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—No te preocupes, es de mi cuenta personal.
—Aun así, no puedo aceptarlo —Cara leyó de nuevo la cantidad—. Te lo agradezco, pero me siento como si estuviera abusando de ti.
—¡No seas tonta, cariño! —le hizo señas con la mano—. Sé que no lo vas a despilfarrar.
Cara, la abrazó en gesto de agradecimiento.
—Prometo, que te los pagaré —se secó las lágrimas con el dorso de la mano—. Ahora, voy a casa a recoger algunas de mis cosas.
Cara salió de las instalaciones de su trabajo con una sonrisa en el rostro. Miró hacia el azulado cielo.
«Cara, recuerda siempre esto: Cuando se cierra una puerta, se abren tres ventanas».
Recordó con emoción las palabras de su abuela.
Cuando entró al lobby de la recepción, el casero le dio una sonrisa que le hizo fruncir el ceño.
—Espero que me deje sacar algunas de mis cosas —Cara le informó antes de que el hombre ruso hablara.
—No te preocupes, Cara, ya no es necesario que te marches.
Al escuchar aquello, frunció el ceño en confusión.
—No entiendo, señor Ivanovic.
—Ya Walter pagó, incluso adelantó dos meses renta.
—De igual manera iré por mis cosas —ella hizo una mueca—, lo hemos dejado.
—Muchacha, no puedes precipitarte. Arregla las cosas con tu marido.
En el minuto que el ruso dijo la palabra marido, se le estremeció el cuerpo. Así que solamente asintió y se fue por las escaleras, agradeció que vivía en el primer piso.
Al abrir la puerta, sintió que algo no estaba del todo bien. Porque la atmósfera era pesada, dio una respiración profunda y fue a su habitación.
—Hagamos esto rápido, antes de que me encuentre con Walter —exclamó en voz alta, dándose ánimo.
Caminó hasta la habitación, de pronto su corazón comenzó a palpitar fuertemente. Suaves gemidos de satisfacción sexual masculinos salían de ahí. ¿Cómo Walter se atrevía a hacer tal cosa? Tomó su teléfono celular para tomar alguna foto, pero lo que vio la dejó inmóvil.
No estaba preparada para aquella escena. Walter, su novio desde el instituto, estaba teniendo sexo, en posición sumisa. Pero lo sorprendente era… que su pareja en ese momento era otro hombre. Se tapó la boca para no gritar por la impresión.
—¡Vamos, nene! —exclamó una voz— ¡Hazme correr!
—¡Oh, Dios! —jadeaba Walter— ¡Jódeme así!
—¡Vamos, carajo! —el hombre le azotó el trasero— ¡Dame lo que necesito!
Cara, sin querer, apretó varias veces el clic de la cámara de su teléfono celular, incluso creyó haber activado el video. Pero la imagen era mucho para ella, jamás la borraría de su mente. Así que acumulando todo el aire en sus pulmones salió del apartamento. Prácticamente, corrió, al punto de tropezar con el señor Ivanovic.
—Lo… lo siento.
—¡¿Qué pasa muchacha?! —La agarró por los hombros—. Parece que has visto al mismo demonio.
Ella no dijo nada más, y se fue del edificio corriendo de nuevo. Al llegar a una cuadra, se detuvo, poniendo las manos sobre sus rodillas. Gruesas lágrimas corrían por sus mejillas, en ese momento entendió que todos esos años con Walter fueron una mentira.
Fue hasta una cafetería y se sentó, su cuerpo temblaba por el choque de emociones. Rabia, decepción, impotencia, dudas y sobre todo frustración femenina. Rebuscó en su bolso su teléfono celular, y miró la galería. No podía creerlo todavía, el hombre con la piel bronceada. Parecía recién llegado de la playa, con grandes bíceps, de perilla oscura, le daba más placer y satisfacción sexual que ella.
No supo cuánto tiempo permaneció ahí, mirando a la nada. Hasta que un sonido de notificación de mensaje la sacó de sus cavilaciones.
Astrid: ¿Todo bien?
Cara: No puede ser peor.
Aprovechó y se reenvió las tres fotos, el video de ocho segundos que había tomado de aquella escena que jamás esperó presenciar. Pidió esa vez un refresco, y buscó en su bolso una píldora para el dolor de cabeza. Esperó unos diez minutos más y se dispuso a ir de nuevo al lugar en el que había vivido con Walter en los últimos años.
Cuando iba por la esquina, observó que los dos hombres iban saliendo también y se montaban en un vehículo lujoso de color gris oscuro. Se puso la mano en el pecho, en forma de agradecimiento. Puesto que no sabía cómo tratar con Walter en ese preciso momento.
Esa vez no estaba el casero merodeando por el lugar, y subió de manera rápida. Llegó hasta el apartamento, al llegar a la habitación le dio rabia y náuseas, todavía olía a sexo.
Abrió la puerta del closet, sacó una maleta y comenzó a meter todas sus cosas en ella. Su mente estaba en automático, puesto que solo pensaba en salir de ahí de manera inmediata.
Solo se llevaba lo más importante, una foto de Jonas y ella de pequeños y la metió en su bolso. Otra de su querida abuela, Vivian, y cuando llegó a la foto de ellos tomó el portarretrato y lo tiró al suelo haciendo el cristal añicos.
—¿Por qué hiciste eso? —cuestionó una voz detrás de su espalda.
Cara se detuvo en seco, sin decir ni una palabra.
—Te hice una pregunta —Walter estaba en frente de ella poniendo las manos sobre sus hombros.
—No.me.to.ques —expresó ella con los dientes apretados.
—Vamos, cariño, sé que estás molesta conmigo —le dio una sonrisa infantil—. Lo siento, no debí ponerte en ese aprieto.
—¡Eres un jodido bastardo! —le gritó, soltándose de su agarre, y dando un paso hacia atrás.
—¿Quién carajo te crees para tratarme de esta manera?
Le agarró del brazo más fuerte de lo normal.
—Suéltame, Walter —ella forcejeó.
—¿Crees que soy idiota, Cara? —preguntó gritándole muy cerca a la cara— ¿Crees que no sé qué me estás engañando con otro hombre?
═∘◦✧◦∘═—¡¿Qué?! —gritó ella como si le hubieran salido cuernos en la cabeza— ¿Acaso es que te volviste loco?—Loco, tal vez —la miró con resentimiento—, pero no estúpido. —No sé de qué me hablas, pero puedo asegurarte que quien faltó a nuestra relación no fui yo.—¡Ahora yo soy el culpable de nuestros problemas! —espetó Walter. —¿Quién más? —Cara agitó los brazos— ¿Yo?—Desde que comenzaste a trabajar con esa niña rica, has cambiado —la señaló con el dedo índice—. Mírate, ahora estás recogiendo tus cosas, ¿para dejarme? —dijo indignado—. Después de todo lo que he hecho por ti.En ese momento la rabia se apoderó de Cara, porque no entendía su comportamiento. Él no podía victimizarse de esa manera.—¿Qué se supone que has hecho por mí? —espetó—. Quiero saber, porque en estos últimos días me has hecho pasar un infierno —comenzó a atacarlo— ¿En dónde estabas ayer? —Estuve fuera de la ciudad haciendo unos negoc
═∘◦✧◦∘═No supo de dónde sacó las fuerzas, para quedar completamente de pie. Pero le dio un par de golpes más con el bate. Al ver que Walter quedó inmóvil, lo remató. Dándole una patada en los testículos, haciendo que el hombre emitiera un gemido de dolor apenas audible.—Vas a pagar por esto, Cara —susurró el hombre sin fuerzas. —No lo creo —dijo sin soltar el bate, se limpió la sangre que le cubría el rostro con el brazo, dio una respiración profunda y le dio un último golpe en las costillas, Walter aulló del dolor—. Ya estamos a mano…El hombre, que había sido el amor de su vida, hasta ese día quedó inconsciente en el suelo. Cara miró hacia los lados y encontró su bolso y su teléfono celular encima de la cama. Los tomó y salió de la habitación apoyándose de las paredes hasta llegar a la puerta de salida. Tenía que moverse lo más rápido posible, porque no sabía cuánto tiempo Walter iba a estar desmayado.
═∘◦✧◦∘═Bastiaan estaba caminando de un lado a otro, como si fuera un león enjaulado. Nunca en su vida había sentido tan impotente. Comprendió en ese momento que el dinero no lo era todo. Por primera vez en mucho tiempo, recordó que era un hombre mortal, con virtudes y defectos. No como un cheque al portador con piernas, como muchos pensaban. A veces las personas que lo rodeaban era solo para tener algún beneficio de él. Lo peor es que estaba al tanto de eso, una sensación de vacío recorrió su cuerpo. No sabía el nombre de la chica que cayó encima del capó de su vehículo. Solo que había perdido la consciencia en el instante que supo que tendría ayuda. Estaba todavía sorprendido por su fortaleza, eso sin contar que sentía mucha curiosidad por saber quién la había golpeado de esa manera, y sobre todo el porqué.Mientras la llevaban en su auto hasta el hospital, sin importarle que la tapicería se manchara de sangre. Dentro de su bolso comenzó a sonar su teléfono celular. Sin dudarlo, reb
═∘◦✧◦∘═Aquellas palabras no consolaron a Astrid, y cuando Bastiaan salió la pudo encontrar en los brazos de Leander llorando desconsoladamente, mientras este le acariciaba con mucha ternura los cabellos —Yo debí insistir un poco más, me siento tan impotente en estos momentos —continuaba diciendo ella entre sollozos. —Nena, ya te dije que todo estará bien —Leander besó por encima de su cabeza. Dando un largo suspiro, Bastiaan se acercó a ellos. En ese momento sus sentimientos coincidían con las de su prima. —Astrid, sabes muy bien que lo que le sucedió a tu amiga, es algo que no podías predecir, así que sugiero que te calmes un poco. Si no tendrás que irte a casa a descansar —tenía que aparentar que todo estaba bien, y eso a veces era cansino. La respiración de la chica quedó atorada en sus pulmones por fracciones de segundo, sabía que Bastiaan no era una persona para llevarle la contraria, si no tenías pruebas contundentes para demostrar que él podía estar en un error. Aunque
═∘◦✧◦∘═—No lo entiendo tampoco, Bash —hizo una pausa, porque en ese momento llegó la chica con las tres humeantes tazas de café.—Solo tienen siete minutos para retirarse —les informó la chica, mirando su reloj de pulsera y al marcharse contoneando sus caderas más de la cuenta. —Grrrr —gruñó— ¿Quién se cree esta niña?—¡Basta, Astrid! —fue Leander quien la trajo de vuelta a la conversación. —¡¿Qué quieres que te diga?! ¡No sé qué paso! —exclamó con exasperación, y luego miró a su primo—. Cara, es una de las personas más nobles y más honestas que he conocido —hizo una mueca, y agregó mirando a Leander—. Tiene mucha más paciencia que muchos aquí. —¿Sabías que ella se dirigía a su casa al salir de la tienda? —cuestionó Bastiaan. —Sí, dijo que iba por algunas de sus cosas —se encogió de hombros—. Por esa razón estábamos comunicándonos por mensajería de texto —Astrid dio un largo suspiro—. Tuve el present
═∘◦✧◦∘═En el minuto en el cual iban llegando a la sala de espera, Leander se acercó a su amigo, poniendo la mano sobre su hombro. —Estás preocupado por la chica, ¿cierto?—Sí, hay algo que no me está del todo claro. —Sabes que no debemos interferir, pero al parecer Astrid la quiere mucho —le hizo mirar a su prima—. Será difícil no hacerlo, conociendo como es cuando se propone alguna cosa. —Estoy de acuerdo contigo, antes de que ella lo haga por su cuenta —Bastiaan se pasó la mano por la cabeza—. Aunque Astrid diga que no, pienso que el novio es el responsable que esté en una de las camas de este hospital.—También opino lo mismo. —Lo importante es que despierte, sin escatimar los gastos médicos —cruzó la mirada con Leander—. Al final de cuentas, es su asistente. Al pasar el umbral de la puerta, se encontraron a Astrid hablando con el doctor. —Nosotros nos haremos cargo de todo —la escuchó Leander y le dio una palmada en la espalda a su amigo, diciendo con ese gesto que sabían qu
═∘◦✧◦∘═Astrid se encontraba agobiada, puesto que habían transcurrido cuatro días, y Cara todavía estaba bajo coma inducido. Aunque el doctor Méndez le había dicho que estaba respondiendo de manera favorable al tratamiento, y que solo era cuestión de paciencia. Algo de lo que ella carecía, la hacía sentirse impotente.La puerta se abrió en ese momento con mucho cuidado, Bastiaan entró y se acercó a ellas. Le dio un beso sobre la cabeza a su prima, y no entendió el porqué con el torso de los dedos acarició la mejilla fría de Cara. Más que un impulso, fue una necesidad tocarla. —¿Pudiste averiguar algo de ese infeliz? —la voz de Astrid era fría. —Hasta ahora nada —Bastiaan apretó los dientes.—¿No se supone que eres lo suficientemente rico como para tener a mucha gente tras la pista de ese mal nacido? —ella le reprochó. —Lo mismo me pregunto a menos que lo estén ocultando. Bastiaan dijo aquello más para sí mismo, que para su prima. —¿Por qué dices eso? —se giró para mirarlo estrech
═∘◦✧◦∘═Cara se sentía desorientada, no había abierto los ojos, y sabía que estaba un tanto mareada. El frío y el olor a alcohol, subieron por sus fosas nasales. Supo que no estaba sola, porque aunque no era muy cerca, podía escuchar unas voces a su alrededor. Se sintió frustrada, ya que por más que lo intentaba, una y otra vez su cuerpo estaba tan pesado que no podía moverse. —¡¿Cómo que el tiempo de visita ha terminado?! —exclamó una mujer con voz furiosa que le resultaba muy familiar.—Usted puede ver que está dormida, no va a darse cuenta de que está aquí —replicó su interlocutor. —Pero puede despertar, el doctor Méndez dijo que ella estaba recuperándose satisfactoriamente, y que en cualquier momento podía despertar —insistía la chica—. Quiero estar ahí cuando eso suceda, y usted no podrá impedirlo. —Señorita, recuerde que solo estoy cumpliendo con mi deber —el hombre estaba perdiendo la paciencia. —Su deber es con la ciudadanía, no debería de olvidar eso. —Es usted quien está