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El día de Cara no pudo haber empezado peor, había tenido una discusión con su novio de toda la vida, Walter. Por cuestiones de dinero, no había pagado la renta del departamento en donde vivían, y el casero les pidió que desalojaran.
—El éxito de hoy te lo debo a ti —expresó Astrid, con una sonrisa, mientras miraba su laptop y con cara de ilusión agregó: —Tenemos pedidos, para unos dos meses, esto es simplemente magnífico.
En el instante en el cual Cara iba a contestarle, su teléfono celular comenzó a sonar. No tuvo necesidad de mirar el identificador de llamadas, pues sabía que era Walter.
—La persona es insistente —comentó Astrid, frunciendo el ceño.
—Puede ser —se encogió de hombros—, realmente no me importa mucho.
Puso el aparato encima del escritorio, pero después este comenzó de nuevo a sonar.
“Número desconocido”.
—Diga.
—Buenas tardes, señorita Wanke le habla Carlos Rodríguez. Subgerente del Banco International de Crédito.
—Sí, en que puedo ayudarle —el corazón de la chica comenzó a latir con rapidez.
—Es para hacer de su conocimiento que el señor, Walter Johnson, acaba de retirar de su cuenta mancomunada, la cantidad de veinticinco mil dólares.
—¡¿Qué él hizo qué cosa?! —chilló Cara levantándose de la silla.
Astrid la miró un poco preocupada, pues su empleada tenía un carácter calmado.
—Lo siento mucho, señorita. Supuse que usted no sabía nada, y por eso le estamos llamando.
—Muchas gracias por informarme —se aclaró la garganta tratando de que no se notara que estaba a punto de llorar—, me encargaré de todo.
—Estamos para servirle.
Al finalizar la llamada, se sentó de nuevo. Poniéndose las manos sobre la cabeza.
—¿Y ahora qué haré? —se preguntó.
—¿Qué ha hecho el imbécil de tu novio esta vez?
Quiso saber su jefa y amiga, puesto que Astrid había visto en ella en los últimos meses que llevaban trabajando juntas, que hacían muy buen equipo.
—¡Ese infeliz! Me ha dejado sin nada —respondió con un suspiro—, se robó todo mi dinero.
—Desde hace mucho tiempo vengo diciendo que debes de dejar a ese hombre, Cara —le recordó Astrid, quien estaba al tanto de los últimos acontecimientos—. Te ha dejado sin un techo en donde vivir, y ahora sin dinero —negó con la cabeza— ¿Estás segura de que no está metido en cosas raras?
—¡No lo sé! Supongo —exclamó exaltada—. Desde que Jonas desapareció, se ha estado comportando de un modo muy extraño —con la palma de las manos se limpió algunas lágrimas—. Sabes que estaba juntando el dinero para ir a Milán, ahora todo se ha ido a la m****a.
—Cálmate, cariño —se acercó a ella acariciando fraternalmente la espalda—. Irás a Milán, ya veremos como lo solucionaremos.
—Siento que cada vez es peor, hay días que no quiero regresar a casa después del trabajo, Astrid —la miró a los ojos—. Desde que no tiene trabajo, vivo un infierno con sus cambios de humor.
—¿De cuánto dinero estamos hablando? —indagó su amiga.
—¡TODO! —comenzó a llorar de nuevo—. Estamos hablando de todo, hasta la el sueldo de esta semana.
—¡Bastardo! —expresó, Astrid— ¿Tienes en donde quedarte esta noche?
—¡No! —chasqueó los dientes, y agregó con un tono de voz de vergüenza: —Walter afirma, que Jonas desvalijó la casa que nos dejó la abuela para gastarlos en drogas.
—¿Y tú? —la miró seria— ¿Crees eso de tu hermano?
—No lo sé, hace un poco más de seis meses que no se nada de él. Jonas y Walter no se la llevaban bien, aunque me ha ayudado a buscarlo.
—¿Por qué no has ido a la policía a reportarlo como desaparecido, es solo un adolescente?
—Walter se encargó de eso.
Astrid estrechó sus ojos grises como si no le faltara más capítulos a aquella historia.
—Confías mucho en tu novio —usó una voz de sospecha— ¿Cuántos años tienes con él?
—Como novios desde el bachillerato, pero viviendo juntos dos —ladeó la cabeza—. Siempre fuimos la abuela, Jonas y yo. Pero después de que ella murió, fue muy difícil convencerlo de que viniera a vivir con nosotros, él decía que Walter no era de fiar.
—Creo que el chico tenía razón —manifestó Astrid.
—Aunque no lo creas, extraño mucho a mi hermano —bajó la cabeza, y entrelazó sus dedos—. A veces pienso que no debí dejar que Walter se ocupara de él, pero supuse que era lo correcto —se encogió de hombros—, ya sabes qué habría más camaradería por ser hombres, y sería más fácil para Jonas adaptarse a su nueva vida. Aguantó hasta que cumplió los diecisiete, y se marchó a nuestra antigua casa.
—Cara, te creo. No soy nadie para juzgarte —Astrid puso las manos sobres sus hombros—, solo pensaste que era lo mejor para el chico en ese momento. No lo hiciste con mala intención.
—Pero soy una hermana mayor horrible —rompió a llorar—. Si le pasa algo, no sé qué haría. Jonas es lo único que me queda de mi familia.
—No le pasará nada, Jonas parece ser un chico muy sensato e inteligente.
—Si lo es, nuestra abuela nos crio con principios y valores. Por eso me duele cuando Walter afirma que Jonas está perdido en las calles.
—Tu hermano va a aparecer, y te dará una explicación.
Cara respiró de manera profunda, la miró y le sonrió. Porque esas palabras era la que necesitaba.
—Ahora volvamos al trabajo —dijo—, todo estará listo para esta mañana en la noche.
—Cierto, Cara —miró alrededor—, tengo que aprovecharte antes de que me dejes y te marches a Milán.
—¡No seas exagerada! Terminaré de organizar todo esto.
—¡Esto no puede ser! —se quejó Astrid, mirando su teléfono celular.
—¿Qué sucede? —Cara quiso saber.
—¡No pudo esperar hasta mañana! —grito su amiga exasperada.
Cara frunció el ceño, al ver un poco desesperada a su jefa.
—¿De quién hablamos?
—Del hombre más exasperante del mundo —gruñó.
═∘◦✧◦∘═Bastiaan Karagiannis, se aflojó el nudo de su corbata, mientras le daba un trago a su fino whisky. Estaba agotado, había pasado el día entre vuelos y reuniones. Cuatro inversionistas querían tener negocios con él. Parecían ser buenos en lo que hacía y sobre todo estables, pero solo una de ellas no le dio buena espina. Ernesto Samper, y su impaciente asistente Walter Johnson. Este último parecía ser de las personas que no les importaba hacer cualquier cosa por dinero. Sin embargo; iba a arriesgarse, porque Soluciones y Proyectos, Inc. Era la única de todas las empresas de las que había entrevistado, que por alguna extraña razón cumplía con los requisitos y normativas que solicitaba. Además, tenía un curriculum empresarial impecable, algo que le pareció completamente sospechoso. Cerró los ojos porque en ese instante la voz por los parlantes de su avión le indicaba que despegarían en cinco minutos.
═∘◦✧◦∘═Un silencio que pareció una eternidad se hizo presente. —Raissa fue a New York de compras, le alenté a que te diera una sorpresa —soltó una risita de niña traviesa—. Espero que hayan logrado verse, me gusta que te relaciones con ella. —¡Eres única, mamá! —exclamó exasperado— ¡Entre Raissa y yo no existe ninguna relación!—Por tu tono de voz, creo que te molestó mi comentario —la mujer inquirió de manera firme—. Sabes bien que no me importa, quiero que sientes cabeza de una vez por todas, y ver corriendo a mis nietos por toda la casa. —Eso será cuando llegue el momento, y yo decidiré con quién.—No me hables en ese tono, Bash —le regañó—. Recuerda que soy tu madre, y solo quiero lo mejor para ti. La familia Vlachos, es una de las más ricas e influyentes de Grecia.—¿Y crees que eso me importa? No me trates como a un chico, soy lo suficientemente mayor como para hacer mi propio dinero. —Soy tu madre, a
═∘◦✧◦∘═Karagiannis Inc. Estaba en plena revolución, muchas personas se habían acercado a los cuatro locales de cinco metros cuadrados cada uno, lo que Astrid le llamaba pequeño. Repletos de producto para el cuidado personal, con venta al mayor y al detal. Su primo se había encargado de fuera el distribuidor exclusivo de una marca de cosméticos alemana. La inauguración era ese día a las siete de la tarde, entendía perfectamente el estrés de su amiga, porque todo dependía de la buena impresión que diera a los representantes de las cadenas más grandes de supermercado del país que había invitado, y que tenía que lograr que confiaran en ella. Incluyendo a su primo, que era el socio mayoritario, y su presencia reflejaba ante los invitados un apoyo, tanto familiar como financiero. No había visto a su jefa desde la tarde anterior, esa noche durmió en un hotel. No quiso volver al apartamento en donde vivía con Wal
═∘◦✧◦∘═—No te preocupes, es de mi cuenta personal.—Aun así, no puedo aceptarlo —Cara leyó de nuevo la cantidad—. Te lo agradezco, pero me siento como si estuviera abusando de ti.—¡No seas tonta, cariño! —le hizo señas con la mano—. Sé que no lo vas a despilfarrar. Cara, la abrazó en gesto de agradecimiento.—Prometo, que te los pagaré —se secó las lágrimas con el dorso de la mano—. Ahora, voy a casa a recoger algunas de mis cosas. Cara salió de las instalaciones de su trabajo con una sonrisa en el rostro. Miró hacia el azulado cielo.«Cara, recuerda siempre esto: Cuando se cierra una puerta, se abren tres ventanas».Recordó con emoción las palabras de su abuela.Cuando entró al lobby de la recepción, el casero le dio una sonrisa que le hizo fruncir el ceño. —Espero que me deje sacar algunas de mis cosas —Cara le informó antes de que el hombre ruso hablara.—No te preocupes, Cara, ya no es necesario
═∘◦✧◦∘═—¡¿Qué?! —gritó ella como si le hubieran salido cuernos en la cabeza— ¿Acaso es que te volviste loco?—Loco, tal vez —la miró con resentimiento—, pero no estúpido. —No sé de qué me hablas, pero puedo asegurarte que quien faltó a nuestra relación no fui yo.—¡Ahora yo soy el culpable de nuestros problemas! —espetó Walter. —¿Quién más? —Cara agitó los brazos— ¿Yo?—Desde que comenzaste a trabajar con esa niña rica, has cambiado —la señaló con el dedo índice—. Mírate, ahora estás recogiendo tus cosas, ¿para dejarme? —dijo indignado—. Después de todo lo que he hecho por ti.En ese momento la rabia se apoderó de Cara, porque no entendía su comportamiento. Él no podía victimizarse de esa manera.—¿Qué se supone que has hecho por mí? —espetó—. Quiero saber, porque en estos últimos días me has hecho pasar un infierno —comenzó a atacarlo— ¿En dónde estabas ayer? —Estuve fuera de la ciudad haciendo unos negoc
═∘◦✧◦∘═No supo de dónde sacó las fuerzas, para quedar completamente de pie. Pero le dio un par de golpes más con el bate. Al ver que Walter quedó inmóvil, lo remató. Dándole una patada en los testículos, haciendo que el hombre emitiera un gemido de dolor apenas audible.—Vas a pagar por esto, Cara —susurró el hombre sin fuerzas. —No lo creo —dijo sin soltar el bate, se limpió la sangre que le cubría el rostro con el brazo, dio una respiración profunda y le dio un último golpe en las costillas, Walter aulló del dolor—. Ya estamos a mano…El hombre, que había sido el amor de su vida, hasta ese día quedó inconsciente en el suelo. Cara miró hacia los lados y encontró su bolso y su teléfono celular encima de la cama. Los tomó y salió de la habitación apoyándose de las paredes hasta llegar a la puerta de salida. Tenía que moverse lo más rápido posible, porque no sabía cuánto tiempo Walter iba a estar desmayado.
═∘◦✧◦∘═Bastiaan estaba caminando de un lado a otro, como si fuera un león enjaulado. Nunca en su vida había sentido tan impotente. Comprendió en ese momento que el dinero no lo era todo. Por primera vez en mucho tiempo, recordó que era un hombre mortal, con virtudes y defectos. No como un cheque al portador con piernas, como muchos pensaban. A veces las personas que lo rodeaban era solo para tener algún beneficio de él. Lo peor es que estaba al tanto de eso, una sensación de vacío recorrió su cuerpo. No sabía el nombre de la chica que cayó encima del capó de su vehículo. Solo que había perdido la consciencia en el instante que supo que tendría ayuda. Estaba todavía sorprendido por su fortaleza, eso sin contar que sentía mucha curiosidad por saber quién la había golpeado de esa manera, y sobre todo el porqué.Mientras la llevaban en su auto hasta el hospital, sin importarle que la tapicería se manchara de sangre. Dentro de su bolso comenzó a sonar su teléfono celular. Sin dudarlo, reb
═∘◦✧◦∘═Aquellas palabras no consolaron a Astrid, y cuando Bastiaan salió la pudo encontrar en los brazos de Leander llorando desconsoladamente, mientras este le acariciaba con mucha ternura los cabellos —Yo debí insistir un poco más, me siento tan impotente en estos momentos —continuaba diciendo ella entre sollozos. —Nena, ya te dije que todo estará bien —Leander besó por encima de su cabeza. Dando un largo suspiro, Bastiaan se acercó a ellos. En ese momento sus sentimientos coincidían con las de su prima. —Astrid, sabes muy bien que lo que le sucedió a tu amiga, es algo que no podías predecir, así que sugiero que te calmes un poco. Si no tendrás que irte a casa a descansar —tenía que aparentar que todo estaba bien, y eso a veces era cansino. La respiración de la chica quedó atorada en sus pulmones por fracciones de segundo, sabía que Bastiaan no era una persona para llevarle la contraria, si no tenías pruebas contundentes para demostrar que él podía estar en un error. Aunque