═∘◦✧◦∘═
Karagiannis Inc. Estaba en plena revolución, muchas personas se habían acercado a los cuatro locales de cinco metros cuadrados cada uno, lo que Astrid le llamaba pequeño. Repletos de producto para el cuidado personal, con venta al mayor y al detal. Su primo se había encargado de fuera el distribuidor exclusivo de una marca de cosméticos alemana.
La inauguración era ese día a las siete de la tarde, entendía perfectamente el estrés de su amiga, porque todo dependía de la buena impresión que diera a los representantes de las cadenas más grandes de supermercado del país que había invitado, y que tenía que lograr que confiaran en ella. Incluyendo a su primo, que era el socio mayoritario, y su presencia reflejaba ante los invitados un apoyo, tanto familiar como financiero.
No había visto a su jefa desde la tarde anterior, esa noche durmió en un hotel. No quiso volver al apartamento en donde vivía con Walter. Pero ese día tenía otros planes para él, se iba a enterar de una vez por todas de lo que era capaz de hacer.
—¡Por fin, he podido desocuparme —Astrid llegó, sentándose en el sofá que estaba frente a su escritorio— ¿Está todo preparado?
—¡Claro que sí! —Cara contestó con entusiasmo—. Estaba dando los últimos toques finales a tu presentación.
Astrid la miró de arriba a abajo, y entrecerró los ojos.
—¿Dónde pasaste la noche?
—Eh… —Cara quedó sorprendida por la pregunta.
—Tienes la misma ropa de ayer, sin contar que está completamente arrugada.
«¡A esta mujer no se le pasa nada por alto!», pensó ella.
—Pues… dormí por ahí.
—¡Madre mía, Cara! —exclamó Astrid—. Te pregunté ayer si tenías en dónde quedarte.
—Tranquila, me quedé en un hotel —le sonrió y le puso la mano en el hombro para que sus palabras fueran convincentes, y no la observara tanto al darse cuenta de las ojeras que tenía debajo de sus ojos, por haber pasado mala noche.
—No tienes dinero —Astrid negó con la cabeza—, por eso quiero ofrecerte un lugar en lugar para que te quedes.
—¡No! —exclamó Cara—. Eso sería abusar de ti, y no quiero eso.
—No te preocupes, eres más que mi mano derecha… eres mi amiga.
—¡Gracias! —Cara respiró profundamente, porque no quería ponerse a llorar en ese instante, por eso cambió de tema— ¿Qué tal te fue con tu primo?
—Muy bien —contestó moviendo la cabeza de un lado a otro—, mejor de lo que me imaginé.
—¿Eso es bueno o malo? —inquirió Cara.
—Diría que sospecho, mi primo es un hombre que está acostumbrado a controlarlo todo —su mirada se perdió en la lejanía—. Por eso me sorprendió que esta vez fuera tan comprensivo conmigo.
—Esta tarde podrás demostrarle que no se equivocó en darte un voto de confianza
—¡Gracias, Cara! Me ayudaste cuando más lo necesitaba, no hubiera logrado todo esto sin ti.
Cuando Astrid y Cara se conocieron, fue en su entrevista de trabajo. Estaba agobiada por no saber como manejar las cosas, y sobre todo porque, no quería defraudar a su querido primo Bastiaan. Ella entró y en ese momento se hizo cargo de todo, desde entonces todo funcionaba de la manera correcta.
—Para eso me pagas —sonrió y le guiñó un ojo.
—Eres una tonta —sacudió su melena que en ese momento estaba lisa—, quiero que todo esté sin detalles, sin fallos.
—Así será.
—No quiero que el entrometido de Leander, vea algún error, y le diga a mi primo que no estoy preparada para tener un negocio propio —su tono de voz era de enfado.
—¿De quién hablamos ahora? —preguntó ella soltando una risita— ¿Es otro de tus primos?
—¿Quién?
—Ese tal Leander —Cara le hizo una seña con la mano—. Parece que se retuerce el hígado cada vez que lo ves.
Su amiga suspiró, y luego se desparramó en el sofá sin importarle su cabello recién alisado.
—Es un gran buenorro, arrogante, engreído… dominante, controlador, señor me meto en todo.
—¡Ese hombre te trae de cabeza! —exclamó Cara, burlándose.
—¡Claro que no! —Astrid exclamó indignada— ¿Por qué dices eso?
—Le llamaste buenorro —contestó Cara riendo—. Eso quiere decir, que tiene con qué ser lo demás.
—No me gusta —respiró de manera profunda—, va más allá de eso —negó con la cabeza—. Pero no soporto su obsesión con el control, ya me basta con Bastiaan.
—¡Alto ahí! —se quejó su Cara—. Ahora me perdí, ¿quién es Bastiaan?
—Ese es el dueño y señor de todo esto —miró a los lados—. Ese es otro buenorro, con todas las otras características, pero un poco más de mente abierta.
—Debe ser divertido tener una familia tan grande.
—Créeme es un grano en el culo.
Cara pensaba decir algo, cuando varias cosas le pasaron por la cabeza y una de ellas era que no tenía ropa adecuada para la apertura del local.
—¿Qué sucede? —Astrid frunció el ceño.
—Tengo que ir a casa…
—¿En dónde vivías con tu ex?
—Sí, necesito ir a buscar algunas de mis cosas.
—¿Estás segura? —presionó a su amiga.
—Sí, no tardaré —le guiñó el ojo—. Esa es la ventaja de vivir a tres manzanas de mi trabajo.
—Está bien, pero no tardes.
—No lo haré.
—Espera, Cara.
Astrid caminó hasta su escritorio, de su bolso sacó su chequera. La revisó y luego llenó el talonario, le entregó un cheque a su amiga y empleada.
—¿Qué es esto?
—Para que encuentres un lugar en donde vivir.
—Pero es mucho dinero… ¿Cómo justificar este gasto?
═∘◦✧◦∘═—No te preocupes, es de mi cuenta personal.—Aun así, no puedo aceptarlo —Cara leyó de nuevo la cantidad—. Te lo agradezco, pero me siento como si estuviera abusando de ti.—¡No seas tonta, cariño! —le hizo señas con la mano—. Sé que no lo vas a despilfarrar. Cara, la abrazó en gesto de agradecimiento.—Prometo, que te los pagaré —se secó las lágrimas con el dorso de la mano—. Ahora, voy a casa a recoger algunas de mis cosas. Cara salió de las instalaciones de su trabajo con una sonrisa en el rostro. Miró hacia el azulado cielo.«Cara, recuerda siempre esto: Cuando se cierra una puerta, se abren tres ventanas».Recordó con emoción las palabras de su abuela.Cuando entró al lobby de la recepción, el casero le dio una sonrisa que le hizo fruncir el ceño. —Espero que me deje sacar algunas de mis cosas —Cara le informó antes de que el hombre ruso hablara.—No te preocupes, Cara, ya no es necesario
═∘◦✧◦∘═—¡¿Qué?! —gritó ella como si le hubieran salido cuernos en la cabeza— ¿Acaso es que te volviste loco?—Loco, tal vez —la miró con resentimiento—, pero no estúpido. —No sé de qué me hablas, pero puedo asegurarte que quien faltó a nuestra relación no fui yo.—¡Ahora yo soy el culpable de nuestros problemas! —espetó Walter. —¿Quién más? —Cara agitó los brazos— ¿Yo?—Desde que comenzaste a trabajar con esa niña rica, has cambiado —la señaló con el dedo índice—. Mírate, ahora estás recogiendo tus cosas, ¿para dejarme? —dijo indignado—. Después de todo lo que he hecho por ti.En ese momento la rabia se apoderó de Cara, porque no entendía su comportamiento. Él no podía victimizarse de esa manera.—¿Qué se supone que has hecho por mí? —espetó—. Quiero saber, porque en estos últimos días me has hecho pasar un infierno —comenzó a atacarlo— ¿En dónde estabas ayer? —Estuve fuera de la ciudad haciendo unos negoc
═∘◦✧◦∘═No supo de dónde sacó las fuerzas, para quedar completamente de pie. Pero le dio un par de golpes más con el bate. Al ver que Walter quedó inmóvil, lo remató. Dándole una patada en los testículos, haciendo que el hombre emitiera un gemido de dolor apenas audible.—Vas a pagar por esto, Cara —susurró el hombre sin fuerzas. —No lo creo —dijo sin soltar el bate, se limpió la sangre que le cubría el rostro con el brazo, dio una respiración profunda y le dio un último golpe en las costillas, Walter aulló del dolor—. Ya estamos a mano…El hombre, que había sido el amor de su vida, hasta ese día quedó inconsciente en el suelo. Cara miró hacia los lados y encontró su bolso y su teléfono celular encima de la cama. Los tomó y salió de la habitación apoyándose de las paredes hasta llegar a la puerta de salida. Tenía que moverse lo más rápido posible, porque no sabía cuánto tiempo Walter iba a estar desmayado.
═∘◦✧◦∘═El día de Cara no pudo haber empezado peor, había tenido una discusión con su novio de toda la vida, Walter. Por cuestiones de dinero, no había pagado la renta del departamento en donde vivían, y el casero les pidió que desalojaran.—El éxito de hoy te lo debo a ti —expresó Astrid, con una sonrisa, mientras miraba su laptop y con cara de ilusión agregó: —Tenemos pedidos, para unos dos meses, esto es simplemente magnífico. En el instante en el cual Cara iba a contestarle, su teléfono celular comenzó a sonar. No tuvo necesidad de mirar el identificador de llamadas, pues sabía que era Walter. —La persona es insistente —comentó Astrid, frunciendo el ceño. —Puede ser —se encogió de hombros—, realmente no me importa mucho. Puso el aparato encima del escritorio, pero después este comenzó de nuevo a sonar. “Número desconocido”.—Diga.—Buenas tardes, señorita Wanke le habla Carlos Rodríguez. Subgeren
═∘◦✧◦∘═Bastiaan Karagiannis, se aflojó el nudo de su corbata, mientras le daba un trago a su fino whisky. Estaba agotado, había pasado el día entre vuelos y reuniones. Cuatro inversionistas querían tener negocios con él. Parecían ser buenos en lo que hacía y sobre todo estables, pero solo una de ellas no le dio buena espina. Ernesto Samper, y su impaciente asistente Walter Johnson. Este último parecía ser de las personas que no les importaba hacer cualquier cosa por dinero. Sin embargo; iba a arriesgarse, porque Soluciones y Proyectos, Inc. Era la única de todas las empresas de las que había entrevistado, que por alguna extraña razón cumplía con los requisitos y normativas que solicitaba. Además, tenía un curriculum empresarial impecable, algo que le pareció completamente sospechoso. Cerró los ojos porque en ese instante la voz por los parlantes de su avión le indicaba que despegarían en cinco minutos.
═∘◦✧◦∘═Un silencio que pareció una eternidad se hizo presente. —Raissa fue a New York de compras, le alenté a que te diera una sorpresa —soltó una risita de niña traviesa—. Espero que hayan logrado verse, me gusta que te relaciones con ella. —¡Eres única, mamá! —exclamó exasperado— ¡Entre Raissa y yo no existe ninguna relación!—Por tu tono de voz, creo que te molestó mi comentario —la mujer inquirió de manera firme—. Sabes bien que no me importa, quiero que sientes cabeza de una vez por todas, y ver corriendo a mis nietos por toda la casa. —Eso será cuando llegue el momento, y yo decidiré con quién.—No me hables en ese tono, Bash —le regañó—. Recuerda que soy tu madre, y solo quiero lo mejor para ti. La familia Vlachos, es una de las más ricas e influyentes de Grecia.—¿Y crees que eso me importa? No me trates como a un chico, soy lo suficientemente mayor como para hacer mi propio dinero. —Soy tu madre, a