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Maurice se quedó al otro lado de la puerta mirando la lámina de madera sin saber qué hacer, qué decir, qué pensar. Quería poner su mente en blanco, no sentir este dolor. Pero ah, dolía, dolía. ¡Dolía!

¿Cómo había sido posible? ¿Qué le pasó?

Y lo más terrible, ¿por qué se enamoró? ¡Todo estaba bien! Él había vuelto a su vida, había levantado de nuevo cabeza, tenía propósitos un poco oscuros, pero propósitos, al fin y al cabo. Al lado de su familia y sus amigos, había vuelto a sonreír, había aprendido a aceptar lo que era su vida… y había venido Abigail con su cara y sus mentiras. Había creído, había vuelto a creer en la vida, en el amor. ¡Se había enamorado! Había vuelto a planear su vida con color

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