Estoy en piloto automático. Cada paso por las escaleras parece arrastrar el peso del mundo sobre mis hombros. Busco las llaves en mi diminuto bolso, con manos que se mueven por inercia, como si todo lo que hago no importara. Ingreso al apartamento y dejo los zapatos junto a la puerta. Luego, el bolso y el celular caen sobre la mesa del comedor con un sonido sordo que apenas registro. Camino hacia mi cuarto, sintiendo cada vez más la urgencia de desconectarme del dolor, y me desplomo pesadamente sobre la cama. El agotamiento me consume, pero es más emocional que físico. Quiero que la tierra me trague, quiero desaparecer. Fui una completa idiota.Sebastián no es gay, nunca lo fue. Simplemente... no soy la mujer para él. Esa verdad me perfora el pecho como una daga fría. Por un fugaz instante, cuando desperté esta mañana, imaginé un futuro distinto, uno en el que sus caricias significaban más que solo una noche. Por un segundo, lo creí. Nos vi juntos, riendo, compartiendo algo más profun
Debo buscar la forma de alejarme por un tiempo, pensar en otra cosa, descansar. Playa, la playa es linda. Tal vez simplemente haga mi maleta, llegue al aeropuerto y pregunte cuál es el vuelo más próximo con cupo, cuyo destino tenga mar. Mi vida afectiva y laboral es un caos; lo único que funciona decentemente en mi vida es mi familia.Una semana. Eso debería bastar para organizar mi mente. De repente, el asunto de Sebastián ha pasado a un segundo plano: mi futuro económico incierto y los problemas laborales son más urgentes. A veces, el mundo necesita recordarme que existen dolores más grandes que los del corazón.Es poco más de mediodía cuando vuelve a sonar el celular. Es Isabella, y me cuenta una desgarradora historia en la cual está involucrada una bebé que perderá a su madre. El corazón se me oprime al escuchar algo tan triste. Ya sabía de la existencia de Noah y, aunque no lo conozco, es imposible no sentir empatía por alguien que perderá a su esposa y quedará enfrentando la pat
La noticia me tomó por sorpresa cuando Alexander sugirió que Sophía me acompañara y organizara el viaje con ella. No es que lo viera mal, sé que no tengo idea de bebés y ella sería una ayuda invaluable, pero nunca imaginé que ella aceptaría verme, mucho menos acompañarme. Había una parte de mí que se negaba a creer que no guardaba resentimiento hacia mí. Cuando hablé con ella, me trató con una normalidad desconcertante, como si nada hubiera sucedido entre nosotros, y eso, de alguna forma, me irrita.Aun así, realicé cambios en el itinerario pensando en su comodidad. No sé qué la motiva a hacer esto, pero, sea cual sea la razón, está sacrificando su tiempo para ayudarnos, y lo mínimo que puedo hacer es asegurarme de que esté bien. Cambié las rutas para que podamos parar en lugares decentes, garantizar que coma adecuadamente. Ojalá pudiéramos usar el jet, pero sería demasiado arriesgado. No quiero dejar ningún rastro electrónico que puedan seguir, así que el viaje será por tierra, y todo
—Hay cambio de planes, nos vamos en vuelo —le digo a Sophía—. Richard, un conocido, nos prestará su jet y así eliminaremos muchas horas de viaje.—No hay problema, comprendo que ahora hay más afán —dice, aún sentada en el mismo mueble.—Tengo que solucionar algunas cosas, cambiar el alojamiento y eso —digo, pensando en el resto de los preparativos.—Supongo que dejaremos la maleta en el hotel y luego partiremos directo a la clínica —dice con cautela Sophía.—No había pensado en eso... —confieso, mientras me froto los ojos con las manos, intentando alejar el dolor que empieza a acumularse en mi cabeza.—¿Te está doliendo la cabeza? —pregunta, sorprendiéndome. No esperaba que lo notara. ¿Acaso sigue preocupándose por mí?—Un poco... —admito, sin querer parecer débil ante ella, pero incapaz de ocultar la verdad.Nuevamente solo ordena y yo obedezco con una docilidad increíble mientras veo su silueta alejarse. Regresa poco después con una pastilla y un vaso de agua en la mano.—Tómate est
¿En serio? ¿Merezco a alguien mejor que él? Aquí estoy, tratando de mantener la calma y actuar como una persona racional, y él sale con eso. Solo quería la libertad de decidir por mí misma, pero no... tiene que tomar las riendas, como si yo no fuera capaz. Mi voluntad flaqueó cuando vi el dolor en su rostro; intenté ayudarlo a pesar de lo que me estaba costando, y... ¿esto es lo que recibo a cambio?¡Qué idiota!Lo echo del apartamento antes de que vea el caos en el que estoy. Necesito recuperar el control. Si pudiera escapar de esta situación, lo haría sin pensarlo, pero solo con imaginar a esa bebé... se me arruga el corazón. No puedo dejarla. Vale la pena tragarme mi orgullo por ella, aunque me esté desgarrando.Preparo un té y miro la hora. No parece que el viaje sea pronto, y no tengo ánimo para cocinar. Así que, tras terminar mi relajante bebida, agarro el bolso y salgo a buscar algo de comer, sin prisa.Si tan solo pudiera quitarme de encima este maldito aguijón que me dejó Seb
El hotel es deslumbrante, más lujoso de lo que jamás habría imaginado. Tiene todo: piscina, sauna, un restaurante gourmet, bar... incluso me parece que hay un centro comercial. Muerdo mi labio inferior, tratando de contener una exclamación de asombro al abrir la puerta de mi habitación. ¿Es en serio? Este lugar es más grande que mi apartamento.La tentación es demasiado fuerte, y sin pensarlo dos veces, me dejo caer sobre la cama. El colchón me recibe con una suavidad tan indescriptible que me hace pensar que probablemente cuesta diez veces más que el mío. Por un momento, fantaseo con quedarme aquí, atrapada en esta burbuja de comodidad, disfrutando de este colchón y de la enorme tina de baño que vi de reojo. Pero no puedo permitírmelo, no después de todo el escándalo que armé. Suspirando, me levanto de la cama y busco en mi maleta los artículos básicos de cuidado personal.No voy a cambiarme de ropa; después de todo, esto no es una cita formal. Pero al menos debo arreglarme un poco p
¡Por supuesto que estoy disfrutando cada instante! Si tan solo fuera una mujer más ingenua, unos años más joven, o mis vivencias no me estuvieran endureciendo de la manera en que lo están haciendo, seguramente ya habría sucumbido a los encantos de Richard.No le debo nada a Sebastián, y él tampoco a mí, pero a quien sí me debo es a mí misma. En cada relación que he tenido, siempre sentí un vínculo, una ilusión, la cual errada o no, me decía que estaba haciendo lo correcto, pues creía que les gustaba más allá de lo físico. Con Richard, en cambio, todo parece claro: será solo un buen momento, pero sus motivaciones me son un misterio. ¿Hay algo en mí que le atraiga más allá de lo superficial? ¿Quiere fastidiar a Sebastián? ¿O simplemente busca pasar un buen rato?Antes habría aceptado el juego sin cuestionarlo, y lo hice, con Dylan. Ese fue mi error, y aún estoy pagando las consecuencias. No quiero repetir esa historia. Con Richard, el riesgo parece mayor, y no me atrevo a imaginar las r
Debido al calor del momento, olvidé sacar la tarjeta de la habitación. Ahora me encuentro fuera, atrapado en medio del pasillo de un piso superior, vistiendo solo una sudadera y una camisilla. Maldigo mi decuido mientras bajo a la recepción. Los pocos empleados del turno nocturno me observan en silencio. Pido una copia de la tarjeta y regreso a la habitación, encerrándome como el maldito ogro que probablemente parezco a los ojos de todos.Solo trato de cuidarla, ¿acaso no se da cuenta? Richard es un peligro para cualquier mujer, bueno para cualquier ser humano en general, pero aun más para las mujeres bellas. El tipo tiene un encanto perverso que las atrae como polillas al fuego. Ya casi es la una de la mañana y me lanzo sobre la cama, incapaz de apartar mi mente de esta situación absurda.Nunca pensé que Sophia se atrevería a irse con él, pero lo hizo, y eso me tiene cabreado, más cabreado de lo que jamás había estado. Verla aceptar su brazo para subir al auto fue suficiente para dar