Escondiendo mi corazón

Lucas condujo hasta el bar donde sus amigos y compañeros solían reunirse los fines de semana, el bar desde donde a veces se llevaba consigo a alguna chica para pasar la noche. Pero esa vez, no era la fiesta lo que lo atrajo, sino el alcohol. Se sentó en la barra y comenzó a pedir un tequila detrás del otro. Bebió solo, maldiciendo, hasta que su amigo Karl lo vio y se le acercó.

- ¿Qué te pasa amigo? -

- Me rechazó ¿puedes creerlo? - Lo miró incrédulo, como si fuese algo imposible.

- ¡Dios mío! ¿Una mujer te rechazó? ¡Santo cielo! Ahora tienes que contarme todo -

- Le dije que se casara conmigo, que la amo… Es tan hermosa ¡¿Cómo puede ser tan hermosa?! - Y le dio un golpe con la palma a la barra.

- Pero no, ella y su estúpida moralidad y sus excusas… Casi la tuve ¡Mierda! -

- ¡WOW amigo! Nunca te vi así por una mujer, debe ser una muñeca para que estés en este estado ¿quién es? -

- ¿Muñeca? No… Es ella… -

- ¿Quien? -

- ¿Quién va a ser?… Adele -

- ¿Adele? ¿Tu Adele? -

- Si… Mi Adele -

- Lucas ¿es broma? -

- No… -

- Lucas ¿qué te sucede? ¿estas mal de la cabeza? ¡Es tu hermana, bastardo! -

- ¡No lo es! - Le gritó.

- Se criaron juntos, es como tu hermana ¿Cómo no va a rechazarte, estúpido? -

¿Hermana? No, para Lucas no era su hermana, era la mujer que amaba y lo había despreciado. Tomó el resto de la noche hasta que quedó inconsciente sobre la madera húmeda de la barra y su amigo tuvo que cargárselo en los hombros para llevarlo a su departamento.

No despertó hasta después del mediodía con un dolor terrible de cabeza, la boca con un gusto metálico y el corazón hecho pedazos. Se había levantado como pudo, medio tambaleando, solo para que la primera imagen que le llegase a la cabeza fuera la de ella y su vestido azul. Tuvo que meterse debajo de la ducha fría para sacarse los efectos de esa imagen en su cuerpo.

Y para colmo su teléfono no dejaba de sonar: Norma. Sabía bien que le deparaba si respondía: reclamos, gritos, quejas. Lo ignoró, pero después le llegó un mensaje con el que no pudo hacer lo mismo. Su padre le exigía que apareciera en la casa para discutir lo que había pasado. Así que por la tarde no le quedó otra que dar la cara.

- Hijo, dime que lo que ocurrió anoche es una mentira -

- No lo es, mamá y lo sostengo -

El ruido sordo de la silla al correrse imponía silencio. Francis se puso de pie y lo miró como si no lo conociera.

- ¿Sabes lo que costó tu… amor? -

- ¿Por qué dudas de que es amor lo que siento por Adele? -

- ¿Lo sabes? ¿Quieres que te diga lo que lograste? -

- ¿Qué? - Le respondió fastidiado.

- ¡Que Adele decida irse de la casa! -

- ¡¿Qué?! ¿A dónde va a irse? -

- ¿Eso era lo que querías conseguir? -

- ¡¿Dónde está?! - La desesperación le estaba ganando.

- ¡Siéntate! Aún no terminamos… Adele decidió irse a estudiar fuera de la ciudad. No puedo retenerla ni negárselo; ahora puede disponer de lo poco que le dejó su padre. Planeo seguir apoyándola como si fuera mi hija ¡Por qué es mi hija! Y tú… tú la dejarás en paz -

- ¡No puedes dejarla hacer eso! ¡Nunca ha vivido sola! -

- ¿Ahora te preocupas? -

La cara de Lucas estaba desorbitada, la inminente separación de ella lo consumía. ¿Cómo era que nadie creía en sus sentimientos?

- Lucas, es lo mejor para todos… - Intentó Norma.

- ¡No, mamá, no lo es! ¿Cómo va a ser lo mejor para Adele? ¡No tiene a nadie allá afuera! -

- Tiene que irse, así te calmarás… -

Lucas la interrumpió.

- ¡Iré tras ella a donde sea que vaya! -

- ¡No lo harás! - Le gritó Francis.

- ¿Y cómo piensas detenerme? -

- Te vas a comprometer con Sara - La sentencia fue indiscutible.

- Claro que no… no me comprometeré con ella - Y su respuesta, una carcajada.

- ¿No te das cuenta, hijo, que es igual que su madre? -

- ¡No digas eso Norma! -

- ¡Es cierto! -

- ¡NO LO ES! -

Francis odiaba esa referencia, odiaba que la calificara como a su madre cuando era, en realidad, un calco del carácter de su padre. Si, se parecía en el cabello rizado, en la sonrisa serena y en los ojos brillantes, pero nada más. Su lealtad, la voluntad, el silencio cómplice y la actitud reservada, eran las de su amigo. Ese sentimiento que generaba con la sola mirada de que estaba dispuesta a seguir a quien se lo pidiera a saltar de un barranco sin pensarlo, era todo su amigo.

- Harás lo que te digo… -

- ¡No me comprometeré y mucho menos, me casaré con Sara! -

- ¡Es eso o así como Adele se va de la ciudad, tú te iras a estudiar fuera del país! -

- ¡Francis! -

- ¡¿Qué?! ¿Acaso no dijiste que poner distancia era lo mejor? ¿O solo aplicaba a la niña? -

- ¡¿Por qué no me dejas quererla?! -

- ¡¿A quién vas a querer tú?! ¡Todas esas mujeres que han venido a reclamarte, aun cuando tienes novia! ¡¿Así piensas quererla?! ¡Harás lo que se te dijo! -

Iba a gritarle, a negarse, pero no tendría caso. Si lo hacían marcharse sería aún más difícil verla, pero si se quedaba y se comprometía al menos tendría una ventana por la que salir. Cuanta más resistencia pusiese más la alejaría; por imposición o por voluntad propia, sabía que Adele se la pasaría corriendo de una punta a la otra del país para evitarlo. Pero si pensaba que iba a casarse, quizá sus defensas bajarían y tendría una oportunidad. En su cabeza, la única novia que él quería llevar al altar era ella, la única mujer con la que quería dormir todas las noches era ella; no necesitaría buscar a otras.

Acostumbrado a tomar lo que quería y a que nadie se le negase, en su amor se mezcló algo más: el orgullo herido por el rechazo. Un gusano negro que se alimenta de la frustración y puede comerse los sentimientos de una sola mordida.

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