39. CUESTIÓN DE EGO

¿De verdad esto es todo? El vacío en el pecho crece mientras observo la puerta por la que desapareció. No quería drama, ni que ella sufriera más de lo necesario, pero nunca imaginé que se iría sin decir siquiera una palabra. Ni un reproche. Sabía que estaba dolida; lo vi en su mirada cuando reaccioné de manera exagerada a su broma. Fue solo un segundo, pero ese destello de dolor me golpeó como un puñal. Luego, como si nada, su rostro se recompuso, ocultando cualquier rastro de debilidad.

Se fue. Y estoy seguro de que no podré volver a acercarme a ella. Es orgullosa. Tanto que preferiría que la tierra se abriera y la tragara antes de dejarme ver con sus lágrimas o cuánto la lastimé. Tal vez sea mi ego herido hablando, porque con lo tenaz que es, sé que se recuperará pronto, quizá con otro, ese tal Dylan, me hace hervir la sangre. Habría deseado tener la certeza de que llorará, de que su alma estará de duelo por mí al menos por un tiempo, pero parece que no será así.

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