando desperté esta mañana, imaginé un futuro distinto, uno en el que sus caricias significaban más que solo una noche. Por un segundo, lo creí. Nos vi juntos, riendo, compartiendo algo más profun
Debo buscar la forma de alejarme por un tiempo, pensar en otra cosa, descansar. Playa, la playa es linda. Tal vez simplemente haga mi maleta, llegue al aeropuerto y pregunte cuál es el vuelo más próximo con cupo, cuyo destino tenga mar. Mi vida afectiva y laboral es un caos; lo único que funciona decentemente en mi vida es mi familia.Una semana. Eso debería bastar para organizar mi mente. De repente, el asunto de Sebastián ha pasado a un segundo plano: mi futuro económico incierto y los problemas laborales son más urgentes. A veces, el mundo necesita recordarme que existen dolores más grandes que los del corazón.Es poco más de mediodía cuando vuelve a sonar el celular. Es Isabella, y me cuenta una desgarradora historia en la cual está involucrada una bebé que perderá a su madre. El corazón se me oprime al escuchar algo tan triste. Ya sabía de la existencia de Noah y, aunque no lo conozco, es imposible no sentir empatía por alguien que perderá a su esposa y quedará enfrentando la pat
La noticia me tomó por sorpresa cuando Alexander sugirió que Sophía me acompañara y organizara el viaje con ella. No es que lo viera mal, sé que no tengo idea de bebés y ella sería una ayuda invaluable, pero nunca imaginé que ella aceptaría verme, mucho menos acompañarme. Había una parte de mí que se negaba a creer que no guardaba resentimiento hacia mí. Cuando hablé con ella, me trató con una normalidad desconcertante, como si nada hubiera sucedido entre nosotros, y eso, de alguna forma, me irrita.Aun así, realicé cambios en el itinerario pensando en su comodidad. No sé qué la motiva a hacer esto, pero, sea cual sea la razón, está sacrificando su tiempo para ayudarnos, y lo mínimo que puedo hacer es asegurarme de que esté bien. Cambié las rutas para que podamos parar en lugares decentes, garantizar que coma adecuadamente. Ojalá pudiéramos usar el jet, pero sería demasiado arriesgado. No quiero dejar ningún rastro electrónico que puedan seguir, así que el viaje será por tierra, y todo
—Hay cambio de planes, nos vamos en vuelo —le digo a Sophía—. Richard, un conocido, nos prestará su jet y así eliminaremos muchas horas de viaje.—No hay problema, comprendo que ahora hay más afán —dice, aún sentada en el mismo mueble.—Tengo que solucionar algunas cosas, cambiar el alojamiento y eso —digo, pensando en el resto de los preparativos.—Supongo que dejaremos la maleta en el hotel y luego partiremos directo a la clínica —dice con cautela Sophía.—No había pensado en eso... —confieso, mientras me froto los ojos con las manos, intentando alejar el dolor que empieza a acumularse en mi cabeza.—¿Te está doliendo la cabeza? —pregunta, sorprendiéndome. No esperaba que lo notara. ¿Acaso sigue preocupándose por mí?—Un poco... —admito, sin querer parecer débil ante ella, pero incapaz de ocultar la verdad.Nuevamente solo ordena y yo obedezco con una docilidad increíble mientras veo su silueta alejarse. Regresa poco después con una pastilla y un vaso de agua en la mano.—Tómate est