Loco por ti

La cara de Francis se transformó por completo cuando esos ojos llorosos lo miraron. La abrazó por instinto, queriendo contenerla.

- ¡¿Qué pasó?! - Gritó.

Lucas caminaba de un lado al otro como un animal enjaulado, tomándose la cabeza, no podía entender cómo era que Adele no sentía lo mismo. Estaba enajenado, furioso.

- ¡¿Qué hiciste Lucas?! - Otro grito.

Detuvo su ir y venir y miró a su padre a la cara.

- ¡Quiero casarme con ella! - Le dijo moviendo las manos en el aire.

Detrás de Francis el sollozo de Norma se escuchó como un lamento.

- ¡Estás demente! ¡Es tu hermana! -

- ¡No lo es! -

Intentó moverse en su dirección, pero Adele lo detuvo, bajó la mirada y vio la cabeza de la jovencita y un movimiento desesperado: “No”. Le suplicaba que no le hiciera nada a Lucas.

- ¡Sabía que esto iba a pasar tarde o temprano! - Exclamó Norma, su voz ya no era un lamento, sino una acusación.

- ¡¿Que iba a pasar mamá?! ¡Me enamoré! -

- ¡Estás loco! -

- No lo estoy… -

Lucas se sentía agotado ¿tan difícil era creerle? En realidad, sí. Tenía fama de mujeriego y de prepotente. Ya varias mujeres habían llegado a la puerta de la familia a reclamarle y reprocharle sus actitudes. Y él fingía no conocerlas. Incluso cuando presentó a Sara, su novia, el desfile no se detuvo. Así que para evitar eso decidió mudarse cerca de la Universidad. Pasaba periodos allí y periodos en la casa, cuando ya extrañaba demasiado a Adele y no lo soportaba.

- ¡¿Desde cuándo ocurre esto?! - Francis estaba pensando lo peor.

- Desde hace un par de años, papá... ¡No pude evitarlo! -

- ¡¿La tocaste?! -

- ¡NO! - Gritó Adele.

- ¡No me mientas para protegerlo! -

- ¡No, padrino, nunca me tocó! - Su mirada era férrea, decía la verdad.

- ¡Yo no, pero seguro ese infeliz si te tocó! ¡¿Verdad?! -

- ¡Que te importa! -

Estaba enojada, terriblemente enojada con Lucas. No por la declaración de amor, ni por el intento de robarle besos, sino porque había destrozado lo único que le quedaba: su refugio, su familia.

- ¿Y Sara? - Preguntó Norma.

- ¡¿Sara?! ¡¿A quién le importa Sara, mamá?! -

- ¡A ti debe importarte Sara! - Le respondió su padre.

- ¡Cuando llegaste a esta casa supe en el primer instante que esto iba a suceder! ¡Lo supe porque eres igual que tu madre! -

- ¡Norma! - La voz de Francis de pronto se sintió espesa.

¿Qué quería decir eso? 

- ¡¿Qué, Francis?! ¡Tú sabes de que hablo! ¡Es verdad! ¡Por eso nunca la quise en mi casa! -

- ¿De qué habla? - Adele no entendía nada.

Pero si, Norma nunca la había llegado a aceptar por completo. Desde ese día que su esposo le había avisado de la tragedia y de que la niña quedaría a su cargo, el insecto de los recuerdos comenzó a rumiar en su interior. La madre de la niña no tenía buena fama, de hecho, tenía una fama desastrosa. El padre de Adele la conoció durante un ejercicio militar en un bar de mala muerte. Una mesera que servía tragos a los soldados y algo más también.

Pero él se enamoró, se casó y la trajo a vivir a su país. Para su desgracia, ella no perdió las mañas tan pronto. Norma llegó a sospechar que algo había pasado también con Francis. Aunque se lo negó a raja tabla, siempre guardó la duda. Y, sin embargo, Adele, si fue fruto de ese tortuoso matrimonio.

Lucas comenzó a agitarse, él conocía esa historia.

- ¿No me aceptarás? - Le preguntó.

- Eres mi hermano, Lucas -

- No lo soy… Esto es culpa tuya por meterle eso en la cabeza - Acusó a su padre.

No podía soportarla más, la mirada triste de su cara pidiéndole, rogándole que todo fuese mentira. Tomó su abrigo, las llaves del auto y salió.

- ¡¿A dónde vas?! - Le gritó Norma, pero él solo se fue.

A Adele la invadió la tristeza; podía sentir como los fragmentos de su familia se astillaban. Miró la figura imponente de su padrino, de ese hombre afectuoso que le traía la memoria de su padre, como si se presentase ante ella a través de él; miró la cara desencajada y furiosa de Norma, que a pesar de rechazarla había corrido a su cuarto las primeras noches cuando las pesadillas la hacían llorar y gritar, para consolarla. La mirada de Lele que había bajado alertado por el escándalo y se había quedado callado en un rincón; una mirada de pena.

Lo poco que tenía lo había perdido en una sola noche. Esa unión, esa cohesión se había roto. Nunca había sentido pertenencia entre ellos, solo un enorme cariño por esas cuatro personas que la acogieron y la resguardaron cuando no tenía a nadie más. Siempre supo que el equilibrio era frágil, que era sapo de otro pozo.

- No te preocupes, podemos resolver esto - Le dijo Francis.

- ¿Cómo piensas resolverlo? - Le preguntó Norma con burla.

- ¡De alguna manera! -

Esa noche lloró de nuevo por sus padres, lloró por Francis y Lele, por Norma y Lucas. Tal vez llegaba el momento de salir al mundo por ella misma, de formar su propio lugar en él. No sabía que hacer o a donde ir, pero si sabía que había llegado la hora de abandonar la seguridad de esa casa. ¿Cómo iba a quedarse después de eso? No podía imponerse por sobre el hijo mayor, ni desplazarlo y tampoco quería; solo causaría más dolor.

Pero Adele tenía una voluntad de hierro, forjada por ese sentimiento de abandono y desapego. Estaba habituada a caer y levantarse. La vida le daba cosas, personas, sentimientos y emociones y luego se las quitaba. A lo mejor si ella misma se fabricaba su propia pertenencia la vida dejaría de ser tan mezquina.

No fue fácil tomar la decisión, pero tuvo que hacerlo. Con suerte, Francis no se enojaría tanto, con suerte Lucas se olvidaría de todo después de algún tiempo, con suerte su familia volvería a estar unida, pero sin ella. Podía hacerlo, lo sentía. Sería una forma de agradecerles por los años en los que la cuidaron y le dieron tanto cariño.

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