Mira como me iré con cada pedazo tuyo

Para cuando Gregory regresó por ella, la encontró dormida en la silla. Pobre Adele, estuvo despierta toda la noche trabajando y parte de la mañana junto a Francis. Su cara se veía tranquila, aunque pudo notar algunos rastros secos de todo ese llanto. ¡Dios! Estaba tan enamorado de ella. De todo lo que era, de su sonrisa, de sus ojos transparentes, de su alma valiente y luchadora. Así, dormida, se veía tan frágil. Sintió un escozor en las palmas de las manos por abrazarla y no soltarla nunca.

Se le acercó en silencio y muy despacio trató de despertarla con una mano en el hombro.

—Adele… Adele —la llamó.

Pero Adele se despertó sobresaltada, dando un salto para ponerse de pie.

—Tranquila… Soy yo. —

—¿El padrino? —

Francis seguía sin despertar.

—Vamos a casa para que descanses… Los médicos nos avisarán si hay alguna novedad. -

Lo miró con ojos cansados, pero no quería irse. Gregory se dio cuenta.

—No tiene sentido que te quedes. Estás sin dormir, estás cansada. Sé que te preocupa Francisc
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