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Bastiaan Karagiannis, se aflojó el nudo de su corbata, mientras le daba un trago a su fino whisky. Estaba agotado, había pasado el día entre vuelos y reuniones. Cuatro inversionistas querían tener negocios con él. Parecían ser buenos en lo que hacía y sobre todo estables, pero solo una de ellas no le dio buena espina. Ernesto Samper, y su impaciente asistente Walter Johnson. Este último parecía ser de las personas que no les importaba hacer cualquier cosa por dinero.
Sin embargo; iba a arriesgarse, porque Soluciones y Proyectos, Inc. Era la única de todas las empresas de las que había entrevistado, que por alguna extraña razón cumplía con los requisitos y normativas que solicitaba. Además, tenía un curriculum empresarial impecable, algo que le pareció completamente sospechoso.
Cerró los ojos porque en ese instante la voz por los parlantes de su avión le indicaba que despegarían en cinco minutos. Leander, su amigo y mano derecha, se sentó de frente a él. Ambos hombres se abrocharon los cinturones de seguridad.
—Comenzaremos a trabajar a partir de la semana que viene con Soluciones y Proyectos, Inc. —le recordó a Leander—. Pero antes quiero que le eches un vistazo, no sé el porqué tanta perfección no se me hace creíble.
En el instante en que Leander iba a hablar se acercó a él, uno de los hombres de seguridad.
Masculló una maldición, luego el recién llegado asintió y se retiró.
—¿Qué sucede? —Bastiaan frunció el ceño.
—Tienes visita en tu habitación.
Él abrió mucho los ojos.
—¿De quién hablamos? —preguntó con sospecha.
—Es mejor que lo veas por ti mismo.
—Diles, que retrasen el despegue por unos minutos mientras veré de quién se trata.
Tomó hasta el fondo su trago, lo puso en la mesita que tenía en frente. Luego se dispuso a soltarse el cinturón de seguridad e ir hasta su habitación en el avión.
—Bash, tardaste demasiado —le dijo una voz melodiosa al abrir la puerta.
—¿Qué carajo haces aquí? —La miró con cara de pocos amigos.
—Me moría de ganas por verte de nuevo —la rubia despampanante caminó hasta él envuelta con una fina bata de seda, que dejaba claro que no tenía nada debajo.
—Raissa, no has respondido a mi pregunta, y ya muchas veces te he dicho que no me llames de esa forma —apretó los dientes—. Solo mi familia puede hacerlo.
La despampanante rubia se encogió de hombros y le sonrió de oreja a oreja. Como si Bastiaan no estuviera molesto con ella.
—Eso no es problema, muy pronto seremos más que familia —se encogió de hombros y se acercó a él para ponerse de puntillas y rozar sus labios con los suyos—. Vine desde Patras, a verte, pues hace mucho tiempo que estás lejos de casa, y te he extrañado un montón.
Bastiaan dio una respiración profunda, dio un paso hacia atrás rompiendo el contacto con ella.
—Das por hecho algo que no está definido, Raissa.
Aquellas palabras hicieron que la rubia pusiera cada una de sus manos a un lado de su cintura.
—¿Quién es tu capricho del mes, Bash? —cuestionó con los ojos entrecerrados.
—No tengo el porqué contestar a tus preguntas —Bastiaan apretó los puños—. La última vez que nos vimos te dije que desistieras de la idea de una relación amorosa entre tú y yo —la señaló con el dedo—. Me estoy cansando de advertirte de que no me llames Bash.
—¿Por qué?
—Porque no eres nadie en mi vida, y no tienes derecho a hacerlo.
Un jadeo de lamento brotó de los labios de Raissa, pero Bastiaan no se arrepintió de haber sido un poco rudo. En sus planes no estaba casarse todavía, y mucho menos con ella. Una chica mimada, hija de uno de los hombres más poderosos de Grecia, al igual que él.
—¿Sabes que si yo le cuento a mi papá lo que me has dicho, podría meterte en problemas? —le informó Raissa.
—¿Sabes que la acabas de cagar amenazándome? —replicó Bastiaan enarcando una ceja—. Yo le podría hacer saber a tu querido papá que me acosas de una manera un poco indebida, algo inaceptable para una chica de la alta clase social —le señaló con el dedo índice cuando ella intentó reclamarle—. Ni se te ocurra pensar, que le hablaré de algún compromiso entre tú y yo.
—¡Eres un bastardo! —Raissa se le fue encima.
—¿Todo listo para irnos? —Leander llegó en el momento oportuno—. Recuerda que estamos cortos de tiempo.
—Como siempre, sabes cuando aparecer, Leander —Raissa se ajustó la bata por su presencia.
—Siempre, Raissa —le guiñó el ojo.
—Te daré cinco minutos, para que te vistas y te bajes de mi avión —Bastiaan uso una voz que advertía cuidado—. Después de eso, no quiero verte en mucho tiempo, y no se te ocurra amenazarme así nunca más.
—Te vas a arrepentir Bastiaan de este desplante.
—¿Continúas amenazando? —se le acercó para intimidarla— ¿Quieres que te baje así mismo del avión y que todo el mundo se entere?
—Le diré al piloto que aguarde cinco minutos —intervino Leander, y se marchó.
—Tienes solo cinco minutos, Raissa —le señaló una vez más—. No voy a perder más tiempo contigo.
Caminó hasta la salida y cerró la puerta detrás de él. Justo cuando iba a sentarse de nuevo en su puesto, su teléfono celular comenzó a vibrar en el bolsillo de su pantalón, hizo una mueca al ver quién lo llamaba.
—¡¿Esto es en serio?! —exclamó en voz alta.
—Hola, cariño. Supongo que estás en un tiempo de descanso para que me hayas contestado tan rápido.
—Hola, para ti también —se aclaró la garganta al alzar la vista y encontrarse con los ojos de Raissa chispeando de furia, mientras se dirigía a la salida del avión—. En cinco minutos despega el avión, ¿qué necesitas?
═∘◦✧◦∘═Un silencio que pareció una eternidad se hizo presente. —Raissa fue a New York de compras, le alenté a que te diera una sorpresa —soltó una risita de niña traviesa—. Espero que hayan logrado verse, me gusta que te relaciones con ella. —¡Eres única, mamá! —exclamó exasperado— ¡Entre Raissa y yo no existe ninguna relación!—Por tu tono de voz, creo que te molestó mi comentario —la mujer inquirió de manera firme—. Sabes bien que no me importa, quiero que sientes cabeza de una vez por todas, y ver corriendo a mis nietos por toda la casa. —Eso será cuando llegue el momento, y yo decidiré con quién.—No me hables en ese tono, Bash —le regañó—. Recuerda que soy tu madre, y solo quiero lo mejor para ti. La familia Vlachos, es una de las más ricas e influyentes de Grecia.—¿Y crees que eso me importa? No me trates como a un chico, soy lo suficientemente mayor como para hacer mi propio dinero. —Soy tu madre, a
═∘◦✧◦∘═Karagiannis Inc. Estaba en plena revolución, muchas personas se habían acercado a los cuatro locales de cinco metros cuadrados cada uno, lo que Astrid le llamaba pequeño. Repletos de producto para el cuidado personal, con venta al mayor y al detal. Su primo se había encargado de fuera el distribuidor exclusivo de una marca de cosméticos alemana. La inauguración era ese día a las siete de la tarde, entendía perfectamente el estrés de su amiga, porque todo dependía de la buena impresión que diera a los representantes de las cadenas más grandes de supermercado del país que había invitado, y que tenía que lograr que confiaran en ella. Incluyendo a su primo, que era el socio mayoritario, y su presencia reflejaba ante los invitados un apoyo, tanto familiar como financiero. No había visto a su jefa desde la tarde anterior, esa noche durmió en un hotel. No quiso volver al apartamento en donde vivía con Wal
═∘◦✧◦∘═—No te preocupes, es de mi cuenta personal.—Aun así, no puedo aceptarlo —Cara leyó de nuevo la cantidad—. Te lo agradezco, pero me siento como si estuviera abusando de ti.—¡No seas tonta, cariño! —le hizo señas con la mano—. Sé que no lo vas a despilfarrar. Cara, la abrazó en gesto de agradecimiento.—Prometo, que te los pagaré —se secó las lágrimas con el dorso de la mano—. Ahora, voy a casa a recoger algunas de mis cosas. Cara salió de las instalaciones de su trabajo con una sonrisa en el rostro. Miró hacia el azulado cielo.«Cara, recuerda siempre esto: Cuando se cierra una puerta, se abren tres ventanas».Recordó con emoción las palabras de su abuela.Cuando entró al lobby de la recepción, el casero le dio una sonrisa que le hizo fruncir el ceño. —Espero que me deje sacar algunas de mis cosas —Cara le informó antes de que el hombre ruso hablara.—No te preocupes, Cara, ya no es necesario
═∘◦✧◦∘═—¡¿Qué?! —gritó ella como si le hubieran salido cuernos en la cabeza— ¿Acaso es que te volviste loco?—Loco, tal vez —la miró con resentimiento—, pero no estúpido. —No sé de qué me hablas, pero puedo asegurarte que quien faltó a nuestra relación no fui yo.—¡Ahora yo soy el culpable de nuestros problemas! —espetó Walter. —¿Quién más? —Cara agitó los brazos— ¿Yo?—Desde que comenzaste a trabajar con esa niña rica, has cambiado —la señaló con el dedo índice—. Mírate, ahora estás recogiendo tus cosas, ¿para dejarme? —dijo indignado—. Después de todo lo que he hecho por ti.En ese momento la rabia se apoderó de Cara, porque no entendía su comportamiento. Él no podía victimizarse de esa manera.—¿Qué se supone que has hecho por mí? —espetó—. Quiero saber, porque en estos últimos días me has hecho pasar un infierno —comenzó a atacarlo— ¿En dónde estabas ayer? —Estuve fuera de la ciudad haciendo unos negoc
═∘◦✧◦∘═No supo de dónde sacó las fuerzas, para quedar completamente de pie. Pero le dio un par de golpes más con el bate. Al ver que Walter quedó inmóvil, lo remató. Dándole una patada en los testículos, haciendo que el hombre emitiera un gemido de dolor apenas audible.—Vas a pagar por esto, Cara —susurró el hombre sin fuerzas. —No lo creo —dijo sin soltar el bate, se limpió la sangre que le cubría el rostro con el brazo, dio una respiración profunda y le dio un último golpe en las costillas, Walter aulló del dolor—. Ya estamos a mano…El hombre, que había sido el amor de su vida, hasta ese día quedó inconsciente en el suelo. Cara miró hacia los lados y encontró su bolso y su teléfono celular encima de la cama. Los tomó y salió de la habitación apoyándose de las paredes hasta llegar a la puerta de salida. Tenía que moverse lo más rápido posible, porque no sabía cuánto tiempo Walter iba a estar desmayado.
═∘◦✧◦∘═Bastiaan estaba caminando de un lado a otro, como si fuera un león enjaulado. Nunca en su vida había sentido tan impotente. Comprendió en ese momento que el dinero no lo era todo. Por primera vez en mucho tiempo, recordó que era un hombre mortal, con virtudes y defectos. No como un cheque al portador con piernas, como muchos pensaban. A veces las personas que lo rodeaban era solo para tener algún beneficio de él. Lo peor es que estaba al tanto de eso, una sensación de vacío recorrió su cuerpo. No sabía el nombre de la chica que cayó encima del capó de su vehículo. Solo que había perdido la consciencia en el instante que supo que tendría ayuda. Estaba todavía sorprendido por su fortaleza, eso sin contar que sentía mucha curiosidad por saber quién la había golpeado de esa manera, y sobre todo el porqué.Mientras la llevaban en su auto hasta el hospital, sin importarle que la tapicería se manchara de sangre. Dentro de su bolso comenzó a sonar su teléfono celular. Sin dudarlo, reb
═∘◦✧◦∘═Aquellas palabras no consolaron a Astrid, y cuando Bastiaan salió la pudo encontrar en los brazos de Leander llorando desconsoladamente, mientras este le acariciaba con mucha ternura los cabellos —Yo debí insistir un poco más, me siento tan impotente en estos momentos —continuaba diciendo ella entre sollozos. —Nena, ya te dije que todo estará bien —Leander besó por encima de su cabeza. Dando un largo suspiro, Bastiaan se acercó a ellos. En ese momento sus sentimientos coincidían con las de su prima. —Astrid, sabes muy bien que lo que le sucedió a tu amiga, es algo que no podías predecir, así que sugiero que te calmes un poco. Si no tendrás que irte a casa a descansar —tenía que aparentar que todo estaba bien, y eso a veces era cansino. La respiración de la chica quedó atorada en sus pulmones por fracciones de segundo, sabía que Bastiaan no era una persona para llevarle la contraria, si no tenías pruebas contundentes para demostrar que él podía estar en un error. Aunque
═∘◦✧◦∘═—No lo entiendo tampoco, Bash —hizo una pausa, porque en ese momento llegó la chica con las tres humeantes tazas de café.—Solo tienen siete minutos para retirarse —les informó la chica, mirando su reloj de pulsera y al marcharse contoneando sus caderas más de la cuenta. —Grrrr —gruñó— ¿Quién se cree esta niña?—¡Basta, Astrid! —fue Leander quien la trajo de vuelta a la conversación. —¡¿Qué quieres que te diga?! ¡No sé qué paso! —exclamó con exasperación, y luego miró a su primo—. Cara, es una de las personas más nobles y más honestas que he conocido —hizo una mueca, y agregó mirando a Leander—. Tiene mucha más paciencia que muchos aquí. —¿Sabías que ella se dirigía a su casa al salir de la tienda? —cuestionó Bastiaan. —Sí, dijo que iba por algunas de sus cosas —se encogió de hombros—. Por esa razón estábamos comunicándonos por mensajería de texto —Astrid dio un largo suspiro—. Tuve el present