No logro comprender cómo Sophía pudo elegir una profesión tan deprimente como la medicina. Desde antes de cruzar la puerta de urgencias, ya se ven rostros angustiados, y al entrar en la sala de espera, la situación empeora. Niños llorando, personas dobladas por el dolor y heridas leves componen el sombrío abanico de realidades que saltan a la vista. Este no es el tipo de ambiente que me gustaría para ninguna mujer, mucho menos para ella.Es irónico que me desagrade este entorno, considerando que cuando trabajo de cobrador disfruto de la sangre y el llanto. Pero en mi defensa, no es la violencia lo que me satisface, sino la certeza de que el sufrimiento que infrinjo, ya sea físico o psicológico, dejará una marca en mis víctimas. Les obligará a reconsiderar las consecuencias de sus decisiones.Nos dirigimos hacia la recepción de enfermería, conscientes de la mirada curiosa de la mujer tras el mostrador, quien evidentemente nota que no venimos por asistencia médica. Alexander toma la ini
—Deberíamos poner algo de música —dice Alexander, esbozando una sonrisa tan amplia que lo fulmino con la mirada a través del espejo retrovisor.—Si es por mí, no se preocupen —responde Sophía sin apartar la vista de la ventana—. Esta noche tendré suficiente con soportar ruido y gente sudorosa a mi alrededor. No necesito más.Frunzo el ceño, sorprendido. Normalmente, yo tampoco soy fan de esos ambientes. Siempre necesito una excusa laboral o una motivación muy específica para ir a lugares concurridos. La miro de reojo, intrigado por su desgana. Ella está absorta mirando por la ventana, como si la ciudad fuera realmente algo interesante de mirar. Me pregunto si tal vez yo debería acompañarla esta noche. No es que disfrute de esos eventos, pero… Muero por verla arreglada.He estado trabajando tan duro que me merezco un premio, aunque sea uno visual.Dejamos a Alexander en casa del abuelo y seguimos rumbo al edificio de Sophía. El silencio en el auto me pesa, así que intento romperlo con
—Se nota que está muy interesado en ti —dice Mary, mientras ambas observamos a Dylan regresar a su consultorio—. Si yo fuera tú, ya habría aprovechado a ese bombón.Bombón. Si ella supiera que ya le quité el envoltorio y lo probé, no me estaría hablando como si fuera una puritana. Pero el problema con Dylan no es lo que pasa en la cama. Es cómo me siento con él cuando no estamos en ella.Hemos intentado pasar más tiempo juntos estos últimos días. Hemos compartido varios desayunos, y él ha sugerido un par de veces ir a mi apartamento o que yo vaya al suyo, pero algo en mí aún no está del todo cómodo con la idea. Me las he arreglado para evitar esos momentos, pero ya no puedo tratarlo como una aventura casual de una sola noche.—No estoy segura de lo que quiero con él todavía —respondo, sin apartar la vista de la radiografía que ahora reviso—. No voy a precipitarme.No sé qué expresión tiene Mary en la cara, pero puedo sentir sus ojos fijos en mí. De repente, suelta un grito que me sobr
Después de dejar a Alexander en la casa del abuelo, me obliga a mantener la mirada fija en la ventana. Sé que mirar a Sebastián sería un error, y no necesito más distracciones. He estado tensa estos últimos días, y solo hay una cosa que podría aliviar esa tensión. Una sola mirada hacia él, y mi mente se llenaría de pensamientos que no deberían estar ahí. Jonathan tenía razón: Sebastián es un verdadero monumento de hombre.Cierro los ojos por un momento, pero las imágenes de ese sueño húmedo con él vuelven a invadir mi mente. No, ahora más que nunca, debo evitar mirarlo.¿Tendrá algún tatuaje escondido? ¿Y si lo tiene, dónde estará? ¿Marcará su piel alguna cicatriz que cuente la historia de un cuerpo tan perfectamente esculpido? La idea de que haya pasado por algo similar a lo de su primo me inquieta, pero aunque la curiosidad me arde por dentro, no me atrevo a preguntarle.El tráfico fluye inusualmente rápido, pero no tan rápido como la ola de calor que se enciende entre mis piernas a
Se están besando. El movimiento de sus labios es suave y sensual, y cuando por fin se separan, sus labios entreabiertos parecen llamarme, como si pidieran que le enseñe lo que es un beso de verdad, los estragos que soy capaz de ocasionar en su cuerpo con solo eso. Todos los hombres creemos saber de estos asuntos, pero yo... sé que puedo llevarla a un estado que ni siquiera imagina. Puedo darle lo que necesita, lo que nunca ha experimentado, y más. Mucho más.Miro al sujeto, y mi primer pensamiento es que ella es demasiado mujer para él. Necesita a alguien fuerte a su lado, alguien que no solo la proteja del mundo, sino incluso de ella misma en ocasiones. Alguien que sepa cuándo debe dominarla y cuándo dejarse dominar. No tengo idea de qué es lo que voy a hacer, pero indudablemente algo haré, y tendrá que ser esta noche.Estoy de pie en este balcón, mis manos aprietan con fuerza la baranda, tanto que siento que, si pudiera, la rompería. La rabia y el deseo me consumen. Tomo el celular
El sujeto no tiene nada más que decirme. Es sincero. Creo en su palabra y en la transferencia bancaria generosa que acaba de realizarnos. Mi misión inicial era cobrar el dinero que nos adeudaba por el servicio prestado, pero obviamente tenía que pedir un poco más. Llamemos a eso gastos de cobranzas; todas las entidades lo hacen, ¿verdad?El hombre se aleja de la computadora con la cual acaba de hacer la transferencia, y le entrego una toalla húmeda para que pueda limpiarse la sangre que ya empieza a secarse en su cuerpo. Este cuarto sujeto fue mucho más cooperativo que el resto. No llegué siquiera a amenazarlo con lastimar a un ser querido, y los golpes que le di fueron mínimos.Es una lástima. Me habría gustado divertirme más y quizás ver qué se hacía encima. Hago que le vendan los ojos y lo saquen de aquí. Subo las escaleras a paso lento y llego a las caballerizas, cuidando, como siempre, de dejar tapada la entrada con grandes cubos de heno.Acaricio la crin de un caballo azabache y
Aquí lo único que hay es sexo, sexo caliente, lascivo y fuerte. Tan así es, que esta mujer no tuvo tapujo alguno en llegar a mi apartamento en ropa interior, cubriendo su cuerpo solo con un abrigo. Justo lo que estoy necesitando para descargar toda esta frustración. Me acerco a ella, tomo su rostro con una mano y la beso de forma brusca.Ekaterina Smirnov, o Katya, como insiste en que la llame, es la jefa de seguridad de los Wilson, una familia muy poderosa con varias generaciones de políticos de importancia para el país. La conocí durante un "proceso de exportación" que realicé para esa familia y, desde entonces, es mi amante regular.Ni la delicadeza ni la sutileza es su fuerte, menos el mío. Nuestras lenguas se rozan, invadiendo y exigiendo a nuestros cuerpos subir la temperatura de forma rápida. Muerdo su labio inferior con algo de presión, mientras una de sus manos ya está bajando mi bragueta para frotar mi miembro sobre el bóxer. Pego su espalda a la pared y cierro la puerta con
Despierto temprano como todas las mañanas y hago ejercicio. Tengo mucho espacio en mi apartamento, así que adecué una de las habitaciones como gimnasio y con eso puedo entrenar a gusto no solo en las mañanas, sino cuando siento que realmente necesito desquitarme. Supongo que podría decirse que mi saco de boxeo ha salvado de buenas palizas a muchas personas.Mi naturaleza es así: muchas veces preferiría golpear primero y preguntar después, pero eso no siempre es bueno para los negocios. Lo aprendí a las malas con el abuelo. No me gusta comer fuera si puedo evitarlo, así que preparo mi desayuno y salgo a trabajar, siendo casi siempre el primero en llegar. Lo bueno de ser uno de los primeros es que no me topo con tráfico pesado ni tengo que saludar a mucha gente en el camino a mi oficina. El teléfono suena menos y así el tiempo me rinde más.El papeleo se multiplica y se multiplica, pero debo hacerlo. Afortunadamente, tengo una asistente que es mi mano derecha y es sumamente lista; su no