Adele había decidido que era mejor irse a estudiar lejos, quería ser enfermera. Un sueño sencillo a pesar de haber crecido rodeada de privilegios en la casa de los Martin, pero, al fin y al cabo, ella era una muchacha sencilla.
Francis se enojó, tal como había pensado, pero no tuvo más remedio que aceptarlo. Todavía le quedaba su casa de la infancia y si quería podía rentarla para sacar algún beneficio. Pero Adele no quiso, le dijo que trabajaría a lo cual Francis, con su ternura característica, le aseguró que no sería necesario.
- Te voy a extrañar… -
- Yo también -
- Lamento tanto todo lo que ocurrió… Lamento no haberme dado cuenta a tiempo -
- No es tu culpa, padrino… Yo tampoco me di cuenta -
- Tu padre confió en mí y siento que lo defraudé -
- Papá estaría muy contento de todo lo que me has dado, de cómo me has cuidado, lo sé -
- Estaría muy orgulloso de ti… Yo lo estoy -
Norma no pensaba lo mismo, la veía tan igual a su madre que temía por su hijo, por el destino que tendría si se involucraba con una mujer así. Cuando escuchó que Adele quería alejarse no tardó en darle mil razones a Francis para que no se opusiera. Ni en acordar una fecha para el compromiso con los padres de Sara; era mucho mejor en todos los aspectos que Adele.
Y a Sara no le importaba demasiado si Lucas era un mujeriego, si tenía aventuras pasajeras porque no había mejor partido que él. No había nadie más guapo y más intenso en la intimidad que él, no había nadie con un futuro brillante, asegurado y acomodado como el de él. Así que cuando la madre le dijo que querían que se comprometiera pegó un salto de alegría. Estaba convencida que luego del casamiento, su novio cambiaría de hábitos. No sabía ni sospechaba nada de los verdaderos sentimientos que guardaba por su “hermana”.
Se enteró de que su hermano iba a comprometerse y dudó porque conocía que ese compromiso apresurado venía decantado de los acontecimientos de esa noche. Aun cuando Lucas había resquebrajado su relación, ella seguía preocupándose y queriéndolo como siempre. Pero entendió que no podía decirle nada, no podía preguntarle o tal vez su inquietud la tomaría como algo más. Y Adele no era así, ella nunca había tenido miedo de enfrentarlo y cuestionarlo, de hecho, ella sola se atrevía a hacerlo.
Sus discusiones eran proverbiales y podían durar días. Lucas hacía algo mal, muy mal y Adele estaba en primera fila para ponerlo en su lugar y él no se aguantaba e iba al choque. Pero luego volvían a amigarse y como si nada. Ahora que lo pensaba mejor, entendía muchas otras cosas: como la vez que llevó a su novio para que Francis lo conociera y Lucas había estallado gritándole delante del muchacho que era muy joven para andar en romances; no eran celos de hermano.
O cuando de una fiesta con sus amigos se la llevó casi a rastras porque, según él, el tipo que preparaba los tragos quería pasarse de listo con ella: ahí tampoco eran celos de hermano. Por eso, a veces no la dejaba salir sola con las amigas, argumentando que las acompañaba para cuidarlas porque eran un grupo de niñas tontas. O la fastidiaba hasta hacerla llorar cuando quería usar faldas cortas. Ni siquiera su padrino la cuestionaba por esas cosas. Pero él sí, la cuestionaba por todo. ¿Quién hubiese pensado que lo que pasaba por su cabeza no era un sentimiento de protección?
Y ahora se acobardaba para evitar más situaciones. A su manera, estaba buscando mantener el fino equilibrio que había dejado de existir para cuidarlos. Cuando ella se fuera, volverían a ser la familia que eran antes de que llegara. Pero eso no era cobardía, como ella pensaba, era valentía. Era muy joven, era muy optimista y muy soñadora para el mundo que la esperaba afuera; sabía que intentaría comérsela viva, pero volvería a cuadrarse de hombros y a enfrentar lo incierto. Y de alguna manera, eso la entusiasmaba.
Cuando llegó la fiesta del compromiso de Lucas y Sara, Francis impartió una sola orden a Lele y Norma: Adele no podía quedarse nunca sola. Conocía a su hijo y sabía que era proclive a dejarse llevar por sus instintos y emociones. Desde esa noche no habían vuelto a verse, él permaneció en el departamento y no regresó a la casa; se verían de nuevo en la fiesta y no quería que tuviese la oportunidad de volver a “declararse”.
Un acontecimiento enorme lleno de invitados de ambas familias, una futura esposa radiante y un futuro esposo opaco. Ni siquiera se habían saludado, Adele permanecía flanqueada por Lele y Francis y Lucas no se atrevía a acercarse, solo a mirarla de reojo cuando creía que nadie se daba cuenta. Y para torturarlo aún más, eligió un vestido muy parecido al azul de aquella vez, pero gris y la imaginación de Lucas se disparó. Sara le hablaba y él no la oía, su futura suegra le hablaba y él no la oía.
Karl estaba presente y meneaba la cabeza seguido cuando lo observaba. Su amigo era muchas cosas y la peor de ellas era que se transformaba en un monstruo cuando quería. Unos días antes le había pedido que lo acompañara, que tenía algo que hacer y necesitaba que lo ayudase; cómo buen compinche lo hizo, para enterarse cuando llegaron al lugar que todo lo que Lucas quería era intimidar al novio de Adele lo suficiente para que la dejara. Y lo había conseguido, el muchacho se asustó tanto que ni bien Lucas se fue, la llamó para decirle que no la quería más.
Y eso se reflejaba en la cara caída de Adele que trataba de disimular su tristeza y en la de satisfacción de Lucas que al menos podía quedarse tranquilo de que si ella se iría, lo haría sola. Al menos, el suficiente tiempo hasta que pudiera encontrarla de nuevo.
Podía verla, pero no acercarse, podía imaginarla, pero no hablarle. A Lucas se le estaba haciendo larga la fiesta, la había esperado con ansias, no por el compromiso, sino porque ella iría. Y ahí estaba. Si tuviera una sola oportunidad. Pero Francis se le había pegado y no se separaba, sentía que además de cuidarla debía saldar la deuda con su amigo.Norma estaba nerviosa, si Lucas hacía una escena sería un desastre. Pero él se comportaba, o medio fingía que lo hacía, porque su cara ya comenzaba a mostrar señales de hartazgo. Cuando todo eso terminara la vida volvería a la normalidad; creía que Sara contendría las locuras de su hijo. Era una muchacha centrada, alegre y muy bonita. Con ella lograría acallar ese demonio llamado Adele de su interior.Llegó el momento de brindar por los futuros novios y Lele no estaba por ningún lado. El lugar de la fiesta era una vieja casa en medio de varias hectáreas de campo y parques; seguramente había ido a explorar y perdió la noción del tiempo.-
Lucas terminó la noche medio borracho, llevándose a Sara lejos de la casa principal, a una especie de antiguo granero remodelado en salón de fiestas que estaba vacío. Allí se quitó la necesidad que le había evocado ese vestido gris ceñido y el cabello recogido, entre los brazos y las piernas de su futura esposa. Pero algo más lo atormentaba: la mirada fija de ese tipo insulso sobre el cuerpo de Adele. La sonrisa estúpida de esa cara que nunca sonreía y estaba seguro que ella la había provocado.Quien nunca sonreía era uno de los primos de Sara: Gregory Karlsen. Y Adele no había errado en suponer que no era mucho mayor que el mismo Lucas, tenía, en ese momento, 30 años y un corto pero doloroso pasado. Se había casado muy joven con una jovencita que conoció apenas durante dos meses y ella enseguida había quedado embarazada. Iba a ser padre, eso creía, hasta que un hombre se presentó en su puerta reclamando a su mujer. Entonces se supo la verdad: que ese niño no era suyo.Por toda intenc
Francis se fue dándole un beso en la mejilla y ahí estaba Adele, sola, en el pequeño apartamento. Todo el lugar era del mismo tamaño que su habitación en la casa Martin, con un balconcito que daba a la calle. Pero su padrino se lo había acomodado a nuevo, no le faltaba nada, no iba a permitir que pasara una sola dificultad si podía evitarlo. Se sentía un poco nerviosa, los primeros días le daba miedo cuando llegaba la noche; los sonidos ajenos, o las voces desconocidas. Cerraba todo y verificaba de nuevo que estuviesen puerta y ventanas bien aseguradas.Pero con el correr del tiempo se fue habituando a su pequeña casita, la mayoría de los vecinos eran también estudiantes de la misma Universidad y los fines de semana se podían escuchar la música y las risas. Por las tardes salía a explorar el barrio, trataba de recordar cada comercio, cada parada del autobús, cada espacio verde. Su padrino la llamaba todas las noches para saber cómo estaba y ella le contaba lo que había descubierto en
Lucas al fin había encontrado la excusa y el día libre, el coche ya lo tenía. Karl se apareció en casa de sus padres, casualmente el día que Lucas había ido a almorzar y casualmente con una pinta horrible. Esgrimió que había salido de juerga con unos conocidos y le habían robado el auto, pero la policía pudo hallarlo a unos cuantos kilómetros, abandonado. Que la grúa de su seguro no quería ir por él porque era domingo y que no encontraba a nadie que lo llevara.Como buen amigo, Lucas se ofreció a llevarlo y así pudo salir con el privilegio de tardarse todo lo que quisiera sin que nadie sospechara.- Fíjate bien que es lo que vas a hacer, Lucas - Le dijo cuándo lo dejó en la puerta de su casa.- No te preocupes, solo quiero verla, no la molestaré -Pero esa media sonrisa decía algo más. Se puso en marcha sin perder más tiempo, tenía seis horas de carretera por delante. Durante el trayecto subió la música y tarareaba al compás de las melodías, estaba contento; más contento de lo que hab
Y si, Adele había encontrado a un hombre. Uno dulce y considerado, uno que ese domingo se había ofrecido a cocinarle unos espaguetis, que llevó postre y unas cervezas y todo porque ella le había comentado que se moría de aburrimiento el último día del fin de semana.- Huele tan rico ¿cómo es que no sabía que cocinabas tan bien? -- Es mi habilidad secreta, solo la utilizo cuando quiero seducir a una mujer… -- ¡Aaaah! ¿No me digas? -- ¿Funcionó? -- Puede ser… - Almorzaron en el balconcito, acomodándose como mejor pudieron. Pusieron un poco de música, tomaron cerveza y conversaron sobre los trabajos que debían presentar la semana siguiente. Jim le contó un poco de su vida y ella de la suya. El postre quedó para más tarde porque Adele no podía moverse de tanto que había comido. Cuando sintieron que el sol abandonaba el lugar se metieron de nuevo.Dejaron los platos en la cocina y de pronto la música sonó muy sugerente. La tomó de la mano y la atrajo para abrazarla, comenzaron a movers
Luego de esa hermosa experiencia con Jim, Adele se sentía apenas un poco diferente. Comenzó a experimentar ansias nuevas, emociones nuevas, sensaciones perfectas. Parecía que la vida se había olvidado un rato de su mezquindad y le estaba abriendo un camino más apacible. Sus estudios iban mejor, había encontrado el ritmo justo para equilibrar todo lo nuevo que se le presentaba. Tenía esa emoción de alegría todos los días.Y Jim la llenaba de halagos y pequeños obsequios, detalles que a ella le iluminaban el día. Una flor, un café, un bolígrafo con muñequitos de colores, un almuerzo improvisado en algún parque. Compartían una relación especial, sin etiquetas, sin apuros.La intimidad aumentaba de frecuencia y con ella las experiencias desconocidas, su cuerpo le mostraba cosas que no sabía que llevaba consigo. Aprendió que con ciertas miradas y movimientos podía despertar el instinto de él, que con otro tipo de caricias y besos lo aplacaba, que con ciertas palabras conseguía más. Y se pe
La casa estaba invadida de jovencitos que escuchaban música muy alta, otros jugaban a videojuegos y algunos solo charlaban. Adele se acercó a saludar a Norma y entonces lo vio sentado con Sara de la mano y los nervios se disiparon un poco. Su rostro se veía sereno y eso la tranquilizó. Él se puso de pie sin soltar a Sara y Adele se arrimó para saludarlos.- Hola… -- Hola, Adele ¿cómo estás? - Le preguntó él y su voz sonaba normal, como el viejo Lucas.- Bien… Hola Sara -- Hola, querida - Se aproximó y le dio un beso en la mejilla.Francis no dejaba de mirarlo, buscando alguna reacción de su parte, pero no obtuvo nada. Sara la tomó del brazo y comenzó a contarle cosas de su inminente boda y de a poco la fue alejando de su novio. Se sentaron del otro lado del salón a tomar algo y comer mientras conversaban. Era un poco raro, Sara siempre había sido amable, pero nunca tan interesada en ella.Le habló del vestido que quería usar, del pastel, del viaje de la luna de miel y le preguntó có
Pero aquella búsqueda no le resultó fácil a Lucas. Si siquiera sabía cómo se llamaba el tipo o como se veía. Un sábado por la mañana no había casi nadie en la Universidad ¿a quién iba a preguntarle? Karl se cansó de correr detrás de él sin sentido, se había recostado en el asiento y le dijo que lo despertase cuando averiguara algo. Debió sacarle más que solo la dirección a la amiga de Adele.No pensaba irse con las manos vacías. Vagó un poco por los pasillos entre las aulas tratando de adivinar cuál de todas serían las de primer año. Salió al parque y vio un grupo de jovencitas sentadas sobre una manta, almorzando y decidió acercárseles. Nunca le fallaba la sonrisa y el tono de la voz seductora.- Disculpen, señoritas… -- ¿Si? - Le respondió una de ella.- Estoy buscando a Adele ¿de casualidad la conocen? -- ¿En qué año está? -- En primero, comenzó hace poco… -- Nosotras somos de segundo -- ¡Oh! -- Yo conozco una Adele - Le respondió otra con un tono un poco aprehensivo.- Es mi