DÉJATE QUERER ©
DÉJATE QUERER ©
Por: Angélica Plaza
ARGUMENTO:

                                                                                 ═∘◦✧◦∘═

El día de Cara no pudo haber empezado peor, había tenido una discusión con su novio de toda la vida, Walter. Por cuestiones de dinero, no había pagado la renta del departamento en donde vivían, y el casero les pidió que desalojaran.

—El éxito de hoy te lo debo a ti —expresó Astrid, con una sonrisa, mientras miraba su laptop y con cara de ilusión agregó: —Tenemos pedidos, para unos dos meses, esto es simplemente magnífico. 

En el instante en el cual Cara iba a contestarle, su teléfono celular comenzó a sonar. No tuvo necesidad de mirar el identificador de llamadas, pues sabía que era Walter. 

—La persona es insistente —comentó Astrid, frunciendo el ceño. 

—Puede ser —se encogió de hombros—, realmente no me importa mucho. 

Puso el aparato encima del escritorio, pero después este comenzó de nuevo a sonar. 

“Número desconocido”.

—Diga.

—Buenas tardes, señorita Wanke le habla Carlos Rodríguez. Subgerente del Banco International de Crédito. 

—Sí, en que puedo ayudarle —el corazón de la chica comenzó a latir con rapidez. 

—Es para hacer de su conocimiento que el señor, Walter Johnson, acaba de retirar de su cuenta mancomunada, la cantidad de veinticinco mil dólares. 

—¡¿Qué él hizo qué cosa?! —chilló Cara levantándose de la silla.

Astrid la miró un poco preocupada, pues su empleada tenía un carácter calmado. 

—Lo siento mucho, señorita. Supuse que usted no sabía nada, y por eso le estamos llamando. 

—Muchas gracias por informarme —se aclaró la garganta tratando de que no se notara que estaba a punto de llorar—, me encargaré de todo. 

—Estamos para servirle.  

Al finalizar la llamada, se sentó de nuevo. Poniéndose las manos sobre la cabeza. 

—¿Y ahora qué haré? —se preguntó.

—¿Qué ha hecho el imbécil de tu novio esta vez? 

Quiso saber su jefa y amiga, puesto que Astrid había visto en ella en los últimos meses que llevaban trabajando juntas, que hacían muy buen equipo. 

—¡Ese infeliz! Me ha dejado sin nada —respondió con un suspiro—, se robó todo mi dinero. 

—Desde hace mucho tiempo vengo diciendo que debes de dejar a ese hombre, Cara —le recordó Astrid, quien estaba al tanto de los últimos acontecimientos—. Te ha dejado sin un techo en donde vivir, y ahora sin dinero —negó con la cabeza— ¿Estás segura de que no está metido en cosas raras?

—¡No lo sé! Supongo —exclamó exaltada—. Desde que Jonas desapareció, se ha estado comportando de un modo muy extraño —con la palma de las manos se limpió algunas lágrimas—. Sabes que estaba juntando el dinero para ir a Milán, ahora todo se ha ido a la m****a.

—Cálmate, cariño —se acercó a ella acariciando fraternalmente la espalda—. Irás a Milán, ya veremos como lo solucionaremos. 

—Siento que cada vez es peor, hay días que no quiero regresar a casa después del trabajo, Astrid —la miró a los ojos—. Desde que no tiene trabajo, vivo un infierno con sus cambios de humor. 

—¿De cuánto dinero estamos hablando? —indagó su amiga.

—¡TODO! —comenzó a llorar de nuevo—. Estamos hablando de todo, hasta la el sueldo de esta semana. 

—¡Bastardo! —expresó, Astrid— ¿Tienes en donde quedarte esta noche?

—¡No! —chasqueó los dientes, y agregó con un tono de voz de vergüenza: —Walter afirma, que Jonas desvalijó la casa que nos dejó la abuela para gastarlos en drogas.

—¿Y tú? —la miró seria— ¿Crees eso de tu hermano?

—No lo sé, hace un poco más de seis meses que no se nada de él. Jonas y Walter no se la llevaban bien, aunque me ha ayudado a buscarlo. 

—¿Por qué no has ido a la policía a reportarlo como desaparecido, es solo un adolescente? 

—Walter se encargó de eso. 

Astrid estrechó sus ojos grises como si no le faltara más capítulos a aquella historia.  

—Confías mucho en tu novio —usó una voz de sospecha— ¿Cuántos años tienes con él?

—Como novios desde el bachillerato, pero viviendo juntos dos —ladeó la cabeza—. Siempre fuimos la abuela, Jonas y yo. Pero después de que ella murió, fue muy difícil convencerlo de que viniera a vivir con nosotros, él decía que Walter no era de fiar. 

—Creo que el chico tenía razón —manifestó Astrid.

—Aunque no lo creas, extraño mucho a mi hermano —bajó la cabeza, y entrelazó sus dedos—. A veces pienso que no debí dejar que Walter se ocupara de él, pero supuse que era lo correcto —se encogió de hombros—, ya sabes qué habría más camaradería por ser hombres, y sería más fácil para Jonas adaptarse a su nueva vida. Aguantó hasta que cumplió los diecisiete, y se marchó a nuestra antigua casa. 

—Cara, te creo. No soy nadie para juzgarte —Astrid puso las manos sobres sus hombros—, solo pensaste que era lo mejor para el chico en ese momento. No lo hiciste con mala intención. 

—Pero soy una hermana mayor horrible —rompió a llorar—. Si le pasa algo, no sé qué haría. Jonas es lo único que me queda de mi familia. 

—No le pasará nada, Jonas parece ser un chico muy sensato e inteligente. 

—Si lo es, nuestra abuela nos crio con principios y valores. Por eso me duele cuando Walter afirma que Jonas está perdido en las calles.

—Tu hermano va a aparecer, y te dará una explicación. 

Cara respiró de manera profunda, la miró y le sonrió. Porque esas palabras era la que necesitaba.

—Ahora volvamos al trabajo —dijo—, todo estará listo para esta mañana en la noche. 

—Cierto, Cara —miró alrededor—, tengo que aprovecharte antes de que me dejes y te marches a Milán. 

—¡No seas exagerada! Terminaré de organizar todo esto. 

—¡Esto no puede ser! —se quejó Astrid, mirando su teléfono celular. 

—¿Qué sucede? —Cara quiso saber. 

—¡No pudo esperar hasta mañana! —grito su amiga exasperada.

Cara frunció el ceño, al ver un poco desesperada a su jefa. 

—¿De quién hablamos?

—Del hombre más exasperante del mundo —gruñó. 

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