—¿Estás seguro de lo que estás haciendo? Es evidente que le estás tocando los huevos a Sebastián —dice Michael, ahora sentado a mi lado en el vehículo.Mi sonrisa se expande al recordar lo interesante de la situación. El aguafiestas de Sebastián está interesado en una mujer, y eso me hizo fijarme en ella.—Sophía se parece un poco a su hermana, pero tiene algo más... más "intenso" —digo, buscando la palabra adecuada.—No conozco a la esposa de Alexander, no fui contigo a Ibiza —me recuerda Michael—, así que explícate, "intensa" no me dice nada.Sonrío al recordar que, aunque Michael es mi hombre de confianza y único amigo real, no es bueno con las referencias de películas o series. Exhalo con fuerza y me dispongo a explicarle el concepto. Es cierto, él tenía otras cosas de las que ocuparse en esos días; fue solo una casualidad que me encontrara a Alexander y su esposa en plena luna de miel.—Físicamente se parecen, pero Sophía es más alta, más segura. No tiene ese aire de inocencia que
Antes de que salga el sol, ya estoy listo. Si no puedo dormir, al menos aprovecharé el tiempo. Quizás así mi cuerpo se acostumbre al cambio de horario más rápido. Paso frente a la puerta de la habitación de Sophia y, por un instante, me imagino cómo sería verla descansando, sola, en esa gran cama. Estoy seguro de que si me acostara a su lado, entonces sí podría encontrar algo de paz.Sacudo ese pensamiento de inmediato y me dirijo hacia la clínica donde está internada Mía. Las calles aún están a oscuras, pero como sucede en todas las grandes ciudades, nunca hay un silencio total. Me cruzo con algunos vehículos en la avenida, y al llegar a la clínica, queda claro que este es un lugar que nunca duerme.Pregunto por Mía en el mostrador de enfermería, donde una mujer me observa con evidente desgano.—Este no es horario de visita —dice con voz monótona—, además, solo los familiares pueden entrar a verla.—Le ruego me disculpe —respondo, suavizando mi tono para intentar romper su barrera—. S
No pude hacer que Noah comiera adecuadamente, pero afirma que su organismo no le recibe más, así que no lo presiono.—¿Estás seguro de que puedes estar aquí? No me gustaría saber que el resto de la familia corre peligro porque estás conmigo —pregunta Noah mientras nos dirigimos a su apartamento.—Aunque no lo creas, Alexander ha madurado —le respondo, provocando que me mire con una mezcla de curiosidad y escepticismo—. Se está encargando de todo.Noah suelta una risa cansada y se cubre los ojos con una mano mientras seguimos avanzando.—Me alegra escuchar eso. Al menos así tienes menos peso sobre tus hombros, ¿no?—En parte, sí —respondo, aunque no puedo evitar dudar—. Pero aún no estoy seguro de si Alexander podrá con esa responsabilidad. Apenas está comenzando; tengo que guiarlo. Su esposa, Isabella, parece ser la fuente del cambio positivo de los últimos meses. Ha hecho muy feliz al abuelo.Le cuento algunos detalles sobre esos cambios, pero pronto noto que Noah lucha por mantener
Es temprano cuando suena el teléfono de la habitación. Bueno, no tan temprano, son las ocho, pero el cansancio me mantiene atrapada en la cama. De mala gana, alzo la bocina.—Señorita, buen día. El señor Richard le espera en el restaurante.Parpadeo lentamente, tratando de espantar el sueño, pero parece que no me abandonará hasta que entre en acción una ducha fría. No escuché sonar la alarma de mi celular, así que debo hacer en cinco minutos lo que planeaba hacer en media hora.—Gracias, por favor, dile que no demoro en bajar.Salto de la cama y, sin pensarlo dos veces, me meto en la ducha. Afortunadamente, no tengo que lavarme el cabello, lo que hace todo más rápido. Ni siquiera le doy una oportunidad a esa bañera tentadora. Mi cuerpo aún muestra algunas marcas, a pesar de mis esfuerzos por borrarlas. Por suerte, el clima permite que use ropa que las cubra sin levantar sospechas.La salida con Richard es excelente, una jornada divertida y agotadora. Imagino, debido a la cantidad de d
La habitación se siente inmensa y vacía. El silencio pesa, como si necesitara escuchar su voz para volver a respirar. No sé qué me pasa. Desde ayer, he sido impulsiva, emocional, fuera de control. No puedo evitarlo; mis emociones están desbordadas, y no me reconozco.Casi son las tres de la tarde cuando, finalmente, me animo a llamarlo. Sebastián ya debería haberme contactado para hablar sobre la bebé, así que reúno el valor suficiente para marcar su número.—Hola... ¿Has podido hablar con tu primo? ¿Cómo está con la niña? —es más fácil preguntarle eso que abordar directamente cómo se siente.—¿Cómo que como se porta con la niña? — su tono alarmado me pone en alerta; algo en mi pregunta ha tocado una fibra sensible, definitivamente él detectó algo.Entro a explicarle algunas de las reacciones normales en las familias con enfermos terminales y noto que, sin querer, lo estoy preocupando más. Me cuenta que Noah no ha visto a la bebé desde que ingresaron a Mía al hospital.—¿Has comido? —
Tras colgar la llamada, el peso del día cae sobre mí como una losa. El cansancio físico y mental es abrumador. Noah insiste en que muchas de mis preocupaciones son autoimpuestas, pero por más que lo intento, no puedo desprenderme de ellas. Son parte de mí, tan arraigadas que forman parte de mi ADN.Lo único que quiero es llegar al hotel y, aunque sea por un instante, ver a Sophía. Me inquieta no saber cómo fue su salida con Richard, y necesito quitarme al menos esa preocupación de encima. Además, quiero que me ayude a encontrar la mejor forma de acercar a Noah a la pequeña Elizabeth. Aprovecharé para que comamos juntos; no me gusta que sea tan tarde y que esté sin almorzar. Esa parte de mi plan es razonable, alcanzable. Pero el resto... es un deseo imposible: quiero descansar abrazado a ella, sentir la suavidad y calidez de su piel contra la mía.Al llegar a mi habitación, dejo algunas cosas a un lado y la llamo. El tono suena una y otra vez sin respuesta. Lo intento varias veces, y n
Su rostro palidece de repente, y noto cómo pierde el equilibrio. Si no fuera por mi rápida reacción, seguramente habría caído al suelo.—¿Qué te pasa? —pregunto con urgencia, preocupado por su bienestar—. ¿Estás bien?Su frente descansa contra mi pecho por unos instantes, dejándome ser su apoyo. Siento el subir y bajar de su respiración, acelerada al principio, pero poco a poco se calma. Trata de alejarse, pero no la dejo ir.—Estoy bien, puedes soltarme, Sebastián —responde, mostrándome su rostro, ahora solo un poco menos pálido—. Debe ser por haberme quedado dormida en el agua caliente… y la falta de comida.—No mientas. Richard me dijo que te sentiste mal durante la salida, así que no puede ser solo eso —afirmo mientras sujeto su cintura con más firmeza y la guío suavemente hacia la cama para que se siente.—No exageres. Antes era la falta de sueño y la diferencia horaria, pero ya dormí evidentemente, solo que no en las condiciones en que debía —afirma convencida de su respuesta.—
Entro en la habitación de Sebastián, buscando aprovechar este breve momento de calma. Sé que es temporal, pero lo necesito. Lo necesitamos. La genuina preocupación que vi en su rostro es suficiente para mí por ahora.Mientras él coloca mis maletas en el armario, me ocupo de dejar algunas cosas básicas en el baño. Al mirarme en el espejo, mi atención se detiene en los moretones de mis hombros. No son tan evidentes, así que me sorprende que Sebastián los haya notado con tanta facilidad. Tomo un poco de crema y empiezo a masajear suavemente, intentando difuminar las marcas y acelerar su desaparición.Tengo que encontrar la forma de calmarlo. No he perdonado a Dylan, pero tampoco quiero que Sebastián se meta en problemas por mi causa. Debe haber una mejor manera de manejar esto. Además, necesito mi trabajo.—¿Haces lo mismo con mis marcas? —su voz me toma por sorpresa. Está recostado contra el marco de la puerta, observándome con una intensidad que me deja sin palabras por un momento.Su