¡Por supuesto que estoy disfrutando cada instante! Si tan solo fuera una mujer más ingenua, unos años más joven, o mis vivencias no me estuvieran endureciendo de la manera en que lo están haciendo, seguramente ya habría sucumbido a los encantos de Richard.No le debo nada a Sebastián, y él tampoco a mí, pero a quien sí me debo es a mí misma. En cada relación que he tenido, siempre sentí un vínculo, una ilusión, la cual errada o no, me decía que estaba haciendo lo correcto, pues creía que les gustaba más allá de lo físico. Con Richard, en cambio, todo parece claro: será solo un buen momento, pero sus motivaciones me son un misterio. ¿Hay algo en mí que le atraiga más allá de lo superficial? ¿Quiere fastidiar a Sebastián? ¿O simplemente busca pasar un buen rato?Antes habría aceptado el juego sin cuestionarlo, y lo hice, con Dylan. Ese fue mi error, y aún estoy pagando las consecuencias. No quiero repetir esa historia. Con Richard, el riesgo parece mayor, y no me atrevo a imaginar las r
Debido al calor del momento, olvidé sacar la tarjeta de la habitación. Ahora me encuentro fuera, atrapado en medio del pasillo de un piso superior, vistiendo solo una sudadera y una camisilla. Maldigo mi decuido mientras bajo a la recepción. Los pocos empleados del turno nocturno me observan en silencio. Pido una copia de la tarjeta y regreso a la habitación, encerrándome como el maldito ogro que probablemente parezco a los ojos de todos.Solo trato de cuidarla, ¿acaso no se da cuenta? Richard es un peligro para cualquier mujer, bueno para cualquier ser humano en general, pero aun más para las mujeres bellas. El tipo tiene un encanto perverso que las atrae como polillas al fuego. Ya casi es la una de la mañana y me lanzo sobre la cama, incapaz de apartar mi mente de esta situación absurda.Nunca pensé que Sophia se atrevería a irse con él, pero lo hizo, y eso me tiene cabreado, más cabreado de lo que jamás había estado. Verla aceptar su brazo para subir al auto fue suficiente para dar
—¿Estás seguro de lo que estás haciendo? Es evidente que le estás tocando los huevos a Sebastián —dice Michael, ahora sentado a mi lado en el vehículo.Mi sonrisa se expande al recordar lo interesante de la situación. El aguafiestas de Sebastián está interesado en una mujer, y eso me hizo fijarme en ella.—Sophía se parece un poco a su hermana, pero tiene algo más... más "intenso" —digo, buscando la palabra adecuada.—No conozco a la esposa de Alexander, no fui contigo a Ibiza —me recuerda Michael—, así que explícate, "intensa" no me dice nada.Sonrío al recordar que, aunque Michael es mi hombre de confianza y único amigo real, no es bueno con las referencias de películas o series. Exhalo con fuerza y me dispongo a explicarle el concepto. Es cierto, él tenía otras cosas de las que ocuparse en esos días; fue solo una casualidad que me encontrara a Alexander y su esposa en plena luna de miel.—Físicamente se parecen, pero Sophía es más alta, más segura. No tiene ese aire de inocencia que
Antes de que salga el sol, ya estoy listo. Si no puedo dormir, al menos aprovecharé el tiempo. Quizás así mi cuerpo se acostumbre al cambio de horario más rápido. Paso frente a la puerta de la habitación de Sophia y, por un instante, me imagino cómo sería verla descansando, sola, en esa gran cama. Estoy seguro de que si me acostara a su lado, entonces sí podría encontrar algo de paz.Sacudo ese pensamiento de inmediato y me dirijo hacia la clínica donde está internada Mía. Las calles aún están a oscuras, pero como sucede en todas las grandes ciudades, nunca hay un silencio total. Me cruzo con algunos vehículos en la avenida, y al llegar a la clínica, queda claro que este es un lugar que nunca duerme.Pregunto por Mía en el mostrador de enfermería, donde una mujer me observa con evidente desgano.—Este no es horario de visita —dice con voz monótona—, además, solo los familiares pueden entrar a verla.—Le ruego me disculpe —respondo, suavizando mi tono para intentar romper su barrera—. S
No pude hacer que Noah comiera adecuadamente, pero afirma que su organismo no le recibe más, así que no lo presiono.—¿Estás seguro de que puedes estar aquí? No me gustaría saber que el resto de la familia corre peligro porque estás conmigo —pregunta Noah mientras nos dirigimos a su apartamento.—Aunque no lo creas, Alexander ha madurado —le respondo, provocando que me mire con una mezcla de curiosidad y escepticismo—. Se está encargando de todo.Noah suelta una risa cansada y se cubre los ojos con una mano mientras seguimos avanzando.—Me alegra escuchar eso. Al menos así tienes menos peso sobre tus hombros, ¿no?—En parte, sí —respondo, aunque no puedo evitar dudar—. Pero aún no estoy seguro de si Alexander podrá con esa responsabilidad. Apenas está comenzando; tengo que guiarlo. Su esposa, Isabella, parece ser la fuente del cambio positivo de los últimos meses. Ha hecho muy feliz al abuelo.Le cuento algunos detalles sobre esos cambios, pero pronto noto que Noah lucha por mantener
Es temprano cuando suena el teléfono de la habitación. Bueno, no tan temprano, son las ocho, pero el cansancio me mantiene atrapada en la cama. De mala gana, alzo la bocina.—Señorita, buen día. El señor Richard le espera en el restaurante.Parpadeo lentamente, tratando de espantar el sueño, pero parece que no me abandonará hasta que entre en acción una ducha fría. No escuché sonar la alarma de mi celular, así que debo hacer en cinco minutos lo que planeaba hacer en media hora.—Gracias, por favor, dile que no demoro en bajar.Salto de la cama y, sin pensarlo dos veces, me meto en la ducha. Afortunadamente, no tengo que lavarme el cabello, lo que hace todo más rápido. Ni siquiera le doy una oportunidad a esa bañera tentadora. Mi cuerpo aún muestra algunas marcas, a pesar de mis esfuerzos por borrarlas. Por suerte, el clima permite que use ropa que las cubra sin levantar sospechas.La salida con Richard es excelente, una jornada divertida y agotadora. Imagino, debido a la cantidad de d
La habitación se siente inmensa y vacía. El silencio pesa, como si necesitara escuchar su voz para volver a respirar. No sé qué me pasa. Desde ayer, he sido impulsiva, emocional, fuera de control. No puedo evitarlo; mis emociones están desbordadas, y no me reconozco.Casi son las tres de la tarde cuando, finalmente, me animo a llamarlo. Sebastián ya debería haberme contactado para hablar sobre la bebé, así que reúno el valor suficiente para marcar su número.—Hola... ¿Has podido hablar con tu primo? ¿Cómo está con la niña? —es más fácil preguntarle eso que abordar directamente cómo se siente.—¿Cómo que como se porta con la niña? — su tono alarmado me pone en alerta; algo en mi pregunta ha tocado una fibra sensible, definitivamente él detectó algo.Entro a explicarle algunas de las reacciones normales en las familias con enfermos terminales y noto que, sin querer, lo estoy preocupando más. Me cuenta que Noah no ha visto a la bebé desde que ingresaron a Mía al hospital.—¿Has comido? —
Tras colgar la llamada, el peso del día cae sobre mí como una losa. El cansancio físico y mental es abrumador. Noah insiste en que muchas de mis preocupaciones son autoimpuestas, pero por más que lo intento, no puedo desprenderme de ellas. Son parte de mí, tan arraigadas que forman parte de mi ADN.Lo único que quiero es llegar al hotel y, aunque sea por un instante, ver a Sophía. Me inquieta no saber cómo fue su salida con Richard, y necesito quitarme al menos esa preocupación de encima. Además, quiero que me ayude a encontrar la mejor forma de acercar a Noah a la pequeña Elizabeth. Aprovecharé para que comamos juntos; no me gusta que sea tan tarde y que esté sin almorzar. Esa parte de mi plan es razonable, alcanzable. Pero el resto... es un deseo imposible: quiero descansar abrazado a ella, sentir la suavidad y calidez de su piel contra la mía.Al llegar a mi habitación, dejo algunas cosas a un lado y la llamo. El tono suena una y otra vez sin respuesta. Lo intento varias veces, y n