Para Aniitta por toda su alegría, entusiasmo y ternura. Gracias.
“Tiene forma de mariposa”, le dijo el médico con una sonrisa. Una mariposa marcada a fuego en la pierna de una pequeña niña de 8 años.Adele le devolvió la sonrisa, una sonrisa hueca, vacía o demasiado llena de dolor. Esa mariposa sería el recuerdo perenne de cómo habían muerto sus padres. Un tatuaje que le recordaría su soledad.Era demasiado soportar para alguien tan joven y, sin embargo, ella permanecía tomada de la mano de su futuro padre con mucha fuerza; aguantándose las ganas de llorar.- Hoy volverás a tener una familia, Adele. No como la que tenías y nunca la reemplazará, pero no estarás sola. -El tono dulce de ese hombre alto y serio la calmaba de cierta manera. Lo conocía desde que nació, era su padrino y lo amaba con todo su pequeño corazoncito, pero no era su padre. De todas maneras, Adele, a sus tiernos años tuvo que aprender que a veces la vida podía ser dura y sombría. Se cuadró de hombros y cruzó la puerta de esa casa enorme para formar parte de una nueva familia: la
La cara de Francis se transformó por completo cuando esos ojos llorosos lo miraron. La abrazó por instinto, queriendo contenerla.- ¡¿Qué pasó?! - Gritó.Lucas caminaba de un lado al otro como un animal enjaulado, tomándose la cabeza, no podía entender cómo era que Adele no sentía lo mismo. Estaba enajenado, furioso.- ¡¿Qué hiciste Lucas?! - Otro grito.Detuvo su ir y venir y miró a su padre a la cara.- ¡Quiero casarme con ella! - Le dijo moviendo las manos en el aire.Detrás de Francis el sollozo de Norma se escuchó como un lamento.- ¡Estás demente! ¡Es tu hermana! -- ¡No lo es! -Intentó moverse en su dirección, pero Adele lo detuvo, bajó la mirada y vio la cabeza de la jovencita y un movimiento desesperado: “No”. Le suplicaba que no le hiciera nada a Lucas.- ¡Sabía que esto iba a pasar tarde o temprano! - Exclamó Norma, su voz ya no era un lamento, sino una acusación.- ¡¿Que iba a pasar mamá?! ¡Me enamoré! -- ¡Estás loco! -- No lo estoy… -Lucas se sentía agotado ¿tan difíc
Lucas condujo hasta el bar donde sus amigos y compañeros solían reunirse los fines de semana, el bar desde donde a veces se llevaba consigo a alguna chica para pasar la noche. Pero esa vez, no era la fiesta lo que lo atrajo, sino el alcohol. Se sentó en la barra y comenzó a pedir un tequila detrás del otro. Bebió solo, maldiciendo, hasta que su amigo Karl lo vio y se le acercó.- ¿Qué te pasa amigo? -- Me rechazó ¿puedes creerlo? - Lo miró incrédulo, como si fuese algo imposible.- ¡Dios mío! ¿Una mujer te rechazó? ¡Santo cielo! Ahora tienes que contarme todo -- Le dije que se casara conmigo, que la amo… Es tan hermosa ¡¿Cómo puede ser tan hermosa?! - Y le dio un golpe con la palma a la barra.- Pero no, ella y su estúpida moralidad y sus excusas… Casi la tuve ¡Mierda! -- ¡WOW amigo! Nunca te vi así por una mujer, debe ser una muñeca para que estés en este estado ¿quién es? -- ¿Muñeca? No… Es ella… -- ¿Quien? -- ¿Quién va a ser?… Adele -- ¿Adele? ¿Tu Adele? -- Si… Mi Adele --
Adele había decidido que era mejor irse a estudiar lejos, quería ser enfermera. Un sueño sencillo a pesar de haber crecido rodeada de privilegios en la casa de los Martin, pero, al fin y al cabo, ella era una muchacha sencilla.Francis se enojó, tal como había pensado, pero no tuvo más remedio que aceptarlo. Todavía le quedaba su casa de la infancia y si quería podía rentarla para sacar algún beneficio. Pero Adele no quiso, le dijo que trabajaría a lo cual Francis, con su ternura característica, le aseguró que no sería necesario.- Te voy a extrañar… -- Yo también -- Lamento tanto todo lo que ocurrió… Lamento no haberme dado cuenta a tiempo -- No es tu culpa, padrino… Yo tampoco me di cuenta -- Tu padre confió en mí y siento que lo defraudé -- Papá estaría muy contento de todo lo que me has dado, de cómo me has cuidado, lo sé -- Estaría muy orgulloso de ti… Yo lo estoy -Norma no pensaba lo mismo, la veía tan igual a su madre que temía por su hijo, por el destino que tendría si
Podía verla, pero no acercarse, podía imaginarla, pero no hablarle. A Lucas se le estaba haciendo larga la fiesta, la había esperado con ansias, no por el compromiso, sino porque ella iría. Y ahí estaba. Si tuviera una sola oportunidad. Pero Francis se le había pegado y no se separaba, sentía que además de cuidarla debía saldar la deuda con su amigo.Norma estaba nerviosa, si Lucas hacía una escena sería un desastre. Pero él se comportaba, o medio fingía que lo hacía, porque su cara ya comenzaba a mostrar señales de hartazgo. Cuando todo eso terminara la vida volvería a la normalidad; creía que Sara contendría las locuras de su hijo. Era una muchacha centrada, alegre y muy bonita. Con ella lograría acallar ese demonio llamado Adele de su interior.Llegó el momento de brindar por los futuros novios y Lele no estaba por ningún lado. El lugar de la fiesta era una vieja casa en medio de varias hectáreas de campo y parques; seguramente había ido a explorar y perdió la noción del tiempo.-
Lucas terminó la noche medio borracho, llevándose a Sara lejos de la casa principal, a una especie de antiguo granero remodelado en salón de fiestas que estaba vacío. Allí se quitó la necesidad que le había evocado ese vestido gris ceñido y el cabello recogido, entre los brazos y las piernas de su futura esposa. Pero algo más lo atormentaba: la mirada fija de ese tipo insulso sobre el cuerpo de Adele. La sonrisa estúpida de esa cara que nunca sonreía y estaba seguro que ella la había provocado.Quien nunca sonreía era uno de los primos de Sara: Gregory Karlsen. Y Adele no había errado en suponer que no era mucho mayor que el mismo Lucas, tenía, en ese momento, 30 años y un corto pero doloroso pasado. Se había casado muy joven con una jovencita que conoció apenas durante dos meses y ella enseguida había quedado embarazada. Iba a ser padre, eso creía, hasta que un hombre se presentó en su puerta reclamando a su mujer. Entonces se supo la verdad: que ese niño no era suyo.Por toda intenc
Francis se fue dándole un beso en la mejilla y ahí estaba Adele, sola, en el pequeño apartamento. Todo el lugar era del mismo tamaño que su habitación en la casa Martin, con un balconcito que daba a la calle. Pero su padrino se lo había acomodado a nuevo, no le faltaba nada, no iba a permitir que pasara una sola dificultad si podía evitarlo. Se sentía un poco nerviosa, los primeros días le daba miedo cuando llegaba la noche; los sonidos ajenos, o las voces desconocidas. Cerraba todo y verificaba de nuevo que estuviesen puerta y ventanas bien aseguradas.Pero con el correr del tiempo se fue habituando a su pequeña casita, la mayoría de los vecinos eran también estudiantes de la misma Universidad y los fines de semana se podían escuchar la música y las risas. Por las tardes salía a explorar el barrio, trataba de recordar cada comercio, cada parada del autobús, cada espacio verde. Su padrino la llamaba todas las noches para saber cómo estaba y ella le contaba lo que había descubierto en
Lucas al fin había encontrado la excusa y el día libre, el coche ya lo tenía. Karl se apareció en casa de sus padres, casualmente el día que Lucas había ido a almorzar y casualmente con una pinta horrible. Esgrimió que había salido de juerga con unos conocidos y le habían robado el auto, pero la policía pudo hallarlo a unos cuantos kilómetros, abandonado. Que la grúa de su seguro no quería ir por él porque era domingo y que no encontraba a nadie que lo llevara.Como buen amigo, Lucas se ofreció a llevarlo y así pudo salir con el privilegio de tardarse todo lo que quisiera sin que nadie sospechara.- Fíjate bien que es lo que vas a hacer, Lucas - Le dijo cuándo lo dejó en la puerta de su casa.- No te preocupes, solo quiero verla, no la molestaré -Pero esa media sonrisa decía algo más. Se puso en marcha sin perder más tiempo, tenía seis horas de carretera por delante. Durante el trayecto subió la música y tarareaba al compás de las melodías, estaba contento; más contento de lo que hab