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Arthur abrió la puerta, y al ver a su prima con los ojos enrojecidos, y dos bolsas negras de basura a sus pies, frunció el ceño.

—¿Qué pasó? –Abigail, incapaz todavía de hablar, simplemente se echó a sus brazos y lloró. No fue necesario decir más; Arthur comprendió lo que estaba pasando.

La condujo, a ella y a sus bolsas de basura, al interior de su sala. La sentó en el sofá y le dio un vaso de agua sentándose él también a su lado.

—¿Se lo dijiste y no lo quiso comprender? –ella negó—. ¿Lo descubrió por sí mismo? –ella asintió—. Pero… ¿cómo? –ella se encogió de hombros—. Estás en medio de una crisis, ¿verdad? No puedes hablar –ella se quedó quieta, sin negar ni asentir.

Arthur sabía que est

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