ENTRE AMIGAS:

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Karagiannis Inc. Estaba en plena revolución, muchas personas se habían acercado a los cuatro locales de cinco metros cuadrados cada uno, lo que Astrid le llamaba pequeño. Repletos de producto para el cuidado personal, con venta al mayor y al detal. Su primo se había encargado de fuera el distribuidor exclusivo de una marca de cosméticos alemana.  

La inauguración era ese día a las siete de la tarde, entendía perfectamente el estrés de su amiga, porque todo dependía de la buena impresión que diera a los representantes de las cadenas más grandes de supermercado del país que había invitado, y que tenía que lograr que confiaran en ella. Incluyendo a su primo, que era el socio mayoritario, y su presencia reflejaba ante los invitados un apoyo, tanto familiar como financiero. 

No había visto a su jefa desde la tarde anterior, esa noche durmió en un hotel. No quiso volver al apartamento en donde vivía con Walter. Pero ese día tenía otros planes para él, se iba a enterar de una vez por todas de lo que era capaz de hacer.

—¡Por fin, he podido desocuparme —Astrid llegó, sentándose en el sofá que estaba frente a su escritorio— ¿Está todo preparado?

—¡Claro que sí! —Cara contestó con entusiasmo—. Estaba dando los últimos toques finales a tu presentación.

Astrid la miró de arriba a abajo, y entrecerró los ojos. 

—¿Dónde pasaste la noche? 

—Eh… —Cara quedó sorprendida por la pregunta.

—Tienes la misma ropa de ayer, sin contar que está completamente arrugada. 

«¡A esta mujer no se le pasa nada por alto!», pensó ella.

—Pues… dormí por ahí.

—¡Madre mía, Cara! —exclamó Astrid—. Te pregunté ayer si tenías en dónde quedarte. 

—Tranquila, me quedé en un hotel —le sonrió y le puso la mano en el hombro para que sus palabras fueran convincentes, y no la observara tanto al darse cuenta de las ojeras que tenía debajo de sus ojos, por haber pasado mala noche.

—No tienes dinero —Astrid negó con la cabeza—, por eso quiero ofrecerte un lugar en lugar para que te quedes. 

—¡No! —exclamó Cara—. Eso sería abusar de ti, y no quiero eso.

—No te preocupes, eres más que mi mano derecha… eres mi amiga.

—¡Gracias! —Cara respiró profundamente, porque no quería ponerse a llorar en ese instante, por eso cambió de tema— ¿Qué tal te fue con tu primo?

—Muy bien —contestó moviendo la cabeza de un lado a otro—, mejor de lo que me imaginé.

—¿Eso es bueno o malo? —inquirió Cara.

—Diría que sospecho, mi primo es un hombre que está acostumbrado a controlarlo todo —su mirada se perdió en la lejanía—. Por eso me sorprendió que esta vez fuera tan comprensivo conmigo.

                                                                                                   

—Esta tarde podrás demostrarle que no se equivocó en darte un voto de confianza 

—¡Gracias, Cara! Me ayudaste cuando más lo necesitaba, no hubiera logrado todo esto sin ti.

Cuando Astrid y Cara se conocieron, fue en su entrevista de trabajo. Estaba agobiada por no saber como manejar las cosas, y sobre todo porque, no quería defraudar a su querido primo Bastiaan. Ella entró y en ese momento se hizo cargo de todo, desde entonces todo funcionaba de la manera correcta. 

—Para eso me pagas —sonrió y le guiñó un ojo.

—Eres una tonta —sacudió su melena que en ese momento estaba lisa—, quiero que todo esté sin detalles, sin fallos.

—Así será.

—No quiero que el entrometido de Leander, vea algún error, y le diga a mi primo que no estoy preparada para tener un negocio propio —su tono de voz era de enfado.

—¿De quién hablamos ahora? —preguntó ella soltando una risita— ¿Es otro de tus primos?

—¿Quién?

—Ese tal Leander —Cara le hizo una seña con la mano—. Parece que se retuerce el hígado cada vez que lo ves. 

Su amiga suspiró, y luego se desparramó en el sofá sin importarle su cabello recién alisado.

—Es un gran buenorro, arrogante, engreído… dominante, controlador, señor me meto en todo.

—¡Ese hombre te trae de cabeza! —exclamó Cara, burlándose.

—¡Claro que no! —Astrid exclamó indignada— ¿Por qué dices eso?

—Le llamaste buenorro —contestó Cara riendo—. Eso quiere decir, que tiene con qué ser lo demás. 

—No me gusta —respiró de manera profunda—, va más allá de eso —negó con la cabeza—. Pero no soporto su obsesión con el control, ya me basta con Bastiaan.

—¡Alto ahí! —se quejó su Cara—. Ahora me perdí, ¿quién es Bastiaan?

  

—Ese es el dueño y señor de todo esto —miró a los lados—. Ese es otro buenorro, con todas las otras características, pero un poco más de mente abierta.

—Debe ser divertido tener una familia tan grande.

—Créeme es un grano en el culo. 

Cara pensaba decir algo, cuando varias cosas le pasaron por la cabeza y una de ellas era que no tenía ropa adecuada para la apertura del local.

—¿Qué sucede? —Astrid frunció el ceño.

—Tengo que ir a casa…

—¿En dónde vivías con tu ex? 

—Sí, necesito ir a buscar algunas de mis cosas. 

—¿Estás segura? —presionó a su amiga. 

—Sí, no tardaré —le guiñó el ojo—. Esa es la ventaja de vivir a tres manzanas de mi trabajo.

—Está bien, pero no tardes.

—No lo haré.

—Espera, Cara.

Astrid caminó hasta su escritorio, de su bolso sacó su chequera. La revisó y luego llenó el talonario, le entregó un cheque a su amiga y empleada.

—¿Qué es esto?

—Para que encuentres un lugar en donde vivir.

—Pero es mucho dinero… ¿Cómo justificar este gasto?

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