Creí conocer el verdadero significado del miedo... hasta que me enfrenté a él cara a cara. Mi nombre es Elena Vidal, periodista de investigación, testaruda, independiente, y lo suficientemente ingenua como para creer que podía enfrentar sola a una red internacional de terrorismo. Un error de cálculo. Uno que casi me cuesta la vida. Secuestrada, atrapada en tierras hostiles y sin saber en quién confiar, mi única oportunidad de sobrevivir es Marcus Blackthorne, el hombre que representa todo lo que desprecio: un operativo frío, calculador y despiadado… y mi viejo enemigo. Pero el peligro tiene la capacidad de desdibujar las líneas. Lo que antes era odio comienza a transformarse en una atracción prohibida, peligrosa, inevitable. Cuando el mundo entero parece haberse vuelto en mi contra, y cada segundo puede ser el último, debo decidir si puedo confiar en él… o si me romperá de la única forma que no podré soportar: desde dentro. Porque hay batallas que se luchan con armas. Y otras que se luchan con el corazón.
Leer másEl metal cruje al cerrarse la trampilla detrás de nosotros, tragándose la poca luz que quedaba del pasillo. Un golpe seco. Un encierro voluntario. Un túnel húmedo, silencioso, como la garganta de un monstruo que espera tragarnos.—Cuidado con el suelo. Hay partes donde se hunde —advierte Damián en voz baja, pero firme.Como si me importara.Mi pierna arde. La herida, aunque pequeña, ha empezado a latir con una intensidad molesta. Algo se desgarró al caer antes. Tal vez un músculo. Tal vez mi paciencia. Pero él no sabe. No puede saberlo. Porque mostrar debilidad frente a Damián sería como dejar que un depredador huela sangre.Y yo no sangro por nadie. No más.Camino detrás de él, arrastrando el peso del dolor sin dejar que mi respiración lo delate. El aire es espeso, caliente. El silencio nos envuelve como una manta asfixiante. El sudor se desliza por mi nuca, mi espalda, mi pecho. Pero no me detengo. No ahora.—¿Cuánto falta? —pregunto en un susurro, la voz más ronca de lo que quisier
El miedo no tiene sabor. No huele, no duele. Pero se instala en el pecho como un huésped indeseado que no piensa irse. No pienso cederle espacio. No a él. No ahora.La puerta metálica se cierra tras Damián Kane y mi cuerpo se tensa como si fuera cuerda de arco. Cada músculo recuerda lo que él me hizo. Cada pensamiento se activa con una rabia que grita venganza. Pero no grito. No me muevo. Solo lo miro.Él camina con esa seguridad endiablada, esa arrogancia que siempre usó como escudo. Las sombras del cuarto lo abrazan, lo visten mejor que cualquier traje. Y en su mirada… no hay burla. Ni culpa. Solo esa maldita calma de asesino profesional que siempre me irritó.—¿Tú? —mi voz suena como un latigazo.—Yo —responde con esa maldita sonrisa ladeada que tanto odié. Y que, en alguna versión más joven y estúpida de mí, una vez me atrajo.Marruecos. 2017. La misión tenía un objetivo claro: extraer a un activo doble antes de que los rusos lo hicieran desaparecer. Damián y yo éramos parte del m
A veces, el silencio grita más fuerte que cualquier explosión.Lo sentí en el aire, justo antes de que todo se desmoronara. Esa sensación pegajosa de que algo no encaja. Como si el mundo estuviera conteniendo el aliento, esperando el golpe.Eran las 08:37 de la mañana cuando entré a la embajada. El sol del desierto pegaba fuerte contra los ventanales y el café que sostenía en mi mano ya estaba casi frío. Mis tacones resonaban en el mármol del pasillo, y todo parecía… normal. Demasiado normal.—¿Otra vez tarde, Elena? —dijo Samira con una sonrisa cómplice desde su escritorio.—¿Tarde? ¿Oportuna para evitar a Mark y su sermón matutino? —respondí, con una ceja levantada.Ella rió, y me guiñó el ojo. Su risa fue lo último cálido que recordaría ese día.Mi oficina estaba igual de fría que mi café. Me senté frente al monitor, revisando los informes de rutina. Archivos, patrones de comunicación, análisis de posibles amenazas... nada nuevo. Y sin embargo, había algo. Algo que no lograba defin