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SORPRESA DESAGRADABLE:

                                                                                  ═∘◦✧◦∘═

—No te preocupes, es de mi cuenta personal.

—Aun así, no puedo aceptarlo —Cara leyó de nuevo la cantidad—. Te lo agradezco, pero me siento como si estuviera abusando de ti.

—¡No seas tonta, cariño! —le hizo señas con la mano—. Sé que no lo vas a despilfarrar. 

Cara, la abrazó en gesto de agradecimiento.

—Prometo, que te los pagaré —se secó las lágrimas con el dorso de la mano—. Ahora, voy a casa a recoger algunas de mis cosas. 

Cara salió de las instalaciones de su trabajo con una sonrisa en el rostro. Miró hacia el azulado cielo.

«Cara, recuerda siempre esto: Cuando se cierra una puerta, se abren tres ventanas».

Recordó con emoción las palabras de su abuela.

Cuando entró al lobby de la recepción, el casero le dio una sonrisa que le hizo fruncir el ceño. 

—Espero que me deje sacar algunas de mis cosas —Cara le informó antes de que el hombre ruso hablara.

—No te preocupes, Cara, ya no es necesario que te marches.

Al escuchar aquello, frunció el ceño en confusión. 

—No entiendo, señor Ivanovic.

—Ya Walter pagó, incluso adelantó dos meses renta.

—De igual manera iré por mis cosas —ella hizo una mueca—, lo hemos dejado. 

—Muchacha, no puedes precipitarte. Arregla las cosas con tu marido. 

En el minuto que el ruso dijo la palabra marido, se le estremeció el cuerpo. Así que solamente asintió y se fue por las escaleras, agradeció que vivía en el primer piso. 

Al abrir la puerta, sintió que algo no estaba del todo bien.  Porque la atmósfera era pesada, dio una respiración profunda y fue a su habitación.   

—Hagamos esto rápido, antes de que me encuentre con Walter —exclamó en voz alta, dándose ánimo. 

Caminó hasta la habitación, de pronto su corazón comenzó a palpitar fuertemente. Suaves gemidos de satisfacción sexual masculinos salían de ahí. ¿Cómo Walter se atrevía a hacer tal cosa? Tomó su teléfono celular para tomar alguna foto, pero lo que vio la dejó inmóvil.

No estaba preparada para aquella escena. Walter, su novio desde el instituto, estaba teniendo sexo, en posición sumisa. Pero lo sorprendente era… que su pareja en ese momento era otro hombre. Se tapó la boca para no gritar por la impresión.

—¡Vamos, nene! —exclamó una voz— ¡Hazme correr!

—¡Oh, Dios! —jadeaba Walter— ¡Jódeme así!

—¡Vamos, carajo! —el hombre le azotó el trasero— ¡Dame lo que necesito!

Cara, sin querer, apretó varias veces el clic de la cámara de su teléfono celular, incluso creyó haber activado el video. Pero la imagen era mucho para ella, jamás la borraría de su mente. Así que acumulando todo el aire en sus pulmones salió del apartamento. Prácticamente, corrió, al punto de tropezar con el señor Ivanovic.

—Lo… lo siento.

—¡¿Qué pasa muchacha?! —La agarró por los hombros—. Parece que has visto al mismo demonio. 

Ella no dijo nada más, y se fue del edificio corriendo de nuevo. Al llegar a una cuadra, se detuvo, poniendo las manos sobre sus rodillas. Gruesas lágrimas corrían por sus mejillas, en ese momento entendió que todos esos años con Walter fueron una mentira. 

Fue hasta una cafetería y se sentó, su cuerpo temblaba por el choque de emociones. Rabia, decepción, impotencia, dudas y sobre todo frustración femenina. Rebuscó en su bolso su teléfono celular, y miró la galería. No podía creerlo todavía, el hombre con la piel bronceada. Parecía recién llegado de la playa, con grandes bíceps, de perilla oscura, le daba más placer y satisfacción sexual que ella.

No supo cuánto tiempo permaneció ahí, mirando a la nada. Hasta que un sonido de notificación de mensaje la sacó de sus cavilaciones.

Astrid: ¿Todo bien?

Cara: No puede ser peor. 

Aprovechó y se reenvió las tres fotos, el video de ocho segundos que había tomado de aquella escena que jamás esperó presenciar. Pidió esa vez un refresco, y buscó en su bolso una píldora para el dolor de cabeza. Esperó unos diez minutos más y se dispuso a ir de nuevo al lugar en el que había vivido con Walter en los últimos años. 

Cuando iba por la esquina, observó que los dos hombres iban saliendo también y se montaban en un vehículo lujoso de color gris oscuro. Se puso la mano en el pecho, en forma de agradecimiento. Puesto que no sabía cómo tratar con Walter en ese preciso momento. 

Esa vez no estaba el casero merodeando por el lugar, y subió de manera rápida. Llegó hasta el apartamento, al llegar a la habitación le dio rabia y náuseas, todavía olía a sexo. 

Abrió la puerta del closet, sacó una maleta y comenzó a meter todas sus cosas en ella.  Su mente estaba en automático, puesto que solo pensaba en salir de ahí de manera inmediata.

Solo se llevaba lo más importante, una foto de Jonas y ella de pequeños y la metió en su bolso. Otra de su querida abuela, Vivian, y cuando llegó a la foto de ellos tomó el portarretrato y lo tiró al suelo haciendo el cristal añicos. 

—¿Por qué hiciste eso? —cuestionó una voz detrás de su espalda.

Cara se detuvo en seco, sin decir ni una palabra. 

—Te hice una pregunta —Walter estaba en frente de ella poniendo las manos sobre sus hombros. 

—No.me.to.ques —expresó ella con los dientes apretados. 

—Vamos, cariño, sé que estás molesta conmigo —le dio una sonrisa infantil—. Lo siento, no debí ponerte en ese aprieto. 

—¡Eres un jodido bastardo! —le gritó, soltándose de su agarre, y dando un paso hacia atrás. 

—¿Quién carajo te crees para tratarme de esta manera?

Le agarró del brazo más fuerte de lo normal.

—Suéltame, Walter —ella forcejeó.

—¿Crees que soy idiota, Cara? —preguntó gritándole muy cerca a la cara— ¿Crees que no sé qué me estás engañando con otro hombre?

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